domingo, 20 de junio de 2021

AMOS TUTUOLA EL SENTIDO DE «MALO» Y «BUENO»

 AMOS TUTUOLA  
EL SENTIDO DE «MALO» Y «BUENO»

Yo tenía siete años cuando comprendí el sentido de «malo» y «bueno», porque fue entonces cuando me fijé que mi padre se casó con tres esposas como hacían en aquellos tiempos, aunque ahora no es corriente. Mi madre era la última con quien se casó y solo parió dos hijos pero el resto parieron solo hijas. Así que por eso las dos esposas que solo tenían hijas odiaban a mi madre, a mi hermano y a mí en demasía, porque creían que sin duda mi hermano y yo seríamos los jefes de la casa de nuestro padre y también de todas sus propiedades después de su muerte. Mi hermano tenía once años entonces y yo siete. Así que fue a esta edad cuando comprendí del todo el sentido de «malo» por el odio y todavía no conocía el sentido de «bueno»

Mi madre era una vendedora ambulante que iba a varios mercados todos los días para vender sus artículos y volvía a casa por la noche, o si el mercado está muy lejos volvía al día siguiente por la noche porque era muy trabajadora.

En aquellos días de un año desconocido, porque yo era demasiado chico para tener en mi mente el número del año en esos tiempos, había muchas clases de guerras en África y algunas son como sigue: guerras generales, guerras tribales, guerras de ladrones y las guerras de esclavos que eran muy frecuentes en todas las ciudades y aldeas y especialmente en los mercados famosos y en las carreteras principales de las ciudades grandes a cualquier hora del día o de la noche. Esas guerras de esclavos traían mala suerte a jóvenes y viejos en aquellos días, porque si uno era capturado le vendían como esclavo a los extranjeros, los cuales se lo llevaban a un destino desconocido para matarlo en honor del dios del comprador o para trabajar para él.

Pero como mi madre era una vendedora ambulante que iba de aquí para allí, una mañana se fue a un mercado que estaba a unos cinco kilómetros de nuestro pueblo y nos dejó dos rodajas de ñame cocido (para mi hermano y para mí) como venía haciendo. Cuando eran las doce del mediodía los gallos empezaron a cantar continuamente, entonces mi hermano y yo entramos en el cuarto de mi madre, en donde ella nos guardaba los dos ñames en rodajas o en cachos para que las dos esposas que nos odiaban no pudieran envenenarlos, entonces mi hermano cogió un ñame y yo cogí el otro y nos pusimos a comer al mismo tiempo. Pero mientras estábamos comiendo los ñames dentro del cuarto de mi madre, estas dos esposas que nos odiaban oyeron antes que nosotros que la guerra estaba casi llegando al pueblo, así que las dos huyeron con sus hijas sin informarnos ni llevarnos con ellas y eso que todas sabían ya que nuestra madre estaba fuera.

Y como éramos muy jóvenes para saber el sentido de «malo» y «bueno», los dos nos pusimos a bailar al oír los ruidos de los cañones del enemigo que reverberaban dentro del cuarto en el que estábamos comiendo los ñames, porque los árboles grandes y las muchas colinas con hoyos profundos rodeaban enteramente el pueblo y convertían los ruidos terribles de los cañones del enemigo en algo muy excitante y nosotros bailamos con los excitantes ruidos de los cañones del enemigo.

Pero como estos enemigos se acercaban más al pueblo los excitantes ruidos de sus cañones se volvieron terribles porque todos los sitios temblaban en ese momento. Así que, cuando no pudimos soportarlo, entonces salimos del cuarto de nuestra madre a la veranda, pero no encontramos a nadie allí y entonces corrimos de allí al pórtico de la casa, pero el pueblo también estaba vacío excepto por los animales domésticos, como ovejas, cerdos, cabras y aves de corral, y también algunos animales de la maleza, como monos, lobos, ciervos y leones, que habían huido de la selva que rodeaba el pueblo, asustados por los ruidos de los cañones del enemigo. Todos estos animales corrían y chillaban amargamente de un lado para otro buscando a sus dueños. Inmediatamente que vimos que no había nadie en el pueblo salimos fuera, porque todo el rato estábamos en la puerta mirando a todas partes del pueblo asustados y dudosos.

Así que primero viajamos hacia el norte del pueblo porque había un camino que llevaba al pueblo de nuestra abuela, que no estaba muy lejos del nuestro.

