martes, 2 de agosto de 2016

 2 DAGOSTO DE 1997 MUERE :
WILLIAM BURROUGHS

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(Saint Louis, 1914 - Lawrence, 1997) Escritor norteamericano. Novelista estadounidense, de prosa experimental y ligada estrechamente a las experiencias con las drogas y los viajes, identificado generalmente como miembro del movimiento beatnik de finales de la década de 1950, de la literatura underground del decenio siguiente y considerado padrino y gurú de la generación rock punk de los años posteriores.
Miembro rebelde de una familia emparentada con la de la industria de máquinas calculadoras, estudia en varias escuelas privadas del Sur y del Oeste norteamericano antes de matricularse en Harvard, donde en 1936 se gradúa en literatura inglesa. Siguen años de estudios de medicina en Viena, y de antropología en Harvard, durante los cuales Burroughs se mantiene dedicándose a los más diversos oficios.
Sus primeros intentos literarios se remontan a 1938, cuando escribe a cuatro manos con un amigo una novela policíaca al estilo de Hammett y Chandler. Durante la guerra Burroughs conoce de cerca los bajos fondos de Nueva York y empieza a experimentar con toda clase de drogas. En 1944 entra en contacto con Jack Kerouac y Allen Ginsberg, el escritor y el poeta más famosos de la que, una década después, sería conocida como Beat Generation.
Kerouac convence a Burroughs para que vuelva a escribir. Y significativamente Burroughs inicia con Kerouac una novela negra, pero, también ahora, la tentativa fracasa. En la inmediata posguerra, el descenso de Burroughs a los infiernos de la droga se hace imparable, a pesar de los esporádicos intentos del escritor de liberarse de ella. Después de haber vivido en varias localidades del Sur de los EE.UU., se traslada a México donde, accidentalmente, mata a su mujer.
El escritor se ve obligado a dejar Ciudad de México, viaja durante varios meses por Sudamérica y luego, de 1953 a 1959, se establece en Tánger, Marruecos, donde era más fácil procurarse la morfina de la que se había convertido en esclavo. Pero el demonio de la literatura no le abandona, ni siquiera en aquellos años en que está dominado por la droga.
Su primera novela es Yonqui (1953), publicada bajo el seudónimo de William Lee, autobiografía de tono todavía realista de un toxicómano, mientras en Tánger escribe un millar de páginas que, gracias a la ayuda de Kerouac, transformará en la famosa trilogía: El almuerzo desnudo (1959), The Soft Machine (1961) y Nova Express (1964). El almuerzo desnudo dio origen a un proceso por obscenidad.
Tras la publicación de la trilogía Burroughs se convirtió en uno de los escritores beat y no beat más interesantes de la segunda postguerra norteamericana. En cuanto beat, Burroughs ha sido uno de los santones a los que han mirado los jóvenes norteamericanos protagonistas de la contracultura de los años sesenta. Y como escritor, forma parte con todo mérito de los innovadores más eficaces de un género literario, la novela, entonces considerada en decadencia.
Burroughs toma el camino de la negación de una cultura y de una sociedad que detesta, aunque evitando los tonos proféticos de Ginsberg. En él es evidente la intención de "atacar por la espalda" a la sociedad norteamericana mediante la utilización puntual y muy eficaz de la sátira, la cual, significativamente, no desemboca en sarcasmo. No por ello su acusación de toda la sociedad norteamericana, dominada por un estado de "dependencia" similar al de la droga, que él llama "el álgebra de la necesidad", resulta menos eficaz y feroz. También, porque persigue su objetivo por caminos estrictamente literarios y artísticos.
En realidad, aplicándole términos de otras artes, como la pintura, puede decirse que Burroughs desarrolla técnicas narrativas como el cut-up (corte) y el fold in (repliegue) para mostrar no sólo sus alucinaciones personales, sino también las del norteamericano medio. No debe olvidarse señalar la estructura cinemática de sus novelas; de ahí, su guión cinematográfico, escrito en 1969, Las últimas palabras de Dutch Schultz.
A partir de 1971, es decir, desde la publicación de Muchachos salvajes (The wild Boys) hasta la de Ah Pook is Here and Others Texts (1979) y de la más reciente Ciudades de la noche roja (1981), en sus novelas aparecen nuevos temas y técnicas narrativas. Su interés pasa de la droga a la problemática sexual. El sexo se convierte en símbolo de liberación y metáfora central de la obra. La prosa alucinada de las primeras novelas de paso a una narrativa más coherente, imitación (irónica) de la literatura de consumo.
