domingo, 28 de junio de 2020

28 DE JUNIO DE 1937 NACE JUAN JOSÉ SAER

28 DE JUNIO DE 1937 NACE
JUAN JOSÉ SAER
Se conmemora el nacimiento de Saer | EDUVIM
(Serodino, 1937 - París, 2005) Narrador y poeta argentino cuya extensa y rica obra permaneció al margen de las vanguardias, pero al que se sitúa sin embargo como un innovador de la ficción contemporánea. En su singular estilo consigue una fusión de lo local y lo universal.
Abandonó los estudios de derecho y en 1962 comenzó a enseñar en el Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral. En 1968 viajó a Francia con una beca y desde entonces residió en ese país y dictó clases de literatura. Se inició en el mundo literario escribiendo poesía, que recogería años después en El arte de narrar (1977). Su residencia en el pueblo de Colastiné, sobre el río Paraná, a finales de la década de 1950, le permitió crear un espacio geográfico-literario habitado por personajes recurrentes. Publicó los relatos de En la zona (1960), Palo y hueso (1965), Unidad de lugar (1967), Cicatrices (1969) y las novelas Responso (1964) y La vuelta completa (1966).
En 1974, con la publicación de la novela El limonero real, Juan José Saer se desprendió del acento realista de sus primeros libros de relatos para dar comienzo a una de las obras más rigurosas y originales de la literatura argentina contemporánea. La influencia de Jorge Luis Borges y del objetivismo francés sirve de base para la singular operación realizada por Saer. De Borges tomó el perfil no psicologista y antirrealista de sus relatos, y la exaltación del artificio; de los objetivistas, el trabajo experimental con las categorías narrativas de personajes, espacio y tiempo, y la descomposición detenida de los gestos y de la mirada.
La forma en que se plasmaron estas influencias -la de Borges, cuando recién comenzaba a ocupar un lugar central en el sistema literario argentino; la del objetivismo, cuando la literatura del país vivía bajo el auge de la exaltación subjetivista de Rayuela- provocó un fenómeno muy singular de recepción de la obra de Saer. Primero fue reconocida por la crítica literaria y sólo mucho después, recién a mediados de la década de 1980, por el público. El premio Nadal de novela, que le fue otorgado en 1987, en Barcelona, por La ocasión, y la consiguiente repercusión pública, representaron, en efecto, el primer momento de coincidencia entre las sanciones del público y de la crítica literaria con respecto a su obra.
Publicó además La mayor (1976), Nadie nada nunca (1980), El entenado (1983), Glosa (1986) y El río sin orillas (1993), que propone un recorrido por la historia argentina a través de un curso fluvial. Con La pesquisa (1995) incursionó en el género policial, y en Las nubes (1997), falsa epopeya, viaje irónico y sentimental de un joven psiquiatra y cinco locos, ambientada en 1804, apunta sus ideas sobre el tiempo, el espacio y la historia. El concepto de ficción (1997), por otra parte, recoge sus ensayos literarios. Su obra ha sido traducida a diversas lenguas europeas. En 2006 apareció su novela póstuma titulada La grande.

La casa de Juan José Saer en Serodino será un centro cultural ...