Pero como estos animales nos estaban dando muchos problemas y miedo y molestándonos, al final dejamos de correr hacia el norte y entonces fuimos hacia el sur donde había un río grande que cruzaba el camino por el que viajaríamos hasta encontrar un sitio protector para escondernos.

Y como los enemigos se aproximaban más, dejamos el río en seguida y cuando avanzamos más por la carretera llegamos a una especie de árbol frutal africano que estaba junto a la carretera, entonces nos paramos debajo de él para buscar cobijo, pero cuando estábamos dándole la vuelta al árbol rápidamente por si quizás veíamos un cobijo allí, dos frutas maduras cayeron de él, entonces mi hermano las cogió las dos y se las guardó en el bolsillo y empezó a llevarme o cargar conmigo por este camino porque yo era demasiado pequeño para correr tan rápido como él. Pero como él era demasiado pequeño para llevarme o cargar con un peso como el mío, por eso no pudo llevarme una distancia de unos cuatro metros sin caerse cuatro veces o más.

Cuando lo intentó con todas sus fuerzas varias veces y falló y otra vez en ese momento la brisa trajo a nuestras narices el olor de la pólvora de los cañones del enemigo que estaban disparando repetidamente y esto nos asustó más, entonces mi hermano me cargó otra vez una distancia muy corta, pero cuando yo vi que se caía varias veces, entonces le dije que me dejara en el camino y corriera para salvar su vida y si quizás se salvaba podría cuidar a nuestra madre, pues ella no tenía más hijos que nosotros, y le dije que si Dios salva mi vida también entonces nos encontraríamos otra vez, pero si Dios no salva mi vida nos encontraríamos en el cielo.

Pero mientras yo le decía estas tristes palabras sus dos ojos derramaban lágrimas repetidamente, desde luego mis ojos no derramaron ninguna lágrima porque yo tenía esperanzas de que sin duda me cogerían o matarían fácilmente. Y fue ese día cuando comprendí que si el miedo es demasiado, una persona ya nunca tendrá miedo de nada. Pero como el humo de los cañones del enemigo ya se veía, mi hermano me dejó en ese camino con pena, luego se paró y se metió la mano en el bolsillo y sacó las frutas que cayeron del árbol bajo el que estuvimos a punto de escondernos antes; me dio las dos frutas en lugar de una. Después de eso echó a correr lo más rápido que pudo por este camino hacia los enemigos sin darse cuenta y todavía estaba mirándome mientras corría.

Así que cuando ya no le veía en el camino me metí las dos frutas en el bolsillo y luego volví al árbol bajo el cual las recogimos y me quedé allí solo para protegerme del sol. Pero cuando los enemigos estaban a una distancia como de doscientos metros del sitio donde yo estaba no pude oír más por los ruidos que hacían los cañones del enemigo y como yo era demasiado pequeño para oír unos ruidos tan terribles y esperar, me metí en la maleza bajo este árbol frutal. Este árbol fue una SEÑAL para mí y desde ese día le llamé LA SEÑAL DEL FUTURO.

Ahora me quedé solo en la maleza, porque ni hermano, ni madre, ni padre ni ningún otro defensor podía salvarme o dirigirme si o cuando algún peligro es inminente. Pero como estos enemigos se habían acercado tanto a nosotros por mi culpa antes de que mi hermano se fuera, le capturaron dentro de quince minutos desde que me dejó, pero solo le capturaron como esclavo y no le mataron, porque oí su voz cuando gritó más fuerte pidiendo socorro.

miércoles, 9 de junio de 2021

GERLILIBROS Daniel Americo Musumeci | Facebook Daniel Americo Musumeci (@musumecidaniel) GERLILIBROS Daniel Americo Musumeci | Facebook Daniel Americo Musumeci (@musumecidaniel)

 GERLILIBROS Daniel Americo Musumeci |

Facebook Daniel Americo Musumeci

(@musumecidaniel)
GERLILIBROS
Daniel Americo Musumeci | Facebook
Daniel Americo Musumeci (@musumecidaniel)