En 1985 aparece una amplia colección de ensayos anteriores: The Adding Machine. Ese mismo año editó finalmente Queer (1985), obra que, a pesar de haber sido escrita treinta años antes, el autor no había querido dar a la imprenta, debido a la abierta descripción del deseo homosexual que expone en ella. Son posteriores los relatos The Cat Inside (1986) y El fantasma accidental (Ghost of Chance, 1991), así como la novela Tierras del Occidente (The Western Lands, 1987) e Interzone (1989).

lunes, 1 de agosto de 2016

1 DE AGOSTO DE 1894 NACE:
JUAN FILLOY
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Narrador argentino, nacido en la ciudad austral de Córdoba el 1 de agosto de 1894 y fallecido en su ciudad natal el 15 de julio de 2000. Autor de una exquisita y singularísima producción literaria, está considerado como uno de los grandes escritores enigmáticos de las Letras hispanoamericanas del siglo XX, debido en parte a la rareza intrínseca de su obra, y en parte a su permanente voluntad de mantenerse alejado de los círculos y cenáculos culturales frecuentados por el resto de sus colegas. Aunque el misterio y la confusión con que ha rodeado su propia figura y su obra de creación han contribuido a desorientar a la crítica especializada, según sus propias confesiones cabe atribuir a su pluma la redacción de más de cincuenta libros originales, de los cuales sólo publicó en un principio siete (tres narraciones extensas calificadas por el propio autor como novelas, y cuatro recopilaciones de prosas poéticas), editados todos ellos en la década de los años treinta. Tal vez también obedezca a una intención premeditada la publicación de esta cabalística cantidad de obras, pues todo el universo literario de Juan Filloy se organiza en torno al número siete, como queda patente en los títulos de esas obras suyas que han pasado por los tórculos, siempre compuestos por siete letras: Periplo(Buenos Aires: Imprenta Ferrari Hnos. [Cuadernos de Juan Filloy], 1931), ¡Estafen!(Id. Id., 1932), Balumba (Id. Id., 1933), Op Oloop (Id. Id., 1934), Aquende (Id. Id., 1936), Caterva (Id. Id., 1937) y Finesse (Id. Id., 1939).
¡Estafen! (donde se exalta la supremacía estética de la delincuencia), Op Oloop (en la que se relata la incursión en la locura de un pobre estadígrafo que pierde la razón después de haberse enamorado) y Caterva son las tres novelas publicadas por Juan Filloy, quien -como se desprende de las referencias bibliográficas recién citadas en el parágrafo anterior- se negó a integrarse en los círculos editoriales más poderosos de su tiempo, a pesar de que sus obras merecieron los elogios unánimes de los pocos afortunados que pudieron conseguir algún ejemplar de las reducidas tiradas que lanzó a la calle dentro de una modesta colección creada exclusivamente para difundir de forma selectiva su producción literaria. Ajeno -a pesar de ese reconocimiento que le tributaron dichos lectores, escritores y críticos privilegiados- al bullicio, los fastos y las intrigas del mundillo literario y editorial argentino del segundo tercio del siglo XX, Juan Filloy continuó durante muchos años ejerciendo su cargo de juez en la alejada localidad provinciana de Río Cuarto, y cultivando una curiosa afición intelectual que, en las escasas entrevistas que concedió a los medios de comunicación, antepuso siempre a la importancia que pudiera conceder a su obra de creación literaria: la construcción de palíndromos (o frases que pueden ser leídas de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, sin mudar por ello de significado). En una de esas contadas ocasiones en que el escritor de Córdoba franqueó de buen grado los muros de su retiro provinciano para ofrecer unas declaraciones a la prensa cultural, se definió a sí mismo como "recordman de palindromía, mil veces por encima de la performance de León VI, emperador de Bizancio".
