miércoles, 20 de septiembre de 2017

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS PADRES NEGREROS

ROBERTO ARLT
AGUAFUERTES PORTEÑAS
PADRES NEGREROS

He sido testigo de una escena que me parece digna de relatarse.
Un amigo y yo solemos concurrir a un café que atiende el propietario del mismo, su mujer y dos hijos. De los hijos, el mayor tendrá nueve años, el me­nor, siete. Mas los mocosos se desempeñan como mozos auténticos, y no hay nada que decir del servicio, como no ser que en los intervalos las criaturas aprovechan para hacer pavadas, que, gracias al diablo, al padre y a la madre, ni tiempo de hacer macanas dignas de su edad tienen.
¿Qué macanas? Trabajar. Hay que ver al padre. Tiene cara meliflua y es de esos hombres que castigan a los hijos con una correa, mientras les dicen despacito al oído: “Cuidado con gritar, ¿eh?, que si no te mato”. Y lo más grave es que no los matan, sino que los dejan moribundos a lonjazos.
La madre es una mujer gorda, ceño acentuado, bigotes, brazos de jamón y ojos que vigilan el centavo con más prolijidad que si el centavo fuera un mi­llón. Hombre y mujer se llevan admirablemente. Os recuerdan el matrimo­nio Thenardier, el posadero que decía: “Al viajero hay que cobrarle hasta las moscas que su perro se come”. No piensan nada más que en el maldito dine­ro. Habría que encerrarlos en una pieza llena de discos de oro y dejarlos morir de hambre allí dentro.
Mi amigo suele dejar varias monedas de propina. No es pobre. Bueno: yo creo que el chico que nos servía cometió la imprudencia de decirle al padre eso, porque ayer, cuando nos sentamos, nos sirvió el mocoso, pero en el momento de levantarnos y dejar paga la consumición, preciso instante en que el chico venía para recoger las monedas, el padre, que vigilaba un gato o una paloma distraída, el padre se precipitó, le dio una orden al chico, y, ¡fíjese bien!, sin con­tar el dinero, para ver si estaba o no justo el pago de la consumición, se lo echó al bolsillo. El chico miró lastimeramente en nuestra dirección.
Mi amigo vaciló. Quería dejar una propina para el mocito; y entonces yo le dije:
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-No. No hay que hacer eso. Dejá que el chico juzgue al padre. Si vos le dejás propina, la impresión penosa que tuvo se borra inmediatamente. En cambio, si no le dejás propina, no se olvidará nunca de que el padre le “ro­bó” por prepotencia dos moneditas que él sabe perfectamente estaban allí pa­ra él. Es necesario que los hijos juzguen a sus padres. ¿Pensás que las injus­ticias se olvidan? Algún día, ese chico que no ha tenido infancia, que no ha tenido juegos apropiados a su edad, que fue puesto a trabajar en cuanto pu­do servir al prójimo, algún día el chico ese odiará al padre por toda la explo­tación inicua de que lo hizo víctima.
Luego nos separamos; pero me quedé pensando en el asunto.
Recuerdo que otra mañana encontré en una calle de Palermo a un carni­cero gigantesco que entregaba una canasta bastante cargada de carne a un chico hijo suyo, que no tendría más de siete años de edad. El chico caminaba com­pletamente torcido, y la gente (¡es tan estúpida!) sonreía; y el padre también. En fin, el hombre estaba orgulloso de tener en su familia, tan temprano, un bu­rro de carga, y sus prójimos, tan bestias como él, sonreían, como diciendo:
-¡Vean, tan criatura y ya se gana el pan que come!
Pensé hacer una nota con el asunto; luego otros temas me hicieron ol­vidarlo, hasta que el otro acto me lo recordó.
Cabe preguntarse ahora, si estos son padres e hijos, o qué es lo que son. Yo he observado que en este país, y sobre todo entre las familias extranjeras, el hijo es considerado como un animal de carga. En cuanto tiene uso de ra­zón o fuerzas “lo colocan”. El chico trabaja y los padres cobran. Si se les di­ce algo al respecto, la única disculpa que tienen estos canallas es:
-Y… ¡hay que aprovechar mientras que son chicos! Porque cuando son grandes se casan y ya no se acuerdan más del padre que les dio la vida (Co­mo si ellos hubieran pedido antes de ser que les dieran la vida).
Y cuando son chicos se les hace trabajar porque alguna vez serán gran­des; y cuando son grandes, tienen que trabajar, porque si no ¡se mueren de hambre!…
Por lo general, el chico trabaja. Se acostumbra a agachar el lomo. En­trega la quincena íntegra, con rabia, con odio. En cuanto hace el servicio mi­litar, se casa y no quiere saber nada con “los viejos”. Los detesta. Ellos le agriaron la infancia. El no lo sabe, pero los detesta, inconscientemente.
Vaya usted y converse con esos centenares de muchachos trabajadores. Todos le dirán lo mismo: “Desde que yo era un purrete, me metieron al yu­go”. Hay padres que han explotado bárbaramente a los hijos. Y los que hi­cieron una fortuna no les importa un ardite el odio de los hijos. Dicen: “Te­nemos plata y nos respetarán”.
Hay casos curiosos. Conozco el de un colchonero que posee diez o quince casas. Es rico hasta decir basta. El hijo se desgarró. Ahora es un borrachín. A veces, cuando está en curda, asoma la cabeza entre los colchones y le grita al padre, que está cardando lana:
-¡Cuando revientes, con tu plata los voy a vestir de colorado a todos los borrachos de Flores! Y las casitas, ¡las vamos a convertir en vino!
Se explican estas monstruosidades. ¡Claro! La relación entre estos pa­dres e hijos ha sido mucho más agria que entre un patrón exigente y un ope­rario necesitado. Y estos hijos están deseando que “reviente” el padre para malgastar en un año de haraganería la fortuna que él acumuló en cincuenta de trabajo odioso, implacable, tacaño.

