miércoles, 5 de octubre de 2016

FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ
PARA RECOBRAR
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
5 DE OCTUBRE DE 1924 NACE:
JOSÉ DONOSO 
Narrador chileno, nacido en 1924 y muerto en 1996. Perteneciente a una familia de clase burguesa, cursó estudios en el Instituto Pedagógico de Chile y, en 1951, obtuvo el grado de Bachiller en Artes en la Universidad de Princeton, donde dio sus primeros pasos en la narrativa breve en lengua inglesa. Enseñó inglés en el Instituto Pedagógico de la Universidad Católica y en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Residió en Estados Unidos en la década de los 60, así como en España en la de los 70, hecho que motivó que su obra se conociese fuera de su país.
Obra.
Su primera colección de relatos, titulada Veraneo y otros cuentos, salió a la luz en 1955, en publicaciones periódicas. Posteriormente apareció El charlestón (1960), pero para entonces, ya había publicado su primera novela larga, Coronación (1957), tras la que escribió Este domingo (1966), El lugar sin límites (1967), El obsceno pájaro de la noche (1970), Tres novelitas burguesas (1973), Casa de campo (1978), La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria (1980), El jardín de al lado (1981) y Cuatro para Delfina (1982). La última novela que publicó en vida fue La desesperanza (1986), ya que su obra postrera, El Mocho, vio la luz póstumamente en 1997. En 1972, en su Historia personal del "boom", analizó el fenómeno de la novela hispanoamericana en los años sesenta y setenta .
El tema principal de José Donoso en sus obras es la desintegración, tanto del individuo (y de la familia, el núcleo social) como de la sociedad (y no sólo de la sociedad burguesa), y del sistema de valores y creencias en que se fundamentaba tradicionalmente la vida individual y social.
En su Historia personal del boom (1972), José Donoso no sóIo nos ofrece una descripción memorable del impacto de la nueva novela en el mundo literario asfixiante chileno a principios de los años 60, sino que tiene el valor (y la modestia) de declararse hijo del boom. A escritores como Donoso les costaba un trabajo inmenso romper “las barreras de la sencillez y del realismo como destino único de nuestra literatura”, y desbaratar “el dogma chileno de la necesidad de un lenguaje transparente y limpio en que se encarnara nuestra ironía”.
Coronación (1956) se estructura en torno a la decadencia de una familia de la clase alta chilena, los Abalos, representada principalmente por la abuela misiá Elisa, ya nonagenaria, y su nieto cincuentón don Andrés. La locura ya incurable de aquélla va poco a poco contagiando a éste hasta que, tras un estallido de erotismo reprimido provocado con su contacto con la criada Estela y el consecuente fracaso grotesco, Andrés termina aceptando, casi conscientemente, el destino de su abuela, la locura, prefiriéndola a la angustia y a la soledad en que de pronto se encuentra. Y es verdad, como sugieren algunos críticos, que Coronación, a pesar de los elementos surrealistas y freudianos que contiene, viene a ser, con Las buenas conciencias de Fuentes, la última novela galdosiana escrita en Hispanoamérica.
Si bien el estudio de la decadencia de la sociedad chilena ocupa un lugar de importancia en Coronación, Donoso ha protestado, una y otra vez, contra los que no han percibido “algo más allá de esa superficie”. Lo que queda más allá de la superficie de la novela es la progresiva alienación de don Andrés, su pérdida de “ese orden que era la esencia misma de la vida”. En las afirmaciones de este personaje podemos encontrar una clave para la comprensión de la obra posterior de Donoso:
“Todo no es más que un desorden, una injusticia, un juego de locura deI Cosmos. Si hay un Dios que vele por el destino de los hombres, no puede ser sino un Dios loco. ¿Qué locura más completa que haber dotado a los hombres de conciencia para darse cuenta del desorden y del terror, pero no haberles dotado de algo para vencerlos?...El único orden es la locura, porque los locos son los que se han dado cuenta del caos total”.
El tema fundamental en la obra de Donoso es su nostalgia de la fe, de un Dios vigilante de un ‘orden’ existencial, sin el cual no hay más que caos. El autor mismo ha declarado: “Quisiera que el lector inmerso en mi mundo novelesco sintiera el temor, el terror, el amor al caos”. Perdida toda fe en un orden divino, sólo queda el caos. El mundo se convierte de golpe en “un mundo en que los seres comienzan a deformarse, a perder sus dimensiones llamadas normales y se transforman en algo casi irreconocible, en que las pautas de la normalidad moral, sexual, pasional, etc., pierden su significado y empiezan a trivializarse”.
En 1997 se editó su última novela, El mocho, testamento literario de José Donoso, escrita, ya irremediablemente enfermo, en los postreros días de su vida y que no alcanzó a verla publicada.