Sin duda alguna, esta acusada inclinación hacia la vertiente lúdica -pero infinitamente compleja- de la creación literaria (plasmada, además, en su constante apelación a los recursos gráficos que le ofrecía la imprenta de la época) contribuyó poderosamente a estrechar aún más el selecto círculo de lectores capaces de degustar con provecho las exquisitas obras de Filloy, a quien buena parte de la crítica de su tiempo tildó también de preciosista, decadente y aristocratizante, comparándole con la figura de cualquier dandy caduco y provinciano que, absorbido por la búsqueda de la elegancia absoluta, se queda recluido en su pequeño ámbito local, satisfecho con la consecución de esos logros estéticos que dan cumplida satisfacción a sus rarezas y obsesiones. Nada hizo, en efecto, Juan Filloy por desmentir esta imagen de creador ensimismado en su pequeña torre de marfil, aunque a finales de la década de los años sesenta permitió que una editorial de Buenos Aires publicase sendas reediciones de sus novelas ¡Estafen! y Op Oloop, lo que dio pie a su vez a que las principales publicaciones culturales argentinas se interesasen por la vida y la obra de este enigmático autor. A pesar de este interés tardío suscitado entre la crítica literaria, la elaborada complejidad de la narrativa de Juan Filloy -no exenta de una constante sutileza irónica que la dota de gran amenidad- siguió manteniendo alejado al lector común, circunstancia que en buena medida vino a demostrar el acierto del escritor de Córdoba a la hora de elegir para su producción impresa el selecto cauce de las ediciones restringidas.
Con todo, a partir de este reconocimiento tardío se empezaron a difundir algunos datos acerca del autor de estas extrañas, provocativas y deslumbrantes novelas, datos que contribuyeron aún más a consolidar la imagen de "raro" que había cultivado el escritor de Córdoba, como su confesada afición a los ambientes prostibularios y su odio manifiesto a la ciudad de Buenos Aires y a cuantas cosas y personas ostentasen con orgullo el calificativo de porteñas. Declaró también el escritor de Córdoba en algunas de esas entrevistas que concedió en su vejez que su nombre "se pronuncia Fiyoy y no Filoy, porque es gallego y no irlandés", y que su infancia y juventud fueron felices en su entorno provinciano, donde creció alejado de cualquier moda o influencia literaria. Entre sus aficiones, destacó el dibujo (de joven fue caricaturista) y, sobre todo, los deportes, que le impulsaron a tomar parte activa en la fundación del famoso club de fútbol Talleres de Córdoba y, ya en su destino como magistrado, del Golf Club de Río Cuarto. En esta ciudad fundó también el Museo de Bellas Artes.
Al término de sus estudios de Leyes, llegó a la citada población de Río Cuarto hacia 1920, sólo con la intención de ejercer durante un par de meses la abogacía, aunque a la postre pasó allí más de la mitad de su longeva existencia (en concreto, sesenta y cuatro años de los cientos seis que duró su enigmática vida). Alejado, pues, por voluntad propia de todos los foros culturales y editoriales de Buenos Aires, y consagrado a su oficio de magistrado, Juan Filloy fue alimentando una leyenda de escritor solitario que empezó a raíz de su extraña relación con la imprenta: después de haber publicado sus siete primeras obras entre 1931 y 1939 (las citadas en parágrafos superiores), permaneció durante casi tres decenios sin publicar una sola página, aunque durante todo ese tiempo no dejó de escribir ni un sólo día (al parecer, la desenvuelta impudicia de casi todos sus escritos y su afición por las opiniones polémicas se avenían mal con su severo cargo judicial, por lo que tuvo que optar entre conservar su trabajo o difundir sus obras literarias). A mediados de los años sesenta, cuando la obligada jubilación le había eximido ya de mantener la gravedad exigida a un juez, se avino a entregar a la editorial bonaerense Paidós las novelas ¡Estafen!, Op Oloop y Caterva, que vieron la luz entre 1967 y 1973 y dieron lugar a la creación y asimilación, por parte de los sorprendidos lectores argentinos, del "mito Filloy", un curioso fenómeno literario que se sustenta, básicamente, en la asombrosa calidad de los textos del misterioso escritor de Córdoba, pero también en otros factores no menos llamativos dentro del mundillo editorial contemporáneo (como la compleja personalidad del autor; la enorme cantidad de títulos que mantenía inéditos -más de cuarenta-; la costumbre de utilizar siempre siete letras en cada uno de sus títulos; la utilización de todas y cada una de las letras del abecedario para encabezar al menos uno de sus libros; y, en suma, ese cúmulo de manías personales -como la fobia antiporteña- y aficiones intelectuales -v. gr., a la palindromía- que contribuyeron a dibujar ese perfil de rareza que envuelve tanto su obra como su propia persona).