sábado, 27 de junio de 2020

HECTOR TIZÓN GEMELOS

HECTOR TIZÓN
GEMELOS

Gemelos – Radio Nacional
El leve viento había cesado; ya oscurecía. Ernesto Chico comenzaba a sentir frío, pero ni siquiera por eso intentó moverse. Estaba cansado y aburrido de incorporarse, dar unos trancos breves alrededor y volverse a sentar. También estaba cansado de hablar, murmurar; le resultaba a esa altura dificultoso encontrar palabras nuevas y construir nuevas frases.
Antes de que le diera el último golpe ya el otro en realidad no se movía. Luego Ernesto Chico se sentó en el mismo tronco en que ahora estaba. Sentía la lengua endurecida, amarga de abundante saliva, la transpiración le mojaba la cara y no podía sacar los ojos del brillante hilo de sangre que a Ernesto Grande le corría desde la boca al cuello, metiéndosele por debajo de la camiseta; hasta que el hilo se detuvo, perdiendo brillo.
Pero ahora oscurecía nuevamente y Ernesto Chico ya comenzaba a impacientarse. Además, el mal olor era cada vez menos soportable. Hacía dos días que le hablaba y se sentía por ello fatigado, cansado de pronunciar casi las mismas palabras. Hoy le había estado diciendo toda la tarde idéntica letanía. Le decía:
Ernesto Grande, ¡eh!... Cómo hiedes, hermano. No lo hagas, vas a ahuyentar los animales... Hermanito, no lo hagas. O te entierro en un pozo. Aspamentarás a los vecinos... Hermano, no seas testarudo y ayúdame como antes lo hacías y juntos encerrábamos las vacas...
Ernesto Grande y Ernesto Chico fueron gemelos; el primero había precedido al segundo por un par de minutos, y sus nacimientos le habían costado al padre, un capataz de la cuadrilla ferroviaria, tres años de cárcel purgando el delito de violación a una muda criada de un puestero de la vecindad; años que luego el padre se cobró con creces dándole palos en la cabeza a los dos chicos que, para evitárselos, habían vivido merodeando por los alrededores, hurtando comida de la casa paterna y holgazaneando por el monte.
El monte no tenía secretos para los gemelos. Podían identificar desde muy lejos a un animal por su olor; conocían la edad de los árboles por el color de su corteza y advertían la inminencia de las crecientes por el leve cambio de tonalidad del agua de los ríos. Eran en ese mundo como un árbol más, terrones confundidos en aquel ritmo silencioso y eterno.
Si algo les tornaba alegres eso era el lejano sonido de las locomotoras. A veces predecían la llegada de un tren escuchando la vibración con sus orejas enormes puestas sobre los rieles. Entonces se preparaban y salían hacia la estación gritando alborozados a las primeras señales del negro humo de petróleo quemado sobre el horizonte; luego, cuando el tren avanzaba, corrían a esconderse detrás de los gruesos eucaliptos junto a un brete abandonado y desde allí miraban pasar el tren, riendo y vociferando con sus anchas bocas.
Pero cuando no había trenes también les agradaba ir hasta la estación y allí, sentados al borde del andén, el uno junto al otro dialogaban; y siempre el diálogo era el mismo, acerca de un lugar:
—¿Adónde plantaba los cayotes el abuelo? —preguntaba Ernesto Chico.
—Al otro lado del puente, junto al río —contestaba Ernesto Grande.
—¿Lejos es? —preguntaba Ernesto Chico.
—Cerquita es —respondía Ernesto Grande.
Y entones el otro volvía a empezar:
—¿Adónde plantaba los cayotes el abuelo?
El padre, por sus ocupaciones, debía realizar frecuentes viajes hacia ambas puntas de las vías ferroviarias. Desde entrada la noche comenzaba el viejo los preparativos, que consistían sobre todo en llamar primeramente a los peones, dando terribles gritos y apedreándoles el techo de las casillas que retumbaban como trueno en la oscuridad, luego hacía sonar estridentemente el riel colgado de uno de los tirantes de la galería y, sin abandonar sus imprecaciones, ayudaba a los hombres a colocar la zorra sobre las vías, se calaba en ese momento más hondo su sombrero aludo y de pie sobre el vehículo, cara al viento, emprendían la marcha. Cuando esto sucedía los dos chicos sabían ya que tendrían toda una mañana de libertad para entrar a saco en la casa y hartarse de comer. Abandonaban entonces sus variados escondites y, junto a los perros y los cerdos, que también participaban del festín, avanzaban sobre la galería, el patio, la cocina y finalmente sobre el dormitorio, donde colgaba la hamaca. Ésta era la última diversión después del jolgorio; Ernesto Grande y Ernesto Chico se trepaban a la hamaca del padre y allí permanecían, adormecidos por el suave balanceo, hasta que los perros, enloquecidos por no poder alcanzarles se cansaban de gritar y los chanchos daban cuenta incluso de las flores, que a pesar de todo nacían en medio de la desolación de piedras y terrones del antiguo jardín.
A eso del mediodía niños, perros y chanchos se replegaban para espiar ocultos la llegada del viejo capataz y escuchar las terribles maldiciones que desde más allá del cerco de cañas huecas que rodeaba la casa le anunciaban.
Pero el padre murió un amanecer.
Ya era tarde; el sol había comenzado hacía rato su camino y la casa estaba en silencio. Los gemelos pensaron que tal vez el viejo habría ido de viaje, aunque nada escucharon: ni los gritos, ni los insultos, ni siquiera el sonar del riel que colgaba de la galería.
Escondidos detrás de un matorral que crecía en los confines del chiquero, se acercaron sigilosamente, cruzaron el jardín abandonado, penetrando en el patio. Dos perros los seguían gruñendo con temerosa desconfianza; ya cerca de la cocina el silencio fue roto estruendosamente por Ernesto Chico al derribar involuntariamente una batea de sobre el viejo cajón que la sostenía. Ante el escándalo Ernesto Grande y los perros huyeron despavoridos a ocultarse y desde allí contemplaron la cara de Ernesto Chico que, en el suelo, esperaba la tandada de garrotazos del viejo. Pero no pasó nada y Ernesto Chico fue saliendo poco a poco de abajo de la batea, mientras Ernesto Grande y los perros se aventuraban nuevamente unos pasos patio adentro. Una vez allí husmearon, caminaron unos cuantos metros y por fin llegaron hasta la puerta de la cocina. Todo estaba en silencio. De la cocina pasaron al dormitorio. Uno de los perros comenzó nuevamente a gruñir y luego a aullar oliendo un supuesto peligro.
De pronto un sordo gorgoteo como el de un ahogado y luego un doloroso estertor les heló la sangre, levantaron entonces la vista descubriendo la hamaca, balanceándose aún. Más allá, contra un cajón, yacía el viejo capataz. Tenía los ojos cruzados y abiertos y una baba espumosa hacía brillar su encanecida barba.
Ante él todos quedaron petrificados, sin atinar a huir; hasta que uno de los perros se acercó al viejo y comenzó a olerlo y luego a lamerle la cara. Pero el viejo no se movía. Entonces los chicos se acercaron, se inclinaron sobre el padre, lo contemplaron detenidamente y Ernesto Grande dijo:
—¡Buuu!... viejo.
—Viejo, viejo, viejo —agregó Ernesto Chico.
Pero el viejo continuó inmóvil.
Entonces los chicos saltaron sobre la hamaca, como cuando el capataz estaba ausente y comenzaron a balancearse, primero leve, muy levemente hasta llegar a un loco vaivén, mientras el perro ladraba, desesperadamente.
Por la tarde vinieron los hombres que alzaron al capataz, depositándolo, rígido, sobre una mesa. Entonces le pusieron piedritas sobre los párpados para sostenérselos, porque estaban aterrados de sus ojos.
