sábado, 7 de noviembre de 2015

Dama del punk recuerda

Dama del punk recuerda

JUAN RULFO
PEDRO PÁRAMO (frag.)

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi
madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté
sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de 
prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de otro modo y de
este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa
sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a
mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca
me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
-Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de
sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo
alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi
madre. Por eso vine a Comala.
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por
el olor podrido de las saponarias.
El camino subía y bajaba: «Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube;
para el que viene, baja».
-¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
-Comala, señor.
-¿Está seguro de que ya es Comala?
-Seguro, señor.
-¿Y por qué se ve esto tan triste?
-Son los tiempos, señor.
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre
retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás
volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque
me dio sus ojos para ver: «Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy
hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve
Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche». Y su voz era secreta, casi
apagada, como si hablara consigo misma... Mi madre.
-¿Y a qué va usted a Comala, si se puede saber? -oí que me preguntaban.
-Voy a ver a mi padre -contesté.
-¡Ah! -dijo él.
Y volvimos al silencio.
Caminábamos cuesta abajo, oyendo el trote rebotado de los burros. Los ojos
reventados por el sopor del sueño, en la canícula de agosto.
-Bonita fiesta le va a armar -volví a oír la voz del que iba allí a mi lado-. Se pondrá
contento de ver a alguien después de tantos años que nadie viene por aquí
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VIRGINIA WOOLF EL CUARTETO DE CUERDAS

