sábado, 26 de julio de 2014

26 JULIO 1953
Más de un centenar de jóvenes cubanos liderados por Fidel Castro asaltan el Cuartel Moncada
En Santiago de Cuba activistas opositores a la dictadura de Fulgencio Batista dirigidos por el joven abogado y dirigente estudiantil Fidel Castro, asaltan la fortaleza de Moncada y el cuartel Carlos Manuel Céspedes de Bayamo. Otro grupo, encabezado por Abel Santamaría, toma el Hospital Civil, mientras que diez hombres que responden a Raúl Castro ocupan el Palacio de Justicia. La audaz operación, que resultó fallida, fue el comienzo de la lucha que acabaría el 1 de enero de 1959, cuando el Movimiento 26 de Julio entrara triunfante en la ciudad de La Habana, dando comienzo a la revolución cubana.
Roberto Arlt

(Buenos Aires, 1900 - 1942) Escritor y periodista argentino, una de las figuras más singulares de la literatura rioplatense. Autodidacta, lector de Nietzsche y de la gran narrativa rusa (Dostoievski, Gorki) y vinculado a principios de la década del veinte con el progresista y didáctico Grupo de Boedo, se le considera el introductor de la novela moderna en su país, aunque su reconocimiento no le llegó hasta los años cincuenta.

El Grupo de Boedo tomó su nombre de una calle de los suburbios proletarios de Buenos Aires. En oposición a las tendencias estéticas más formales del Grupo de la Florida, en el cual desempeñaron un papel determinante primero Ricardo Güiraldes y después Jorge Luis Borges, el Grupo de Boedo constituía una corriente literaria comprometida en la crítica de la sociedad, siendo decisiva para su concepción artística la influencia de Dostoievski, tanto en la elección de los temas como en la visión del mundo, sobre todo en la concepción del destino del hombre.

Roberto Arlt se crió en una humilde familia de inmigrantes: su padre era alemán y su madre, una triestina imaginativa y sensible, le recitaba versos de Dante y de Torquato Tasso. Abandonó su hogar cuando era un adolescente a causas de disputas con su padre. Hizo estudios elementales, pero frecuentó las bibliotecas de barrio, donde se inició desordenadamente en la lectura de R. Kipling, E. Salgari, J. Verne, R. L. Stevenson y J. Conrad, entre otros, a la vez que desempeñaba diversos oficios: dependiente de librería, aprendiz de hojalatero, mecánico y vendedor de artículos varios.

Ya casado se trasladó a Córdoba, pero el fracaso en su intento de mejorar la situación económica le obligó a regresar con su familia a Buenos Aires: traía consigo el manuscrito de El juguete rabioso. En la capital trabajó como periodista e inventor. En la Revista Popular publicó su primer cuento, Jehová, al que le siguió un ensayo, Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires. Luego colaboró en Patria, periódico nacionalista de derechas, pero dos años después pasó a publicaciones de signo opuesto como Extrema Izquierda y Última Hora. Tras varios intentos logró publicar en la revista Proa dos capítulos de su novela El juguete rabioso (1926), que llegaría a considerarse un hito en la literatura argentina.

El periodismo fue, para Arlt, el medio principal de subsistencia. En 1927 ya era cronista policial en Crítica y un año después pasó a ser redactor del diario El Mundo. Allí aparecieron sus cuentos El jorobadito y Pequeños propietarios. Su columna Aguafuertes porteñas (1933), en la que arrojaba una mirada incisiva sobre la ciudad y sus habitantes, le dio gran popularidad: eran textos llenos de ironía y mordacidad, retratos de tipos y caracteres propios de la sociedad porteña. Dio a conocer artículos, cuentos y adelantos de novelas desde las páginas de las revistas Claridad, El Hogar, Azul y Bandera Roja. Resultado de su labor como corresponsal en Europa y África son Aguafuertes españolas (1936) y El criador de gorilas (1941), cuentos de tema "oriental".

Para muchos su obra más acabada es Los siete locos (1929), una inquietante novela sobre la impotencia del hombre frente a la sociedad que lo oprime y lo condena a traicionar sus ideales. La novelística de Arlt incluye también Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932). La colección de cuentos El jorobadito (1933) reitera la temática de sus novelas: la angustia, la humillación y la hipocresía de la sociedad burguesa.

Arlt protagonizó un intento de renovación del teatro argentino a través de Trescientos millones (1932), a la que siguieron otras siete piezas dramáticas, Piedra de fuego (1932), Saverio el cruel, El fabricante de fantasmas (1936), La isla desierta (1937), África (1938), La fiesta del hierro (1940) y El desierto entra a la ciudad (1941), presentadas casi todas en el Teatro del Pueblo que dirigía L. Barletta.

Aunque conoció el éxito y fue leído masivamente, los sectores académicos criticaban sus incorrecciones sintácticas. A finales de los años cincuenta su obra comenzó a ser reivindicada como uno de los mayores logros de la literatura argentina. El estilo arltliano se caracteriza por frases cortadas o desestructuradas y por la incorporación de jergas y barbarismos. Su obra refleja la frustración de las clases populares urbanas durante la crisis que culminó en 1930: sus personajes son a menudo marginales que atraviesan situaciones límite; el mundo cotidiano de la gran ciudad aparece vinculado con un universo enrarecido, sórdido y hasta fantástico.

A Arlt nunca le interesó mantenerse dentro del "buen gusto", ni se privó de utilizar ninguna herramienta al alcance de su escritura que fuera eficaz para retratar la realidad de un modo descarnado; por ello algunos de sus libros causaron revuelo y escándalo. La "desprolijidad" de su escritura, los "errores ortográficos" que se le imputaban, quedan reducidos a meros detalles anecdóticos a la hora de evaluar una obra que ocupa un lugar esencial dentro de la literatura argentina del siglo XX, justamente por la fuerza de un estilo y de unos argumentos ajenos a toda voluntad estetizante, característicos de otras corrientes dominantes en la literatura nacional. En el prólogo a Los lanzallamas (que suele ser considerado como una manifestación esencial y definitiva de sus ideas en torno a la labor literaria), Roberto Arlt defiende su papel de creador frente al establishment, al tiempo que critica con dureza el sistema de reconocimiento y promoción cultural de la época.

La obra de Arlt ha sido vista como un espacio de confluencia de los discursos más significativos de su tiempo: desde las utopías socialistas y anarquistas de las primeras décadas del siglo XX a la subsiguiente irrupción de los proyectos totalitarios (especialmente, el nazismo y el fascismo), así como un amplio repertorio de saberes vinculados a las ciencias ocultas. En su novela Los siete locos, este último aspecto se evidencia con mayor contundencia, a través de los sueños y las fantasías que encarnan en sus personajes y que se vinculan con toda una iconografía ocultista.

En la casi totalidad de sus obra, el autor presenta unos personajes (las más de las veces desclasados, marginales, humillados) que se enfrentan, en notoria situación de desventaja, con las perversas leyes de la sociedad burguesa. El robo, la traición o la decepción constituyen las preocupaciones temáticas en torno a las cuales gira el destino de los personajes de Arlt. Arlt retrató con exasperado realismo a la pequeña burguesía porteña, a emigrantes sin raíces y seres que bordeaban la marginación. Su primera novela, El juguete rabioso (1926), con abundantes elementos de inspiración autobiográfica, relata la difícil iniciación en la vida de Silvio Astier, un adolescente soñador de origen humilde cuyos fracasos le impulsan a una afirmación por la rebeldía y la delincuencia.

A esta obra siguió el díptico narrativo formado por Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931). Si en su primera novela se daba todavía algo parecido a una estructura y la escritura se sometía a ciertas convenciones literarias, el autor en estas dos nuevas novelas actúa con total libertad (en ocasiones, por ejemplo, no se sabe quién narra) y logra dar el adecuado tono de pesadilla que conviene a su asunto. Un antihéroe, Erdosain, acusado de desfalco y abandonado por su esposa, se asocia con el Astrólogo, insólito personaje que controla el inframundo social y que urde una conspiración para terminar con la sociedad capitalista y salvar a la humanidad. El reto a la sociedad fracasa y, atrapados en la falacia de una revolución irrealizable, los personajes quedan perdidos en su soledad y mueren o desaparecen.

Arlt renovó con originalidad el teatro en su país. Se inició en la escena en 1932 con Trescientos millones, "obra en un prólogo y tres actos", a la que le seguirían otras siete piezas dramáticas. Trescientos millones trata de una criada, seducida por el hijo de la casa, cuya triste existencia es sólo soportable gracias a los personajes del folletín y de cuentos de hadas que pueblan su mente. La mezcla de imaginación y realidad se percibe también en El fabricante de fantasmas (1936), sobre un dramaturgo que asesina a su esposa y reproduce el crimen en sus obras hasta ejecutar al fin la sentencia en sí mismo. En Saverio el Cruel (1936), la fantasía degenera en locura y muerte porque los personajes no logran hacer coincidir sus respectivas ensoñaciones.