Tal vez convenga, antes de pasar adelante, ilustrar con algunos ejemplos esa originalidad que se ha convertido en la marca distintiva de la obra del enigmático autor de Córdoba. A continuación se ofrece una relación lo más exhaustiva posible de los títulos que configuran la peculiarísima bibliografía de Juan Filloy, no sin dejar de advertir que muchos de ellos permanecen todavía inéditos (se señalan con un asterisco los que han pasado por los tórculos): Ambular; Aquende*; Balumba*;Caterva*; Chagui; Churque; Decio 8a*; Don Juan*; Elegías*; Eran así; ¡Estafen!*;Esto Fui*; Finesse*; Gaudium; Gentuza*; Homo sum; Ignitus*; Ironike; Item más;Jjasond*; Karcino*; L'ambigú*; La Potra*; La Purga*; Los Ochoa*; Llovizna;Metopas*; Mujeres*; Nepente; Nefilim; Ñampilm*; Op Oloop*; Periplo*; Quolibet;Recital; Revenar; Sagesse*; Sexamor*; Sicigia; Tal cual*; Tanatos; Todavía;Urumpta*; Usaland*; Vil & Vil*; Yo, yo y yo*; Xinglar; y Zodíaco. Como muestra de su maestría en la composición de palíndromos, he aquí uno de los que más celebridad le dieron: "Allí tápase Menem esa patilla".
Con este bagaje de ingenio y originalidad a sus espaldas, cabe reconocer que, a pesar de su tardío reconocimiento, Juan Filloy sigue ocupando en las historias de la literatura argentina un puesto mucho menos elevado del que realmente le corresponde. Bien es cierto que ha dejado de ser un ilustre desconocido, pero su obra sigue siendo inaccesible para muchos lectores y -lo que es más penoso e injusto- incomprendida por buena parte de la crítica oficial, que no reconoce en él a uno de los genuinos introductores de la parodia en la literatura hispanoamericana del siglo XX. Frente a este desconocimiento -intencionado o no- de la crítica, cabe señalar que las jóvenes generaciones de escritores argentinos han convertido a Filloy en uno de sus maestros indiscutibles, si bien es cierto también que muchas de sus influencias -bien patentes para los buenos conocedores de sus obras- no llegan a ser expresamente reconocidas por los autores que son deudores de su talento. Como ha señalado la parte más independiente de la crítica austral, "la influencia de Filloy sobre sus contemporáneos es mucho más evidente que admitida. De hecho, algunas de las obras más importantes de la narrativa argentina de las últimas décadas tienen deudas con la producción filloyana, aunque en ningún caso esa influencia ha sido estudiada y mucho menos admitida".
Gracias a las ediciones que cedió a Paidós a finales de los años sesenta (a partir de 1973 volvió a sus queridas ediciones de autor), Juan Filloy venció en parte estos recelos de la crítica y llegó a ser reconocido no sólo por los lectores, sino por algunas de las instancias más representativas de las Letras argentinas e Hispanoamericanas. Entre los galardones y las distinciones más significativas que recayeron en su persona y en su obra, cabe recordar aquí el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), que le fue otorgado en 1971; el premio Pluma de Plata, concedido por el Pen Club en 1978; el Premio Esteban Echeverría, Gente de Letras, que recayó en él en 1991; y el premio Trayectoria, otorgado por el Fondo Nacional de las Artes en 1993. Además, Juan Filloy fue elegido miembro de la Academia Argentina de Letras (1980), investido como Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Río Cuarto (1989); y condecorado por las altas instancias culturales de dos países que se sintieron halagados por su apasionada defensa de la cultura europea: Italia (que le concedió en 1986 la Orden al Mérito de la República) y Francia (que le nombró Chevalier de l'Ordre des Arts et des Lettres en 1990).
Después de haber permanecido durante sesenta y cuatro años en la ciudad de Río Cuarto, ya a muy avanzada edad regresó a su Córdoba natal, donde la muerte le sorprendió, mientras dormía la siesta, en la tarde del 15 de julio del año 2000, cuando estaba a punto de cumplir los ciento seis años.
1 DE AGOSTO DE 1819 NACE :
HERMAN MELVILLE
(Nueva York, 1819 - id., 1891) Novelista estadounidense. A los once años se trasladó con su familia a Albany, donde estudió hasta que, dos años después, tras la quiebra de la empresa familiar, tuvo que ponerse a trabajar. La dificultad para encontrar un empleo estable le llevó, en 1841, a enrolarse en un ballenero. Fruto de sus experiencias en alta mar fueron Typee (1846) y Omoo (1847), escritas a su regreso a Estados Unidos en 1844.