9 JUNIO DE 1956 FUSILAMIENTOS EN JOSÉ LEÓN SUÁREZ

        9 JUNIO DE 1956        

     FUSILAMIENTOS EN     

    JOSÉ LEÓN SUÁREZ    



Fue un sábado, en distintos puntos del país comenzó una revuelta cívico militar contra el régimen de Pedro Eugenio Aramburu, impulsada por el peronismo pero sin el beneplácito de su líder, el general Perón, por entonces en el exilio.
El general Juan José Valle fue quien encabezó la rebelión. Aramburu, amenazado por el poder del movimiento revolucionario, implantó la ley marcial mediante el decreto N°10.362/56 donde se establecía que: “Todo oficial de las Fuerzas Armadas en actividad y cumpliendo actos de servicio podrá ordenar juicios sumarísimos con atribuciones de aplicar o no la pena de muerte por fusilamiento a todo perturbador del orden público”.
La noche del 9 de junio de 1956, en un departamento de la calle Hipólito Yrigoyen 4519 en la localidad de Florida (Vicente López), un grupo de militantes peronistas se habían juntado esperando el levantamiento, mientras, jugaban a las cartas y escuchaban por radio una pelea de box: Juan Torres, Carlos Lizaso, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Vicente Rodríguez, Mario Brión, Horacio Di Chiano, Norberto Gavino, Rogelio Díaz y Juan Carlos Livraga (no pertenecía al comando y solo había ido a escuchar la pelea). La policía cae y se lleva a todos presos a una comisaría de San Martín. La rebelión había sido aplastada por el gobierno militar. La ley marcial, fue dictada posteriormente a las detenciones, pero igualmente es aplicada a los detenidos en Vicente López y otros dos que se le sumaron en la comisaría de San Martín: Julio Troxler y Reinaldo Benavidez, quien fue capturado posteriormente en la casa de Florida.
Los doce son llevados a los basurales de José León Suarez. Varios de los detenidos intentaron huir, mientras los policias abrían fuego. Gavino, Diaz, Troxler, Benavídez y Giunta logran huir. Livraga, Di Chiano se tiran al piso y se hacen los muertos. Los otros cinco fueron asesinados.
La historia permaneció oculta hasta que Rodolfo Walsh la cuenta en su libro Operación Masacre, en base a lo que le cuentan los sobrevivientes.


martes, 1 de junio de 2021

1 DE JUNIO DE 1977 ES SECUESTRADO POR LA DICTADURA ROBERTO JORGE SANTORO

1 DE JUNIO DE 1977 ES SECUESTRADO
POR LA DICTADURA
ROBERTO JORGE SANTORO

Roberto Jorge Santoro nació en Buenos Aires el 17 de abril de 1939. Fundador de la revista literaria El Barrilete y de publicaciones como Gente de Buenos Aires y Papeles de Buenos Aires, tiene en su haber los siguientes títulos: Oficio desesperado (Ediciones Cuadernos del Alfarero, 1962); De tango y lo demás, fragmento (Editorial Barrilete, 1962); El último tranvía, plaqueta (Editorial Barrilete, 1963); Nacimiento en la tierra (Ediciones Cuadernos Australes, 1963); Pedradas con mi patria (Editorial Barrilete, 1964); De tango y lo demás (Editorial Barrilete, 1964); En pocas palabras, plaqueta (Ediciones Hechas a mano, 1967); Literatura de la pelota, recopilación sobre el tema del fútbol (Editorial Papeles de Buenos Aires, 1971); A ras del suelo (Editorial Papeles de Buenos Aires, 1971); Desafío (Editorial Gente de Buenos Aires, 1972); Uno más uno humanidad (Ediciones Dead Weight, 1970); En esta tierra lo que mata es la humedad (tragedia musical representada en Buenos Aires, 1972); En esta tierra (canciones; música de Raúl Parentella; canto Kiko Fernández; Music Hall, 1972, disco L.P.); Poesía en general (Editorial Papeles de Buenos Aires, 1973); Cuatro canciones y un vuelo (Editorial Gente de Buenos Aires, 1973); Las cosas claras (anti-libros "La trenza loca", 1973); Lo que no veo no lo creo (canciones; música y canto Jorge Cutello, 1974); No negociable, carpeta (Editorial Papeles de Buenos Aires, 1975); De Santoro (Homenaje a R. J. Santoro realizado en Madrid por poetas, escritores y artistas en general represaliados en Argentina, Ediciones del Rescate, 1979).

Roberto Jorge Santoro fue secuestrado por elementos del terrorismo de Estado el 1.º de junio de 1977, quienes se lo llevaron ilegalmente de su lugar de trabajo: la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 25 Teniente Primero de Artillería Fray Luis Beltrán, en la calle Saavedra del barrio de Once, donde el poeta prestaba servicio de preceptor con el cargo de subjefe. Hasta hoy se encuentra desaparecido. Una plaza de Buenos Aires, en Avenida Forest y Teodoro García, lleva su nombre.

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...