El conjunto de la obra dramática de Arlt se caracteriza por su esencia fantástica y farsesca, aunque con desenlaces trágicos. Por otra parte, y al igual que en su narrativa, es siempre visible un trasfondo de crítica social. Sus personajes encarnan la proyección de deseos, vivencias, frustraciones, escrúpulos de conciencia o remordimientos, dentro de una estética que aproxima a las obras teatrales de Arlt a tendencias tales como el "teatro dentro del teatro", el "teatro del espejo" y el teatro grotesco.

Si en su narrativa la angustia aparece como motivación recurrente, en el teatro de Arlt el equivalente sería el "soñar despierto". Pero estos sueños se enfrentan con la dura realidad y se desvanecen bruscamente. De ahí que uno de los soportes que más predomina en su propuesta teatral sea el del imprevisto, que irrumpe en mitad del sueño reinstalando violentamente al personaje en la realidad. Estas obras, escritas durante los diez últimos años de la vida de su autor, fueron estrenadas en algunos casos de manera póstuma y muy representadas durante las décadas siguientes.
26 JULIO 1952 Muere Eva Perón
LA "ABANDERADA DE LOS HUMILDES"
Abatida por la enfermedad, muere a los 33 años Eva Perón, arquetipo de la mística militante del peronismo, activa impulsora y celosa guardiana de la revolución justicialista. Esposa, amiga y compañera de Juan Domingo Perón, fundadora del Movimiento Peronista Femenino, activa impulsora del voto femenino y la igualdad de la mujer, creó la Fundación Eva Perón al frente de la cual llevó a cabo una trascendental e inusitada obra de reparación social y al servicio de la cual agotó hasta sus últimas energías. Adorada y hasta idolatrada por los humildes y las clases trabajadoras, temida y odiada hasta la exasperación por los oportunistas y dueños de los privilegios, fue despedida por la expresión de dolor popular más multitudinaria y numerosa de la historia argentina. Personalidad de relieve mundial y de permanente actualidad, fue autora de "La razón de mi vida", "Historia del peronismo" y diversos artículos periodísticos en los que reflejó su intenso compromiso en la lucha por la justicia social. En su lecho de muerte alcanzó a dictar una suerte de testamento político que, publicado muy posteriormente gracias al historiador Fermín Chávez y luego por el editor y militante peronista Alberto Schprejer con el título de "Mi mensaje", fue sistemáticamente ignorado y silenciado debido a su manifiesto antagonismo con los poderes establecidos. Había nacido en la localidad bonaerense de Los Toldos el 7 de mayo de 1919.