Herman Melville
En 1847 contrajo matrimonio, y dos años después publicó Mardi. Dado que había sido etiquetado de autor de novelas de viajes y aventuras, el simbolismo de esta obra desconcertó a crítica y público, que la rechazaron.
También en 1849 apareció Redburn y un año después La guerrera blanca, en la que arremetía ferozmente contra la rigidez de la marina estadounidense. Con estas obras recuperó el favor del público, pero se advertía ya la creciente complejidad que iba a caracterizar sus obras posteriores, influidas por el simbolismo de Nathaniel Hawthorne.
En 1850 publicó Moby Dick, obra también rechazada. Esta novela, considerada una de las grandes obras de la literatura universal, escondía una gran metáfora del mundo y la naturaleza humana: la incensante búsqueda del absoluto que siempre se escapa y la coexistencia del bien y del mal en el hombre, y ello tras un argumento aparentemente simple: la obsesión del capitán Ahab por matar a Moby Dick, la ballena blanca.
Pierre (1852) y Cuentos del mirador (1856), que contiene el relato «Bartleby el escribiente», considerado uno de los antecedentes de la obra de Kafka, dejaban ver el creciente desprecio del autor por la hipocresía humana. Israel Potter (1855) y El confidente (1857) fueron las últimas obras que publicó en vida. Olvidado por todos, su novela Billy Budd no apareció hasta 1924. La obra de Melville se tiene como una de las cimas de la corriente romántica estadounidense.

domingo, 31 de julio de 2016

FRANZ KAFKA
SER INFELIZ
Cuando ya eso se había vuelto insoportable -una vez al atardecer, en noviembre-, y yo me deslizaba sobre la estrecha alfombra de mi pieza como en una pista, estremecido por el aspecto de la calle iluminada, me di vuelta otra vez, y en lo hondo de la pieza, en el fondo del espejo, encontré no obstante un nuevo objetivo, y grité, solamente por oír el grito al que nada responde y al que tampoco nada le sustrae la fuerza de grito, que por lo tanto sube sin contrapeso y no puede cesar aunque enmudezca; entonces desde la pared se abrió la puerta hacia afuera así de rápido porque la prisa era, ciertamente, necesaria, e incluso vi los caballos de los coches abajo, en el pavimento, se levantaron como potros que, habiendo expuesto los cuellos al enemigo, se hubiesen enfurecido en la batalla.
Cual pequeño fantasma, corrió una niña desde el pasillo completamente oscuro, en el que todavía no alumbraba la lámpara, y se quedó en puntas de pie sobre una tabla del piso, la cual se balanceaba levemente encandilada en seguida por la penumbra de la pieza, quiso ocultar rápidamente la cara entre las manos, pero de repente se calmó al mirar hacia la ventana, ante cuya cruz el vaho de la calle se inmovilizó por fin bajo la oscuridad. Apoyando el codo en la pared de la pieza, se quedó erguida ante la puerta abierta y dejó que la corriente de aire que venía de afuera se moviese a lo largo de las articulaciones de los pies, también del cuello, también de las sienes. Miré un poco en esa dirección, después dije: "buenas tardes", y tomé mi chaqueta de la pantalla de la estufa, porque no quería estarme allí parado, así, a medio vestir. Durante un ratito mantuve la boca abierta para que la excitación me abandonase por la boca. Tenía la saliva pesada; en la cara me temblaban las pestañas. No me faltaba sino justamente esta visita, esperada por cierto. La niña estaba todavía parada contra la pared en el mismo lugar; apretaba la mano derecha contra aquélla, y, con las mejillas encendidas, no le molestaba que la pared pintada de blanco fuese ásperamente granulada y raspase las puntas de sus dedos. Le dije:
-¿Es a mí realmente a quien quiere ver? ¿No es una equivocación? Nada más fácil que equivocarse en esta enorme casa. Yo me llamo así y asá; vivo en el tercer piso. ¿Soy entonces yo a quien usted desea visitar?
-¡Calma, calma! -dijo la niña por sobre el hombro-; ya todo está bien.
-Entonces entre más en la pieza. Yo querría cerrar la puerta.
-Acabo justamente de cerrar la puerta. No se moleste. Por sobre todo, tranquilícese.
