martes, 30 de diciembre de 2014

ABU-L-QASIM BEN AL-SAQQAT

FIESTA EN UN JARDÍN

A la sombra de aquel día giraban los deseos sobre nosotros como esferas
astronómicas de felicidad.
Lo pasamos en un jardín al que una nube, armada con el acerado sable del
relámpago, escanció la bebida de la madrugada.
El rojo vino nos dio como almohadas los macizos de murta, y parecíamos
reyes sobre el trono de los verdes boscajes.
La mano del amor nos ensartó para la alegría: nosotros éramos las perlas,
y los amores, los hilos.
Nos atacaban como lanzas los pechos de las doncellas, moviéndonos guerra,
y para defendernos no vestíamos otra cota que nuestras pieles de fanak.
Ante nosotros se destapaban caras deliciosas, que parecían lunas entre la
noche de las trenzas.

GEORGE ORWELL "UNA BUENA TAZA DE TÉ

GEORGE ORWELL
UNA BUENA TAZA DE TÉ


























George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair (India, Raj Británico 1903 - Londres, Inglaterra 1950), fue un escritor y ensayista británico conocido por sus obras "Rebelión en la granja" y "1984" en el cual acuñó el concepto del Gran Hermano, escribió este ensayo sobre el té en el período inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial.
Vale la pena señalar que las indicaciones de preparación descritas por Orwell en este ensayo son aplicables sólo a la preparación del té negro, variedad de consumo casi exclusivo en Gran Bretaña en la época en que lo escribió.
Si usted busca "té" en el primer libro de cocina que tenga a la mano, probablemente encontrará que no se le menciona, o a lo más, encontrará unas pocas líneas de instrucciones incompletas que no dan ninguna indicación sobre varios de los puntos más importantes respecto de él.
Esto es curioso, no sólo porque el té es uno de los principales productos de consumo en este país, así como lo es en Irlanda, Australia y Nueva Zelanda, sino porque las disputas acerca de la mejor manera de prepararlo es un tema que a veces se vuelve hasta violento.
Cuando me fijo en mi propia receta para preparar la taza de té perfecta, advierto que no hay menos de once puntos en los cuales se debe poner atención. En dos de ellos hay bastante acuerdo en general, pero por lo menos hay otros cuatro que son objeto de mucha controversia. Aquí están mis propias once reglas, cada una de las cuales me parece de oro:
En primer lugar, se debe usar té de la India o Ceilán. El té de China tiene virtudes que no deben ser despreciadas en la actualidad - es económico, y se puede tomar sin leche - pero no es particularmente estimulante. Uno no se siente más sabio, más valiente o más optimista después de beber té chino. Cualquiera que haya usado la frase "una buena taza de té" sabe que se refiere invariablemente al té de la India.
En segundo lugar, el té debe prepararse en pequeñas cantidades - es decir, en una tetera. El té que no es preparado en un recipiente cerrado siempre queda de mal gusto, tal como el que prepara el ejército en grandes ollas y que sabe a grasa y detergente. La tetera debe ser de porcelana o loza. El té preparado en teteras de plata o porcelana británica resulta de inferior calidad, aunque curiosamente en teteras de estaño (una rareza en la actualidad) no resulta tan mal.
En tercer lugar, la tetera debe ser calentada de antemano. Esto resulta mejor al colocarla en una placa caliente que por el método habitual de calentarla con agua caliente. En cuarto lugar, el té debe ser fuerte. Para una tetera de un cuarto de galón (1,1 litros aproximadamente), si se va a llenar casi hasta el borde, seis cucharadas colmadas de té deberían ser suficientes. En épocas de racionamiento como la actual, ésta no es una idea que se pueda se realizar todos los días de la semana, pero yo sostengo que una taza de té fuerte es mejor que veinte tazas débiles. A todos los amantes del té les gusta el té fuerte, y un poco más fuerte a cada año que pasa - un hecho que es reconocido en el racionamiento extra que reciben los jubilados.

En quinto lugar, el té se debe poner directamente en la tetera. No hay que usar filtros, bolsas de muselina u otros dispositivos para encarcelar al té. En algunos países, las teteras están equipados con filtros para retener las hojas que caen junto con la infusión, bajo el supuesto que son perjudiciales. En realidad se puede tragar hojas de té en grandes cantidades sin efectos negativos, y el té no queda bien si no se infusiona correctamente.
En sexto lugar, uno debe llevar la tetera de preparación a la caldera de agua hirviendo y no al revés. El agua debe estar hirviendo en el momento del impacto, lo que significa que uno debe mantenerla en el fuego mientras se vierte. Algunas personas señalan que sólo se debe utilizar el agua que recién ha comenzado a ebullir, pero nunca he advertido que haya alguna diferencia.
En séptimo lugar, después de hacer el té, hay que removerlo, o mejor aún, dar una buena sacudida a la tetera, permitiendo que las hojas se depositen en el fondo.
En octavo lugar, uno debe beber de una buena taza de desayuno - es decir, el tipo de taza cilíndrico, no el tipo de plano y poco profundo. En la taza de desayuno cabe más té, y con el tipo bajo y plano el té se enfría antes de llegar a los labios.
En noveno lugar, se debe extraer la crema de la leche antes de usarla para el té. La leche que muy cremosa siempre cambia el sabor del té.
En décimo lugar, se debe verter primero el té en la taza antes que la leche. Este es uno de los puntos más polémicos de todos, y de hecho en todas las familias británicas probablemente hay dos escuelas de pensamiento sobre el tema. La escuela de "la leche primero" puede presentar algunos argumentos bastante fuertes, pero sigo sosteniendo que mi argumento es irrefutable. Esto es que, al poner el té primero y revolverlo a medida que se vierte la leche, se puede regular exactamente la cantidad de leche, mientras que es posible poner demasiada leche si uno lo hace al revés.
Por último, el té - a menos que uno lo esté tomando al estilo ruso - se debe beber sin azúcar. Sé muy bien que estoy en minoría aquí. Pero aún así, ¿cómo puede usted llamarse un verdadero amante del té si destruye su sabor poniéndole azúcar? También se le podría poner pimienta o sal. Se supone que el té debe ser amargo, al igual que la cerveza está destinada a serlo. Si endulza el té ya no sentiría su sabor; y podría obtener una bebida muy similar al disolver azúcar en agua caliente pura.
Algunas personas responden que no les gusta el té en sí mismo, que sólo lo beben con el fin de ser calentados y estimulados, y que necesitan el azúcar para cambiarle el gusto al té. A estas personas equivocadas, yo les diría: Trate de tomar el té sin azúcar, por ejemplo, un par de semanas y es muy poco probable que usted nunca más vaya a querer arruinar su té nuevamente por la edulcoración. Estos no son los únicos puntos controvertidos que surjen en relación con el consumo de té, pero son suficientes para mostrar lo sofisticado que se ha convertido todo el asunto. También está la misteriosa etiqueta social que rodea a la taza de té (¿por qué se considera vulgar beber té en el platillo, por ejemplo?) Y mucho se podría escribir acerca del uso secundario de las hojas de té, como adivinar el futuro, la predicción de la llegada de visitantes, como alimento para los conejos, usos en curaciones y quemaduras y limpieza de alfombras. Vale la pena prestar atención a detalles tales como el calentamiento de la tetera y el uso de agua hirviendo, con el fin de asegurarse de obtener de su ración las veinte buenas y fuertes tazas que sus dos onzas (56 gramos), bien manejadas, deberían representar.
FIN
Ensayo Publicado en el Evening Standard, 12 enero 1946.

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...