viernes, 25 de julio de 2014

OCTAEDRO
JULIO CORTÁZAR
Liliana llorando
Menos mal que es Ramos y no otro médico, con él siempre hubo un pacto, yo sabía que llegado el momento me lo iba a decir o por lo menos me dejaría comprender sin decírmelo del todo. Le ha costado al pobre, quince años de amistad y noches de póquer y fines de semana en el campo, el problema de siempre; pero es así, a la hora de la verdad y entre hombres esto vale más que las mentiras de consultorio coloreadas como las pastillas o el líquido rosa que gota a gota me va entrando en las venas.
Tres o cuatro días, sin que me lo diga sé que él se va a ocupar que no haya eso que llaman agonía, dejar morir despacio al perro, para qué; puedo confiar en él, las últimas pastillas serán siempre verdes o rojas pero adentro habrá otra cosa, el gran sueño que desde ya le agradezco mientras Ramos se me queda mirando a los pies de la cama, un poco perdido porque la verdad lo ha vaciado, pobre viejo. No le digas nada a Liliana, por qué la vamos a hacer llorar antes de lo necesario, no te parece. A Alfredo sí, a Alfredo podes decírselo para que se vaya haciendo un hueco en el trabajo y se ocupe de Liliana y de mamá. Che, y decile a la enfermera que no me joda cuando escribo, es lo único que me hace olvidar el dolor aparte de tu eminente farmacopea, claro. Ah, y que me traigan un café cuando lo pido, esta clínica se toma las cosas tan en serio.
Es cierto que escribir me calma de a ratos, será por eso que hay tanta correspondencia de condenados a muerte, vaya a saber. Incluso me divierte imaginar por escrito cosas que solamente pensadas en una de esas se te atoran en la garganta, sin hablar de los lagrimales; me veo desde las palabras como si fuera otro, puedo pensar cualquier cosa siempre que enseguida lo escriba, deformación profesional o algo que se empieza a ablandar en las meninges. Solamente me interrumpo cuando viene Liliana, con los demás soy menos amable, como no quieren que hable mucho los dejo a ellos que cuenten si hace frío o si Nixon le va a ganar a McGovern, con el lápiz en la mano los dejo hablar y hasta Alfredo se da cuenta y me dice que siga nomás, que haga como si él no estuviera, tiene el diario y se va a quedar todavía un rato. Pero mi mujer no merece eso, a ella la escucho y le sonrío y me duele menos, le acepto ese beso un poquito húmedo que vuelve una y otra vez aunque cada día me canse más que me afeiten y debo lastimarle la boca, pobre querida. Hay que decir que el coraje de Liliana es mi mejor consuelo, verme ya muerto en sus ojos me quitaría este resto de fuerza con que puedo hablarle y devolverle alguno de sus besos, con que sigo escribiendo apenas se ha ido y empieza la rutina de las inyecciones y las palabritas simpáticas. Nadie se atreve a meterse con mi cuaderno, sé que puedo guardarlo bajo la almohada o en la mesa de noche, es mi capricho, hay que dejarlo puesto que el doctor Ramos, claro que hay que dejarlo, pobrecito, así se distrae.
O sea que el lunes o el martes, y el lugarcito en la bóveda el miércoles o el jueves. En pleno verano la Chacarita va a ser un horno y los muchachos la van a pasar mal, lo veo al Pincho con esos sacos cruzados y con hombreras que tanto lo divierten a Acosta, que por su parte se tendrá que trajear aunque le cueste, el rey de la campera poniéndose corbata y saco para acompañarme, eso va a ser grande. Y Fernandito, el trío completo, y también Ramos, claro, hasta el final, y Alfredo llevando del brazo a Liliana y a mamá, llorando con ellas. Y será de veras, sé cómo me quieren, cómo les voy a faltar; no irán como fuimos al entierro del gordo Tresa, la obligación partidaria y algunas vacaciones compartidas, cumplir rápido con la familia y mandarse mudar de vuelta a la vida y al olvido. Claro que tendrán un hambre bárbara, sobre todo Acosta que a tragón no le gana nadie; aunque les duela y maldigan este absurdo de morirse joven y en plena carrera, hay la reacción que todos hemos conocido, el gusto de volver a entrar en el subte o en el auto, de pegarse una ducha y comer con hambre y vergüenza a la vez, cómo negar el hambre que sigue a las trasnochadas, al olor de las flores del velorio y los interminables cigarrillos y los paseos por la vereda, una especie de desquite que siempre se siente en esos momentos y que yo nunca me negué porque hubiera sido hipócrita. Me gusta pensar que Fernandito, el Pincho y Acosta se van a ir juntos a una parrilla, seguro que van a ir juntos porque también lo hicimos cuando el gordo Tresa, los amigos tienen que seguir un rato, beberse un litro de vino y acabar con unas achuras; carajo, como si los estuviera viendo, Fernandito va a ser el primero en hacer un chiste y tragárselo de costado con medio chorizo, arrepentido pero ya tarde, y Acosta lo mirará de reojo pero el Pincho ya habrá soltado la risa, es una cosa que no sabe aguantar, y entonces Acosta que es un pan de dios se dirá que no tiene por qué pasar por un ejemplo delante de los muchachos y se reirá también antes de prender un cigarrillo. Y hablarán largo de mí, cada uno se acordará de tantas cosas, la vida que nos fue juntando a los cuatro aunque como siempre llena de huecos, de momentos que no todos compartimos y que asomarán en el recuerdo de Acosta o del Pincho, tantos años y broncas y amoríos, la barra. Les va a costar separarse después del almuerzo porque es entonces que volverá lo otro, la hora de irse a sus casas, el último, definitivo entierro. Para Alfredo va a ser distinto y no porque no sea de la barra, al contrario, pero Alfredo va a ocuparse de Liliana y de mamá y eso ni Acosta ni los demás pueden hacerlo, la vida va creando contactos especiales entre los amigos, todos han venido siempre a casa pero Alfredo es otra cosa, esa cercanía que siempre me hizo bien, su placer de quedarse largo charlando con mamá de plantas y remedios, su gusto por llevarlo al Pocho al zoológico o al circo, el solterón disponible, paquete de masitas y siete y medio cuando mamá no estaba bien, su confianza tímida y clara con Liliana, el amigo de los amigos que ahora tendrá que pasar esos dos días tragándose las lágrimas, a lo mejor llevándolo al Pocho a su quinta y volviendo enseguida para estar con mamá y Liliana hasta lo último. Al fin y al cabo le va a tocar ser el hombre de la casa y aguantarse todas las complicaciones empezando por la funeraria, esto tenía que pasar justo cuando el viejo anda por México o Panamá, vaya a saber si llega a tiempo para aguantarse el sol de las once en Chacarita, pobre viejo, de manera que será Alfredo el que lleve a Liliana porque no creo que la dejen ir a mamá, a Liliana del brazo, sintiéndola temblar contra su propio temblor, murmurándole todo lo que yo le habré murmurado a la mujer del gordo Tresa, la inútil necesaria retórica que no es consuelo ni mentira ni siquiera frases coherentes, un simple estar ahí, que es tanto.
También para ellos lo peor va a ser la vuelta, antes hay la ceremonia y las flores, hay todavía contacto con esa cosa inconcebible llena de manijas y dorados, el alto frente a la bóveda, la operación limpiamente ejecutada por los del oficio, pero después es el auto de remise y sobre todo la casa, volver a entrar en casa sabiendo que el día va a estancarse sin teléfono ni clínica, sin la voz de Ramos alargando la esperanza para Liliana, Alfredo hará café y le dirá que el Pocho está contento en la quinta, que le gustan los petisos y juega con los peoncitos, habrá que ocuparse de mamá y de Liliana pero Alfredo conoce cada rincón de la casa y seguro que se quedará velando en el sofá de mi escritorio, ahí mismo donde una vez lo tendimos a Fernandito víctima de un póquer en el que no había visto una, sin hablar de los cinco coñacs compensatorios. Hace tantas semanas que Liliana duerme sola que tal vez el cansancio pueda más que ella, Alfredo no se olvidará de darles sedantes a Liliana y a mamá, estará la tía Zulema repartiendo manzanilla y tilo, Liliana se dejará ir poco a poco al sueño en ese silencio de la casa que Alfredo habrá cerrado concienzudamente antes de ir a tirarse en el sofá y prender otro de los cigarros que no se atreve a fumar delante de mamá por el humo que la hace toser.
En fin, hay eso de bueno, Liliana y mamá no estarán tan solas o en esa soledad todavía peor que es la parentela lejana invadiendo la casa del duelo; habrá la tía Zulema que siempre ha vivido en el piso de arriba, y Alfredo que también ha estado entre nosotros como si no estuviera, el amigo con llave propia; en las primeras horas tal vez será menos duro sentir irrevocablemente la ausencia que soportar un tropel de abrazos y de guirnaldas verbales, Alfredo se ocupará de poner distancias, Ramos vendrá un rato para ver a mamá y a Liliana, las ayudará a dormir y le dejará pastillas a la tía Zulema. En algún momento será el silencio de la casa a oscuras, apenas el reloj de la iglesia, una bocina a lo lejos porque el barrio es tranquilo. Es bueno pensar que va a ser así, que abandonándose de a poco a un sopor sin imágenes, Liliana va a estirarse con sus lentos gestos de gata, una mano perdida en la almohada húmeda de lágrimas y agua colonia, la otra junto a la boca en una recurrencia pueril antes del sueño. Imaginarla así hace tanto bien, Liliana durmiendo, Liliana al término del túnel negro, sintiendo confusamente que el hoy está cesando para volverse ayer, que esa luz en los visillos no será ya la misma que golpeaba en pleno pecho mientras la tía Zulema abría las cajas de donde iba saliendo lo negro en forma de ropa y de velos mezclándose sobre la cama con un llanto rabioso, una última, inútil protesta contra lo que aún tenía que venir. Ahora la luz de la ventana llegaría antes que nadie, antes que los recuerdos disueltos en el sueño y que sólo confusamente se abrirían paso en la última modorra. A solas, sabiéndose realmente a solas en esa cama y en esa pieza, en ese día que empezaba en otra dirección, Liliana podría llorar abrazada a la almohada sin que vinieran a calmarla, dejándola agotar el llanto hasta el final, y sólo mucho después, con un semisueño de engaño reteniéndola en el ovillo de las sábanas, el hueco del día empezaría a llenarse de café, de cortinas corridas, de la tía Zulema, de la voz del Pocho telefoneando desde la quinta con noticias sobre los girasoles y los caballos, un bagre pescado después de ruda lucha, una astilla en la mano pero no era grave, le habían puesto el remedio de don Contreras que era lo mejor para esas cosas. Y Alfredo esperando en el living con el diario en la mano diciéndole que mamá había dormido bien y que Ramos vendría a las doce, proponiéndole ir por la tarde a verlo al Pocho, con ese sol valía la pena correrse hasta la quinta y en una de esas hasta podían llevarla a mamá, le haría bien el aire del campo, a lo mejor quedarse el fin de semana en la quinta, y por qué no todos, con el Pocho que estaría tan contento teniéndolos allí. Aceptar o no daba lo mismo, todos lo sabían y esperaban las respuestas que las cosas y el paso de la mañana iban dando, entrar pasivamente en el almuerzo o en un comentario sobre las huelgas de los textiles, pedir más café y contestar el teléfono que en algún momento habían tenido que conectar, el telegrama del suegro en el extranjero, un choque estrepitoso en la esquina, gritos y pitadas, la ciudad ahí afuera, las dos y media, irse con mamá y Alfredo a la quinta porque en una de esas la astilla en la mano, nunca se sabe con los chicos, Alfredo tranquilizándolas en el volante, don Contreras era más seguro que un médico para esas cosas, las calles de Ramos Mejía y el sol como un jarabe hirviendo hasta el refugio en las grandes piezas encaladas, el mate de las cinco y el Pocho con su bagre que empezaba a oler pero tan lindo, tan grande, qué pelea sacarlo del arroyo, mamá, casi me corta el hilo, te juro, mirá qué dientes. Como estar hojeando un álbum o viendo una película, las imágenes y las palabras una tras otra rellenando el vacío, ahora va a ver lo que es el asado de tira de la Carmen, señora, livianito y tan sabroso, una ensalada de lechuga y ya está, no hace falta más, con este calor más vale comer poco, traé el insecticida porque a esta hora los mosquitos. Y Alfredo ahí callado pero el Pocho, su mano palmeándolo al Pocho, vos viejo sos el campeón de la pesca, mañana vamos juntos tempranito y en una de esas quién te dice, me contaron de un paisano que pescó uno de dos kilos. Aquí bajo el alero se está bien, mamá puede dormir un rato en la mecedora si quiere, don Contreras tenía razón, ya no tenés nada en la mano, mostranos cómo lo montas al petiso tobiano, mirá mamá, mirame cuando galopo, por qué no venís con nosotros a pescar mañana, yo te enseño, vas a ver, el viernes con un sol rojo y los bagrecitos, la carrera entre el Pocho y el chico de don Contreras, el puchero a mediodía y mamá ayudando despacito a pelar los choclos, aconsejando sobre la hija de la Carmen que estaba con esa tos rebelde, la siesta en las piezas desnudas que olían a verano, la oscuridad contra las sábanas un poco ásperas, el atardecer bajo el alero y la fogata contra los mosquitos, la cercanía nunca manifiesta de Alfredo, esa manera de estar ahí y ocuparse del Pocho, de que todo fuera cómodo, hasta el silencio que su voz rompía siempre a tiempo, su mano ofreciendo un vaso de refresco, un pañuelo, encendiendo la radio para escuchar el noticioso, las huelgas y Nixon, era previsible, qué país.
El fin de semana y en la mano del Pocho apenas una marca de la astilla, volvieron a Buenos Aires el lunes muy temprano para evitar el calor, Alfredo los dejó en la casa para irse a recibir al suegro, Ramos también estaba en Ezeiza y Fernandito, que ayudó en esas horas del encuentro porque era bueno que hubiera otros amigos en la casa, Acosta a las nueve con su hija que podía jugar con el Pocho en el piso de la tía Zulema, todo se iba dando más amortiguado, volver atrás pero de otra manera, con Liliana obligándose a pensar en los viejos más que en ella, controlándose, y Alfredo entre ellos con Acosta y Fernandito desviando los tiros directos, cruzándose para ayudar a Liliana, para convencerlo al viejo de que descansara después de tamaño viaje, yéndose de a uno hasta que solamente Alfredo y la tía Zulema, la casa callada, Liliana aceptando una pastilla, dejándose llevar a la cama sin haber aflojado una sola vez, durmiéndose casi de golpe como después de algo cumplido hasta lo último. Por la mañana eran las carreras del Pocho en el living, arrastrar de las zapatillas del viejo, la primera llamada telefónica, casi siempre Clotilde o Ramos, mamá quejándose del calor o la humedad, hablando del almuerzo con la tía Zulema, a las seis Alfredo, a veces el Pincho con su hermana o Acosta para que el Pocho jugara con su hija, los colegas del laboratorio que reclamaban a Liliana, había que volver a trabajar y no seguir encerrada en la casa, que lo hiciera por ellos, estaban faltos de químicos y Liliana era necesaria, que viniera medio día en todo caso hasta que se sintiera con más ánimo; Alfredo la llevó la primera vez, Liliana no tenía ganas de manejar, después no quiso ser molesta y sacó el auto, a veces salía con el Pocho por la tarde, lo llevaba al zoológico o al cine, en el laboratorio le agradecían que les diera una mano con las nuevas vacunas, un brote epidémico en el litoral, quedarse hasta tarde trabajando, tomándole gusto, una carrera en equipo contra el reloj, veinte cajones de ampollas a Rosario, lo hicimos, tarea, el Pocho en el colegio y Alfredo protestando, a estos chicos les enseñan de otra manera la aritmética, me hace cada pregunta que me deja tieso, y los viejos con el dominó, en nuestros tiempos todo era diferente, Alfredo, nos enseñaban caligrafía y mire la letra que tiene este chico, adonde vamos a parar. La recompensa silenciosa de mirarla a Liliana perdida en un sofá, una simple ojeada por encima del diario y verla sonreír, cómplice sin palabras, dándole la razón a los viejos, sonriéndole desde lejos casi como una chiquilina. Pero por primera vez una sonrisa de verdad, desde adentro como cuando fueron al circo con el Pocho que había mejorado en el colegio y lo llevaron a tomar helados, a pasear por el puerto. Empezaban los grandes fríos, Alfredo iba menos seguido a la casa porque había problemas sindicales y tenía que viajar a las provincias, a veces venía Acosta con su hija y los domingos el Pincho o Fernandito, ya no importaba, todo el mundo tenía tanto que hacer y los días eran cortos, Liliana volvía tarde del laboratorio y le daba una mano al Pocho perdido en los decimales y la cuenca del Amazonas, al final y siempre Alfredo, los regalitos para los viejos, esa tranquilidad nunca dicha de sentarse con él cerca del fuego ya tarde y hablar en voz baja de los problemas del país, de la salud de mamá, la mano de Alfredo apoyándose en el brazo de Liliana, te cansás demasiado, no tenés buena cara, la sonrisa agradecida negando, un día iremos a la quinta, este frío no puede durar toda la vida, nada podía durar toda la vida aunque Liliana lentamente retirara el brazo y buscara los cigarrillos en la mesita, las palabras casi sin sentido, los ojos encontrándose de otra manera hasta que de nuevo la mano resbalando por el brazo, las cabezas juntándose y el largo silencio, el beso en la mejilla.
No había nada que decir, había ocurrido así y no había nada que decir. Inclinándose para encenderle el cigarrillo que le temblaba entre los dedos, simplemente esperando sin hablar, acaso sabiendo que no habría palabras, que Liliana haría un esfuerzo para tragar el humo y lo dejaría salir con un quejido, que empezaría a llorar ahogadamente, desde otro tiempo, sin separar la cara de la cara de Alfredo, sin negarse y llorando callada, ahora solamente para él, desde todo lo otro que él comprendería. Inútil murmurar cosas tan sabidas, Liliana llorando era el término, el borde desde donde iba a empezar otra manera de vivir. Si calmarla, si devolverla a la tranquilidad hubiera sido tan simple como escribirlo con las palabras alineándose en un cuaderno como segundos congelados, pequeños dibujos del tiempo para ayudar el paso interminable de la tarde, si solamente fuera eso pero la noche llega y también Ramos, increíblemente la cara de Ramos mirando los análisis apenas terminados, buscándome el pulso, de golpe otro, incapaz de disimular, arrancándome las sábanas para mirarme desnudo, palpándome el costado, con una orden incomprensible a la enfermera, un lento, incrédulo reconocimiento al que asisto como desde lejos, casi divertido, sabiendo que no puede ser, que Ramos se equivoca y que no es verdad, que sólo era verdad lo otro, el plazo que no me había ocultado, y la risa de Ramos, su manera de palparme como si no pudiera admitirlo, su absurda esperanza, esto no me lo va a creer nadie, viejo, y yo forzándome a reconocer que a lo mejor es así, que en una de esas vaya a saber, mirándolo a Ramos que se endereza y se vuelve a reír y suelta órdenes con una voz que nunca le había oído en esa penumbra y esa modorra, teniendo que convencerme poco a poco de que sí, de que entonces voy a tener que pedírselo, apenas se vaya la enfermera voy a tener que pedirle que espere un poco, que espere por lo menos a que sea de día antes de decírselo a Liliana, antes de arrancarla a ese sueño en el que por primera vez no está más sola, a esos brazos que la aprietan mientras duerme.
Aléjate de mí...
Elizabeth Barret Browning