-¡Ni hablar de molestias! Pero en este corredor vive un montón de gente. Naturalmente todos son conocidos míos. La mayoría viene ahora de sus ocupaciones. Si oyen hablar en una pieza creen simplemente tener el derecho de abrir y mirar qué pasa. Ya ocurrió una vez. Esta gente ya ha terminado su trabajo diario; ¿a quién soportarían en su provisoria libertad nocturna? Por lo demás, usted también ya lo sabe. Déjeme cerrar la puerta.
-¿Pero qué ocurre? ¿Qué le pasa? Por mí, puede entrar toda la casa. Y le recuerdo; ya he cerrado la puerta; créalo. ¿Solamente usted puede cerrar las puertas?
-Está bien, entonces. Más no quiero. De ninguna manera tendría que haber cerrado con la llave. Y ahora, ya que está aquí, póngase cómoda; usted es mi huésped. Tenga plena confianza en mí. Lo único importante es que no tema ponerse a sus anchas. No la obligaré a quedarse ni a irse. ¿Es que hace falta decírselo? ¿Tan mal me conoce?
-No. En realidad no tendría que haberlo dicho. Más todavía: no debería haberlo dicho. Soy una niña; ¿por qué molestarse tanto por mí?
-¡No es para tanto! Naturalmente, una niña. Pero tampoco es usted tan pequeña. Ya está bien crecidita. Si fuese una chica no habría podido encerrarse, así no más, conmigo en una pieza.
-Por eso no tenemos que preocuparnos. Solamente quería decir: no me sirve de mucho conocerle tan bien; sólo le ahorra a usted el esfuerzo de fingir un poco ante mí. De todos modos, no me venga con cumplidos. Dejemos eso, se lo pido, dejémoslo. Y a esto hay que agregar que no lo conozco en cualquier lugar y siempre, y de ninguna manera en esta oscuridad. Sería mucho mejor que encendiese la luz. No. Mejor no. De todos modos, seguiré teniendo en cuenta que ya me ha amenazado.
-¿Cómo? ¿Yo la amenacé? ¡Pero por favor! ¡Estoy tan contento de que por fin esté aquí! Digo "por fin" porque ya es tan tarde. No puedo entender por qué vino tan tarde. Además es posible que por la alegría haya hablado tan incongruentemente, y que usted lo haya interpretado justamente de esa manera. Concedo diez veces que he hablado así. Sí. La amenacé con todo lo que quiera. Una cosa: por el amor de Dios, ¡no discutamos! ¿Pero, cómo pudo creerlo? ¿Cómo pudo ofenderme así? ¿Por qué quiere arruinarme a la fuerza este pequeño momentito de presencia suya aquí? Un extraño sería más complaciente que usted.
-Lo creo. Eso no fue ninguna genialidad. Por naturaleza estoy tan cerca de usted cuanto un extraño pueda complacerle. También usted lo sabe. ¿A qué entonces esa tristeza? Diga mejor que está haciendo teatro y me voy al instante.
-¿Así? ¿También esto se atreve a decirme? Usted es un poco audaz. ¡En definitiva está en mi pieza! Se frota los dedos como loca en mi pared. ¡Mi pieza, mi pared! Además, lo que dice es ridículo, no sólo insolente. Dice que su naturaleza la fuerza a hablarme de esta forma. Su naturaleza es la mía, y si yo por naturaleza me comporto amablemente con usted, tampoco usted tiene derecho a obrar de otra manera.
-¿Es esto amable?
-Hablo de antes.
-¿Sabe usted cómo seré después?
-Nada sé yo.
Y me dirigí a la mesa de luz, en la que encendí una vela. Por aquel entonces no tenía en mi pieza luz eléctrica ni gas. Después me senté un rato a la mesa, hasta que también de eso me cansé. Me puse el sobretodo; tomé el sombrero que estaba en el sofá, y de un soplo apagué la vela. Al salir me tropecé con la pata de un sillón. En la escalera me encontré con un inquilino del mismo piso.
-¿Ya sale usted otra vez, bandido? -preguntó, descansando sobre sus piernas bien abiertas sobre dos escalones.
-¿Qué puedo hacer? -dije-. Acabo de recibir a un fantasma en mi pieza.
-Lo dice con el mismo descontento que si hubiese encontrado un pelo en la sopa.
-Usted bromea. Pero tenga en cuenta que un fantasma es un fantasma.
-Muy cierto: ¿pero cómo, si uno no cree absolutamente en fantasmas?
-¡Ajá! ¿Es que piensa usted que yo creo en fantasmas? ¿Pero de qué me sirve este no creer?
-Muy simple. Lo que debe hacer es no tener más miedo si un fantasma viene realmente a su pieza.