VIRGINIA WOOLF 
EL CUARTETO DE CUERDASResultado de imagen para cuarteto de cuerdas virginia woolf
Bueno, aquí estamos, y si lanzas una ojeada a la estancia, advertirás que el ferrocarril subterráneo y los tranvías y los autobuses, y no pocos automóviles privados, e, incluso me atrevería a decir, landos con caballos bayos, han estado trabajando para esta reunión, trazando líneas de un extremo de Londres al otro. Sin embargo, comienzo a albergar dudas...
Sobre si es verdad, tal como dicen, que la Calle Regent está floreciente, y que el Tratado se ha firmado, y que el tiempo no es frío si tenemos en cuenta la estación, e incluso que a este precio ya no se consiguen departamentos, y que el peor momento de la gripe ha pasado; si pienso en que he olvidado escribir con referencia a la gotera de la despensa, y que me dejé un guante en el tren; si los vínculos de sangre me obligan, inclinándome al frente, a aceptar cordialmente la mano que quizá me ofrecen dubitativamente...
-¡Siete años sin vernos!
-La última vez fue en Venecia.
-¿Y dónde vives ahora?
-Bueno, es verdad que prefiero que sea a última hora de la tarde, si no es pedir demasiado...
-¡Pero yo te he reconocido al instante!
-La guerra representó una interrupción...
Si la mente está siendo atravesada por semejantes dardos, y debido a que la sociedad humana así lo impone, tan pronto uno de ellos ha sido lanzado, ya hay otro en camino; si esto engendra calor, y además han encendido la luz eléctrica; si decir una cosa deja detrás, en tantos casos, la necesidad de mejorar y revisar, provocando además arrepentimientos, placeres, vanidades y deseos; si todos los hechos a que me he referido, y los sombreros, y las pieles sobre los hombros, y los fracs de los caballeros, y las agujas de corbata con perla, es lo que surge a la superficie, ¿qué posibilidades tenemos?
¿De qué? Cada minuto se hace más difícil decir por qué, a pesar de todo, estoy sentada aquí creyendo que no puedo decir qué, y ni siquiera recordar la última vez que ocurrió.
-¿Viste la procesión?
-El rey me pareció frío.
-No, no, no. Pero, ¿qué decías?
-Que ha comprado una casa en Malmesbury.
-¡Vaya suerte encontrarla!
Contrariamente, tengo la fuerte impresión de que esa mujer, sea quien fuere, ha tenido muy mala suerte, ya que todo es cuestión de departamentos y de sombreros y de gaviotas, o así parece ser, para este centenar de personas aquí sentadas, bien vestidas, encerradas entre paredes, con pieles, repletas, y conste que de nada puedo alardear por cuanto también yo estoy pasivamente sentada en una dorada silla, limitándome a dar vueltas y revueltas a un recuerdo enterrado, tal como todos hacemos, por cuanto hay indicios, si no me equivoco, de que todos estamos recordando algo, buscando algo furtivamente. ¿Por qué inquietarse? ¿Por qué tanta ansiedad acerca de la parte de los mantos correspondiente al asiento; y de los guantes, si abrochar o desabrochar? Y mira ahora esa anciana cara, sobre el fondo del oscuro lienzo, hace un momento cortés y sonrosada; ahora taciturna y triste, cual ensombrecida. ¿Ha sido el sonido del segundo violín, siendo afinado en la antesala? Ahí vienen. Cuatro negras figuras, con sus instrumentos, y se sientan de cara a los blancos rectángulos bajo el chorro de luz; sitúan los extremos de sus arcos sobre el atril; con un simultáneo movimiento los levantan; los colocan suavemente en posición, y, mirando al intérprete situado ante él, el primer violín cuenta uno, dos, tres... ¡Floreo, fuente, florecer, estallido! El peral en lo alto de la montaña. Chorros de fuente; gotas descienden. Pero las aguas del Ródano se deslizan rápidas y hondas, corren bajo los arcos, y arrastran las hojas caídas al agua, llevándose las sombras sobre el pez de plata, el pez moteado es arrastrado hacia abajo por las veloces aguas, y ahora impulsado en este remanso donde -es difícil esto- se aglomeran los peces, todos en un remanso; saltando, salpicando, arañando con sus agudas aletas; y tal es el hervor de la corriente que los amarillos guijarros se revuelven y dan vueltas, vueltas, vueltas, vueltas -ahora liberados-, y van veloces corriente abajo e incluso, sin que se sepa cómo, ascienden formando exquisitas espirales en el aire; se curvan como delgadas cortezas bajo la copa de un plátano; y suben, suben... ¡Cuán bella es la bondad de aquellos que, con paso leve, pasan sonriendo por el mundo! ¡Y también en las viejas pescaderas alegres, en cuclillas bajo arcos, viejas obscenas, que ríen tan profundamente y se estremecen y balancean, al andar, de un lado para otro, ju, ja!
-Mozart de los primeros tiempos, claro está...
-Pero la melodía, como todas estas melodías, produce desesperación, quiero decir esperanza. ¿Qué quiero decir? ¡Esto es lo peor de la música! Quiero bailar, reír, comer pasteles de color de rosa, beber vino leve y con mordiente. O, ahora, un cuento indecente... me gustaría. A medida que una entra en años, le gusta más la indecencia. ¡Ja, ja! Me río. ¿De qué? No has dicho nada, ni tampoco el anciano caballero de enfrente. Pero supongamos, supongamos... ¡Silencio!
