sábado, 6 de diciembre de 2014

Néstor Perlongher

Hay cadáveres

Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres

En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres

En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres

En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres

En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja por la
ventana del barquillo con bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres

Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa...
Hay Cadáveres

Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía, disimuladamente, al
espejuelo, en la
correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas arriba
de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin embargo, en
esa c... que, cómo se escribía? c... de qué?, más,
Con Todo
Sobretodo
Hay Cadáveres

En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la menea de la que
se lagarta en esa yedra, inerme en el despanzurrar de la que no se abriga,
apenas, sino con un saquito, y en potiche de saquitos, y figurines
anteriores, modas pasadas como mejas muertas de las que
Hay Cadáveres

Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano: en la colilla
de los pantalones que se enchastran, símilmente; en el ribete de la cola
del tapado de seda de la novia, que no
se casa
porque su novio ha....................!
Hay Cadáveres

En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay Cadáveres

Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las
campesinas
agasajan sus fiolos, en los
fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como
a escondidas, con la bombacha llena; en la humedad de esas bolsitas,
bolas, que se apisonan al movimiento de
de los de
Hay Cadáveres

Parece remanido: en la manea
de esos gauchos, en el pelaje de
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
de ese gaucho, el olor a matorra de ese juiz
Hay Cadáveres

Ay, en el quejido de esa corista que vendía 'estrellas federales'
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con una botella
de whisky 'Russo' llena de vidrio en los breteles, en
ésos, tan delgados,
Hay Cadáveres

En la finura de la modistilla que atara cintas de un buraco hubiere
En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
las uñas salitrosas, en las mismas
cutículas que ella abre, como en una toilette;
en el tocador, tan ...indeciso..., que
clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y en los
cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza que se
derrumba, oui
Hay Cadáveres

Yes, en el estuche de alcanfor del pecho de esa
¡bonita profesora!
Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita pro /> Verrufas, alforranas (de teflón). macanos muermos: cuando sin... acribi-
lla, acrisola, ángeles minados de peces espadas, millas acneicas, o sólo
adolescentes, doloridas del dedo de un puntapié en las várices, torreja
de ubre, percal crispado, romo clít...
Hay Cadáveres

En el país donde se juega el molinero
En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado, y donde
todas las Ocupaciones tienen nombre...
En las regiones donde una piruja voltea su zorrito de banlon, la hueles
desde lejos, desde antaño
Hay Cadáveres

En la provincia donde no se dice la verdad
En los locales donde no se cuenta una mentira
—Esto no sale de acá—
En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en la
bragueta del que orina —esto no va a parar aquí—, contra los
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y Esmeraldas,
Hay Cadáveres

Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
le abren el c... para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada,
de un camarín donde...
Hay Cadáveres

Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella era una oveja
hecha rabona, donde la perra
la cagó, donde la puerca
dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos almizclados,
lo sedujo,
Hay Cadáveres

Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre
un bombachón de muñequera, como en
cáliz borboteante —los retazos
de argolla flotaban en la 'Solución Humectante' (método agua
por agua),
ella se lo tenía que contar:
Hay Cadáveres

El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados:
Hay Cadáveres

La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas
La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una 'calada'
El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape
de una Kombi,
Hay Cadáveres

La despeinada, cuyo rodete se ha raído
por culpa de tanto 'rayito de sol', tanto 'clarito';
La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de
un taxi;
La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse para no ver lo que veía:
Hay Cadáveres

La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacha pasándole un
buen punto;
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
discreto que no mostrara nada
—y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase—; la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse táctilmente en los telares —y daba esa textura acompasada... lila...
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
Hay Cadáveres

La que hace años que no ve una pija
La que se la imagina, como aterciopelada, en un cuna (o cuña)
Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
donde los
vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le tomaron
los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una profeso-
ra...)
Hay Cadáveres

Era ver contra toda evidencia
Era callar contra todo silencio
Era manifestar contra todo acto
Contra toda lambida era chupar
Hay Cadáveres

Era: 'No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
cuenta'
O- 'No le vayas a contar que los vimos porque a ver si se lo toma
a pecho'
Acaso: 'No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta'
Aún: 'Hoy asaltaron a una vaca'
'Cuando lo veas hace de cuenta que no te diste cuenta de nada
...y listo'
Hay Cadáveres

Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello
Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo,
como una corbata se avizora, pinche de plata, así
Hay Cadáveres

En el campo
En el campo
En la casa
En la Caza
Ahí
Hay Cadáveres

En el decaer de esta escritura
En el borroneo de esas inscripciones
En el difuminar de estas leyendas
En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de
la liga,
En ese puño elástico,
Hay Cadáveres

Decir 'en' no es una maravilla?
Una pretensión de centramiento′?
Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
muere al amanecer, y descompuesto de
El Túnel
Hay Cadáveres

Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo
de superficie frívola...?
Hay Cadáveres

Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste
a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo cruzaba la calle, una
viejita se cayó, por una biela, y los carruajes que pasaban, con esos
crepés tan anticuados (ya preciso, te dije, de otro pantalón blanco),
vos crees que se iban a detener, Fernando? Imagina...
Hay Cadáveres

Estamos hartas de esta reiteración, y llenas
de esta reiteración estamos.
Las damiselas italianas
pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las 'modelos' del partido polaco—
no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en
La Matanza!
Cholas baratas y envidiosas —cuya catinga no compite— en
Quilines!
Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda! Barracas!
Hay Cadáveres

Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género 'volante'!
NI
Hay Cadáveres

Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito!
Hay Cadáveres

Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres

Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres

—Todo esto no viene así nomás
—Por qué no?
—No me digas que los vas a contar
—No te parece?
—Cuándo te recibiste?
—Militaba?
—Hay Cadáveres?