Al anochecer ya estaba el viejo dentro de un cajón. Los dos chicos no durmieron esa noche, observando desde afuera a los hombres, sobre el fondo mortecino de las luces de los faroles a querosén; los hombres conversaban en voz baja alrededor del cajón, donde yacía el ex violador de la muda y bebían el contenido de sus jarros.
Al cabo de unos días vino una mujer con la cabeza envuelta en un pañuelo rojo y dijo que tenía que llevarles; ellos se fueron, sobre todo, porque en la casa ya no quedaba un solo mendrugo. Después la mujer se llevó también los cerdos, los perros y los pocos muebles destartalados. Colocó todo eso en un carro, subió al pescante, pero luego bajó, arrancó una brazada de flores que crecían en el antiguo jardín, volvió a treparse al carro y entonces partió alejándose por el camino de hondas huellas a quien había asesinado el ferrocarril. La hamaca desapareció.
Lo mató con un golpe de azada. Primero le dio un golpe y luego otro, y cuando escuchó un estertor le dio otro más. Después lo miró; Ernesto Grande tenía, como el capataz, los ojos enormemente abiertos y brillantes, grandes y de pacífica mirada, como los de una vaca. Él nunca le había visto los ojos así, tan grandes y hermosos, como los de una vaca.
Ernesto Chico había vuelto cambiado; ahora deambulaba solitario y quería que todos fueran buenos y rezaran a Dios.
Los quince años transcurridos lo cambiaron; no los golpes, ni los azotes, ni los insultos —que no comprendía—; sino simplemente los quince años.
Un maestro sastre lo mantuvo al principio durante dos años, pero luego lo echó dándole unas patadas a causa de que él nunca alcanzó a enhebrar un solo hilo, porque sus manos eran duras y grandes y justo cuando estaba en trance de acertar la punta mojada del hilo en el ojo de la aguja, el hilo se iba para un lado y para el otro. Por eso el maestro sastre se puso impaciente y lo despidió.
Vagó por las calles escarbando primeramente los tachos de basura, juntando papeles y botellas en desuso, vendiendo pájaros a las amas de casa, cardenales, jilgueros, tordos, canarios, chalchaleros que él mismo cazaba. Hasta que ese tuerto que tenía el empleo público para cavar fosas en el cementerio municipal, lo llevó consigo a fin de que le ayudara.
Con el tuerto estuvo tres años, o quizá cinco; hasta que por fin supo perfectamente que debía detener la excavación cuando la fosa llegaba a la altura de su cabeza más la pala. Entonces conoció al cura y se fue con él para tocar las campanas, ayudarle a vestirse, a sembrar, a barrer, a planchar las hostias, a colocar las pesadas imágenes sobre los altares.
Cuando regresó la mujer ya no tenía la cabeza envuelta en un pañuelo rojo sino negro.
Regresó pronto sin decir palabra y se instaló en los fondos, cerca del depósito de maíz desgranado. Allí ubicó también, en un rincón oscuro de su pieza, un pequeño altar y una imagen de yeso a la que siempre alumbraba una vela. Junto al altar y la imagen tan sólo permitía estar a una gallina que empollaba en silencio.
Ernesto Grande mataba las horas calcinadas de la siesta espiando la imagen alumbrada junto a la gallina por entremedio de las maderas del tabuco. También observaba al hermano persignarse en mudos ademanes, de rodilla, y luego besar la tierra, junto a la gallina silenciosa e inmóvil. Y eso le daba risa.
No fue cuestión que la mujer dueña de casa le permitiera o prohibiera la entrada cuando Ernesto Chico regresó. Sino que simplemente él vino con un bulto y se quedó. La mujer estaba ya muy vieja y por eso o por cualquier otra razón no le dijo nada. Pero Ernesto Grande lo reconoció y fue corriendo a su lado y le palmeó riéndose con su ancha boca y desde entonces le acompañó nuevamente a todos lados. Sacaban juntos agua del pozo y lo limpiaban para el tiempo de las lluvias, remendaban los techos y marchaban juntos a esconderse entre los matorrales, para desde allí ver en las noches pasar los trenes envueltos en la estela de sus luces.
Hasta que con un golpe de azada lo dejó muerto.
Ernesto Chico vivía en silencio, decía que todos debían ser buenos y no andar por ahí cometiendo pecados. Les hablaba de Dios a las flores, a las piedras, a los trenes que raudamente pasaban como una extraña aparición, o simplemente a nadie.
Al séptimo golpe de azada recién descansó.
Para la fiesta de San Santiago salió al callejón portando una gran cruz de madera. Se había estado preparando durante días, en silencio. Salió al callejón con ese gran crucifijo que le encorvaba, pero también vestido extrañamente: un blanco camisón de la vieja tenía puesto sobre su ropa y la cabeza envuelta con un pañuelo rojo; también llevaba una vela en la mano. Así salió al camino y pronto se unieron a él algunos chicos, algunos perros, un asno y una vaca.
Ernesto Grande, que le había ayudado incluso a cantear los troncos con que luego su hermano hizo la cruz, estaba sorprendido. Había presenciado los preparativos, espiando como siempre por las rendijas del tabuco, pero nunca se pudo imaginar lo que luego vería a la luz de la luna. Y cuando su hermano salió al callejón sintió un escozor incontenible en la garganta y lanzó una estruendosa carcajada, luego otra y otra y después otra. Y ya no pudo parar. Se unió al grupo, por detrás de los chicos, los perros, el asno y la vaca, sin poder contener la risa. Y cuando los demás se cansaron de deambular, él continuaba riéndose. Era una risa amplia, estentórea, pura, que no pudo contener, ni siquiera cuando Ernesto Chico dejando la cruz a un lado comenzó a perseguirle. Era una risa metálica y endemoniadamente ruidosa; aún cuando el otro lo perseguía sin poder alcanzarlo. Una risa que se escuchaba nítidamente desde los techos, las copas de los árboles, detrás de las barrancas donde el hermano se escondía huyendo del duro golpe de la azada.
Hasta que Ernesto Chico lo alcanzó. Ya era de día. Un diáfano día largamente anunciado por los gallos y por un enrojecido y amplio resplandor de sol.
Ernesto chico alcanzó a su hermano y sólo se detuvo luego del séptimo golpe de la azada con que se armara durante la persecución, aunque el otro había dejado de reírse inmediatamente después del primero.
El anunciado sol ya iluminaba sus pies cuando comenzó a hablarle:
—Hermano —le dijo—, Ernesto Grande, no te rías. Dios es malo y no hay que reírse. ¡Eh!
Volvió a mirarle el hilo de sangre que se extendía desde la boca al cuello.
El fuerte calor del día había alborotado a las hormigas que luchaban tenazmente por subirse a la cabeza de Ernesto Grande.
El amanecer de un nuevo día le sorprendió mirándose las manos. Lejos de él, estaba la azada. Echó instintivamente la mano al bolsillo sacando un pedazo de bollo endurecido que empezó a comer, hasta que sintió una profunda arcada.
—Ernesto Grande... —volvió a decirle—. Cómo hiedes, hermano. No lo hagas. La gente se va llegar con tanto hedor.
Después lanzó un alarido.
—¡Hermanitooo!
Y la noche le cubrió de silencio.
Finalmente, cuando se decidió a cavar el pozo, una honda fosa en donde él mismo cabía de pie, más la pala extendida, cuando ya la tierra alrededor formaba un montículo, Ernesto Chico miró a los ojos de su hermano y le preguntó:
—¿Adónde plantaba los cayotes el abuelo?
Rato después la tierra apisonada era una sola cosa con el suelo del rastrojo.
Apenas despuntó el sol, Ernesto Chico de rodillas, con un manojo de pequeñas flores arrancadas no lejos del lugar, entre las manos, con los ojos cerrados, alcanzó a decir claramente: —"Al otro lado del puente, junto al río".