-Sí. Pero es que ése es el miedo secundario. El verdadero miedo es el miedo a la causa de la aparición. Y este miedo permanece, y lo tengo en gran forma dentro de mí.
De pura nerviosidad, empecé a registrar todos mis bolsillos.
-Ya que no tiene miedo de la aparición como tal, habría debido preguntarle tranquilamente por la causa de su venida.
-Evidentemente, usted todavía nunca ha hablado con fantasmas; jamás se puede obtener de ellos una información clara. Eso es un de aquí para allá. Estos fantasmas parecen dudar más que nosotros de su existencia, cosa que por lo demás, dada su fragilidad, no es de extrañar.
-Pero yo he oído decir que se les puede seducir.
-En ese punto está bien informado. Se puede. ¿Pero quién lo va a hacer?
-¿Por qué no? Si es un fantasma femenino, por ejemplo -dijo, y subió otro escalón.
-¡Ah, sí...! -dije-, pero aún así no vale la pena. Recapacité.
Mi vecino estaba ya tan alto que para verme tenía que agacharse por debajo de una arcada de la escalera.
-Pero no obstante -grité-, si usted ahí arriba me quita mi fantasma, rompemos relaciones para siempre.
-¡Pero si fue solamente una broma! -dijo, y retiró la cabeza.
-Entonces está bien -dije.
Y ahora sí que, a decir verdad, podría haber salido tranquilamente a pasear; pero como me sentí tan desolado preferí subir, y me eché a dormir.
FRANZ KAFKA
LA VERDAD SOBRE SANCHO PANZA
PARÁBOLA
Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.
FIN
31 DE JULIO DE 1941

Los nazis finalizan la redacción del documento T/179
En la Alemania nazi, Reinhard Heydrich, el segundo al mando de las SS, concluye la redacción del documento T/179, Nº 461, detallando la Solución Final al Problema Judío.
Heydrich, comandante de los Servicios Centrales de la Seguridad del Reich en las SS, después de recibir una orden de Hermann Göring empezó a preparar la "solución final de la cuestión judía" y comenzó a detener y deportar a los judíos de toda Europa con el fin de trasladarlos a los campos de exterminio. Dio orden de que "me sea entregado, tan pronto como sea posible, un plan general de las medidas administrativas, materiales y financieras necesarias para llevar a cabo la solución final deseada de la cuestión judía".
En el otoño de 1941, Heinrich Himmler, quien concibió el plan que conduciría a exterminar gran parte de la judeidad europea, dio la orden al general de las SS, Odilo Globocnik (jefe de las SS para el distrito de Lublín) de aplicar un plan para matar sistemáticamente a los judíos residentes en el Gobierno General.[] Tres campos de exterminio se crearon para tal propósito en Polonia: Belzec, Sobibor y Treblinka.
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JULIO CORTÁZAR
ESTA TERNURA

Esta ternura y estas manos libres,
¿a quién darlas bajo el viento ? Tanto arroz
para la zorra, y en medio del llamado
la ansiedad de esa puerta abierta para nadie.
Hicimos pan tan blanco
para bocas ya muertas que aceptaban
solamente una luna de colmillo, el té
frío de la vela la alba.
Tocamos instrumentos para la ciega cólera
de sombras y sombreros olvidados. Nos quedamos
con los presentes ordenados en una mesa inútil,
y fue preciso beber la sidra caliente
en la vergüenza de la medianoche.
Entonces, ¿nadie quiere esto,
nadie?

EDGAR ALLAN POE
SOLO 
Desde el tiempo de mi infancia no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude traer
mis pasiones de una simple primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pesar, no podría despertar
mi corazón al júbilo con el mismo tono;
Y todo lo que amé, lo amé Solo.
Entonces -en mi infancia- en el alba
de la vida más tempestuosa, se sacó
de cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
Del torrente, o la fuente,
Del risco rojo de la montaña,
Del sol que giraba a mi alrededor
en su otoño teñido de oro,
Del rayo en el cielo
cuando pasaba volando cerca de mí,
Del trueno y la tormenta,
Y la nube que tomó la forma
(Cuando el resto del Cielo era azul)
De un demonio ante mi vista.