Aléjate de mí. Mas sé que, para siempre,
he de estar en tu sombra. Ya nunca, solitaria,
irguiéndome en los mismos umbrales de mi vida
recóndita, podré gobernar los impulsos

de mi alma, ni alzar la mano como antaño,
al sol, serenamente, sin que perciba en ella
lo que intenté hasta ahora apartar: el contacto
de tu mano en la mía. Esta anchurosa tierra

con que quiso alejarnos el destino, en el mío
deja tu corazón, con latir doble. En todo
lo que hiciere o soñare estás presente, como

en el vino el sabor de las uvas. Y cuando
por mí rezo al Señor, en mis ruegos tu nombre
escucha y ve en mis ojos mezclarse nuestras lágrimas.
POEMA NÚMERO DOS
(Nazhun Bint Al Qalai)

Di a ese hombre rastrero unas palabras
que se repitan hasta el día del juicio:
En Almodóvar te criaste,
donde la mierda extiende su perfume,
donde incivilizados nómadas caminan con orgullo,
por eso te enamoras de todo lo redondo;
naciste ciego y amas a los tuertos.
He pagado poema por poema;
por mi vida, ahora dime quién es mejor poeta;
si soy mujer por mi naturaleza
mi poesía es hombre.
Recuerda.
Remember; Christina Georgina Rossetti (1830-1894)

Recuérdame cuando haya marchado
Lejos en la Tierra Silenciosa;
Cuando mi mano ya no puedas sostener,
Ni yo dudando en partir, queriendo permanecer.
Recuérdame cuando se acabe lo cotidiano,
Donde revelabas nuestro futuro pensado:
Sólo recuérdame, bien lo sabes,
Cuando sea tarde para plegarias o consuelos.
Y aunque debas olvidarme por un momento
Para luego evocarme, no lo lamentes:
Pues la oscuridad y la pena dejan
Un vestigio de los pensamientos que tuve:
Es mejor el olvido en tu sonrisa
Que la tristeza ahogada en tu recuerdo.
Ante la ley
Parábola
Franz Kafka

Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.

El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:

-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.
FIN
JULIO CORTAZAR
INSTRUCCIONES PARA LLORAR
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
25 DE JULIO DE 2013 MUERE LEÓN FERRARI