Saliste Sola
Con el Fresquito de la Noche
Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito
Y
Hay Cadáveres

Se entiende? Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres

Yo soy aquél que ayer nomás…
Ella es la que…
Veíase el arpa…
En alfombrada sala...
Villegas o
Hay Cadáveres
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

No hay nadie? pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay Cadáveres.
LEONIDAS LAMBORGHINI
SI HAS PERDIDO...

Si has perdido tu nombre,
recobraremos la puntada de las calles
más solas
para llamarte sin nombrarte.
Si has perdido tu casa,
despistaremos a los guardianes de la
cárcel
hasta dejarlos con su sombra y sin sus
muros.
Si has perdido el amor,
publicaremos un gran bando de palomas
desnudas
para atrasar la vida y darte tiempo.
Si has perdido tus límites,
recorreremos el cruento laberinto
hasta alzar otra forma desde el fondo.
Si has perdido tus ecos o tu origen,
los buscaremos, pero hacia adelante,
en el templo final de los orígenes.
Solamente si has perdido tu pérdida,
cortaremos el hilo
para empezar de nuevo.

viernes, 5 de diciembre de 2014

LORD BYRON (1788-1824)
EL GIAOUR

Pero antes, sobre la tierra, como vampiro enviado,
tu cadáver del sepulcro será exiliado;
entonces, lívido, vagarás por el que fuera tu hogar,
y la sangre de los tuyos has de arrancar;
allí, de tu hija, hermana y esposa,
a media noche, la fuente de la vida secarás;
Aunque abomines aquel banquete, debes, forzosamente,
nutrir tu lívido cadáver andante,
tus víctimas, antes de expirar,
en el demonio a su señor verán;
maldiciéndote, maldiciéndose,
tus flores marchitándose están en el tallo.
Pero una que por tu crimen debe caer,
la más joven, entre todas, la más amada,
llamándote padre, te bendecirá:
¡esta palabra envolverá en llamas tu corazón!
Pero debes concluir tu obra y observar
en sus mejillas el último color;
de sus ojos el destello final,
y su vidriosa mirada debes ver
helarse sobre el azul sin vida;
con impías manos desharás luego
las trenzas de su dorado cabello,
que fueron bucles por ti acariciados
y con promesas de tierno amor despeinados;
¡pero ahora tú lo arrebatas,
monumento a tu agonía!
Con tu propia y mejor sangre chorrearán
tus rechinantes dientes y macilentos labios;
luego, a tu lóbrega tumba caminarás;
ve, y con demonios y espíritus delira,
hasta que de horror estremecidos, huyan
de un espectro más abominable que ellos.

5 DE DICIEMBRE DE 1925 MUERE WLADYSLAW REYMONT

5 DE DICIEMBRE DE 1925 MUERE
WLADYSLAW REYMONT
(Wladyslaw Stanislaw Reymont; Kobiele-Wielkie, 1867 - Varsovia, 1925). Novelista polaco, premio Nobel de literatura en 1924.
cuya obra indagó en la historia y el mundo rural de su país. Hijo de un organista de iglesia, no acabó siquiera los estudios primarios y alternó los más diversos oficios y actividades (actor, ferroviario, hermano lego en un monasterio) antes de dedicarse a la literatura, no sin haber conocido previamente las principales capitales europeas.
Esa experiencia vital le permitió retratar después muy diferentes ambientes y estratos sociales en sus obras, de inspiración realista. Comenzó escribiendo novelas cortas, las primeras de ellas inspiradas en la dura vida campesina, como ocurre con La perra (1893) y La muerte (1894). En La comediante (1896) y Fermentos (1897), más complejas, se adentra en los avatares de las compañías teatrales ambulantes y la bohemia.
En 1899 obtuvo gran éxito con La tierra prometida, ambiciosa novela en torno a la aparición de un gran centro industrial en una pequeña localidad y a las consecuencias de tal fenómeno, por la que desfila toda una galería de personajes, desde los grandes industriales hasta los obreros, y en la que fustiga particularmente a los nuevos ricos y manifiesta algunas opiniones antisemitas.
Su gran obra, sin embargo, es Los campesinos (1904-1909), una tetralogía de inspiración naturalista en la que ensalza la vida primitiva y vinculada a la tierra de las gentes del campo, sometidas al curso cíclico de las estaciones, que determinan su comportamiento y su carácter. En ella, el autor pone el acento en los contrastes sociales entre terratenientes y campesinos, con particular atención a la dependencia de los factores económicos, al tiempo que glorifica el patriotismo y la presencia abrumadora de la naturaleza. Reymont escribió también una trilogía histórica, El año 1794 (1913-1918), cuyos resultados no justificaron, no obstante, el esfuerzo y la ilusión que puso en ella.

