jueves, 3 de noviembre de 2016

TAMERLÁN (1336-1405)
Mi reino es de este mundo: Carceleros
Y cárceles y espadas ejecutan
La orden que no repito. Mi palabra
Más ínfima es de hierro. Hasta el secreto
Corazón de las gentes que no oyeron
Nunca mi nombre en su confín lejano
Es un instrumento dócil a mi arbitrio.
Yo, que fui un rabadán de la llanura,
He izado mis banderas en Persépolis
Y he abrevado la sed de mis caballos
En las aguas del Ganges y del Oxus.
Cuando nací, cayó del firmamento
Una espada con signos talismánicos;
Yo soy, yo seré siempre aquella espada.
He derrotado al griego y al egipcio,
He devastado las infatigables
Leguas de Rusia con mis duros tártaros,
He elevado pirámides de cráneos,
He uncido a mi carroza cuatro reyes
Que no quisieron acatar mi cetro,
He arrojado a las llamas en Alepo
El Alcorán, El Libro de los Libros,
Anterior a los días y a las noches.
Yo, el rojo Tamerlán, tuve en mi abrazo
A la blanca Zenócrate de Egipto,
Casta como la nieve de las cumbres.
Recuerdo las pesadas caravanas
Y las nubes de polvo del desierto,
Pero también una ciudad de humo
Y mecheros de gas en las tabernas.
Sé todo y puedo todo. Un ominoso
Libro no escrito aún me ha revelado
Que moriré como los otros mueren
Y que, desde la pálida agonía,
Ordenaré que mis arqueros lancen
Flechas de hierro comotra el cielo adverso
Y embanderen de negro el firmamento
Para que no haya un hombre sólo que no sepa
Que los dioses han muerto. Soy los dioses.
Que otros acudan a la astrología
Judiciaria, al compás y al astrolabio,
Para saber qué son. Yo soy los astros.
En las albas inciertas me pregunto
Por qué no salgo nunca de esta cámara,
Por qué no condesciendo al homenaje
Del clamoroso oriente. Sueño a veces
Con esclavos, con intrusos, que mancillan
A Tamerlán con temeraria mano
Y le dicen que duerma y que no deje
De tomar cada noche las pastillas
Mágicas de la paz y del silencio.
Busco la cimitarra y no la encuentro.
Busco mi cara en el espejo; es otra.
Por eso lo rompí y me castigaron.
¿Por qué no asisto a las ejecuciones,
Por qué no veo el hacha y la cabeza?
Esas cosas me inquietan, pero nada
Puede ocurrir si Tamerlán se opone
Y Él, acaso, las quiere y no lo sabe.
Y yo soy Tamerlán. Rijo el poniente
Y el Oriente de oro, y sin embargo…

MARINA TSVETÁIEVA
Libertad salvaje
Me gustan los juegos en que todos
son arrogantes y malignos,
en que son tigres y águilas
los enemigos.
Libertad salvaje
Que cante una voz altiva:
"¡Aquí, muerte, allí -presidio!"
¡Luche la noche conmigo,
la noche misma!
Volando voy -tras de mí van las fieras;
y con el lazo en las manos yo me río...
¡Ojalá la tormenta
me haga añicos!
¡Que sean héroes los enemigos!
¡Acabe en guerra el convite!
Que sólo quedemos dos:
¡El mundo y yo!


HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT
I. El libro
El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido
En un laberinto de viejas callejuelas junto a los muelles,
Que olían a cosas extrañas traídas de ultramar,
Entre curiosos jirones de niebla que el viento del Oeste dispersaba.
Unos cristales romboidales, velados por el humo y la escarcha,
Dejaban apenas ver los montones de libros, como árboles retorcidos
Pudriéndose del suelo al techo... ventisqueros
De un saber antiguo que se desmoronaba a precio de saldo.
Entré, hechizado, y de un montón cubierto de telarañas
Cogí el volumen más a mano y lo hojeé al azar,
Temblando al leer raras palabras que parecían guardar
Algún secreto, monstruoso para quien lo descubriera.
Después, buscando algún viejo vendedor taimado,
Sólo encontré el eco de una risa.
ANNA AJMÁTOVA
Estamos tan intoxicados uno del otro…
Estamos tan intoxicados uno del otro
que de improviso podríamos naufragar,
este paraíso incomparable
podría convertirse en terrible afección.
Todo se ha aproximado al crimen
dios nos ha de perdonar
a pesar de la paciencia infinita
los caminos prohibidos se han cruzado.
Llevamos el paraíso como una cadena bendita
miramos en él, como en un aljibe insondable,
más profundo que los libros admirables
que surgen de pronto y lo contienen todo.

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...