El melancólico río nos arrastra. Cuando la luna sale por entre las lánguidas ramas del sauce, veo tu cara, oigo tu voz, y el canto del pájaro cuando pasamos junto al mimbral. ¿Qué murmuras? Pena, pena. Alegría, alegría. Entretejidos, como juncos a la luz de la luna. Entretejidos, sin que se puedan destejer, entremezclados, atados con el dolor, liados con la pena, ¡choque!
La barca se hunde. Alzándose, las figuras ascienden, pero ahora, delgadas como hojas, afilándose hasta convertirse en un tenebroso espectro que, coronado de fuego, extrae de mi corazón sus mellizas pasiones. Para mí canta, abre mi pena, ablanda la compasión, inunda de amor el mundo sin sol, y tampoco, al cesar, cede en ternura, sino que hábil y sutilmente va tejiendo y destejiendo, hasta que en esta estructura, esta consumación, las grietas se unen; ascienden, sollozan, se hunden para descansar, la pena y la alegría.
¿Por qué apenarse? ¿Qué quieres? ¿Sigues insatisfecha? Diría que todo ha quedado en reposo. Sí, ha sido dejado en descanso bajo un cobertor de pétalos de rosa que caen. Caen. Pero, ah, se detienen. Un pétalo de rosa que cae desde una enorme altura, como un diminuto paracaídas arrojado desde un globo invisible, da la vuelta sobre sí mismo, se estremece, vacila. No llegará hasta nosotros.
-No, no, no he notado nada. Esto es lo peor de la música, esos tontos ensueños. ¿Decías que el segundo violín se ha retrasado?
Ahí va la vieja señora Munro, saliendo a tientas. Cada día está más ciega, la pobre. Y con este suelo resbaladizo.
Ciega ancianidad, esfinge de gris cabeza... Ahí está, en la acera, haciendo señas, tan severamente, al autobús rojo.
-¡Delicioso! ¡Pero qué bien tocan! ¡Qué - qué - qué!
La lengua no es más que un badajo. La mismísima simplicidad. Las plumas del sombrero contiguo son luminosas y agradables, como una matraca infantil. La hoja del plátano destella en verde por la rendija de la cortina. Muy extraño, muy excitante.
-¡Qué - qué - qué! ¡Silencio!
Estos son los enamorados sobre el césped.
-Señora, si me permite que coja su mano...
-Señor, hasta mi corazón le confiaría. Además hemos dejado los cuerpos en la sala del banquete. Y eso que está sobre el césped son las sombras de nuestras almas.
-Entonces, esto son abrazos de nuestras almas.
Los limoneros se mueven dando su asentimiento. El cisne se aparta de la orilla y flota ensoñado hasta el centro de la corriente.
-Pero, volviendo a lo que hablábamos. El hombre me siguió por el pasillo y, al llegar al recodo, me pisó los encajes del viso. ¿Y qué otra cosa podía hacer sino gritar ¡Ah!, pararme y señalar con el dedo? Y entonces desenvainó la espada, la esgrimió como si con ella diera muerte a alguien, y gritó: ¡Loco! ¡Loco! ¡Loco! Ante lo cual yo grité, y el príncipe, que estaba escribiendo en el gran libro de pergamino, junto a la ventana del mirador, salió con su capelo de terciopelo y sus zapatillas de piel, arrancó un estoque de la pared -regalo del rey de España, ¿sabe?-, ante lo cual yo escapé, echándome encima esta capa para ocultar los destrozos de mi falda, para ocultar... ¡Escuche! ¡Las trompas!
El caballero contesta tan aprisa a la dama, y la dama sube la escalinata con tal ingenioso intercambio de cumplidos que ahora culminan con un sollozo de pasión, que no cabe comprender las palabras a pesar de que su significado es muy claro -amor, risa, huida, persecución, celestial dicha-, todo ello surgido, como flotando, de las más alegres ondulaciones de tierno cariño, hasta que el sonido de las trompas de plata, al principio muy a lo lejos, se hace gradualmente más y más claro, como si senescales saludaran al alba o anunciaran temiblemente la huida de los enamorados... El verde jardín, el lago iluminado por la luna, los limoneros, los enamorados y los peces se disuelven en el cielo opalino, a través del cual, mientras a las trompas se unen las trompetas, y los clarines les dan apoyo, se alzan blancos arcos firmemente asentados en columnas de mármol... Marcha y trompeteo. Metálico clamor y clamoreo. Firme asentamiento. Rápidos cimientos. Desfile de miríadas. La confusión y el caos bajan a la tierra. Pero esta ciudad hacia la que viajamos carece de piedra y carece de mármol, pende eternamente, se alza inconmovible, y tampoco hay rostro, y tampoco hay bandera, que reciba o dé la bienvenida. Deja pues que tu esperanza perezca; abandono en el desierto mi alegría; avancemos desnudos. Desnudas están las columnatas, a todos ajenas, sin proyectar sombras, resplandecientes, severas. Y entonces me vuelvo atrás, perdido el interés, deseando tan sólo irme, encontrar la calle, fijarme en los edificios, saludar a la vendedora de manzanas, decir a la doncella que me abre la puerta: Noche estrellada.
-Buenas noches, buenas noches. ¿Va en esta dirección?
-Lo siento, voy en la otra.
FIN