5 DE DICIEMBRE DE 1870 MUERE ALEXANDRE DUMAS

5 DE DICIEMBRE DE 1870 MUERE
ALEXANDRE DUMAS
(Alejandro Dumas padre; Villers-Cotterêts, Francia, 1802 - Puys, id., 1870) .Novelista francés.
Hijo de un general del ejército francés que dejó a su familia prácticamente en la ruina al morir, en 1806, Alexandre Dumas tuvo que abandonar pronto sus estudios. Llegó a París en 1823, tras una primera experiencia como pasante de abogado, lleno de ambiciones literarias. Gracias a su puesto de escribiente para el duque de Orléans, que obtuvo por recomendación del general Foy, consiguió completar su formación de manera autodidacta.
Desde 1825, editó poemas y relatos largos, y representó vodeviles en teatros de variedades, pero el verdadero inicio de su carrera como dramaturgo se produjo en 1829, con Enrique III y su corte, primera manifestación de la nueva generación literaria romántica, anticipándose un año al Hernani, de Victor Hugo. Antony, en 1831, marcó los principios de una etapa de creación infatigable de dramas, tragedias y melodramas, casi todos de exaltación de la historia nacional de Francia.
Gran admirador de Walter Scott, a partir de 1832 escribió también novelas históricas, aprovechando el auge del género propiciado por su publicación por entregas en los periódicos. A pesar del poco éxito de sus primeras novelas, la aparición de Los tres mosqueteros, en 1844, significó su salto a la fama. Las sumas ingentes de dinero que se le ofrecían, dada la creciente demanda de sus novelas por parte del público, motivaron una verdadera explosión en la producción de Dumas. Trabajando incontables horas al día, y con la ayuda de varios colaboradores, entre los que destacó el historiador Auguste Maquet, con quien trabajó de 1839 a 1851, llegó a producir ochenta novelas, de desigual calidad. La mayoría de ellas pertenecen al género histórico o al de aventuras, en el que destaca sin duda El conde de Montecristo.
La escasa profundidad psicológica de los personajes se ve ampliamente compensada por una exuberante inventiva a la hora de crear las intrigas, y por el perfecto dominio de los diálogos, siempre ágiles y vivaces. Sin duda, éste fue el motivo de que sus obras fueran frecuentemente trasladadas al teatro. Con este fin fundó en 1847 el Théâtre Historique, en París, empresa que cuatro años más tarde quebró a causa de las deudas contraídas, a pesar del éxito obtenido.
La vitalidad enorme de Dumas le llevó a probar todos los géneros de la literatura y, si bien es cierto que sus ensayos históricos no tuvieron mucha relevancia, la serie de sus Impresiones de viaje (1835-1859), en cambio, lo convirtió en el primer maestro del gran reportaje. Realizó una breve incursión en el universo político; fue nombrado capitán de la Guardia Nacional parisina, pero se enemistó con Luis Felipe, y, tras un estrepitoso escándalo en las Tullerías, rechazó el nuevo régimen y volvió a la literatura. Tras dos fracasos electorales sucesivos, en marzo y junio de 1848, en 1851, huyendo más de sus acreedores que de Luis Napoleón, se exilió en Bélgica, donde redactó sus apasionantes y pintorescas memorias, y compuso nuevas novelas de aventuras.
Regresó a Francia en 1853 y fundó la revista satírica El mosquetero, que se transformó, en 1857, en El Monte-Cristo. Ante la continua censura de Napoleón III, abandonó de nuevo Francia y se sumó a la expedición de Garibaldi en Sicilia, en 1860. Se encargó de comprar armas para el revolucionario italiano y se instaló, durante cuatro años, en Nápoles, donde Garibaldi lo nombró conservador del museo de la ciudad. Enemistado con el cardenal Francesco Zamparini, fue expulsado por los napolitanos, e impulsó en París nuevos intentos periodísticos, que abortaron al poco tiempo.
Arruinado, vivió los últimos años de su vida a costa de su hijo Alexandre Dumas, también escritor, y de su hija, Madame Petel. Pretendía haber escrito más de mil doscientas obras, y, aunque sin duda exageraba la cifra, dejó unos trescientos libros y numerosísimos artículos, que hicieron de él uno de los autores románticos más prolíficos y populares de Francia.

jueves, 4 de diciembre de 2014

ANTONIN ARTAUD
Carta al Señor Legislador de la Ley sobre Estupefacientes

Señor legislador de la ley 1916 aprobada por el decreto de Julio de 1917 sobre estupefacientes, eres un castrado.
Tu ley no sirve más que para fastidiar la farmacia mundial sin provecho alguno para el nivel toxicómano de la nación porque:

1º El número de los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias es ínfimo.
2º Los verdaderos toxicómanos no se aprovisionan en las farmacias.
3º Los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias son todos enfermos.
4º El número de de los toxicómanos enfermos es ínfimo en relación a los toxicómanos voluptuosos.
5º Las restricciones farmacéuticas de la droga no reprimirán jamás a los toxicómanos voluptuosos y organizados.
6º Habrá siempre traficantes.
7º Habrá siempre toxicómanos por vicio de forma, por pasión.
8º Los toxicómanos enfermos tienen sobre la sociedad un derecho imprescriptible que es el que se los deje en paz.