martes, 4 de octubre de 2016

4 DE OCTUBRE DE 1917 NACE:

VIOLETA PARRA
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(San Carlos, Chillán, 1917 – Santiago, 1967) Cantautora y folclorista chilena, hermana del poeta Nicanor Parra.
Hija de Nicanor Parra y Clara Sandoval, realizó sus primeros estudios en Lautaro y en Chillán, y en 1934 ingresó a la Escuela Normal, donde permaneció menos de un año. En 1938 se casó con Luis Cereceda, el padre de sus hijos Ángel e Isabel, que adoptarían el apellido de su madre.
Desde pequeña sintió afición por la música y el folclore chilenos; su padre, profesor de escuela primaria, fue un conocido folclorista de la región. Tras instalarse en Santiago, comenzó a actuar con su hermana Hilda en el Dúo Hermanas Parra. En 1942 ganó el primer premio en un concurso de canto español organizado en el Teatro Baquedano, y a partir de entonces fue contratada con frecuencia hasta que partió a Valparaíso, donde encontró su verdadera vocación.
El constante viajar por todo el país le puso en contacto con la realidad social chilena, plagada de desigualdades económicas. Violeta Parra adoptó una postura política de militante de izquierdas que le llevó a buscar las raíces de la música popular. En 1952 recorrió los barrios más pobres de Santiago de Chile, las comunidades mineras y las explotaciones agrarias, recogiendo canciones anónimas que después repetirá, ya en 1954, en una serie de programas radiofónicos para Radio Chilena, emisora que la proyectó al primer plano del folclore nacional. En 1954 recibió el premio Caupolicán; ese mismo año contrajo matrimonio con Luis Arce, del que nacieron Carmen Luisa y Rosa Clara. En 1953 había conocido a Pablo Neruda.
Su creatividad la llevó también a cultivar la cerámica, la confección de tapices, la pintura y la poesía. Los dolores y las alegrías de su vida alientan los versos de A lo humano y a lo divino. Desgraciadamente, como consecuencia de una fuerte depresión, Violeta Parra acabó con su vida el 5 de febrero de 1967, momentos antes de salir a un escenario.
A mitad de los años cincuenta realizó un viaje por los países de la Europa socialista y de regreso, a su paso por Francia, tuvo la oportunidad de plasmar temas del folklore chileno para el catálogo del sello Le Chant Du Monde. En 1956, ya de regreso a Chile, grabó el primer álbum de la colección El folclore de Chile, serie que impedirá que se pierdan multitud de temas, la mayoría de autoría anónima. Fue designada directora del museo de Arte Popular de la Universidad de Concepción y retomó sus actuaciones en Radio Chilena.
Pasó los primeros años de la década de 1960 en Europa, donde realizó actuaciones en diversos países. En 1964 tuvo la oportunidad de organizar una exposición individual de su obra plástica en el Museo del Louvre, la primera realizada por un artista latinoamericano. Nuevamente en Santiago, junto con su hermano Nicanor y sus hijos mayores, animaron la "Peña de los Parra", un nombre de resonancias legendarias en la música popular de América Latina.
Además de una artista excepcional, Violeta Parra fue una investigadora del folclore chileno; su obra recopilada es inmensa y comprende numerosos géneros, como tonadas, parabienes o villancicos. Su labor de difusora de la expresión del pueblo campesino la volcó en composiciones musicales como Casamientos de negros(1955), Yo canto la diferencia (1961), Una chilena en París (1965), Qué dirá el Santo Padre (1965), Rin del angelito (1966), Run run se fue pal Norte (1966),Volver a los diecisiete (1966) y Gracias a la vida (1966), muchas de las cuales han sido grabadas por destacados intérpretes.
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lunes, 3 de octubre de 2016