martes, 19 de septiembre de 2017

GERLILIBROS: 19 DE SEPTIEMBRE DE 1921 NACE:PAULO FREIRE(Recife...

GERLILIBROS: 19 DE SEPTIEMBRE DE 1921 NACE: PAULO FREIRE(Recife...: 19 DE SEPTIEMBRE DE 1921 NACE: PAULO FREIRE (Recife, Brasil, 1921 - São Paulo, 1997) Pedagogo brasileño. Estudió filosofía en la Universi...

19 DE SEPTIEMBRE DE 1911 NACE : WILLIAM GOLDIN


19 DE SEPTIEMBRE DE 1911 NACE:

WILLIAM GOLDIN

(William Gerald Golding; Saint Columb Minor, 1911 - Perranarworthal, 1993) Narrador y ensayista británico, premio Nobel de Literatura en 1983. Golding es el novelista alegórico por excelencia que intenta mostrar las dificultades (a veces la imposibilidad) que encuentra el hombre moderno para cumplir las normas elementales de la ley natural.

William Golding

Recibió durante su infancia y juventud una sólida formación humanista y literaria que lo influyó para los temas posteriores de sus novelas. En 1935, cuando ya era profesor de la Bishop Wandsworths School, en Salisbury, publicó un correcto volumen de poemas. Estudió en la Universidad de Oxford, se alistó en la Marina durante la Segunda Guerra Mundial, participó en el desembarco de Normandía y terminada la contienda se dedicó más seriamente a la literatura.

Su primera novela, El señor de las moscas, es una de las obras más populares de la literatura inglesa contemporánea; publicada en 1954, tuvo un gran éxito y fue considerada inmediatamente como una de las alegorías más extraordinarias de la narrativa contemporánea. En ella se cuenta la historia de un grupo de niños que, a raíz de un accidente de aviación donde murieron todos los adultos, desembarcan en una isla desierta. La novela va describiendo la gradual transformación de los escolares desde un estado casi adánico de primitiva inocencia hasta la instrumentación más refinada del Mal. Los niños van creando una sociedad a su propio estilo y terminan en una organización tiránica y perversa regida por los más fuertes. La alegoría dibuja pacientemente dicha conversión, que ocurre desde los valores civilizados occidentales hasta la degradación tribal más abyecta.