Es por sobre todo una cuestión de conciencia.
La ley sobre estupefacientes pone en manos del inspector-usurpador de la salud pública el derecho de disponer del dolor de los hombres; en una pretensión singular de la medicina moderna querer imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los balidos oficiales de la ley no tienen poder de acción frente a este hecho de conciencia; a saber, que más aún que de la muerte, yo soy el dueño de mi dolor físico, o también de la vacuidad mental que pueda honestamente soportar.


Lucidez o no lucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad me arrebatará jamás, es aquella que me dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez la medicina no tiene otra cosa que hacer sino darme las sustancias que me permitan recobrar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia ustedes son unos pedantes roñosos: hay una cosa que debieran considerar mejor; el opio es esta imprescriptible e imperiosa sustancia que permite retornar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido.
Hay un mal contra el cual el opio es soberano y este mal se llama Angustia, en su forma mental, médica, psicológica o farmacéutica, o como Uds. quieran.

La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los condenados.
La Angustia que la medicina no conoce.
La Angustia que vuestro doctor no entiende
La Angustia que quita la vida.
La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.

Por vuestra ley inicua ustedes ponen en manos de personas en las que no tengo confianza alguna, castrados en medicina, farmacéuticos de porquería, jueces fraudulentos, doctores, parteras, inspectores doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que es en mí tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno.
Temblores del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita a quien me mire, llegar a una evaluación de mi dolor más precisa, que aquella, fulminante, de mi espíritu..
Toda la azarosa ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el único juez de lo que está en mí.
Vuelvan a sus buhardillas, médicos parásitos, y tú también Legislador Moutonier, que no es por amor a los hombres que deliras; es por tradición de imbecilidad.
Tu ignorancia de aquello que es un hombre sólo es comparable a tu estupidez pretendiendo limitarlo. Deseo que tu ley recaiga sobre tu padre, sobre tu madre, sobre tu mujer y tus hijos, y toda tu posteridad. Y mientras tanto, soporto tu ley.
ANTONIN ARTAUD
Mensaje al Papa
No eres tú el confesionario, ¡oh Papa!, lo somos nosotros; compréndenos y que
los católicos nos comprendan.
En nombre de la Patria, en nombre de la Familia, impulsas a la venta de las
almas y a la libre trituración de los cuerpos.
Entre nuestra alma y nosotros mismos, tenemos bastantes caminos que transitar,
bastantes distancias que salvar, para que vengan a interponerse tus tambaleantes
sacerdotes y ese cúmulo de aventuradas doctrinas con que se nutren todos los castrados
del liberalismo mundial.
A tu dios católico y cristiano que - como los otros dioses - ha concebido todo el
mal:
1. Te lo has metido en el bolsillo.
2. Nada tenemos que hacer con tus cánones, index, pecados, confesionarios,
clerigalla; pensamos en otra guerra, una guerra contra ti, Papa, perro.
Aquí el espíritu se confiesa al espíritu.
De la cabeza a los pies de tu mascarada romana, triunfa el odio a las verdades
inmediatas del alma, a esas llamas que consumen el espíritu mismo. No hay Dios, Biblia
o Evangelio, no hay palabras que detengan al espíritu.
No estamos en el mundo. ¡Oh Papa confinado en el mundo!, ni la tierra ni Dios
hablan de ti.
El mundo es el abismo del alma, Papa contrahecho, Papa ajeno al alma; déjanos
nadar en nuestros cuerpos, deja nuestras almas en nuestras almas; no necesitamos tu
cuchillo de claridades.

Premian hoy a la escritora del humor y la crueldad

Premian hoy a la escritora del humor y la crueldad

miércoles, 3 de diciembre de 2014

ENRIQUE CADÍCAMO
Pompas de jabón
Música: Roberto Emilio Goyeneche.
Tango – 1925

Pebeta de mi barrio, papa, papusa,
que andás paseando en auto con un bacán,
que te has cortado el pelo como se usa,
y que te lo has teñido color champán.
Que en los peringundines de frac y fuelle
bailás luciendo cortes de cotillón,
y que a las milongueras, por darles dique,
al irte con tu camba, batís allon.

Hoy tus pocas primaveras
te hacen soñar en la vida
y en la ronda pervertida
del nocturno jarangón,
soñás en aristocracias
y derrochás tus abriles…
¡Pobre mina, que entre giles,
te sentís Mimí Pinsón…!

Pensá, pobre pebeta, papa, papusa,
que tu belleza un día se esfumará,
y que como las flores que se marchitan
tus pobres ilusiones se morirán.
El mishé que te mima con sus morlacos
el día menos pensado se aburrirá
y entonces como tantas flores de fango,
irás por esas calles a mendigar…

Triunfás porque sos apenas
embrión de carne cansada,
y porque tu carcajada
es dulce modulación.
Cuando implacables, los años,
te inyecten sus amarguras…
ya verás que tus locuras
fueron pompas de jabón.