viernes, 26 de junio de 2020

26 DE JUNIO DE 1908 NACE SALVADOR ALLENDE

26 DE JUNIO DE 1908 NACE
SALVADOR ALLENDE

Pagaré con mi vida la lealtad al pueblo”, las últimas palabras de ...
(Salvador Allende Gossens; Valparaíso, 1908 - Santiago de Chile, 1973) Político chileno, líder del Partido Socialista, del que también fue cofundador en 1933. Fue presidente de Chile desde 1970 hasta el golpe de estado dirigido por el general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973, día en que falleció en el Palacio de la Moneda, que fue bombardeado por los golpistas.
Salvador Allende perteneció a una familia de clase media acomodada. Estudió medicina y, ya desde su época de estudiante universitario, formó parte de grupos de tendencia izquierdista. Más tarde, alternó su dedicación a la política con el ejercicio profesional. Participó en la elección parlamentaria de 1937, y salió elegido diputado por Valparaíso. Fue ministro de sanidad del gabinete de Pedro Aguirre Cerdá entre 1939 y 1942. A partir de entonces se convirtió en líder indiscutible del partido socialista.
En 1952, 1958 y 1962 se presentó a las elecciones presidenciales. En la primera ocasión fue temporalmente expulsado del partido por aceptar el apoyo de los comunistas, que habían sido ilegalizados, y quedó en cuarto lugar. En 1958, con el apoyo socialista y comunista, quedó en segundo lugar tras Jorge Alessandri.
En 1964 fue derrotado por Eduardo Frei Montalba, que propugnaba un programa de "revolución en libertad", cuyos puntos sustantivos eran la reforma agraria, el establecimiento de un programa destinado a incrementar la participación de la ciudadanía, la chilenización del cobre (es decir, el control por el estado de los beneficios de su explotación) y la realización de una reforma educacional. La candidatura de Allende, que encabezaba el FRAP, conformado por la alianza de socialistas y comunistas, sólo suponía diferencias de ritmo y envergadura. El FRAP proponía nacionalizar la totalidad de las empresas cupríferas, transformándolas en propiedad social por medio del Estado, y una reforma agraria de mayor alcance.
El resultado de las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1964 fue claro y definitivo. Eduardo Frei obtuvo el 56,9% de los votos, en tanto que Salvador Allende lograba el 38,93% del total. La "revolución en libertad" estaba concebida como un intento de modificar las estructuras fundamentales del país, pero en un marco de democracia y respeto al orden institucional. Las críticas que desde un comienzo surgieron hacia el gobierno de Frei tuvieron su origen en la naturaleza de las medidas a tomar. Para la derecha, las transformaciones propuestas tenían un repudiable carácter socialista. Para la izquierda, eran sólo intentos reformistas, condenados al fracaso por su propia banalidad.
En paralelo con el avance de importantes medidas sociales, el panorama político durante el gobierno de Frei Montalva fue de aumento de la polarización, incluso en el interior del Partido Democratacristiano, que sufrió importantes divisiones, así como el desligamiento de sectores de su juventud hacia posturas más vinculadas a la izquierda. Por fin, las elecciones parlamentarias de 1969 mostraron la nueva situación política del país, en tanto sus resultados apuntaron a perfilar tercios irreconciliables, en gran medida debido a la disminución del apoyo al centro político y el fortalecimiento de las opciones de izquierda y de derecha.
Esta situación se reflejaría con mayor claridad en las elecciones presidenciales de 1970, marcadas por el enfrentamiento de proyectos de sociedad antagónicos e imposibles de conciliar. En ellas resultó victoriosa la alianza de comunistas, socialistas, sectores del radicalismo y el MAPU en la llamada Unidad Popular, que estaba encabezada por Allende, con el 36, 3 % de los sufragios. El estrecho margen de diferencia con los votos recibidos por los otros dos candidatos, Jorge Alessandri por la derecha y Radomiro Tomic por la Democracia Cristiana, obligó a que la elección de Allende fuera ratificada por el congreso, en el que se enfrentó a una fuerte oposición. Por fin, el 24 de octubre de 1970, tras lograr el apoyo del Partido Demócrata Cristiano con la firma de un Estatuto de Garantías Democráticas que se incorporaría al texto constitucional, Salvador Allende fue proclamado presidente.
Desde la fecha de comienzo del mandato (el 3 de noviembre), las dificultades que el nuevo gobierno debió enfrentar fueron inmensas. Ya antes de la asunción presidencial se realizaron intentos por abortar el proceso, el más grave de los cuales terminó con el asesinato por parte de un comando de ultraderecha apoyado por la CIA del Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider, que era un decidido partidario de la subordinación del poder militar al civil.
A pesar de ello, la Unidad Popular, una vez en el gobierno, emprendió la realización de su plan de acción, el cual ponía énfasis en la profundización de las medidas reformistas iniciadas por la administración anterior. Así, se amplió el volumen de tierras expropiadas y se inició la socialización de importantes empresas hasta entonces en manos privadas, las cuales pasaron a ser dirigidas por cooperativas de trabajadores asesorados por funcionarios proclives al Gobierno. Además, se concretó la nacionalización del cobre, sin pago de indemnizaciones a las empresas norteamericanas, lo cual significó el enfrentamiento con los Estados Unidos, quienes a partir de ese momento apoyaron abiertamente a los grupos opositores al gobierno socialista.
Esta oposición se estructuró en distintos frentes; en lo político, en un parlamento en el cual representantes de derecha y democratacristianos actuaban unidos; en el plano de lo ilegal, en los grupos de carácter terrorista que dinamitaron torres de alta tensión y líneas férreas. A pesar de esta rígida oposición, el Gobierno de Allende contó con un apoyo importante por parte de la ciudadanía, en particular de los sectores populares, que se veían directamente beneficiados. En efecto, el Estado subsidiaba gran parte de los servicios básicos, además de apoyar a organizaciones de trabajadores, campesinos y pobladores urbanos en sus demandas de participación.
Este apoyo a la presidencia de Allende se demostraría claramente en las elecciones parlamentarias de 1971 y las municipales de 1973, en las cuales los partidos de la Unidad Popular crecieron en número de votos. Junto con ello, el discurso político de los partidos de izquierda fue adquiriendo tintes cada vez más radicales, en tanto que el enfrentamiento abierto con los grupos opositores se hacía realidad en las calles e indicaba una situación de lucha de clases a sus ojos inevitable.
Acciones de grupos como el MIR y sectores del Partido Socialista venían a confirmar este diagnóstico, al considerar urgente la creación y el fortalecimiento de instancias de "Poder Popular" que fueran alternativas a los estrechos marcos que la institucionalidad prefijaba para una posible construcción de una sociedad socialista. Este intento, conocido como la "Vía chilena al socialismo", conoció el interés y el apoyo de sectores de todo el mundo, en particular desde el Bloque Soviético, Cuba y los Países No Alineados, lo que se traducía en el envío de ayuda material y asesores industriales.
A pesar de todo ello, una serie de problemas vinieron a polarizar aún más a la sociedad chilena bajo la presidencia de Allende, en gran medida debido a causas económicas. La inflación se hizo incontrolable, ya que las alzas salariales y los gastos del Estado fueron financiados con emisión de circulante sin base de sustentación en la producción, la cual se vio disminuida y contraída como consecuencia del bloqueo iniciado por los Estados Unidos y el permanente conflicto que vivían muchas empresas, en virtual paralización permanente por la falta de recursos. A ello se agregaban problemas de distribución de alimentos y bienes, lo que hacía difíciles las condiciones de vida del común de la población.
Este clima de desabastecimiento y crisis, azuzado por los distintos sectores políticos, se tradujo en numerosas movilizaciones a favor y en contra del gobierno de Allende, la más importante de las cuales fue la paralización del yacimiento de cobre de El Teniente, junto a la huelga de los gremios de transportistas, que prácticamente inmovilizó el traslado de bienes de un punto a otro del país. A ello se sumaban conflictos en la universidad y en los colegios profesionales (médicos y profesores fundamentalmente), que dibujaban una división profunda en todos los ámbitos de la vida nacional.
Ante tal situación, el presidente decidió tomar, ya en 1973, medidas que sirvieran como vehículos de diálogo y negociación con la oposición democratacristiana, tales como el ingreso de importantes figuras militares al gabinete, representadas por el Comandante en Jefe, general Carlos Prats, y la oferta de realizar un plebiscito para consultar a la ciudadanía en torno a la continuidad del régimen o la convocatoria a nuevas elecciones. A estas medidas siguió un endurecimiento en las posiciones más radicales de la izquierda, que proponían al Primer Mandatario el cierre del Congreso y la utilización de Facultades Extraordinarias para gobernar.
La derecha y algunos sectores de la Democracia Cristiana consideraron la situación insoluble, por lo que decidieron, de forma más o menos abierta, recurrir al recurso del golpe de estado militar contra el presidente Allende. En junio de 1973 hubo un primer intento de golpe, conocido como "El Tancazo": un regimiento de blindados de la capital se alzó contra el gobierno, pero las fuerzas leales, encabezadas por Prats, lograron dominar la situación.
Finalmente, el 11 de septiembre de 1973, el general Augusto Pinochet encabezó un golpe militar, durante el cual bombardeó el palacio de la Moneda, sede del gobierno. El presidente Allende rechazó las exigencias de rendición y murió en el palacio presidencial. En 1990 su cuerpo fue exhumado de la tumba anónima en la que se hallaba, y recibió en Santiago un enterramiento formal y público.