31 DE JULIO DE  1974 ES ASESINADO :
RODOLFO ORTEGA PEÑA
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Diputado nacional, abogado, escritor, historiador, activo defensor de presos políticos y decidido opositor a los gobiernos dictatoriales, fue asesinado en el centro porteño y en la más absoluta impunidad por un comando de la organización terrorista Alianza Anticomunista Argentina. Dueño de un talento extraordinario y una formación fuera de lo común, investigó con rigor diversos aspectos del pasado argentino. Fue director de la revista Militancia y escribió junto a Eduardo Luis Duhalde "Facundo y la montonera", "Felipe Varela ante el imperio británico", "El asesinato de Dorrego", "Felipe Varela y la toma de Salta", "Baring Brothers y la historia política argentina", etc. Había nacido en 1936
.

31 DE JULIO DE 1944 MUERE:
 ANTOINE DE SAINT EXUPÉRY
(Lyon, 1900 - en el mar Tirreno, 1944) Novelista y aviador francés; sus experiencias como piloto fueron a menudo su fuente de inspiración. Tercero de los cinco hijos de una familia de la aristocracia su padre tenía el título de vizconde, vivió una infancia feliz en las propiedades familiares, aunque perdió a su progenitor a la edad de cuatro años. Estuvo muy ligado a su madre, cuya sensibilidad y cultura lo marcaron profundamente, y con la que mantuvo una voluminosa correspondencia durante toda su vida.
Su interés por la mecánica y la aviación se remonta a la infancia: recibió el bautismo del aire en 1912 y esta pasión no lo abandonó nunca. Después de seguir estudios clásicos en establecimientos católicos, preparó en París el concurso de entrada en la Escuela naval, pero no logró su objetivo y se inscribió en Bellas Artes. Pudo aprender el oficio de piloto durante su servicio militar en la aviación, pero la familia de su novia se opuso a que se incorporara al ejército del aire, por lo que se resignó a ejercer diversos oficios, al tiempo que frecuentaba los medios literarios.
El año 1926 marcó un giro decisivo en su vida, con la publicación de la novela breve El aviador, en Le Navire dargent de J. Prévost, y con un contrato como piloto de línea para una sociedad de aviación. A partir de entonces, a cada escala del piloto correspondió una etapa de su producción literaria, alimentada con la experiencia. Mientras se desempeñaba como jefe de estación aérea en el Sahara español, escribió su primera novela, Correo del Sur (1928).
La escala siguiente fue Buenos Aires, al ser nombrado director de la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, donde tuvo la misión de organizar la red de América Latina. Tal es el marco de su segunda novela, Vuelo nocturno. En 1931, la bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de prueba y efectuó varios intentos de récords, muchos de los cuales se saldaron con graves accidentes: en el desierto egipcio en 1935, y en Guatemala en 1938.
En los años treinta multiplicó sus actividades: cuadernos de invención, adaptaciones cinematográficas de Correo del Sur en 1937 y de Vuelo nocturno en 1939, numerosos viajes (a Moscú, a la España en guerra), reportajes y artículos para diversas revistas. Durante su convalescencia en Nueva York, después del accidente de Guatemala, reunió por consejo de A. Gide los textos en su mayor parte artículos ya publicados que se convirtieron en Tierra de hombres (1939).
Durante la Segunda Guerra Mundial luchó con la aviación francesa en misiones peligrosas, en especial sobre Arras, en mayo de 1940. Con la caída de Francia marchó a Nueva York, donde contó esta experiencia en Piloto de guerra (1942). En Estados Unidos se mantuvo al margen de los compromisos partidistas, lo que le atrajo la hostilidad de los gaullistas. Su meditación se elevaba por encima de la historia inmediata: sin desconocer las amenazas que la época hacía pesar sobre el "respeto del hombre", como lo relata en Carta a un rehén (1943), optó por la parábola con El principito (1943), una fábula infantil de contenido lirismo e ilustrada por él mismo, que le dio fama mundial.
A partir de 1943, pidió incorporarse a las fuerzas francesas en África del Norte y retomó las misiones desde Cerdeña y Córcega. En el transcurso de una de ellas, el 31 de julio de 1944, su avión desapareció en el Mediterráneo. Los cientos de páginas de La ciudadela, suma alegórica que permaneció inacabada, fueron publicadas póstumamente en 1948. La prosa de Saint-Éxupery impresiona por un rigor en el que la desnudez retórica asegura la eficacia del relato de acción. Cercano a A. Malraux por su conciencia de la aventura humana, a J. Giono por su lirismo cósmico, a G. Bernanos por su búsqueda del absoluto, Saint-Exupéry mostró siempre que el hombre no es más que lo que hace.
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