3 DE DICIEMBRE DE 1999 MUERE ENRIQUE CADÍCAMO

 3 DE DICIEMBRE DE 1999      MUERE     
ENRIQUE CADÍCAMO
Poeta, autor teatral y compositor argentino nacido en General Rodríguez el 15 de julio de 1900 y fallecido en Buenos Aires el 3 de diciembre de 1999.
Su niñez transcurrió en torno a los barrios bonaerenses de Floresta, Barracas y San Juan de Flores, y tuvo la oportunidad de experimentar el ambiente nocturno de la célebre calle Corrientes, conocida como la Avenida del Tango. En 1918 el escritor Héctor P. Blomberg le animó a escribir un poemario, Canciones grises (1926). Además, Cadícamo pronto escribió El romance de dos vagos, su primer sainete con Germán Ziclis, y poco después, en 1924, hizo la letra para un tango del pianista Roberto Goyeneche titulado Pompas de jabón.
Su primer gran éxito se produjo con el tango "Compadrón", musicado por Anselmo Aitea y estrenado por la cantante Sofía Bozán en la ciudad de Rosario. Su eco fue tan grande que hasta Carlos Gardel se interesó en grabarlo desde Europa. Después vinieron otras canciones que le harían popular: "Che, Bartolo", con música de Rodolfo Sciamarella, y "Che, papusa oí", compuesta por Gerardo Matos Rodríguez.
En 1928 realizó su primer viaje a París. En el cabaret Florida de la capital francesa se produciría su primer encuentro con Carlos Gardel, del que más tarde llegaría a ser amigo personal y quien le solicitaría el permiso para grabar muchas de sus letras, como "Anclao en París", "De todo te olvidas", "Muñeca brava" o "Vieja recova". Tras su estancia en la capital francesa, Cadícamo residió en Nueva York, donde se sintió atraído por el mundo del celuloide. Tanto es así que al volver a Buenos Aires dirigió La Virgencita de Pompeya y, en Río de Janeiro, Noches cariocas (1935). En 1930 y junto a Félix Pelayo escribió otro sainete, Baba del diablo, y redactó libretos para varias revistas musicales.
En aquella época decidió formar un dúo con el pianista y compositor Juan Carlos Cobián. Fruto de esta colaboración son sus éxitos "La casita de mis viejos", "Nostalgias", "A pan y agua" y "Rubí", entre otros. Además colaboró con otros maestros del tango como Rosita Quiroga, en "Apología tanguera", y Aníbal Troilo en "Garúa" y en otros catorce temas. También puso música a varias de sus propias letras como "No vendrá", o "Mientras gime el bandoneón", siempre bajo los seudónimos de Rosendo Luna o Yino Luzzi.
Cadícamo cuenta con casi 1.300 canciones publicadas dadas a conocer por los grandes intérpretes en ritmos de tangos, valses y milongas. Asimismo, Cadícamo escribió los guiones cinematográficos para los largometrajes Nace un campeón (1951), La historia del tango y la biografía de su amigo Juan Carlos Cobián, que lleva por título El desconocido Juan Carlos Cobián (1972). Su hija, Mónica Cadícamo, se dedica al tango como cantante.
JAIME DÁVALOS
Juanito Laguna se salva de la inundación

Cuando lentamente viene la corriente
y asalta las islas,
aguas sublevadas de las marejadas
cubren la región.
En la correntada turbia y encrespada
van a la deriva,
entre la resaca, árboles que arranca
de cuajo el torrente, minuciosamente
se imponen las aguas de la inundación.

El islero siente resignadamente
que su pobre vida
queda acorralada como su ranchada
sobre un albardón,
su suerte está echada en esta anegada
soledad perdida,
en donde la lluvia de invierno diluvia
y la sudestada mantiene empacada
la furia inocente de la inundación.

Juanito Laguna, mirando la luna
que se hizo con agua
y las crestonadas que al norte en bandadas
emigrando van,
en su barro tierno de dolor eterno,
medroso presiente
que en aquel invierno vendrá la creciente
dejando sin rancho, desnuda la gente,
sembrando en las islas la devastación.

3 DE DICIEMBRE DE 1981 MUERE JAIME DÁVALOS

 3 DE DICIEMBRE DE 1981  MUERE
JAIME DÁVALOS
Jaime Dávalos es la más formidable catapulta de la mejor poesía y música del Noroeste a partir de la segunda mitad de los años cuarenta.
Nació en San Lorenzo, Provincia de Salta, el 20 de enero de 1921, y desde la cuna tenía el destino marcado: Su padre era Juan Carlos Dávalos, nada menos. Cursó estudios en su ciudad natal. Recorrió íntegramente su suelo patrio, de uno a otro confín, en contacto íntimo con la tierra y sus hombres.
Treinta y nueve años pasaron hasta que este salteño empezó a salir del velo del anonimato, aunque había empezado a publicar a los veintiseis. Y a partir de 1960 libros, y poesías, y cancioneros se sucedieron, y también los premios y los reconocimientos. Musicalmente se inició con la armónica pero al igual qeu sus seis hermanos, se inclinaría por el canto con guitarra. Entre fines del 50' y principios del 60' tuvo sus propios espacios en televisión: "El Patio de Jaime Dávalos" y "Desde el Corazón de la Tierra", éste último ganador del Martín Fierro otorgado por los periodistas de radio y televisión.
Formó una dupla inigualable con otro salteño, Eduardo Falú. Todos saben lo que salió de esa mezcla: la mejor letra con la mejor música. Y ganas de renovar el folklore, que por esos años ya sufría lo que sigue sufriendo hoy. Mal de muchos, consuelo de tontos. Junto con Manuel Castilla y Cuchi Leguizamón, los de estos dos salteños quedan grabados en el folklore serio de la época.
Cuentan que tocaba de oído la guitarra y el charango. Que, como buen poeta, nunca pudo estar mucho tiempo quieto y salió a buscar al país como dibujante, alfarero y titiritero. En cuál de esas tardes habrán nacido las obras maestras como Río de tigres, Zamba de la Candelaria o Las Golondrinas.
Jaime Dávalos tuvo siete hijos: de su primer matrmonio con Rosa, tuvo a Julia Elena (conocida cantante), Luz María, Jaime Arturo y Constanza. De su segundo matrimonio (con María Rosa Poggi) tuvo a Marcelo, Valeria y Florencia. Todos de alguna manera se mantuvieron ligados a la música y al arte, continuando la tradición de una familia de artistas.
Según el crítico René Vargas Vera, "Jaime Dávalos era una celebración de la vida, de la inventiva, de la libertad. Era báquico por la inspiración que le dictaba su inseparable vino; epicúreo por celebrar el goce espiritual de la creación; sibarita por su espíritu refinado; hedonista por amar los placeres de la vida"
Le debe haber quedado poco por vivir. Fallece en Buenos Aires el 3 de diciembre de 1981.
Ha reunido en varios libros su producción de escritor, entre los que citamos:
1947: Rastro seco (poemas, Salta)
1957: El nombrador (poemas y canciones, Buenos Aires, dos ediciones)
1959: Toro viene el río (relatos, Buenos Aires)
1959: Coplas y canciones o Poemas y canciones (Buenos Aires)
1960: Solalto
1962: Canciones de Jaime Dávalos
1967: La estrella
1974: Cantos rodados
1980: Cancionero
1987: Coplas al vino