Canzoni contro la guerra - Abre la ventana

26 DE JUNIO DE 1913 NACE AIME CÉSAIRE

      26 DE JUNIO DE 1913 NACE
                 AIME CÉSAIRE

Ecrivains, acteurs de la décolonisation - I : Aimé Césaire ... (Basse-Pointe, 1913) Poeta, dramaturgo e intelectual martiniqueño. Reconocido como una de las figuras fundamentales de la poesía moderna en lengua francesa, fue uno de los creadores del concepto de negritud y un líder comprometido en la lucha de los negros.
En 1931, gracias a una beca, inició estudios superiores en París. En 1934 fundó la revista L´Etudiant noir con otros intelectuales negros. Volvió a Martinica en 1939, donde enseñó en el Liceo de Fort de France. En 1941 creó la revista Tropiques. Junto al poeta L. Senghor creó el término "negritud" como rechazo a la asimilación cultural francesa; este movimiento se propuso una búsqueda de las raíces africanas, aunque alertaba de no caer en el regionalismo o el "color local".
En 1941 el poeta francés A. Breton, líder del surrealismo, al descubrir su libro Cuaderno de retorno al país natal, lo saludó como a una de las voces más importantes de la poesía francesa de vanguardia. En 1948 escribió otro de sus grandes poemarios, Soleil cou-coupé.
La poesía de Césaire, influida por la libertad verbal del surrealismo, es metafórica y rica en imágenes de gran plasticidad y fuerza evocativa; sin embargo, a diferencia de los surrealistas, la magia de su creación se sustenta en la riqueza de la cultura caribeña y africana, por lo que sus imágenes y metáforas cumplen un objetivo ajeno al puro experimentalismo. Sus poemas tienen que ver más con un concepto mágico profundamente americano.
Entre sus influencias se cuentan los poetas Lautréamont, A. Rimbaud, G. Apollinaire y el propio Breton. No obstante estar escrita en francés, su poesía tiene una aspereza y complejidad que la hace deudora de una cultura mestiza, y ostenta un aire legendario, majestuoso, como si perteneciera a una épica antigua; de ahí sus versos largos, con apariencia de prosa y vigor visionario.
El escritor R. Depestre sitúa la "criollidad" de Césaire en un contexto dinámico más amplio y universal que cualquier definición restrictiva, y habla de una "criollidad" en movimiento hacia una dimensión donde la poesía trata con la belleza y la desgracia a la vez. Según el poeta y ensayista D. Walcott, Césaire ve en el Nuevo Mundo la evidencia de humillaciones pasadas y la necesidad de un orden nuevo; sin embargo, su obra, como toda alta poesía, se basa en el misterio de esta redención, no en una dialéctica precisa que pudiera ser entendida a través de claves políticas.
Césaire también escribió teatro, con los mismos presupuestos polémicos y estéticos. En su pieza La tragedia del rey Christophe (1963) analiza la historia haitiana con una mirada épica y universal, como si tratara de la tragedia de todas las revoluciones. En Une Saison au Congo (1966) puso en escena el drama político de África en los años sesenta.

jueves, 25 de junio de 2020

25 DE JUNIO DE 1973 DEJA DE SALIR MAFALDA

 

25 DE JUNIO DE 1973

 

DEJA DE SALIR MAFALDA


Se publica en Buenos Aires el último episodio de la popular historieta "Mafalda", que había comenzado a publicarse en 1964 en la revista Primera Plana.
Traducida a más de treinta idiomas, las sucesivas reediciones de la tira siguen gozando aun del favor del público de numerosos países latinoamericanos y europeos.

25 DE JUNIO DE 1903 NACE: GEORGE ORWELL

25 DE JUNIO DE 1903 NACE:
GEORGE ORWELL
La verdad de George Orwell | Democresía - Revista de actualidad ...
(Seudónimo de Eric Blair; Motihari, India, 1903 - Londres, 1950) Escritor británico. Estudió en el Colegio Eton y luego formó parte de la Policía Imperial Inglesa en Asia, experiencia que lo llevó a escribir Días en Birmania (1934).
Vivió varios años en París y en Londres, donde conoció la pobreza; de este difícil período de su vida nació su novela Sin blanca en París y en Londres (1933).
Sus experiencias como colaborador de los republicanos en la Guerra Civil española (Orwell era socialista) las recogió en su interesante libro Homenaje a Cataluña(1938). Durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la Home Guard y actuó en la radio inglesa. En 1943 entró en la redacción del diario Tribune, y después colaboró de un modo regular en el Observer. En este periodo escribió muchos de sus ensayos.
En general, toda su obra, incluida esta primera etapa y las posteriores sátiras distópicas, reflejaron sus posiciones políticas y morales, pues subrayaron la lucha del hombre contra las reglas sociales establecidas por el poder político. Sus títulos más populares son Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), ficciones en las cuales describió un nuevo tipo de sociedad controlada totalitariamente por métodos burocráticos y políticos. Ambas se enmarcan en el género de la literatura antiutópica o de sátira de las instituciones.

En la primera, parodió el modelo del socialismo soviético: los personajes son animales de una granja que se rebelan contra sus dueños, los hombres, aunque luego crean una estructura social peor que la de sus antiguos dueños: Lenin, Stalin, Trotski y otras figuras de la escena política son representados por dichos animales. Como literatura, esta obra reúne las cualidades de las fábulas tradicionales y la influencia satírica de J. Swift.
La segunda lleva como título el año en que se ubica la acción: 1984. En ella imaginó una ficción tan pesadillesca como en la anterior: un mundo regido por grandes potencias, Eurasia, Oceanía y Asia del Este. El personaje protagónico, Winston Smith, es un funcionario del "Ministerio de la Verdad", entidad encargada de controlar la información; conoce a Julia y comienzan una relación amorosa; luego tratan de luchar contra el poder de "El Gran Hermano" (sucedáneo del Máximo Líder político), "jefe de la Hermandad" (representante del Partido en la política real), y se ven arrojados a las peripecias propias de un Estado totalitario moderno: la mirada policial que lo penetra todo, incluso la intimidad.
En tal sociedad el lenguaje es adulterado por el poder para distorsionar los hechos, o más exactamente, para crear una nueva realidad artificial; los sentimientos, al igual que los placeres (incluido el sexual), están prohibidos. Smith y Julia tratarán infructuosamente de cambiar las reglas de juego, en un mundo donde el lavado de cerebro, el soborno, el control y la manipulación de la verdad son las claves del totalitarismo perverso previsto por Orwell, características y modos que poco después serían habituales en numerosos países. Smith termina por convertirse en traidor, atrapado en la red de la estructura social.
La prosa de Orwell es realista y de gran cualidad narrativa. En 1968 se publicaron los volúmenes de Ensayos Completos: Periodismo y cartas (1968). Entre otros de sus trabajos críticos destacan los estudios que realizó sobre C. Dickens. Sus ensayos sobre problemas de política social poseen una franqueza y clarividencia sin precedentes en la literatura inglesa.