JOHANN WOLFGANG GOETHE
LA DANZA DE LA MUERTE
El guardián miró hacia abajo en la medio de la noche:
Sobre las tumbas que yacen dispersas allí,
Con su luz plateada la luna llenaba el espacio,
Y la iglesia como el día parecía brillar,
Entonces vio, primero una tumba, y luego otra que se abría,
Y hombres y mujeres fueron vistos al avanzar,
Envueltos en pálidas y níveas mortajas.
Apurados por correr pronto doblaron los tobillos,
Girando en rondas y danzas tan alegres,
El joven y el viejo, el rico y los pobres.
Pero las mortajas les molestaban,
Y como la modestia no puede perturbarlos,
Se sacudieron, y pronto aparecieron los sudarios
Dispersos y confusos sobre las tumbas.
Entonces agitaron las piernas, estremecieron los muslos,
Mientras la tropa con extraños gestos avanzaba,
Los gritos y clamores se elevaron alto,
Hasta que el tiempo y la danza marcaron el mismo ritmo.
La vista del guardián parecía abrumada de maravillas
Cuando el villano Tentador le habló así al oído:
Aprovecha una de las mortajas que allí yacen.
Rápido como el pensamiento la tomó y huyó
Detrás del portal de la capilla a toda velocidad;
La luna seguía derramando su blanquecina luz
Sobre la danza que temerariamente se desarrollaba.
Pero los bailarines se fueron retirando uno a uno,
Y sus mortajas, mientras se desvanecían, reposaron,
Y bajo el césped todo estuvo tranquilo.
Pero uno de ellos tropieza y queda tendido allí,
E intenta alcanzar el sepulcro con desesperación;
Sin embargo, sus camaradas lo ignoraban,
Y él percibió el aroma del sudario en el aire.
Así que agitó la puerta, pues el guardián se protegía,
Para repeler al enemigo, bajo el bendito peso
De las cruces de metal.
El sudario debe conseguir, pues sin él no hay descanso,
Permaneció unos instantes reflexionando
Sobre los ornamentos góticos que el espectro ansiaba.
¡Pobre guardián! ¡Su destino está sellado!
Como una larga y espantosa araña, en súbito andar,
Así avanzaba el pérfido y espantoso gusano.
El guardián tembló, y la palidez lo sobrecogió;
Mientras el fantasma buscaba su sombría mortaja,
Cuando al final (ahora nada puede salvarlo)
En un diente de hierro fue capturado,
Cuando el luctuoso brillo de la luna se apagaba,
Cuando sonoro estalló el trueno de la campana,
Desvaneciendo el esqueleto, deshecho en átomos
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Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:
-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.
-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.
-Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño -contestó el marido- ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?
Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:
-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.
El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:
-¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?
FIN
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LEÓN TOLSTOI 
POBRES GENTES (CUENTO)
En una choza, Juana, la mujer del pescador, se halla sentada junto a la ventana, remendando una vela vieja. Afuera aúlla el viento y las olas rugen, rompiéndose en la costa... La noche es fría y oscura, y el mar está tempestuoso; pero en la choza de los pescadores el ambiente es templado y acogedor. El suelo de tierra apisonada está cuidadosamente barrido; la estufa sigue encendida todavía; y los cacharros relucen, en el vasar. En la cama, tras de una cortina blanca, duermen cinco niños, arrullados por el bramido del mar agitado. El marido de Juana ha salido por la mañana, en su barca; y no ha vuelto todavía. La mujer oye el rugido de las olas y el aullar del viento, y tiene miedo.
Con un ronco sonido, el viejo reloj de madera ha dado las diez, las once... Juana se sume en reflexiones. Su marido no se preocupa de sí mismo, sale a pescar con frío y tempestad. Ella trabaja desde la mañana a la noche. ¿Y cuál es el resultado?, apenas les llega para comer. Los niños no tienen qué ponerse en los pies: tanto en invierno como en verano, corren descalzos; no les alcanza para comer pan de trigo; y aún tienen que dar gracias a Dios de que no les falte el de centeno. La base de su alimentación es el pescado. "Gracias a Dios, los niños están sanos. No puedo quejarme", piensa Juana; y vuelve a prestar atención a la tempestad. "¿Dónde estará ahora? ¡Dios mío! Protégelo y ten piedad de él", dice, persignándose.