martes, 2 de diciembre de 2014

MARQUÉS DE SADE LA MOJIGATA

       MARQUÉS DE SADE          
          LA MOJIGATA          

El señor de Sernenval, que rondaba los cuarenta años de edad, contaba con unas doce o quince mil libras de renta que gastaba con toda tranquilidad en París, y no ejercía ya la carrera de comercio que antaño había estudiado con miras a conseguir un cargo de regidor. Hacía algunos años había contraído matrimonio con la hija de uno de sus antiguos colegas, cuando ella tenía unos veinticuatro años. No había otra mujer con tanta frescura, con tanta lozanía y tan rellenita como la señora de Sernenval. Aunque no tuviera el físico de las Gracias, resultaba tan apetecible como la mismísima madre del amor, y aunque su apariencia no fuera precisamente el de una reina, emanaba de ella tanta voluptuosidad, con esos ojos tan amorosos y lánguidos, esa boca tan hermosa, esos senos tan redonditos y firmes, que era una de las mujeres más atrayentes de París.
Sin embargo, la señora de Sernenval, tan atractiva como era, adolecía de un defecto insoportable: una infinita mojigatería, una beatería irritante y una actitud tan ridículamente pudorosa que raramente su marido podía convencerla para que se dejara ver en público en su compañía. Tampoco era frecuente que accediera a pasar la noche con él, y cuando se dignaba a otorgarle este placer, lo hacía siempre con el máximo recato, vestida con un horrible camisón del que no se despojaba jamás. Únicamente le permitía la entrada a través de una abertura realizada artísticamente, a tal efecto, en el pórtico del Himeneo, y siempre con la condición de que no intentara ningún otro contacto ni tocamiento deshonesto.
Él respetaba con resignación los pudorosos límites que ella le imponía para evitar que montara en cólera, y por miedo a perder el favor de su mujer, a la que adoraba, aunque tanta mojigatería le resultaba ridícula; por eso, de vez en cuando, intentaba sermonearla.
-No es pasando todo el día en las iglesias, rodeada de curas, como una mujer honesta cumple con sus deberes matrimoniales. Lo primero de todo es atender a los de la propia casa. Harías más honor a los designios del eterno viviendo de forma honrada en el mundo real que enterrándote en las iglesias. Además, esos sementales de María son mucho más peligrosos que mis leales amigos, a los que tú evitas. Como te amo tanto me preocupan seriamente todas esas prácticas religiosas. ¿Y quién me asegura a mí que, en vez de acudir a los altares de Dios, no caigas de vez en cuando en el blando lecho de algún levítico? Esos bribones son de lo más dañino: hablando de Dios es como seducen a nuestras mujeres y a nuestras hijas, y en su nombre nos deshonran y engañan. Todos te consideran un modelo de virtudes, y yo también lo creo ¿pero qué pruebas tengo de que realmente seas digna de esa reputación? Con más facilidad lo creería si te viera salir airosa de los intentos de seducción de otros hombres, pues la esposa que no corre nunca ningún riesgo, y que tan segura se siente de sí misma, se convierte en una víctima fácil.
Ante este tipo de sermones, la señora de Sernenval nunca respondía nada, ya que era evidente que la argumentación no tenía réplica alguna; pero se ponía a llorar, recurso muy común entre las mujeres enamoradas o débiles, y también entre las hipócritas. Ante esto, su marido no se atrevía a seguir.
Esta era la situación cuando un viejo amigo del señor de Sernenval vino desde Nancy con objeto de visitarlo, y también para resolver varios asuntos de negocios que tenía pendientes en la capital. Desportes, así se llamaba este vividor que tenía aproximadamente la misma edad de su amigo, no hacía ascos a ninguno de los placeres que la bienhechora naturaleza ofrece a los hombres para que olviden sus desdichas. Aceptó con agrado alojarse en la casa de Sernenval y se alegró mucho de verlo, aunque se extrañó ante la actitud de la mujer de éste, que desde el momento en que supo de la presencia del extraño se enclaustró en sus habitaciones y no se dejó ver ni a la hora de la comida. Desportes, pensando que su presencia le era incómoda, se ofreció a buscar otro alojamiento, pero su amigo le disuadió de ello y acabó por confesarle las ridiculeces de su bella esposa.
-Tenemos que perdonarla -le rogó el ingenuo esposo- ya que sus innumerables virtudes compensan estos pequeños defectos. Me atrevo a pedir tu comprensión, igual que ella tiene la mía.
-Por mi parte no hay problema -respondió Desportes-. Sabiendo que no se trata de nada personal contra mí, y teniendo en cuenta que es la mujer de quien tanto estimo, no veré en sus defectos más que respetables virtudes.