Por lo general, el estilo o poética del autor se sustentó en la revelación de la parte más oscura del ser humano y en el análisis de la civilización occidental, descubriendo el manto de hipocresía o, peor aún, la inevitable naturaleza del Mal. Su fama se duplicó con las versiones cinematográficas, entre ellas la de Peter Brook en 1963. La alegoría narrativa de Golding se amplificó hasta la historia: puede ser leída como una reflexión metafísica del ser humano o como una evaluación del fascismo contemporáneo.

A esta gran novela le siguieron otras con temas parecidos, siempre presididas por un análisis de la condición tenebrosa del ser humano. Los herederos (1955) narra el exterminio del hombre de Neandertal por el homo sapiens. La catedral (1964) es un relato acerca de la construcción de la aguja de una catedral, labor humanista que lleva sin embargo a la traición y el asesinato.

Más adelante publicó su trilogía Ritos de paso (1980), ganadora del Booker Price, Barrios cerrados (1987) y Fuego en las entrañas (1989), donde cuenta historias relacionadas con el mar. Escribió dos volúmenes de ensayos: Puertas ardientes(1965) y Un blanco móvil (1982). Su última novela, La lengua secreta, fue publicada en 1995, y en ella, tomando la Grecia antigua como contexto, describió la ascensión del poder romano y el declive de la cultura helénica. La prosa de Golding es irónica, clásica y refinada, y sustenta en el desarrollo gradual de los argumentos su magia narrativa. La transparencia alegórica de su obra atrae tanto a jóvenes como a adultos, lo que lo convierte en un clásico.

sábado, 16 de septiembre de 2017

16 SEPTIEMBRE (1976)
NOCHE DE LOS LÁPICES
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En la llamada "Noche de los Lápices", por orden del general Ramón Camps, las fuerzas de seguridad secuestran a diez estudiantes secundarios, en su mayoría militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios. Trasladados por diversos centros de detención y salvajemente torturados, cuatro podrán salir con vida, quedando a disposición del Poder Ejecutivo. Los jóvenes asesinados y desaparecidos fueron Claudio de Acha, de 16 años; Daniel Alberto Racedo, de 18, Horacio Angel Ungaro, de 17, María Clara Ciocchini, de 18 años, María Claudia Falcone y Francisco López Muntaner, ambos de 16 años. Años después, este hecho será conocido por la opinión pública gracias a las denuncias de los sobrevivientes Pablo Díaz, Emilce Moler y Gustavo Calotti. El 14 de mayo de 1998 la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sanciona
con fuerza de Ley que se establece la fecha del 16 de Setiembre, en conmemoración a "La Noche de los Lápices¨, como Día de los Derechos del Estudiante Secundario, el cual quedará incorporado al calendario escolar de cada ciclo lectivo.
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martes, 12 de septiembre de 2017

CÉSAR VALLEJO

El momento más grave de la vida

Un hombre dijo:
-El momento más grave de mi vida estuvo en la batalla del Marne cuando fui herido en el pecho.
Otro hombre dijo:
-El momento más grave de mi vida, ocurrió en un maremoto de Yokohama, del cual salvé milagrosamente, refugiado bajo el alero de una tienda de lacas.
Y otro hombre dijo:
-El momento más grave de mi vida acontece cuando duermo de día.
Y otro dijo:
-El momento más grave de mi vida ha estado en mi mayor soledad.
Y otro dijo:
-El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú.
Y otro dijo:
-El momento más grave de mi vida es el haber sorprendido de perfil a mi padre.
Y el último hombre dijo:
-El momento más grave de mi vida no ha llegado todavía.

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ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...