Aún es temprano para acostarse. Juana se pone en pie; se echa un grueso pañuelo por la cabeza, enciende una linterna y sale; quiere ver si ha amainado el mar, si se despeja el cielo, si hay luz en el faro y si aparece la barca de su marido. Pero no se ve nada. El viento le arranca el pañuelo y lanza un objeto contra la puerta de la choza de al lado; Juana recuerda que la víspera había querido visitar a la vecina enferma. "No tiene quien la cuide", piensa, mientras llama a la puerta. Escucha... Nadie contesta.
"A lo mejor le ha pasado algo", piensa Juana; y empuja la puerta, que se abre de par en par. Juana entra.
En la choza reinan el frío y la humedad. Juana alza la linterna para ver dónde está la enferma. Lo primero que aparece ante su vista es la cama, que está frente a la puerta. La vecina yace boca arriba, con la inmovilidad de los muertos. Juana acerca la linterna. Sí, es ella. Tiene la cabeza echada hacia atrás; su rostro lívido muestra la inmovilidad de la muerte. Su pálida mano, sin vida, como si la hubiese extendido para buscar algo, se ha resbalado del colchón de paja, y cuelga en el vacío. Un poco más lejos, al lado de la difunta, dos niños, de caras regordetas y rubios cabellos rizados, duermen en una camita acurrucados y cubiertos con un vestido viejo.
Se ve que la madre, al morir, les ha envuelto las piernecitas en su mantón y les ha echado por encima su vestido. La respiración de los niños es tranquila, uniforme; duermen con un sueño dulce y profundo.
Juana coge la cuna con los niños; y, cubriéndolos con su mantón, se los lleva a su casa. El corazón le late con violencia; ni ella misma sabe por qué hace esto; lo único que le consta es que no puede proceder de otra manera.
Una vez en su choza, instala a los niños dormidos en la cama, junto a los suyos; y echa la cortina. Está pálida e inquieta. Es como si le remordiera la conciencia. "¿Qué me dirá? Como si le dieran pocos desvelos nuestros cinco niños... ¿Es él? No, no... ¿Para qué los habré cogido? Me pegara. Me lo tengo merecido... Ahí viene... ¡No! Menos mal..."
La puerta chirría, como si alguien entrase. Juana se estremece y se pone en pie.
"No. No es nadie. ¡Señor! ¿Por qué habré hecho eso? ¿Cómo lo voy a mirar a la cara ahora?" Y Juana permanece largo rato sentada junto a la cama, sumida en reflexiones.
La lluvia ha cesado; el cielo se ha despejado; pero el viento sigue azotando y el mar ruge, lo mismo que antes.
De pronto, la puerta se abre de par en par. Irrumpe en la choza una ráfaga de frío aire marino; y un hombre, alto y moreno, entra, arrastrando tras de sí unas redes rotas, empapadas de agua.
-¡Ya estoy aquí, Juana! -exclama.
-¡Ah! ¿Eres tú? -replica la mujer; y se interrumpe, sin atreverse a levantar la vista.
-¡Vaya nochecita!
-Es verdad. ¡Qué tiempo tan espantoso! ¿Qué tal se te ha dado la pesca?
-Es horrible, no he pescado nada. Lo único que he sacado en limpio ha sido destrozar las redes. Esto es horrible, horrible... No puedes imaginarte el tiempo que ha hecho. No recuerdo una noche igual en toda mi vida. No hablemos de pescar; doy gracias a Dios por haber podido volver a casa. Y tú, ¿qué has hecho sin mí?
Después de decir esto, el pescador arrastra la redes tras de sí por la habitación; y se sienta junto a la estufa.
-¿Yo? -exclama Juana, palideciendo-. Pues nada de particular. Ha hecho un viento tan fuerte que me daba miedo. Estaba preocupada por ti.
-Sí, sí -masculla el hombre-. Hace un tiempo de mil demonios, pero... ¿qué podemos hacer?
Ambos guardan silencio.
-¿Sabes que nuestra vecina Simona ha muerto?
-¿Qué me dices?
-No sé cuándo; me figuro que ayer. Su muerte ha debido ser triste. Seguramente se le desgarraba el corazón al ver a sus hijos. Tiene dos niños muy pequeños... Uno ni siquiera sabe hablar y el otro empieza a andar a gatas...
Juana calla. El pescador frunce el ceño; su rostro adquiere una expresión seria y preocupada.
-¡Vaya situación! -exclama, rascándose la nuca-. Pero, ¡qué le hemos de hacer! No tenemos más remedio que traerlos aquí. Porque si no, ¿qué van a hacer solos con la difunta? Ya saldremos adelante como sea. Anda, corre a traerlos.
Juana no se mueve.
-¿Qué te pasa? ¿No quieres? ¿Qué te pasa, Juana?


