lunes, 19 de enero de 2015

19 DE ENERO MUERE
ESTEBAN ECHEVERRÍA

(José Esteban Echeverría; Buenos Aires, 1805 - Montevideo, 1851) Escritor argentino, una de las figuras fundamentales del romanticismo argentino e hispanoamericano. Hijo de español y criolla, quedó huérfano de padre a temprana edad. Confesó luego haber llevado una vida disipada entre los quince y los dieciocho años, pero fue buen alumno en el estricto Colegio de Ciencias Morales hasta 1823, cuando lo abandonó para dedicarse al comercio.

Esteban Echeverría

Entre los años 1826 y 1830, el joven Echeverría, becado por el gobierno de Rivadavia para formarse profesionalmente en París, tuvo la oportunidad de observar de cerca el auge del movimiento romántico francés, llegado de Alemania a principios del siglo XIX de la mano del vizconde de Chateaubriand y de Madame de Staël. No era ajeno a esta nueva tendencia artística y literaria un sesgo utópico, de carácter socialista y liberal, que se enriquecía con el aporte de pensadores como Saint-Simon y Gaston Leroux.
Las notas salientes del romanticismo, como la exaltación del color local, el estudio de la historia nacional o la búsqueda de un lenguaje propio como elemento diferenciador de una cultura, no dejaron de llamar la atención de Echeverría, quien las vio como un catálogo de principios susceptibles de ser trasladados a la nueva realidad americana. En efecto, tales principios estéticos y filosóficos parecían adecuarse a la perfección a los ideales de la Revolución de 1810.
Ya en Buenos Aires y con Rosas en el gobierno, Echeverría publicó de manera anónima, en 1832, Elvira o la novia del Plata. Considerada como la primera obra romántica de la América de habla castellana y una de las primeras de la lengua, en ella se perciben algunas marcas del nuevo ideario estético.
La importancia de esta obra, así como la de sus siguientes libros (Los consuelos, 1834, y Rimas, 1837, que contiene el célebre poema La cautiva), reside más en sus temas y en la oportunidad de su tratamiento que en la calidad literaria de sus versos. La cautiva es un extenso poema de 2.142 versos divididos en nueve partes y un epílogo; cuenta la historia del trágico destino de Brian, un soldado prisionero de los indios, y de María, su mujer, cautiva en la misma toldería. Pero no son las alternativas de su fuga penosa y fracasada lo que importa del poema, sino la incorporación del paisaje nacional (en este caso, el desierto argentino), el desarrollo de una temática local (las tolderías, los malones, los cautivos) y la utilización de algunas acepciones particulares del castellano hablado en la Argentina de la época.
Algunos de los cantos de La cautiva fueron leídos, en el mismo año de su publicación, en el Salón Literario que dirigía Marcos Sastre (1809-1887). En efecto, en la Librería Argentina, propiedad de Sastre (quien después destacaría como pedagogo y autor de una singular novela, El temple argentino, publicada en 1848), se desarrolló en 1837 una serie de reuniones, convocadas por Echeverría, para exponer y discutir temas de índole política y literaria. Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Sastre y Echeverría fueron los más destacados y entusiastas miembros del Salón.
El progresivo cariz político de la actividad del Salón provocó su clausura por parte del gobierno de Juan Manuel de Rosas. Pero algunos de los contertulios siguieron reuniéndose en la clandestinidad, y en ese marco, en junio de 1838, fue fundada la Asociación de Mayo, para la que Echeverría redactó las Palabras simbólicas, también conocidas como Credo o Creencia de la Joven Argentina. Se trata en realidad de un listado de quince enunciados que resumen el espíritu de la nueva generación; fueron aprobadas en agosto de ese mismo año, cuando la policía del gobierno de Rosas ya había descubierto la actividad clandestina de la Asociación de Mayo.
El primero de enero de 1839, ya exiliado en Montevideo, Juan Bautista Alberdi publicó el Credo de Echeverría en el periódico El Iniciador, bajo el título de Código o declaración de los principios que constituyen la creencia social de la República Argentina. Ese mismo año se recrudeció la represión del gobierno de Rosas para con sus opositores políticos, lo cual obligó a casi todos los miembros de la Asociación a emprender el camino del destierro: Gutiérrez y Alberdi se marcharon a Montevideo, y Echeverría a Colonia primero y a Montevideo después, donde moriría años más tarde.
En 1846, Echeverría publicó en esa ciudad el Dogma socialista, desarrollo doctrinario de las quince palabras del Credo. Su contenido se vincula al ideario demócrata liberal, por lo que la palabra "socialista" del título debe entenderse en el sentido de "social". Los románticos rioplatenses (Echeverría, pero también Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, José Mármol) iniciaron así la búsqueda de un sistema que permitiera cerrar y superar la antinomia entre unitarios y federales, al tiempo que luchaban contra el carácter autoritario del régimen rosista. En esas coordenadas se incluyen tanto el Dogma socialista como las Bases (1852) de Alberdi, el Facundo (1845) de Sarmiento y Amalia (1851) de Mármol.
También el célebre relato El matadero, de Echeverría (escrito entre 1838 y 1840, pero inédito hasta 1871, cuando Gutiérrez lo publicó en La Revista del Río de la Plata), debe ser visto en esta perspectiva, ya que a pesar de su consistente realismo es una alegoría sobre la violencia larvada en todos los niveles de la sociedad bonaerense de entonces: tras un planteamiento de apariencia costumbrista, se cuenta la historia de un joven unitario torturado por los rosistas. Obra sin duda singular, con ella se anticipó a modos de concepción, de realización y hasta de forma que luego serían empleados por el realismo y el naturalismo europeos. La obra de Esteban Echeverría puede resultar más relevante desde el punto de vista político que desde el literario; sin embargo, su valor es insoslayable en la constitución de la literatura argentina.

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...