El señor de Sernenval abrazó a su amigo y desde entonces ya no se ocuparon más que de gozos y placeres.
Si no fuera por la estulticia de dos o tres cernícalos que desde hacía unos cincuenta años controlaban en París la prostitución, y en concreto la de un granuja español que astutamente ganaba cien mil escudos anuales con el negocio de la Inquisición, no cabe duda que dos dignos burgueses como éstos, soltero el uno y casado con una mojigata el otro, hubieran podido acudir con toda legitimidad a uno de los lupanares de la ciudad para divertirse un poco. Pero ya se había instaurado la grosera idea de que, para el buen gobierno de la Nación, era necesario que sus gentes diesen minuciosa cuenta de aquellas partes del cuerpo que más solazan al individuo, porque ello constituía uno de los resortes más efectivos del poder y uno de los pilares más seguros de la virtud. Se habían hecho creíbles ideas absurdas como, por poner un ejemplo, que el hombre al que le gusta admirar los pechos de una mujer es un canalla, pero el que se limita a observar la curva de una cadera sigue siendo un hombre honrado; ocurría, además, que a quien cayera en una de las categorías consideradas como inaceptables, según la moda, se le consideraba el peor enemigo del Estado. Y como este tipo de grotescas infamias logran realmente congelar el deseo de los ciudadanos, al señor de Sernenval ni se le pasó por la cabeza proponer a su amigo semejantes actividades licenciosas.
Dándose cuenta de ello, aunque sin comprender del todo los motivos, Desportes le preguntó por qué se había brindado a gozar con él de todos los placeres de la capital, pero ni siquiera se había atrevido a mencionar éstos. Sernenval aludió a la inoportunas actividades de la Inquisición, pero su amigo se rió y afirmó que con total seguridad, a pesar de todos los informes, listas de alcahuetes y demás actividades disuasorias, él quería ir a cenar con unas prostitutas.
-De acuerdo -respondió el señor de Sernenval-. Para que veas cuál es mi manera de pensar, yo mismo te procuraré estos placeres, pero espero que lo comprendas: por el lazo sentimental que me une a mi esposa, a la que no deseo traicionar, yo me abstendré de ellos.
Desportes se mofó un poco de la actitud de su amigo, pero al comprobar lo inflexible que era en su decisión, lo aceptó y salieron. La popular madame S. fue la sacerdotisa en cuyo templo pensó el señor de Sernenval inmolar a su amigo.
-Necesitamos una mujer honrada y en la que podamos confiar, -le explicó-, ya que mi amigo, al que te pido que atiendas con la mayor solicitud, está pasando una temporada en París y no le gustaría tener que dar malas referencias cuando regrese a su provincia, ni que tú perdieras tu reputación allí. De modo que sé franca, y dinos si cuentas con la mujer adecuada para hacerle gozar con tranquilidad.
-Escucha -contestó madame S-. Sé perfectamente a quién tengo el honor de dirigirme, y no tengo por costumbre engañar a clientes de esta categoría, de modo que voy a hablar con claridad y a demostrarles que soy de fiar. Conozco a la mujer que necesitan; únicamente es necesario acordar el precio. Es una criatura adorable que los cautivará en cuanto la vean, lo que aquí llamamos “un bocado de monje”, y ya saben que entre ellos se encuentran nuestros mejores clientes. Hace tres días el obispo de M pagó por ella veinte luises, ayer el arzobispo de R cincuenta, y esta misma mañana he cobrado por ella otros treinta. A ustedes se la ofrezco por diez luises, para ganar su estima, pero será necesaria la máxima puntualidad en el día y en la hora; tiene un marido tan celoso que no tiene ojos sino para ella, y sólo dispone de algunos ratos en los que le es posible rehuir su vigilancia. De modo que no podrán retrasarse ni un solo minuto de la hora convenida.
Desportes regateó un poco. Jamás ninguna ramera había cobrado diez luises en toda la Lorena. Pero cuanto más insistía él en una rebaja, más ensalzaba madame S su mercancía, así que al fin aceptó.
El encuentro fue acordado para el día siguiente a las diez de la mañana, y la aventura duraría todo el día. Sernenval decidió acompañarlo, pero con la intención de irse pronto y dedicar el resto de la jornada a otras tareas más urgentes. A la hora convenida los dos amigos se presentaron en la casa de citas. La diosa a la que Desportes iba a ofrecerse en sacrificio esperaba allí, en una alcoba levemente iluminada por una luz tenue y voluptuosa.
-Dichoso hijo del amor -dijo el señor de Sernenval, empujando a su amigo hacia el templo- acude presto a los sensuales brazos que te aguardan. Ya me contarás luego, y yo me alegraré infinitamente de tu felicidad. Además, como no sentiré celos de ninguna clase, mi alegría será mucho más pura.