Hijo de Augusto C. Ferrari y Susana Celia del Pardo, León Ferrari nace el 3 de septiembre de 1920 y es el tercero de seis hermanos. En 1946 se casa con Alicia Barros Castro y tienen tres hijos: Marialí, Pablo y Ariel. En ese mismo año, comienza a pintar y dibujar ocasionalmente, por ejemplo, los retratos de Alicia de 1946-1947 y algunos cuadros de flores. Debido a cuestiones familiares, en 1952 viajó a Italia. En 1954 comienza a hacer esculturas de cerámica y en 1955 realizó su primera exhibición individual en Milán. Ese mismo año regresó a Argentina, mientras que en los años 1959 y 1960 realiza tallas en madera y estructuras de alambres, primero entrelazados y luego soldados. En 1962, durante su segundo viaje a Italia, realiza la primera escritura abstracta, ininteligible, serie que continúa hasta el presente y que elabora en distintas variaciones. En 1963 denomina a un conjunto Cartas a un general, y en 1964 Vanni Scheiwiller publicó en Milán Escrito en el Aire, un libro de poesías de Rafael Alberti e ilustrado por León Ferrari. Ese año también ejecuta Cuadro escrito, la descripción escrita de una obra, considerada hoy como uno de los primeros ejemplos del arte conceptual internacional. En el Premio Di Tella de 1965 presenta La civilización occidental y cristiana, un Cristo de santería crucificado sobre la maqueta de un bombardero norteamericano, pieza que fue rechazada. A partir de esa muestra se limita a hacer algunas obras políticas presentadas en exposiciones colectivas, como Homenaje a Vietnam, l966, Tucumán arde, 1968 y Malvenido Rockefeller, 1969, entre otras. En 1966 compuso el collage literario Palabras ajenas (un diálogo en paralelo entre Johnson, Hitler y los dioses cristianos).
En 1976 recopila un grupo de noticias sobre la represión de la dictadura militar que publica con el título de Nosotros no sabíamos, frase que una parte de la ciudadanía argentina utilizó frente a las pruebas de la tortura y de los centros de detención. Ese año deja el país por razones políticas y se radica en San Pablo, Brasil. Allí se vincula con artistas brasileños con los que trabaja en diversas técnicas: fotocopia, arte postal, litografía, microficha, videotexto y libro de artista, entre otros. En 1980 realiza una serie de heliografías de planos, utiliza la técnica de Letraset, también desarrolla un grupo de instrumentos musicales que usa en varias performances. En 1983 retoma el tema político-religioso con collages e ilustraciones de la Biblia, en los que suma la iconografía católica, la erótica oriental e imágenes contemporáneas.
Entre 1980 y 1984 publicí algunos libros de dibujos y collages, entre ellos Imagens, y Homens. En 1985 inicia una serie de obras con estiércol de aves, y expone en el MAM de San Pablo una jaula con dos palomas que defecan sobre el Juicio final de Miguel Ángel. La repite con jilgueros y canarios en Buenos Aires, donde también exhibe La Justicia, una gallina que defeca sobre una balanza. Publica La Basílica y en 1986 Parahereges. En 1987 presenta obras similares en Franklin Furnace y en Exit Gallery de Nueva York.
Desde 1991 reside en Buenos Aires, donde continúa haciendo arte contra la represión del poder y de la religión y también pasteles y dibujos sobre lo que Noé Jitrik llama la arqueología del signo. En la muestra Surrealismo Nuevo Mundo presenta un homenaje al preservativo: una serie de botellas con profilácticos. En 1992 realiza obras con peces, ranas y axolotes. En 1994 repite la experiencia iniciada en el 64 con Cuadro escrito: en lugar de esculturas e instalaciones expone su descripción. En 1997 crea dos series de Brailles: poemas de amor de Borges escritos en braille sobre fotografías de desnudos de diversos autores, y versículos bíblicos, escritos también en braille, sobre imágenes religiosas y noticias periodísticas, entre otros soportes. En 1996 ilustra el Nunca más, libro reeditado por el diario Página/12 en forma de fascículos, que reúne centenares de testimonios sobre los crímenes de las fuerzas armadas de la Argentina.
En 2000 expone en el ICI una muestra, titulada Infiernos e idolatrías, contra las torturas humanas y divinas, que originó diversas respuestas de grupos católicos que rezaron el rosario en la puerta del ICI y arrojaron una granada de gases lacrimógenos en el interior. En 2002 inicia Electronicartes, imágenes sobre la actualidad argentina e internacional que enviaba por correo electrónico. En 2004 realiza junto a Ricardo Pons los videos Lombrices y Casa Blanca; mientras que en 2005, la animación Planta, junto a Gabriel Rud, y Laberinto, también con Gabriel Rud y Cristian Parsons.
En 2004 se expone una retrospectiva de su obra en la sala Cronopios y la sala C del Centro Cultural Recoleta que provoca intensos debates y agresiones por parte de la Iglesia, rotura de obras, clausura y reapertura de la muestra por parte de la justicia y uno de los mayores debates ocasionados en la historia del arte argentino.
En 2005 exhibe nuevas obras en el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén. Ese año desarrolla la serie Atados con alambre, esculturas con huesos, varillas de madera y ramas sobre los que, en algunos casos, coloca espuma de poliuretano. Esta serie da lugar a las series de Poliuretanos y Músicos, que desarrolla hasta el presente.
En 2006 se presenta una muestra antológica de su obra en la Pinacoteca do Estado de São Paulo, Brasil, y simultáneamente participa como invitado especial en la Bienal de San Pablo.
En 2007 recibe el León de Oro en la 52ª Bienal de Arte de Venecia.
En 2008 expone en el Museo de Arte Carrillo Gil, México.
En 2009 el MoMA exhibe una retrospectiva de su obra que se presenta luego en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid.
En 2010 participa en distintas exposiciones nacionales e internacionales. En Argentina, su obra se encuentra presente, por ejemplo, en la muestra Siete imaginarios y una realidad, llevada a cabo en el Museo del Tigre, y en ocasión del bicentenario, exhibe obra en Las Mujeres, 1810-2010, Casa del Bicentenario y en la muestra ¿Qué carajo celebramos?, en Plaza de Almas, Salta. Además, la muestra Luces de León realizada en la Casa de la Cultura en homenaje al artista reúne muchas de las obras producidas por el artista en 2010. A nivel internacional, participó de la muestra itinerante Principio Potosí en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía; en la exposición Re-encontres, realizada en la Iglesia de Santa Ana, Arles, Francia, mientras que en Fundación Iberé Camargo, Puerto Alegre, Brasil, se exhibe Alfabeto Enfurecido, muestra itinerante junto a Mira Schendel.
Es socio honorario del CAIA (Centro Argentino de Investigadores de Arte) y miembro fundador del CIHABAPAI (Club de Impíos, Herejes, Apóstatas, Blasfemos, Ateos, Paganos, Agnósticos e Infieles), que en la Navidad de 1997 solicitó al Papa que gestionara la anulación del juicio final y de la inmortalidad, y en 2001, el desalojo y demolición del infierno.
25 JULIO 1995
EN BUENOS AIRES
Muere Osvaldo Pugliese
Pianista, director y compositor, innovador del tango de enérgico y rítmico fraseo, se había iniciado profesionalmente a los 15 años en "Café de La Chancha", así llamado debido a la poca higiene de su propietario e integrando ese mismo año el conjunto de la legendaria bandoneonista Paquita Bernardo. En su dilatada y fructífera actuación alcanzó gran popularidad y fue autor de temas antológicos como "La yumba", "Recuerdo", "Negracha", "Malandraca", "La beba", "Adiós Bardi", "Recién", "Barro", "Una vez" y "El encopao", entre otros. Por años su orquesta estuvo prohibida para la radiodifusión por la censura política, pero ello no logró mermar su popularidad. Había nacido en el porteño barrio de Villa Crespo 2 de diciembre de 1905.

25 DE JULIO DE 1878
Nace en Buenos Aires José Luis Betinotti, "El último payador".
Guitarrista y compositor, payador de renombre, es considerado el primer cantor de tango propiamente dicho. De inspiración fácil escribió bellas y sentidas canciones, como "Pobre mi madre querida", "Como quiere la madre a sus hijos", "Tu diagnóstico",
"Puntana", "¡Adiós que me voy llorando!". Fue autor además de los volúmenes de versos "Ideal de mi esperanza", "Lo de ayer y lo de hoy" y "De mi cosecha". Conocido también como "El cantor de las madres".
Murió el 21 de abril 1915.

miércoles, 23 de julio de 2014

Mario Benedetti
Enamorarse y no

Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva
enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo.

César Vallejo
AMOR
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos;
y cuál mi idealista corazón te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.
Amor, cruz divina, riega mis desiertos
con tu sangre de astros que sueña y que llora.
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de auroral
Amor, no te quíero cuando estás distante
rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.
Amor, ven sin carne, de un Icor que asombre;
y que yo, a manera de Dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!
JULIO CORTÁZAR
ARGENTINA: AÑOS DE ALAMBRADAS CULTURALES
I
DEL EXILIO CON LOS OJOS ABIERTOS

