lunes, 29 de mayo de 2017


 PLATERO 
Juan Ramón Jiménez
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera,
que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los
espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos
de cristal negros.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su
hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y
gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿ Platero ?", y viene a mí con un
trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo
ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, mandarinas, las
uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su
cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero
fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él,
los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del
campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
- Tien'asero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.


29 DE MAYO DE 1958 MUERE

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


Muere en Puerto Rico Juan Ramón Jiménez
(Moguer, 1881 - San Juan de Puerto Rico, 1958) Poeta español. Su lírica evolucionó desde las últimas derivaciones del modernismo hacia una poesía a la vez emotiva e intelectualista. Tras cursar el bachillerato en el colegio de los jesuitas de Puerto de Santa María (Cádiz), ingresó en la universidad de Sevilla para estudiar derecho, carrera que abandonó para seguir su vocación artística.
Aunque inicialmente quiso ser pintor, pronto se orientó hacia la poesía, animado por la lectura de Rubén Darío y de los escritores románticos. Sus primeras colaboraciones en la revista madrileña Vida Nueva fueron acogidas con entusiasmo por los modernistas, por lo que decidió trasladarse a Madrid en 1900 y publicar ese mismo año sus dos primeros volúmenes de versos, Ninfeas y Almas de violeta, títulos que le fueron sugeridos por Ramón del Valle-Inclán y Rubén Darío.
De carácter melancólico y depresivo, la repentina muerte de su padre le causó fuertes crisis nerviosas que lo obligaron a pasar largas temporadas en sanatorios de Burdeos y Madrid. A esta época corresponden los libros Rimas (1902), Arias tristes (1903) y Jardines lejanos (1904), que configuraron una poética impregnada de musicalidad, nostalgia y amor por la naturaleza, con metros sencillos en los que predomina el octosílabo y un ritmo fluido de inspiración modernista.
Entre 1905 y 1912 el autor vivió en su pueblo natal, entregado a la lectura y admirando la vida campesina andaluza. Este acercamiento al mundo rural se tradujo en un nuevo sentimentalismo que, sin abandonar la languidez inicial, se enriqueció con impulsos apasionados y juveniles. En los escenarios crepusculares de pálidos jardines, decadentes ensueños y estancias silenciosas, aparecieron por primera vez colores brillantes e imágenes de mujeres desnudas que tiñeron los versos de erotismo.

En este período escribió varios volúmenes: Elegías (1908-1910), Olvidanzas (1909), La soledad sonora (1911), Poemas mágicos y dolientes (1911), Melancolía (1912) y Laberinto (1913), así como el libro en prosa Platero y yo (1914), tierna elegía a un borriquillo que se convirtió en uno de sus textos más célebres. De regreso a Madrid conoció a Zenobia Camprubí, española educada en Estados Unidos, con la que se casó en Nueva York en 1916. La vitalidad y las constantes atenciones de Zenobia influyeron decisivamente en el nuevo rumbo que adoptó su trayectoria poética.
Tanto en los Sonetos espirituales (1914) como en Estío (1916) se anunciaba un cambio formal que culminó en el Diario de un poeta recién casado (1917), escrito casi en su totalidad durante la travesía del Atlántico. Según declaró el autor, el constante movimiento de las olas le transmitió la obsesión por el ritmo y lo llevó a abandonar las estructuras estróficas tradicionales, y a cultivar el verso libre. Al mismo tiempo, la ornamentación modernista desapareció en favor de un lenguaje sobrio y desnudo, que huyó de la vaguedad y aspiró a la precisión absoluta.
Muestra de ello son las composiciones de Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1923) y Belleza (1923), donde eliminó todo aquello que no tendiese a la esencia poética y a la plenitud espiritual y estética. El autor intentó llevar al ámbito de la prosa las conquistas obtenidas en sus versos y escribió la serie de retratos líricos que integraron el libro Españoles de tres mundos (1942), aparecido en su mayor parte en la revista Índice.
Paralelamente, incitado por un afán de depuración máxima, sometió su obra a una permanente revisión. Fruto de esta inquietud son las colecciones de textos Unidad (1925), Obra en marcha (1928), Sucesión (1932), Presente (1933) y Hojas sueltas (1935), que incluyeron páginas susceptibles de ser reelaboradas con posterioridad.
Tras la publicación de Cántico (1935), el estallido de la Guerra Civil interrumpió la labor creadora del poeta, que fue nombrado agregado cultural en Washington. Después de vivir en Estados Unidos y Cuba se instaló en Puerto Rico, donde enseñó en la universidad y se dedicó a retocar gran parte de su obra. A esta última época pertenecen los libros La estación total (1946), Romances de Coral Gables (1948) y Animal de fondo (1949), en los que la búsqueda de la belleza total se plasmó a través de una visión intelectualista y metafísica, en función de la cual su poesía se transformó en un "dios deseante y deseado", con conciencia de la divinidad y con manifestación inefable de lo eterno. Juan Ramón Jiménez fue galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1956.

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ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...