Más de tres horas duró el homenaje, hasta que Desportes por fin salió asegurando que jamás había probado nada parecido, porque ni la mismísima Venus le hubiera podido hacer gozar así.
-¿Dices que es deliciosa? -preguntó Sernenval un tanto acalorado.
-¿Deliciosa? No hay palabras para explicarte ni remotamente cómo es. No hay pincel que pueda describir la voluptuosidad de sensaciones en la que me he visto inmerso. Aparte de los encantos que le ha otorgado la naturaleza, cuenta con un arte tan sensual que aún me siento trasportado. Pruébalo... pruébalo, amigo mío, por favor, y tendrás que reconocer que no hay otra como ella en todo París.
Sernenval se mantuvo firme, pero como se le había despertado cierta curiosidad, pidió a madame S que hiciera pasar a la joven por delante de él cuando saliera de la alcoba. Y así fue. Pero cuando salió la diosa, con un porte orgulloso y altivo... ¡Por Dios! ¡Qué cara se le puso al señor de Sernenval cuando reconoció a su mujer! Era ella... esa mojigata que ni tan siquiera se dejaba ver por los amigos de su esposo, allí, prostituyéndose en una casa de lenocinio.
-¡Canalla! -gritó lleno de furia, pero ya no logró alcanzar a su traicionera esposa que, al verse en evidencia, salió huyendo.
En un estado de agitación indescriptible, Sernenval fue a pedirle cuentas a madame de S; ella le pidió excusas, pero le aseguró que aquella mujer llevaba ya más de diez años trabajando en aquella casa. Desde hace más de diez años, es decir, desde mucho antes de la boda con él.
-¡Esa malvada mujerzuela! -musitó entre sollozos el desventurado esposo, a quien su amigo trataba de consolar en vano-. Pero es mejor así, desprecio es lo único que merece y el mío la cubrirá para siempre. Sin embargo, con esta experiencia cruel he aprendido algo: que jamás se debe juzgar la virtud de las mujeres tomando como referencia su máscara de hipocresía.
Sernenval volvió a su casa, y nunca más volvió a ver a su virtuosa esposa; esa ramera indecente había tomado su propio camino, lo cual a él no le preocupó en absoluto. Desportes se despidió al día siguiente, no deseando imponer su presencia en semejante situación. El desafortunado Sernenval quedó solo, destrozado, lleno de odio y de dolor, y comenzó a redactar un escrito contra las esposas hipócritas que nunca sirvió para corregir a las mujeres de su doblez y que ningún hombre leyó jamás.

FIN




2 DE DICIEMBRE DE 1814 MUERE EL MARQUÉS DE SADE

2 DE DICIEMBRE DE 1814 MUERE
EL MARQUÉS DE SADE
Donatien-Alphonse-François, marqués de Sade; París, 1740 - Charenton, Francia, 1814 Escritor y filósofo francés.
Conocido por haber dado nombre a una tendencia sexual que se caracteriza por la obtención de placer infligiendo dolor a otros (el sadismo), es el escritor maldito por antonomasia.
De origen aristocrático, se educó con su tío, el abate de Sade, un erudito libertino y volteriano que ejerció sobre él una gran influencia. Alumno de la Escuela de Caballería, en 1759 obtuvo el grado de capitán del regimiento de Borgoña y participó en la guerra de los Siete Años. Acabada la contienda, en 1766 contrajo matrimonio con la hija de un magistrado, a la que abandonó cinco años más tarde.
En 1768 fue encarcelado por primera vez acusado de torturas por su criada, aunque fue liberado al poco tiempo por orden real. Juzgado y condenado a muerte por delitos sexuales en 1772, consiguió huir a Génova. Regresó a París en 1777, donde fue detenido a instancias de su suegro y encarcelado en Vincennes.
En 1784 fue trasladado a la Bastilla y en 1789 al hospital psiquiátrico de Charenton, que abandonó en 1790 gracias a un indulto concedido por la Asamblea surgida de la Revolución de 1789. Participó entonces de manera activa en política, paradójicamente en el bando más moderado. En 1801, a raíz del escándalo suscitado por la publicación de La filosofía del tocador, fue internado de nuevo en el hospital psiquiátrico de Charenton, donde murió.
Escribió la mayor parte de sus obras en sus largos períodos de internamiento. En una de las primeras, el Diálogo entre un sacerdote y un moribundo (1782), manifestó su ateísmo. Posteriores son Los 120 días de Sodoma (1784), Los crímenes del amor (1788), Justine (1791) y Juliette (1798).
Calificadas de obscenas en su día, la descripción de distintos tipos de perversión sexual constituye su tema principal, aunque no el único: en cierto sentido, Sade puede considerarse un moralista que denuncia en sus trabajos la hipocresía de su época. Su figura fue reivindicada en el siglo XX por los surrealistas.

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