-Están aquí ya -replica la mujer descorriendo la cortina.

FIN

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3 DE OCTUBRE DE 1886 NACE:

HENRI ALAIN-FOURNIER
(Henri-Alban Fournier; La Chapelle d'Angillon, 1886 - en la batalla del Marne, 1914) Novelista y poeta francés, autor de El gran Meaulnes (1913), novela de culto que marcó a los adolescentes franceses de las décadas del veinte al cuarenta, y que la crítica señaló como una de las mejores del siglo.
Hijo de una familia vinculada a la actividad docente, pasó en su localidad natal una infancia feliz, de la que conservó siempre un vivo recuerdo. Estudió al principio en Brest, con la intención de ingresar en la Marina mercante; pero luego, abandonada esta idea, frecuentó el Liceo Lakanal, cerca de París, donde entabló amistad con Jacques Rivière, quien más tarde habría de contraer matrimonio con su hermana.
En 1905, durante las vacaciones pasadas en Inglaterra, se inició entre ambos una correspondencia que duró hasta 1914 y fue publicada en cuatro tomos desde 1926 a 1928; en ella se vislumbra la figura adolescente de Fournier, generosa y anhelante, enriquecida y dramatizada por las incertidumbres coetáneas, la avidez y la tristeza con que había entrado en la vida, la resignación a las cosas y el temor a la exclusión de una parte del mundo al encerrarse en una fórmula de serenidad de tipo intelectual.
Por dos veces trató en vano de salvar las pruebas necesarias para el ingreso en la Escuela Normal Superior. Hizo dos años de servicio militar y en varias revistas publicó composiciones en prosa reunidas luego de su muerte, junto con poesías inéditas, con el título Miracles (1924). Al estallar en 1914 la guerra, Alain-Fournier trabajaba en una novela, Colombe Blanchet, cuyos fragmentos aparecieron en 1922 en la Nouvelle Revue Française. Murió en combate el 22 de septiembre de 1914, a la edad de 27 años.
En 1912 comenzó a escribir El gran Meaulnes, considerada una de las obras cumbre de la narrativa simbolista. Fue su única novela, y tuvo gran repercusión en el ambiente literario de la época. Su narración retoma la tradición de la novela de aventura para exponer una visión alegórica sobre la adolescencia, basada en sus propios recuerdos y sentimientos. A la manera de un relato iniciático, utilizó una combinación de espacios reales y simbólicos para definir el tiempo de sus protagonistas, que transcurre entre la ansiedad adolescente y la búsqueda de un ideal de pureza.
Situó la trama en una zona del centro de Francia, hacia 1890, y utilizó una prosa transparente, que oscila entre la minuciosa descripción de la realidad y la exaltada poesía de los sentimientos juveniles. De esta manera consiguió expresar sus inquietudes con respecto a la nostalgia, la esperanza, el amor imposible, el encuentro y el desencuentro. Para crear al principal personaje femenino del texto, se basó en una experiencia propia que tuvo una mañana de verano de 1905, cuando conoció a una muchacha con la que sostuvo una breve conversación, y a la que nunca volvió a ver pero siempre recordó.
No pudo conocer el éxito de su novela, traducida a decenas de lenguas y difundida por millones de ejemplares en todo el mundo. Después de su muerte se encontraron diversos textos, como su cuento La mujer envenenada, publicado en 1944, y distintas selecciones de sus correspondencias, como Cartas de Alain-Fournier a su familia y Correspondencia con Jacques Rivière, publicadas como obra póstuma.
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sábado, 1 de octubre de 2016