25 DE JUNIO DE 1926 NACE: INGEBORG BACHMANN

25 DE JUNIO DE 1926 NACE:

INGEBORG BACHMANN

Ingeborg Bachmann's “Malina” Is the Truest Portrait of Female ...
Escritora austriaca, nacida en Klagenfurt en 1926 y muerta en Roma en 1973. Entre 1945 y 1950 estudió Filosofía en Innsbruck, Graz y Viena. Este último año se doctoró con un trabajo sobre Heidegger. Entre 1951 y 1953 trabajó en la radio y la televisión. En 1953 se decidió a ejercer definitivamente su actividad como escritora y en ese mismo año obtuvo el premio del Grupo del 47. Desde entonces fijó su residencia en Roma, a excepción de algunas estancias en Múnich, Berlín y Zúrich, y algunos viajes a Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Egipto y Sudán.
Su obra se caracteriza fundamentalmente por su difícil accesibilidad. Sus primeros poemas mostraban ya esta tendencia, y sus primeras narraciones causaron también gran irritación entre el público y la crítica, que aumentó con el ciclo de novelasTodesarten (Formas de morir), publicado en parte póstumamente. A pesar de que a lo largo de los últimos diez años se ha estudiado intensamente su obra, no se ha conseguido apenas superar este hermetismo.
Además de poesía y novela, también escribió guiones radiofónicos, libretos para el compositor Hans Werner Henze y textos autobiográficos; a ello hay que añadir ensayos y artículos de periódico. Destaca también su actividad como traductora del inglés y del italiano.
En sus primeras colecciones de poemas (Die gestundete Zeit, El tiempo postergado, 1953; Anrufung des Großen Bären, La llamada del gran oso, 1956) se descubre el sentimiento de una existencia amenazada por la realidad y las experiencias del momento histórico de un pasado reciente: el amor y la naturaleza son los últimos refugios del ser humano. La experimentación formal es la tónica característica de las siete novelas cortas que componen el volumen Das dreißigste Jahr (El trigésimo año, 1961). No hay apenas acción, sino tan sólo un vano intento por parte del protagonista de comenzar una nueva vida. Tras su publicación, Bachmann no editó nada en diez años, a pesar de que durante ese tiempo numerosos premios reconocieron la calidad de su trabajo. Durante esos años escribió fundamentalmente en el ciclo Todesarten, del cual publicó en 1971, como única parte completa, Malina. En Simultan (Simultáneamente, 1972) se describe la vida de cinco mujeres que desarrollan una serie de estrategias de supervivencia en un mundo dominado por hombres.

miércoles, 24 de junio de 2020

24 DE JUNIO DE 1842 NACE AMBROSE BIERCE

24 DE JUNIO DE 1842 NACE
AMBROSE BIERCE
Ambrose Bierce | Poetry Foundation

(Ambrose Gwinett Bierce; Meigs, 1842 - México, 1914) Cuentista y periodista estadounidense de obra aguda y satírica, plena de humor trágico y temas violentos que giran alrededor de la muerte. Su literatura ejerció una fuerte influencia en la costa del Pacífico.
Toda la instrucción que recibió se redujo a la lectura de los libros de su padre, campesino de Connecticut. Al estallar la guerra de Secesión se alistó en el noveno regimiento de Infantería de Indiana; combatió en muchas batallas y se distinguió particularmente en las que tuvieron lugar al oeste del país. Tras la contienda se le confió la administración de los bienes abandonados y capturados en Selma (Alabama).
En 1866, presentada la dimisión, marchó a San Francisco, y empezó a colaborar en los periódicos de la costa del Pacífico Argonaut y News Letter, cuya dirección no tardó en asumir. En 1871 el Overland Monthly (donde, muchos años después, aparecerían las primeras narraciones de Jack London) publicó su novela inicial The Haunted Valley. Al cabo de poco Bierce se casó y se dirigió a Inglaterra; allí, por espacio de cuatro años, perteneció a la redacción londinense del Fun y colaboró en otras publicaciones inglesas con bocetos humorísticos que reunió en tres tomos.
Vuelto a San Francisco en 1876, reanudó la colaboración en los periódicos, y, entre otras actividades, se encargó de una sección del Examiner, de W. R. Hearst. Sin embargo, Bierce no sentía gran afición al periodismo y procuraba amenizar su labor cotidiana escribiendo breves narraciones. En 1896 pasó a las oficinas de Hearst en Washington, y llegó a corresponsal en esta ciudad del American de Nueva York.
La guerra lo marcó para siempre en su visión mórbida de la vida. En el volumen titulado Cuentos de soldados y civiles (1892) la guerra civil aparece como teatro de las acciones; en Fábulas fantásticas (1899) y en el Diccionario del diablo (1906) desarrolla el humor negro que lo hizo famoso; en El clan de los parricidas trata de cuatro asesinatos de progenitores.
Uno de sus cuentos más conocidos es "Un suceso en el puente del riachuelo del búho", donde equilibra la tradición del cuento realista norteamericano con la veta fantástica y de horror de dicha literatura: un hombre es hecho prisionero por los soldados del Norte y está a punto de ser ajusticiado en la horca, pero de pronto logra escapar y se cuenta la huida laboriosa en el río, sus sensaciones, la lucha feroz por eludir las balas, hasta que llega a la casa donde la esposa lo acoge en un abrazo; sin embargo, al final se sabe que ya el hombre colgaba de un árbol, lo que sitúa un relato de corte realista e histórico en un ambiente de muerte y misterio.
Algunos críticos han definido el estilo de Bierce como seco, funcional y mecánico; otros le reprochan la mitificación literaria. Sin embargo, la mayoría coincide en que sus tramas violentas lo convierten en un escritor fascinante. Como periodista, atacó con sus artículos los males que veía a su alrededor, desde el fraude económico hasta la corrupción política. El total de su obra, Collected Works, fue publicado entre 1909 y 1912. En 1913 se fue a México, siguiendo a las tropas de Pancho Villa, y su cuerpo nunca fue hallado. Su fin permanece en el misterio, pero se supone que murió en el sitio de Ojinaga en 1914.

24 DE JUNIO DE 1909 NACE: JAVIER VILLAFAÑE

24 DE JUNIO DE 1909 NACE:
JAVIER VILLAFAÑE
Imagen relacionada  Escritor, poeta y reconocido titiritero, recorrió gran parte de Sudamérica en su carreta La Andariega presentando su espectáculo de títeres.De igual manera, con el apoyo del gobierno de Venezuela, donde se había radicado en su exilio, llevó su teatro ambulante a España, donde realizó la ruta de Don Quijote a través de La Mancha.

Fue autor de "Teatro de títeres", "Los sueños del sapo", "Historias de pájaros", "Circulen, caballeros, circulen", "El caballo celoso", "El Gallo Pinto", "Maese Trotamundos por el camino de Don Quijote".

Falleció en Buenos Aires el 1 de abril 1996.