NUEVO ELOGIO DE LA LOCURA
El primero fue escrito hace siglos por Erasmo de Rotterdam. No recuerdo bien de qué trataba, pero su título me conmovió siempre, y hoy sé por qué: la locura merece ser elogiada cuando la razón, esa razón que tanto enorgullece al Occidente, se rompe los dientes contra una realidad que no se deja ni se dejará atrapar jamás por las frías armas de la lógica, la ciencia pura y la tecnología.
De Jean Cocteau es esta profunda intuición que muchos prefieren atribuir a su supuesta frivolidad: Víctor Hugo era un loco que se creía Víctor Hugo. Nada más cierto: hay que ser genial —epíteto que siempre me pareció un eufemismo razonable para explicar el grado supremo de la locura, es decir, de la ruptura de todos los lazos razonables— para escribir Los trabajadores del mar y Nuestra Señora de París. Y el día en que los plumíferos y los sicarios de la junta militar argentina echaron a rodar la calificación de «locas» para neutralizar y poner en ridículo a las Madres de la Plaza de Mayo, más les hubiera valido pensar en lo que precede, suponiendo que hubieran sido capaces, cosa harto improbable. Estúpidos como corresponde a su fauna y a sus tendencias, no se dieron cuenta de que echaban a volar una inmensa bandada de palomas que habría de cubrir los cielos del mundo con su mensaje de angustiada verdad, con su mensaje que cada día es más escuchado y más comprendido por las mujeres y los hombres libres de todos los pueblos.
Como no tengo nada de politólogo y mucho de poeta, veo el decurso de la historia como los calígrafos japoneses sus dibujos: hay una hoja de papel, que es el espacio y también el tiempo, hay un pincel que una mano deja correr brevemente para trazar signos que se enlazan, juegan consigo mismo, buscan su propia armonía y se interrumpen en el punto exacto que ellos mismos determinan. Sé muy bien que hay una dialéctica de la historia (no sería socialista si no lo creyera), pero también sé que esa dialéctica de las sociedades humanas no es un frío producto lógico como lo quisieran tantos teóricos de la historia y la política. Lo irracional, lo inesperado, la bandada de palomas, las Madres de la Plaza de Mayo, irrumpen en cualquier momento para desbaratar y trastocar los cálculos más científicos de nuestras escuelas de guerra y de seguridad nacional. Por eso no tengo miedo de sumarme a los locos cuando digo que, de una manera que hará crujir los dientes de muchos bien pensantes, la sucesión del general Viola por el general Galtieri es hoy obra evidente y triunfo significativo de ese montón de madres y de abuelas que desde hace tanto tiempo se obstinan en visitar la Plaza de Mayo por razones que nada tienen que ver con sus bellezas edilicias o la majestad más bien cenicienta de su celebrada pirámide.
En los últimos meses, la actitud cada vez más definida de una parte del pueblo argentino se ha apoyado consciente o inconscientemente en la demencial obstinación de un puñado de mujeres que reclaman explicaciones por la desaparición de sus seres queridos. La vergüenza es una fuerza que puede disimularse mucho tiempo, pero que al final estalla de las maneras más inesperadas, y ese factor no ha sido tenido jamás en cuenta por la soberbia de los militares en el poder. Que bajo la férula menos violenta de Viola esa explosión haya asumido la magnitud de una manifestación de miles y miles de argentinos en las calles céntricas de Buenos Aires, y una serie creciente de declaraciones, denuncias y peticiones en los periódicos, es una prueba de debilidad castrense que la estirpe de los Galtieri y otros halcones no podía tolerar. Ellos, por supuesto, no lo saben de manera demasiado lúcida, pero la lógica de la locura no es menos implacable que la que se estudia en el colegio militar: el corolario del teorema es que el general Galtieri debería estar reconocido a las Madres de la Plaza de Mayo, pues es sobre todo gracias a ellas que ha podido dar el zarpazo que acaba de encaramarlo en el sillón de los mandamás.
Por su parte, las madres y las abuelas que sin saberlo han facilitado su entronización, no tienen la menor idea de lo que han hecho. Muy al contrario, pues en el plano de la realidad inmediata esa sustitución de jefatura significa una profunda agravación del panorama político y social de la Argentina. Pero esa agravación es al mismo tiempo la prueba de que la copa está cada vez más colmada, y que el proceso llega a su punto de máxima tensión. Es entonces que la respuesta de esa parte de nuestro pueblo capaz de seguir teniendo vergüenza deberá entrar en acción por todas las vías posibles, y que las fuerzas del interior y del exterior del país tendrán que responder a algo que las está invitando a salir de una etapa harto explicable pero que no puede continuar sin darle la razón a quienes pretenden tenerla.
Sigamos siendo locos, madres y abuelitas de la Plaza de Mayo, gentes de pluma y de palabra, exilados de dentro y de fuera. Sigamos siendo locos, argentinos: no hay otra manera de acabar con esa razón que vocifera sus slogans de orden, disciplina y patriotismo. Sigamos lanzando las palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestra tierra y de todo el mundo.

Francisco Urondo
Algo
a Rubén Rodríguez Aragón
con tu muerte
algo vendrá
algo que jamás sacudió
tu conciencia

no importará
la tierra que te rodea
el árbol que te soporta
el agua que admitió tu pereza

no será algo
que ahora retumba en tu memoria
ni las resonancias que prefirió olvidar

vendrá algo sin vínculos
una lluvia sin pasado
sin gestos censurables
o bondadosos

no estará en juego
tu salvación
tampoco el olvido
ni el arrepentimiento

el "ángel tuerto"
no vendrá a consolarte
no será necesario
y olvidarás también el consuelo

"¿ASÍ QUE QUIERES SER ESCRITOR?" de Charles Bukowski
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposa
ó a tu novia ó a tu novio
ó a tus padres ó a cualquiera,
no estás preparado.
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
ó hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.
.
23 JULIO
CELEBRACIÓN NACIONAL
Día del Payador
En 1884, se celebra en Paysandú un contrapunto entre los payadores Juan de Nava y Gabino Ezeiza. En el encuentro entre el payador Gabino Ezeiza y el oriental Juan de Nava, celebrado ante un auditorio hostil, el afroargentino fue ovacionado al improvisar "Heroico Paysandú". En recuerdo de ese histórico contrapunto, en Argentina se celebra el 23 de julio como el Día del Payador.
Héctor Germán Oesterheld

(Buenos Aires, 1919 - hacia 1977) Guionista de cómics argentino. Con dibujos de Francisco Solano y Alberto Breccia creó El Eternauta, obra cumbre del cómic latinoamericano que continúa reeditándose en varios idiomas y cuenta con miles de seguidores en América y Europa.

Licenciado en geología, Oesterheld comenzó a escribir guiones y relatos de aventuras para historietas a partir de 1950. Se dio a conocer con Alan y Crazy y después popularizó decenas de personajes como Ray Kitt (1951), Bull Rocket (1952), El Sargento Kirk (1952), Tarpón (1953), Uma-Uma (1953), Dragón Blanco (1955), Scout River (1956), Ticonderonga (1957), Ernie Pike (1957), Joe Zonda (1958), Mort Cinder (1962), Artemio (1970) y Argón el Justiciero (1970), entre otros.

Fundó la editorial Frontera y editó los magazines Hora Cero Mensual y Frontera Mensual, pero fue sin duda El Eternauta, su obra maestra, el guión que convirtió al escritor en referente obligado del cómic argentino. La historieta comenzó a publicarse en 1957 con dibujos de Francisco Solano López. Después el autor modificó algunos detalles del guión y, con los trazos de Breccia, El Eternauta apareció en la revista Gente. Tras un periodo de interrupción por problemas editoriales, la serie reapareció en la década de los setenta en la publicación Skorpio y, nuevamente, con Solano como dibujante.

Comprometido con los ideales democráticos y la lucha contra los regímenes dictatoriales, Oesterheld simpatizó con el movimiento montonero y fue uno de los miembros destacados de la intelectualidad argentina enfrentada al Gobierno militar. Escondido durante meses para huir de los hombres de Videla, el 27 de abril de 1977 fue secuestrado en La Plata por la policía militar. Se cree que después fue trasladado a los centros de detención del Campo de Mayo y La Tablada, donde fue torturado y, finalmente, fusilado en algún lugar de la localidad de Mercedes.

Bajo la dictadura argentina, que se cobró la vida de más de 30.000 personas, la viuda de Oesterheld, Elsa Sánchez Beis, perdió a toda su familia. Su marido, sus cuatro hijas (Estela, Marina, Diana y Beatriz), sus dos yernos (esposos de Diana y Estela) y sus dos nietos (los bebés que esperaban Diana y Marina) desaparecieron sin dejar ningún rastro. De los nueve, sólo pudo recuperar y enterrar el cadáver de Beatriz.

martes, 22 de julio de 2014

Elegía crepuscular.
Elegía crepuscular, María Eugenia Vaz Ferreira (1875-1924)

Viento suave del crepúsculo,
viento de las leves alas,
azulmente silenciosas
y azulmente solitarias,
anónimo pasajero
fugaz en todas las patrias,
en las misteriosas selvas
y en las grutas oceánicas,
viento suave del crepúsculo,
viento de las leves alas...
Tu roce sobre mi frente
tiene la misma eficacia
de la luna entre las ruinas,
de los óleos en las llagas
y de las claves que aflojan
el cordaje de las arpas...
Tu fresco soplo serena
la exaltación de mi alma
fosca de llamar sin nombre
y esperar sin esperanza
por haber nacido póstuma
dentro de su propia lápida...
Viento suave del crepúsculo
que cruzas sin decir nada
el transitorio paréntesis
suspenso en la sombra vaga,
cuando enmudecen las cosas
o todavía no cantan,
cuando de los rojos soles
palidecieron las flamas
y las nocturnas estrellas
están todavía pálidas...
Si yo supiera estar triste
yo me desharía en lágrimas
para que así me bebieran
las caricias de tus ráfagas
¡Qué lindo renunciamiento!
¡Qué liberación beata!
Viento suave del crepúsculo
si tus brisas me acabaran,
azulmente silenciosas
y azulmente solitarias,
viento suave del crepúsculo,
viento de las leves alas.
El Amor no.
Love not; Caroline Elizabeth Sarah Norton.