OLIVERIO GIRONDO 

12
Se miran, se presienten, se desean, 
se acarician, se besan, se desnudan, 
se respiran, se acuestan, se olfatean, 
se penetran, se Chupan, se demudan, 
se adormecen, se despiertan, se iluminan, 
se codician, se Palpan , se fascinan, 
se mastican, se gustan, se babean, 
se confunden, se acoplan, se disgregan, 
se aletargan, fallecen, se reintegran, 
se distienden, se enarcan, se menean, 
se retuercen, se estiran, se caldean, 
se estrangulan , se aprietan se estremecen, 
se tantean, se juntan, desfallecen, 
se Repelen, se enervan, se apetecen, 
se acometen, se enlazan, se entrechocan, 
se agazapan, se apresan, se dislocan, 
se perforan, se incrustan, se acribillan, 
se remachan, se injertan, se atornillan, 
se desmayan, reviven, resplandecen, 
se contemplan, se inflaman, se enloquecen, 
se derriten, se sueldan, se calcinan, 
se desgarran, se muerden, se asesinan, 
resucitan, Se buscan, se refriegan , 
se rehuyen, se evaden, y se entregan.
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ZULEMA MORET
Cazadora de sueños (I) que dejara de soñar/ me dijo/
que basta de andar pintándolas/
a ellas/ mujeres solas/ detrás
de niños solos/ con madres muertas/
por campos tristes/
qué es esta subversión de estilo/ me
increpó/ esta inversión de la letra/
reclamó a los gritos / basta de metáforas/
a la edad/ de andar derecha/
basta de indagar las claves / entre
cifras inclementes/ porcentajes/
que si insistes / te llegará el castigo/
amenazó/ tarde o temprano/
te cortarán las alas
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JULIA DE BURGOS
¡Oh mar, no esperes más!
Tengo caído el sueño,
y la voz suspendida de mariposas muertas.
El corazón me sube amontonado y solo 
a derrotar auroras en mis párpados. 
Perdida va mi risa 
por la ciudad del viento más triste y devastada. 
Mi sed camina en ríos agotados y turbios, 
rota y despedazándose. 
Amapolas de luz, mis manos fueron fértiles 
tentaciones de incendio. 
Hoy, cenizas me tumban para el nido distante. 
¡Oh mar, no esperes más! 
Casi voy por la vida como gruta de escombros. 
Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre. 
Inútilmente estiro mi camino sin luces. 
Como muertos sin sitio se sublevan mis voces. 
¡Oh mar, no esperes más! 
Déjame amar tus brazos con la misma agonía 
con que un día nací. Dame tu pecho azul, 
y seremos por siempre el corazón del llanto?


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ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...