GERLILIBROS: 7 DE NOVIEMBRE NACEALBERT CAMUS(Mondovi, Argelia...

GERLILIBROS: 7 DE NOVIEMBRE NACE ALBERT CAMUS (Mondovi, Argelia...: 7 DE NOVIEMBRE NACE ALBERT CAMUS (Mondovi, Argelia, 1913 - Villeblerin, Francia, 1960) Novelista, dramaturgo y ensayista francés. Nacid...

7 DE NOVIEMBRE DE 1913 NACE: ALBERT CAMUS

   7 DE NOVIEMBRE DE 1913       NACE: 
   ALBERT CAMUS   
(Mondovi, Argelia, 1913 - Villeblerin, Francia, 1960) Novelista, dramaturgo y ensayista francés.
Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, su infancia y gran parte de su juventud transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, empezó estudios de filosofía en la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a que enfermó de tuberculosis.
Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que representaba obras clásicas ante un auditorio integrado por trabajadores. Luego ejerció como periodista durante un corto período de tiempo en un diario de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En 1939 publicó Bodas, conjunto de artículos que incluyen numerosas reflexiones inspiradas en sus lecturas y viajes. En 1940 marchó a París, donde pronto encontró trabajo como redactor en Paris-Soir.
Empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia que sobre él tuvo el existencialismo. Tal influjo se materializa en una visión del destino humano como absurdo, y su mejor exponente quizá sea el «extranjero» de su novela, incapaz de participar en las pasiones de los hombres y que vive incluso su propia desgracia desde una indiferencia absoluta, la misma, según Camus, que marca la naturaleza y el mundo.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, y de 1945 a 1947, su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al existencialismo, mientras los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un amigo alemán.
Su novela La peste (1947) supone un cierto cambio en su pensamiento: la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir se impone a la noción del absurdo. La peste es a la vez una obra realista y alegórica, una reconstrucción mítica de los sentimientos del hombre europeo de la posguerra, de sus terrores más agobiantes. El autor precisó su nueva perspectiva en otros escritos, como el ensayo El hombre en rebeldía (1951) y en relatos breves como La caída y El exilio y el reino, obras en que orientó su moral de la rebeldía hacia un ideal que salvara los más altos valores morales y espirituales, cuya necesidad le parece tanto más evidente cuanto mayor es su convicción del absurdo del mundo.
Si la concepción del mundo lo emparenta con el existencialismo de Jean-Paul Sartre y su definición del hombre como «pasión inútil», las relaciones entre ambos estuvieron marcadas por una agria polémica. Mientras Sartre lo acusaba de independencia de criterio, de esterilidad y de ineficacia, Camus tachaba de inmoral la vinculación política de aquel con el comunismo.
De gran interés es también su serie de crónicas periodísticas Actuelles. Tradujo al francés La devoción de la cruz, de Calderón, y El caballero de Olmedo, de Lope de Vega. En 1963 se publicaron, con el título de Cuadernos, sus notas de diario escritas entre 1935 y 1942. Galardonado en 1957 con el Premio Nobel de Literatura, falleció en un accidente de automóvil.

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7 DE NOVIEMBRE MUERE
VICENTE FORTE
Vicente Forte nace el 4 de abril de 1912, en Lanús, Provincia de Buenos Aires.
Egresa de la Escuela de Bellas Artes en 1935, con el título de Profesor de Dibujo. Estudia grabado con Lino Enea Spilimbergo y composición plástica con Emilio Pettoruti entre 1940 y 1945.
En 1931 ingresa a la Asociación de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes (MEEBA) – entidad fundada el 6 de Mayo de 1917–. En 1935 integra el Grupo Orión, con el que expone obras de talante surrealista en 1939 y 1947. En 1951 forma parte de la agrupación XX Pintores y Escultores, junto a quienes realiza varias muestras entre 1952 y 1957.
Expone individualmente desde 1947 en galerías porteñas como Callao, Van Riel, Guión, Plástica y en la Agrupación Impulso de La Boca. También en la Pan American Union de Washington, Estados Unidos. Desde 1963 es artista exclusivo de la Galería Rubbers en Buenos Aires.
Entre 1949 y 1950 realiza viajes de estudios por Portugal, España, Italia y Francia. En 1951 gana el Primer Premio del Salón Anual de Acuarelistas, Pastelistas y Grabadores. En 1952, obtiene el Tercer Premio de Dibujo en el Salón Nacional y al año siguiente el Primer Premio en el Salón de Santa Fe. En 1954 es invitado a la II Bienal de La Habana, Cuba y además realiza una muestra individual en Schramms Gallery de Florida, Estados Unidos. En 1955, se le entrega el Gran Premio de Honor Anual de Santa Fe, y el Gran Premio Presidente de La Nación del Salón de Arte de Mar del Plata. Al año siguiente obtiene, en el Salón de Córdoba, y nuevamente, en el Salón de Arte de Mar del Plata, el Gran Premio de Honor. En 1958, recibe el Premio Extraordinario del Salón de Mar del Plata. Al año siguiente obtiene el Premio Kraft, el Premio Ministerio de Relaciones Exteriores del Salón Nacional y el Segundo Premio del Salón Nacional. En 1960, es invitado a participar del Premio Palanza y a la Primera Exposición Internacional de Arte Moderno, organizada por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Ese año también recibe el Segundo Premio del Salón Municipal de Buenos Aires y, en 1962, el Gran Premio de Honor del Salón Nacional. En 1963 participa de la exposición Arte Argentino Actual, en el Museo de Arte Moderno de París. Un año después es elegido Presidente de la Sociedad de Artistas Plásticos (SAAP) y es invitado a la XXXII Bienal de Venecia. Entre sus participaciones en exposiciones colectivas en el exterior cabe destacar la exposición de Pintura Moderna en Nueva Delhi y la Exposición de Arte Moderno en Holanda.
Ejerce la docencia como Profesor de Dibujo Técnico en escuelas industriales.
En palabras de José León Pagano, es un "[…] refinado colorista y compositor sensible que practicó una pintura proclive a la abstracción de poéticos acentos […]”.
Fallece en Lanús, el 7 de noviembre de 1980.
Obras de su autoría integran el patrimonio del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires; del Museo Municipal de Artes Plásticas “Eduardo Sívori” de Buenos Aires y de los museos provinciales de Bellas Artes de Buenos Aires (La Plata), Córdoba y Santa Fe, sumados a los museos municipales de Rosario y Bahía Blanca.