¡El Amor no! ¡Escuchen, desgraciados hijos del barro!
La corona alegre de la esperanza se teje con flores terrenales,
Cosas que se hacen para decaer y desaparecer,
Aunque hayan florecido por unas breves horas.
El Amor no.

¡El Amor no! Aquello que amas bien puede cambiar:
Los rosados labios pueden dejar de regalarte sonrisas,
El deseo de sus ojos puede convertirse en una mirada fría,
El corazón aún palpita, sin ser verdadero.
El Amor no.

¡El Amor no! Aquello que amas bien puede morir,
Tal vez se desvanezca en la tierra de la felicidad,
En las estrellas silenciosas, el azul y sonriente cielo
Brilla sobre su tumba, como sobre su nacimiento.
Sobre el Amor no.

¡El Amor no! Una vanidosa advertencia pronunció
Que en estas horas, como en los años que han pasado,
El enamorado dibuja un halo sobre el rostro amado,
Impecable, inmortal, hasta que cambie o muera.
El Amor no.
León de Greiff

(Francisco de Asís León Bogislao de Greiff Haeusler; Medellín, 1895 - Bogotá, 1976) Poeta colombiano que se distinguió por su lirismo simbólico, sarcástico, imaginativo y musical, uno de los más originales que ha dado Colombia. Popular entre los poetas e ignorado por el lector común, vivió casi siempre en Bogotá, donde frecuentó sucesivas generaciones de bohemia y de vanguardias. El barroquismo y la singularidad de su estilo lo situaron entre los más influyentes vanguardistas de América.

Tras completar los estudios básicos en el Liceo de la Universidad de Antioquia en Medellín, cursó tres años en la Escuela de Minas de la Universidad de Antioquia. Posteriormente estudió derecho en la Universidad Libre de Santafé de Bogotá, a la vez que adquiría amplios conocimientos de matemáticas y música.

Desde muy joven mostró una considerable inquietud literaria, desarrollando un estilo vanguardista e innovador, y ya a los veinte años fue director de la revista literaria Panidas, mientras formaba parte del grupo literario del mismo nombre. Por esas mismas fechas fue secretario privado del general Rafael Uribe Uribe. En 1916 trabajó como cajero contador del Banco Central. Más tarde administraría las obras de prolongación del Ferrocarril de Antioquia por el río Cauca en la zona de Bolombolo.

En 1925 colaboró en la revista Los Nuevos, publicación que reunía a una nueva generación en la que León de Greiff empezó a destacar como escritor. En 1927 contrajo matrimonio con Matilde Bernal Nichols, con quien tendría cuatro hijos: Boris, Hjalmar, Astrid y Axel. Este mismo año fue nombrado jefe de Estadística de la Dirección de Caminos de Antioquia y luego de los Ferrocarriles Nacionales.

En 1945 fue jefe de Educación Secundaria de la sección de becas. Tres años después fue nombrado director del Servicio de Extensión Cultural de Colombia. En 1954 enseñó literatura en la Facultad de Ingeniería, y música en el Conservatorio de la Universidad Nacional. Después de trabajar como profesor, ocupó el cargo de secretario de la Embajada de Colombia en Suecia y viajó como invitado a la Unión Soviética y a China.

Su obra poética es de difícil comprensión, debido a la utilización de un simbolismo oscuro, producto de un imaginario personal muy rico, alimentado, en parte, por su doble ascendencia española y escandinava, que le empujó a servirse de temas desconcertantes para los lectores de su país, ya fueran recreaciones de tradiciones y paisajes lejanos o referencias a autores marginales. Este cruce ancestral sugiere ya la síntesis de diversos lenguajes que caracterizará su obra, esa máquina neobarroca de producir vocabularios, juegos verbales, músicas, en un sistema sinfónico personal sin parangón en la lengua castellana, por lo que no es excesivo afirmar la existencia de una sintaxis greiffiana.

Su singular producción parece venir sólo de sí mismo y, al mismo tiempo, de todas las referencias culturales posibles, desde la espontaneidad de los juglares hasta la perfección renacentista, la extravagancia barroca, la vibración romántica, el lujo modernista, el experimentalismo vanguardista. En ella se evidencia su voluntad de dotar al verso de una gran musicalidad, así como su gusto por la utilización de palabras en desuso, neologismos y onomatopeyas Es palpable la influencia de los principales poetas franceses del siglo XIX (Baudelaire, Rimbaud), pero resulta casi inútil concretar el amplísimo catálogo de autores que nutre su creación. Sus seudónimos insinúan variados registros, entonaciones e influencias: Guillaume de Lorges, Claudio Monteflavo, Diego de Estúñiga, Gaspar von Der Nacht, Gaspar de la Nuit, Sergio Stepansky, Beremundo el Lelo, Leo le Gris, Judas el Obscuro, Matías Aldecoa, Erik Fjorsson, Harald el Oscuro...

Sus dos primeros libros, Tergiversaciones (1925) y el Libro de los signos (1930), contienen algunas de sus poesías más famosas, como la Balada de la fórmula definitiva y paradojal y Balada del mar no visto. Variaciones alrededor de nada (1936) es su libro mayor y el que reúne los mejores momentos del conjunto de sus temas: el amor, la poesía, el silencio, la nada, el viaje y la noche. A ellos hay que añadir Prosas de Gaspar (1937), Farsa de los pingüinos peripatéticos (1942), Fárrago (1955) y Velero paradójico (1959). Todos estos títulos fueron recopilados en sus Obras completas (1960), tras las cuales publicaría aún Nova et vetera (1968).

La obra de León de Greiff mereció distinciones oficiales nacionales (como la Cruz de Boyacá, la Orden de San Carlos y el Premio Nacional de Poesía en 1970), y recibió también reconocimientos internacionales: desde Argentina fue postulado para el Premio Nobel de Literatura, y en Caracas se creó un premio de poesía que lleva su nombre.
22 DE JULIO
San Martín se rehúsa a reprimir a sus compatriotas
Desobedeciendo la orden del Directorio de marchar con el ejército civil a reprimir los movimientos populares de las provincias argentinas, el general San Martín responde que su sable jamás será desenvainado para combatir a sus compatriotas.

22 DE JULIO 1958
Se funda en Buenos Aires el Instituto Di Tella.
Dependiente de la Fundación Di Tella, se funda en Buenos Aires el centro de investigación cultural denominado Instituto Di Tella. Templo de las vanguardias artísticas, conoció su mayor auge entre 1965 y 1970 y fue duramente combatido por la dictadura de Juan Carlos Onganía, que lo clausuró en 1970



22 JULIO 1990
Muere Manuel Puig
(General Villegas, 1932 - Cuernavaca, 1990) Novelista argentino que a través de su afición por el cine y el uso paródico del habla coloquial creó una singular literatura. Fascinado por el séptimo arte, se vinculó en Buenos Aires a las vanguardias artísticas; marchó a Italia a estudiar cine y luego a Nueva York, donde amplió su conocimiento de sus estrellas preferidas, Greta Garbo, Marlene Dietrich y Rita Hayworth.

Su infancia transcurrió en el aislamiento de la pampa bonaerense. En 1951, una beca le permitió estudiar en Roma cinematografía (asistió a unos cursos de C. Zavattini) y trabajó luego en varios films como ayudante de dirección. La influencia del cine sobre su narrativa no es sólo de orden técnico sino también social y ambiguamente temático, configurando su mensaje, pues, al igual que el serial radiofónico, sirve al autor como marco y modelo que encuadran sentimentalmente la cursilería de la pequeña clase media. Dos rasgos merecen añadirse: el original enfoque del autor, que es implacablemente objetivo y de un humor ambiguo, y su predilección por personajes femeninos.

La propia actriz consintió en que utilizase su nombre en la novela La traición de Rita Hayworth (1968), que relata la iniciación amorosa de un adolescente a través de escenas de comedia rosa de Hollywood. Se trata de una evocación de su infancia pueblerina que resultó finalista en España del premio Biblioteca Breve. El periódico francés Le Monde la proclamó una de las mejores novelas del bienio 1968-1969. La estructura de la obra se basa en la superposición de distintos recursos que ponen de manifiesto las fantasías y alienaciones de los personajes.