24 DE JUNIO DE 1911 NACE: ERNESTO SÁBATO

24 DE JUNIO DE 1911 NACE:
ERNESTO SÁBATOResultado de imagen para sabato
(Rojas, Argentina, 1911 - Santos Lugares, 2011) Escritor argentino. Ernesto Sábato se doctoró en física en la Universidad de la Plata e inició una prometedora carrera como investigador científico en París, donde había ido becado para trabajar en el célebre Laboratorio Curie. Allí trabó amistad con los escritores y pintores del movimiento surrealista, en especial con André Breton, quien alentó la vocación literaria de Sábato. En París comenzó a escribir su primera novela, La fuente muda, de la que sólo publicaría un fragmento en la revista Sur.
En 1945, de regreso en Argentina, comenzó a dictar clases en la Universidad Nacional de La Plata, pero se vio obligado a abandonar la enseñanza tras perder su cátedra a causa de unos artículos que escribió contra Perón. Aquel mismo año publicó su ensayo Uno y el Universo (1945), en el que criticaba el reduccionismo en el que desembocaba el enfoque científico. El ensayo prefiguraba buena parte de los rasgos fundamentales de su producción: brillantez expositiva, introspección, psicologismo y cierta grandilocuencia retórica.
Su carrera literaria estuvo influida desde el principio por el experimentalismo y por el alto contenido intelectual de sus obras, marcadas por una problemática de raíz existencialista. Así, El túnel (1948) ahonda en las contradicciones e imposibilidades del amor, mientras que Sobre héroes y tumbas (1962) presenta una estructura más compleja, en que los diversos niveles de la narración enlazan vivencias personales del autor y episodios de la historia argentina en una reflexión caracterizada por un creciente pesimismo. Ambas novelas tuvieron gran repercusión y situaron a Sábato entre los grandes novelistas latinoamericanos del siglo.
El Túnel fue rápidamente traducida a diversos idiomas y llevada al cine. La narración tiene indudable originalidad y valores psicológicos relevantes: la confesión de Castel, que ha cometido un crimen, enfrenta al hombre de hoy con una sociedad desquiciada y resalta los contrastes con pincel agudo y lleno de color. El estilo está en consonancia con el tema, dentro de un desequilibrado equilibrio.
Sobre héroes y tumbas (aunque publicada en 1962, la edición definitiva es de 1966) es su obra más ambiciosa. La compleja construcción de esta novela, y los diversos registros del habla rioplatense que el autor plasma en ella se alejan tanto del tecnicismo formal como de la dispersión. La pericia narrativa de Sábato consiste, justamente, en hacer pasar desapercibidas para el lector las evidentes dificultades compositivas que supone la historia de la joven Alejandra y, a través de ella, la del país. Destaca sobre todo el capítulo titulado "Informe sobre ciegos", que puede ser leído, como de hecho lo fue, con entera autonomía.
Sobre héroes y tumbas obtuvo un éxito de público impresionante, que acabó por convertir a su autor en una autoridad moral dentro de la sociedad argentina, una suerte de formador de opinión que, por paradójico que parezca, al asumir ese papel se fue alejando progresivamente de la actividad literaria. Su tercera novela, Abaddón el exterminador (1974), se centra en torno a consideraciones sobre la sociedad contemporánea y sobre el pueblo argentino, su condición «babilónica» y su presente, que adquieren en la novela una dimensión surreal, en que se funden realidad y ficción en una visión apocalíptica.
A partir de la década de 1970, más que un escritor, Sábato representó una conciencia moral que actuaba como un llamado de alerta frente a una época que él no dudó en calificar de "sombría". Esa identificación entre Sábato y la autoridad ética quedó muy reforzada por su labor como presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), para la que fue designado en 1983 por el entonces presidente de la República, Raúl Alfonsín. Los años que dedicó a investigar "el infierno" de la represión durante el anterior gobierno militar, según sus propias palabras, no le dejaron aliento ni espacio para la literatura. La conclusiones de la comisión quedaron recogidas en el llamado Informe Sábato. En 1984 fue galardonado con el Premio Cervantes.
La obra de Sábato, que ha sido prestigiada con numerosos premios internacionales y difundida en múltiples traducciones, incluye además multitud de ensayos como Hombres y engranajes (1951), El escritor y sus fantasmas (1963), El otro rostro del peronismo (1956), Tango: discusión y clave(1963), La cultura en la encrucijada nacional(1973), Tres aproximaciones a la literatura de nuestro tiempo (1974), Apologías y rechazos(1979), Antes del fin (1998) y La resistencia(2000). Aquejado de un grave problema de visión, se dedicó además a la pintura, otra de sus pasiones.

martes, 23 de junio de 2020

23 DE JUNIO DE 1889 NACE:ANNA AJMÁTOVA

23 DE JUNIO DE 1889
NACE:
ANNA AJMÁTOVA


(Anna Andréievna Gorenko; Bolshoj, 1889 - Komarovo, 1966) Poetisa rusa. Pasó su infancia y adolescencia entre Tsarkoe Selo y Kiev. Al divorciarse sus padres en 1905, Ajmátova partió con su madre a Crimea, de donde partirá, a su vez, para Kiev, al objeto de terminar sus estudios secundarios y estudiar Derecho. En San Petersburgo, por último, seguirá los cursos de altos estudios de Literatura e Historia.
Fundó, junto a los poetas N. Gumiliov (con quien se casó en 1910) y Serguéi Gorodetsky, el movimiento poético ruso conocido como "acmeísmo", que constituyó una reacción contra la vaguedad y el misticismo decadente del simbolismo, en favor de las imágenes concretas y la realidad inmediata. De métrica conservadora, su concepción de la rima es enteramente clásica, herencia directa de A. Pushkin, su gran maestro. La poesía de Ajmátova es un perpetuo diálogo con la vasta tradición poética en la que se inscribe Horacio, Dante, W. Shakespeare y el propio A. Pushkin y con sus contemporáneos O. Mandelshtam y T. S. Eliot.
Sus dotes se revelaron muy pronto y sus tempranos versos se imprimieron en 1907. Su primer libro, Anochecer (1912), tiene como tema central el amor, con versos breves, sencillos e intimistas, intentando constantemente el diálogo entre el lector y la autora. Su estilo se perfeccionó muy pronto y apenas cambió en el transcurso de su vida.
Tras la revolución comunista de 1917, en su obra aparecieron motivos cívicos, patrióticos y religiosos, sin que ello incidiera en la intensidad y originalidad de su voz. De este período destacan sus poemarios Belaia staia (1917) y Podorozhnik (1921), por los que fue criticada y catalogada de burguesa y aristocrática. Tras la publicación de Anno Domini MCMXXI (1921), dejaron de aparecer originales suyos, hasta la edición de Iz shesti knig (1940), una compilación de su obra anterior.
Durante la guerra comenzó su largo y reconocido Poema bez geroia (1940-1962), obra de extraordinaria complejidad que constituye una suerte de suma lírica de toda la filosofía y la poética de Ajmátova, que no apareció hasta 1966. Su emotivo ciclo en memoria de las víctimas de Stalin, entre las que estuvo su hijo Lev, Requiem (1935-1940), está considerado una obra maestra y un monumento poético al sufrimiento del pueblo soviético bajo la dictadura estalinista.
Después del "deshielo" en el ámbito de la cultura, que se produjo tras la muerte de Stalin, Ajmátova fue parcialmente rehabilitada. En 1958 apareció un nuevo volumen con su poesía y algunas traducciones de poemas de G. Leopardi y R. Tagore. Dentro de su variada y vasta obra también destacan los poemarios Chetki (1912) y Beg vremeni (1965). Escribió numerosos ensayos sobre Pushkin, recogidos en el volumen O Pushkine: statí i zametki (1977). Publicó unas memorias donde relata sus estrechas relaciones con A. Blok, Amedeo Modigliani y Mandelshtam.
Sufrió la censura en razón de su "misticismo, erotismo e indiferencia política", y en 1946 fue expulsada de la Unión de Escritores Soviéticos. En vida fue objeto de constantes ataques y sólo unos años antes de su muerte recibió la aprobación y el elogio de sus contemporáneos en su país y en el extranjero. Su funeral, celebrado en la catedral de San Nicolás, en San Petersburgo, fue multitudinario.
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domingo, 21 de junio de 2020

JEAN PAUL SARTRE LA NÁUSEA (FRAG.)