7 DE NOVIEMBRE DE 1910 MUERE FLORENCIO SÁNCHEZ

7 DE NOVIEMBRE DE 1910 MUERE
FLORENCIO SÁNCHEZ
(Montevideo, 1875 - Milán, 1910) Dramaturgo uruguayo,
uno de los fundadores del teatro rioplatense y autor de relevancia en la escena latinoamericana. Comenzó su labor en su país natal, pero escribió en Argentina la mayor parte de sus obras, estrenadas sobre todo por la compañía de los hermanos Podestá. Consiguió llevar a escena una veintena de piezas en un período de apenas seis años, desde 1903, en que estrenó M'hijo el dotor, hasta 1909, con la última de ellas, Un buen negocio
Fue un dinámico participante del acontecer de su tiempo. En 1897, sublevado el partido blanco, al cual pertenecía, participó en dos batallas contra el gobierno de su país. En 1900 publicó en el diario El Sol de Buenos Aires sus "cartas de un flojo", donde analizó los desastres que el caudillismo acarreaba a su país. Se nutrió espiritualmente de los autores anarquistas, y basó en estas ideas los artículos que le trajeron innumerables problemas con los propietarios de los periódicos para los que escribió en sus comienzos.
La incipiente tradición escénica local y las corrientes teatrales europeas le proporcionaron los fundamentos de su fuerte realismo escénico, congruente con su postura ideológica y su temperamento. Todas sus piezas constituyen cuadros costumbristas llenos de colorido, reveladores de la penetrante capacidad de observación del autor. Se propuso trasladar a la escena un panorama de la realidad rioplatense en el que se visualizara la problemática social y sus derivaciones éticas.
El resultado de sus planteos fue amplio y matizado y abarca desde el submundo del hampa La tigra y Moneda falsa (1907) hasta las clases altas -Nuestros hijos y Los derechos de la salud (1907)-; desde la realidad rural El desalojo (1906) hasta la urbana, en algunas de sus mejores piezas como En familia y Los muertos (1905). En el teatro de Sánchez hay una intuición de la psicología del ambiente, del lenguaje y el ritmo teatrales.
Sus sainetes trajeron elementos nuevos: disminuyeron el elemento folclórico y acentuaron la humanidad de los personajes humildes en lucha por la vida. Una de las obras que marcaron el inicio de su éxito en Argentina fue Canillita (1903), cuyo protagonista era un joven vendedor de periódicos; al popularizarse la obra, pasó a llamarse con este apodo a los jóvenes que desempeñaban ese trabajo.
El 26 de abril de 1905 se estrenó en el teatro Apolo de Buenos Aires Barranca abajo, considerado su texto más perfecto. La estructura de la pieza es impecable; la progresión dramática, sabiamente graduada, crece inexorablemente hacia un final fatalista que confiere a la obra corpulencia de tragedia; hay en toda ella una excepcional creación lingüística que revela un diestro manejo del lenguaje popular, y que sin dejar de ser realista adquiere otros valores. Todas las figuras dramáticas, incluso las secundarias, tienen auténtica vida y hay un par de creaciones maestras: don Zoilo y Martiniana, dos de los grandes personajes de la literatura platense.

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...