Puig regresó a Buenos Aires, donde publicó Boquitas pintadas (1969), de la que afirmó era un folletín con el cual, sin renunciar a los experimentos estilísticos iniciados en su primera novela, intentaba una nueva forma de literatura popular; esta obra resultó, igualmente, un éxito de público, pero dividió la opinión de los críticos. Su tercera novela, The Buenos Aires Affair (1973) encuentra su marco apropiado en el género policial pero, a su vez, cada capítulo se halla precedido por una cita cinematográfica. Fue secuestrada en Argentina y obligó a Puig a exiliarse, primero en Brasil y después en México.

En El beso de la mujer araña, que fue llevada al cine y adaptada al teatro, abordó los temas del compromiso político y la homosexualidad. La obra transcurre en la cárcel, donde un homosexual refiere casi sin cesar a un preso político argumentos de películas clásicas con cuyas heroínas se identifica plenamente. A continuación publicó Pubis angelical (1979), que relata dos historias paralelas: una imaginaria, situada en los años treinta primero en Europa y luego en Hollywood, y real la segunda, protagonizada por una mujer enferma en una clínica.

Le siguieron Maldición eterna a quien lea estas páginas (1980), Sangre de amor correspondido (1982) y Cae la noche tropical (1988), una pieza teatral (Bajo un manto de estrellas, 1983) y dos guiones cinematográficos, La cara del villano y Recuerdo de Tijuana (ambos de 1985). Murió por falta de atención médica adecuada y dejó inconclusa su novela Humedad relativa: 95%. Su obra es uno de los experimentos mejor logrados de acercar la cultura popular a la literatura.

lunes, 21 de julio de 2014

Vida y obra: León Tolstoi

Vida y obra: León Tolstoi

Idea Vilariño

Callarse
Estoy temblando
está temblando el árbol desnudo y en espejos
cantando
y cantando está la luna
riendo
sin silencios
la lírica y romántica
flauta y en cielo en hoz
por vez primera
se abren su luz cereza y el estiércol.

No se pueden quejar ni las mañanas
ni el ardiente sopor que por lo estéril
no canto más no canto
ni puedo deshacer en primavera
ni negarla y beber
ni matar sin querer
ni andar a tientas
ya que el aire está duro
y hay monedas locuras
esperando
la marca del el agua
en desazón riendo
riéndose riendo.

Ah si encono si entonces
ya no quiero
ya no pude se pasa nunca alcanza
una ola se vaga la marea
se desconcierta así
y el sol no existe aquí más que en palabras
Pero en cambio en el cielo
caben muchas pero muchas. A veces
se molestan se muerden
en los labios.

Pablo Neruda
A todos, a vosotros...
A TODOS, a vosotros,
los silenciosos seres de la noche
que tomaron mi mano en las tinieblas, a vosotros,
lámparas
de la luz inmortal, líneas de estrella,
pan de las vidas, hermanos secretos,
a todos, a vosotros,
digo: no hay gracias,
nada podrá llenar las copas
de la pureza,
nada puede
contener todo el sol en las banderas
de la primavera invencible,
como vuestras calladas dignidades.
Solamente
pienso
que he sido tal vez digno de tanta
sencillez, de flor tan pura,
que tal vez soy vosotros, eso mismo,
esa miga de tierra, harina y canto,
ese amasijo natural que sabe
de dónde sale y dónde pertenece.
No soy una campana de tan lejos,
ni un cristal enterrado tan profundo
que tú no puedas descifrar, soy sólo
pueblo, puerta escondida, pan oscuro,
y cuando me recibes, te recibes
a ti mismo, a ese huésped
tantas veces golpeado
y tantas veces
renacido.
A todo, a todos,
a cuantos no conozco, a cuantos nunca
oyeron este nombre, a los que viven
a lo largo de nuestros largos ríos,
al pie de los volcanes, a la sombra
sulfúrica del cobre, a pescadores y labriegos,
a indios azules en la orilla
de lagos centelleantes como vidrios,
al zapatero que a esta hora interroga
clavando el cuero con antiguas manos,
a ti, al que sin saberlo me ha esperado,
yo pertenezco y reconozco y canto.
21  DE JULIO NACE
(Ernest Miller Hemingway; Oak Park, 1899 - Ketchum, 1961) Narrador estadounidense cuya obra, considerada ya clásica en la literatura del siglo XX, ha ejercido una notable influencia tanto por la sobriedad de su estilo como por los elementos trágicos y el retrato de una época que representa. Recibió el premio Nobel en 1954.

Ya se había iniciado en el periodismo cuando se alistó como voluntario en la Primera Guerra Mundial, como conductor de ambulancias, hasta que fue herido de gravedad. De vuelta a Estados Unidos retomó el periodismo hasta que se trasladó a París, donde alternó con las vanguardias y conoció a E. Pound, Pablo Picasso, J. Joyce y G. Stein, entre otros. Participó en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial como corresponsal, experiencias que luego incorporaría a sus relatos y novelas.

Él mismo declaró que su labor como periodista lo había influido incluso estéticamente, pues lo obligó a escribir frases directas, cortas y duras, excluyendo todo lo que no fuera significativo. Su propio periodismo, por otra parte, también influyó en el reportaje y las crónicas de los corresponsales futuros.

Entre sus primeros libros se encuentran Tres relatos y diez poemas (1923), En nuestro tiempo (1924) y Hombres sin mujeres (1927), que incluye el antológico cuento "Los asesinos". Ya en este cuento es visible el estilo de narrar que lo haría famoso y maestro de varias generaciones. El relato se sustenta en diálogos cortos que van creando un suspense invisible, como si lo que sucediera estuviera oculto o velado por la realidad. El autor explicaba su técnica con el modelo del témpano de hielo, que oculta la mayor parte de su materia bajo el agua, dejando visible sólo una pequeña parte a la luz del día.

Otros cuentos de parecida factura también son antológicos, como "Un lugar limpio y bien iluminado", "La breve vida feliz de Francis Macomber", "Las nieves del Kilimanjaro", "Colinas como elefantes blancos", "Un gato bajo la lluvia" y muchos más. En algunas de sus mejores historias hay un vago elemento simbólico sobre el que gira el relato, como una metáfora que se desarrolla en el plano de la realidad.

La mayor parte de su obra plantea a un héroe enfrentado a la muerte y que cumple una suerte de código de honor; de ahí que sean matones, toreros, boxeadores, soldados, cazadores y otros seres sometidos a presión. Tal vez su obra debe ser comprendida como una especie de romanticismo moderno, que aúna el sentido del honor, la acción, el amor, el escepticismo y la nostalgia como sus vectores principales. Sus relatos inauguran un nuevo tipo de "realismo" que, aunque tiene sus raíces en el cuento norteamericano del siglo XIX, lo transforma hacia una cotidianidad dura y a la vez poética, que influiría en grandes narradores posteriores como R. Carver.

Uno de los personajes de Hemingway expresa: "El hombre puede ser destruido, pero no derrotado". Y uno de sus críticos corrobora: "Es un código que relaciona al hombre con la muerte, que le enseña cómo morir, ya que la vida es una tragedia. Pero sus héroes no aman mórbidamente la muerte, sino que constituyen una exaltación solitaria de la vida, y a veces sus muertes constituyen la salvaguarda de otras vidas". A este tipo de héroe suele contraponer Hemingway una especie de antihéroe, como su conocido personaje Nick Adams, basado en su propia juventud, y que hilvana buena parte de los relatos como una línea casi novelesca.

Sus novelas tal vez sean más populares aunque menos perfectas estilísticamente que los cuentos. Sin embargo, Fiesta (1926) puede ser considerada una excepción; en ella se cuenta la historia de un grupo de norteamericanos y británicos, integrantes de la llamada "generación perdida", que vagan sin rumbo fijo por España y Francia. En 1929 publicó Adiós a las armas, historia sentimental y bélica que se desarrolla en Italia durante la guerra. En Tener y no tener (1937), condena las injusticias económicas y sociales. En 1940 publicó Por quién doblan las campanas, basada en la Guerra Civil española. Esta obra fue un éxito de ventas y se llevó a la pantalla.
En 1952 dio a conocer El viejo y el mar, que tiene como protagonista a un modesto pescador de La Habana, donde vivió y escribió durante muchos años enfrentado a la naturaleza. Algunos críticos han visto en este texto la culminación de su obra, porque en él confluyen el humanismo y la economía artística; otros, sin embargo, opinan que éste no es el mejor Hemingway, por una cierta pretensión didáctica. Hacia el final de una vida aventurera, cansado y enfermo, se suicidó como lo haría alguno de sus personajes, disparándose con una escopeta de caza. Para muchos, es uno de los escasos autores míticos de la literatura contemporánea.

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...