JEAN PAUL SARTRE
LA NÁUSEA (FRAG.)
Jean Paul Sartre y "La náusea": El ser y la nada - Reseña y Resumen

DIARIO
Lunes 29 de enero de 1932.
Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo.Vino como una enfermedad, no como una certeza ordinaria, o una evidencia. Se instaló solapadamente poco a poco; yo me sentí algo raro, algo molesto, nada más. Una vez en su sitio, aquello no se movió, permaneció tranquilo, y pude persuadirme de que no tenía nada, de que era una falsa alarma. Y ahora crece.No creo que el oficio de historiador predisponga al análisis psicológico. En nuestro trabajo sólo tenemos que habérnoslas con sentimientos a los cuales se aplican nombres genéricos, como Ambición, Interés.Sin embargo, si tuviera una sombra de conocimiento de mí mismo, ahora debería utilizarlo.Por ejemplo, en mis manos hay algo nuevo, cierta manera de tomar la pipa o el tenedor. O es el tenedor el que ahora tiene cierta manera de hacerse tomar; no sé. Hace un instante, cuando iba a entrar en mi cuarto,me detuve en seco al sentir en la mano un objeto frío que retenía mi atención con una especie de personalidad. Abrí la mano, miré: era simplemente el picaporte. Esta mañana en la biblioteca, cuando el  Autodidacto vino a darme los buenos días, tardé diez segundos en reconocerlo. Veía un rostro desconocido,apenas un rostro. Y además su mano era como un grueso gusano blanco en la mía. La solté en seguida y el brazo cayó blandamente.También en la calle hay una cantidad de ruidos turbios que se arrastran.Por lo tanto se ha producido un cambio durante estas últimas semanas. ¿Pero dónde? Es un cambio abstracto que no se apoya en nada. ¿Soy yo quien ha cambiado? Si no soy yo, entonces es este cuarto, esta ciudad, esta naturaleza; hay que elegir.Creo que soy yo quien ha cambiado; es la solución más simple. También la más desagradable.Pero debo reconocer que estoy sujeto a estas súbitas transformaciones. Lo que pasa es que rara vez pienso;entonces sin darme cuenta, se acumula en mí una multitud de pequeñas metamorfosis, y un buen día se produce una verdadera revolución. Es lo que ha dado a mi vida este aspecto desconcertante, incoherente.Cuando salí de Francia, por ejemplo, muchos dijeron que había partido por capricho. Y cuando regresé bruscamente después de seis años de viaje, todavía se hubiera podido hablar muy bien de capricho. Aún me veo en la oficina de aquel funcionario francés que renunció el año pasado a consecuencia del asunto Pétrou. Marcel se dirigía a Bengala con una misión arqueológica. Yo siempre había deseado ir a Bengala y Marcel me apremiaba para que me uniera a él. Ahora me pregunto por qué. Pienso que no estaba seguro del Portal y contaba conmigo para no perderlo de vista.Yo no
tenía ningún motivo para negarme. Y aunque en aquella época hubiese presentido la pequeña tramoya contra Portal, era una razón más para aceptar con entusiasmo. Bueno, pues estaba paralizado y no podía decir una palabra. Miraba fijo una pequeña estatuita kmer, sobre una carpeta verde, al lado de un aparato telefónico. Me sentía lleno de linfa o leche tibia.
Mercier me decía, con cierta irritación velada por una paciencia angélica:
—Claro, yo necesito estar seguro oficialmente.Sé que acabará usted por decir que sí; sería preferible aceptar en seguida.Marcel tiene una barba de un negro rojizo, muy perfumada. A cada movimiento de su cabeza, yo respiraba una bocanada de perfume. Y de pronto me desperté de un sueño de seis años. La estatua me pareció desagradable y estúpida,y sentí que me aburría profundamente. No lograba comprender por qué estaba yo en Indochina. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué hablaba con esa gente? ¿Por qué iba vestido de una manera tan rara? Mi pasión estaba muerta.
Me había arrebatado y arrastrado: en la actualidad me sentía vacío. Pero esto no era lo peor;delante de mí, plantada con una especie de indolencia,había una idea voluminosa e insípida. No sé muy bien qué era, pero no podía mirarla, tanto me repugnaba.Todo esto se confundía para mí con el perfume de la barba de Mercier. Me sacudí, exasperado y colérico contra él; respondí secamente:
—Se lo agradezco, pero creo que be viajado bastante; ahora tengo que volver a Francia.A los dos días tomaba el barco para Marsella.Si no me equivoco, si todos los signos que se acumulan son precursores de una nueva conmoción en mi vida, bueno, tengo miedo. No es que mi vida sea rica, ni densa, ni preciosa.Pero tengo miedo de lo que va a nacer, de lo que va a apoderarse de mí, ¿y arrastrarme a dónde? ¿Será necesario una vez más que me vaya, que deje todo lo proyectado, mis investigaciones, mi libro? ¿Me despertaré dentro de algunos meses, dentro de algunos años, roto, decepcionado, en medio de nuevas ruinas?Quisiera ver claro en mí antes de que sea demasiado tarde.

JORGE LUIS BORGES LA INTRUSA

JORGE LUIS BORGES
LA INTRUSA
Cuentos para sobrellevar la cuarentena: La intrusa, de Jorge Luis ...

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.

En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hojas corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe y ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.

Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contar con dos enemigos.

Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristián llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados; bastaba que alguien la mirara, para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.

Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.

Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo:

-Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, usala.

El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer. Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote, sin apuro.

Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.

Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.

La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.

Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serían las once de la noche cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristián cobró la suma y la dividió después con el otro.

En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la mañana (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristián se fue a Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:

-De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.

Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.

Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que habían traído la discordia.

El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes. Cristián le dijo:

-Vení, tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargué; aprovechemos la fresca.

El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche.

Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro:

-A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con su pilchas, ya no hará más perjuicios.

Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro círculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.

FIN

16 DE JUNIO DE 1955 ES BOMBARDEADA LA PLAZA DE MAYO

16 DE JUNIO DE 1955 ES BOMBARDEADA LA PLAZA DE MAYO Pocas veces en la historia mundial, miembros de las Fuerzas Armadas de un país, con la c...