16 DE JUNIO DE 1955
ES BOMBARDEADA LA PLAZA DE MAYO
La Marina bombardeó la Plaza de Mayo
Hace 62 años, el 16 de junio de 1955 como preanuncio del golpe que volteó a Perón, aviones navales bombardearon una concentración peronista en la plaza de Mayo de Buenos Aires, y mataron unos 300 civiles, entre ellos niños
En la mañana del 16 de junio de 1955, efectivos de la marina de guerra y “comandos civiles” intentaron sin éxito copar la Casa Rosada y tomar prisionero al presidente Juan Perón.
El mandatario buscó refugio en el edificio del ministerio de Guerra y se dispuso a sofocar la rebelión. Al mediodía, aviones la Armada bombardearon y ametrallaron la sede del gobierno y la plaza de Mayo.
Una de las primeras bombas estalló en el techo de la Casa Rosada. Otra, le pegó a un trolebús lleno de pasajeros y murieron todos. Los pilotos navales lanzaron nueve toneladas y media de explosivos.
El ataque provocó más de 350 muertos y 2.000 heridos. Setenta y nueve personas quedaron lisiadas en forma permanente. Los agresores huyeron al Uruguay, donde solicitaron asilo político.
En la mañana del 16 de junio de 1955, efectivos de la marina de guerra y “comandos civiles” intentaron sin éxito copar la Casa Rosada y tomar prisionero al presidente Juan Perón.
El mandatario buscó refugio en el edificio del ministerio de Guerra y se dispuso a sofocar la rebelión. Al mediodía, aviones la Armada bombardearon y ametrallaron la sede del gobierno y la plaza de Mayo.
Una de las primeras bombas estalló en el techo de la Casa Rosada. Otra, le pegó a un trolebús lleno de pasajeros y murieron todos. Los pilotos navales lanzaron nueve toneladas y media de explosivos.
El ataque provocó más de 350 muertos y 2.000 heridos. Setenta y nueve personas quedaron lisiadas en forma permanente. Los agresores huyeron al Uruguay, donde solicitaron asilo político.
“Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos”, publicó al día siguiente el diario “Clarín”.
Fue la segunda vez en toda la historia argentina que la ciudad de Buenos Aires era bombardeada. La primera ocurrió durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807. En esta ocasión, a mediados del siglo veinte, no existía un estado de guerra, quienes atacaron por sorpresa vestían uniformes militares argentinos y las víctimas fueron civiles desarmados, también argentinos.
Fue la segunda vez en toda la historia argentina que la ciudad de Buenos Aires era bombardeada. La primera ocurrió durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807. En esta ocasión, a mediados del siglo veinte, no existía un estado de guerra, quienes atacaron por sorpresa vestían uniformes militares argentinos y las víctimas fueron civiles desarmados, también argentinos.
El ataque a traición de los aviadores navales produjo un terrible impacto en la población. Durante meses no se habló de otra cosa en los hogares de todo el país.
El periodista norteamericano Martín Andersen describió la situación: “el bombardeo del 16 de junio de 1955 explotó con una fuerza cataclísmica, por tanto, sobre una población civil condicionada por un siglo de paz y que tenía la confirmada creencia de que semejantes cosas no ocurrían en la Argentina. Se detecta en la gente no sólo el sentimiento de escándalo, sino de vergüenza de que semejante matanza de civiles inocentes pudiera haber ocurrido en el corazón de Buenos Aires”.
Por la tarde, los marinos atrincherados en la secretaría de Marina desplegaron
una bandera blanca que, de acuerdo a las reglas militares, sólo podía significar dos cosas: diálogo o rendición.
El general peronista Juan José Valle y otros oficiales leales se dirigen al lugar para parlamentar, con instrucciones de ser tolerantes con los rebeldes. Cuando la comisión se acerca al edificio, la bandera blanca es arriada y una ametralladora los recibe con ráfagas de plomo.
En la noche, como reacción popular a los bombardeos, fueron saqueadas e incendiadas la catedral metropolitana, donde están los restos de San Martín, y diez iglesias. Poco después, trascendió que Perón fue excomulgado por el papa Pío XII, quien siempre se negó a tomar idéntica medida con Mussolini y Hitler.
Perón ofrece renunciar a la jefatura del movimiento peronista y mantener sólo el cargo de presidente de la nación. En búsqueda de la reconciliación, el general cambia a integrantes de su gabinete, sustituye al jefe de policía y se desprende de Raúl Apold, su jefe de propaganda.
Al mismo tiempo, designa a John William Cooke como interventor del partido en la Capital Federal.
Sin embargo, la situación ha llegado a un punto sin retorno. Conservadores, radicales, nacionalistas liberales, comunistas y socialistas exigen la renuncia del presidente.
El Ejército, la Marina y la Aeronáutica conspiran abiertamente y los “comandos
civiles” se organizan. Tres meses después, Perón será derrocado por la llamada “revolución libertadora”, un antecedente de la ciénaga sangrienta instaurada en 1976.
El periodista norteamericano Martín Andersen describió la situación: “el bombardeo del 16 de junio de 1955 explotó con una fuerza cataclísmica, por tanto, sobre una población civil condicionada por un siglo de paz y que tenía la confirmada creencia de que semejantes cosas no ocurrían en la Argentina. Se detecta en la gente no sólo el sentimiento de escándalo, sino de vergüenza de que semejante matanza de civiles inocentes pudiera haber ocurrido en el corazón de Buenos Aires”.
Por la tarde, los marinos atrincherados en la secretaría de Marina desplegaron
una bandera blanca que, de acuerdo a las reglas militares, sólo podía significar dos cosas: diálogo o rendición.
El general peronista Juan José Valle y otros oficiales leales se dirigen al lugar para parlamentar, con instrucciones de ser tolerantes con los rebeldes. Cuando la comisión se acerca al edificio, la bandera blanca es arriada y una ametralladora los recibe con ráfagas de plomo.
En la noche, como reacción popular a los bombardeos, fueron saqueadas e incendiadas la catedral metropolitana, donde están los restos de San Martín, y diez iglesias. Poco después, trascendió que Perón fue excomulgado por el papa Pío XII, quien siempre se negó a tomar idéntica medida con Mussolini y Hitler.
Perón ofrece renunciar a la jefatura del movimiento peronista y mantener sólo el cargo de presidente de la nación. En búsqueda de la reconciliación, el general cambia a integrantes de su gabinete, sustituye al jefe de policía y se desprende de Raúl Apold, su jefe de propaganda.
Al mismo tiempo, designa a John William Cooke como interventor del partido en la Capital Federal.
Sin embargo, la situación ha llegado a un punto sin retorno. Conservadores, radicales, nacionalistas liberales, comunistas y socialistas exigen la renuncia del presidente.
El Ejército, la Marina y la Aeronáutica conspiran abiertamente y los “comandos
civiles” se organizan. Tres meses después, Perón será derrocado por la llamada “revolución libertadora”, un antecedente de la ciénaga sangrienta instaurada en 1976.