martes, 6 de agosto de 2019

6 DE AGOSTO DE 1945 EE.UU. LANZA UNA BOMBA ATOMICA
SOBRE HIRISHIMA

Hiroshima bombardeada
Hibakusha (被爆者) es una palabra que muchos conocen en Japón, y que sin duda fuera del país del sol naciente se desconoce por, probablemente, poco interés en que dicho calificativo se comprendiese en otras partes del mundo. Una de las peores consecuencias de las decenas de guerras que el hombre ha organizado durante toda su historia, fueron los lanzamientos en terreno urbano de armas nucleares. Japón, lamentablemente, es el único país del mundo que ha sufrido las consecuencias de una bomba nuclear explosionada en terreno habitado por miles de personas, y además lo ha sufrido por partida doble.
El presidente de Estados Unidos en 1945, Truman, ordenó finalizar la guerra contra el Imperio de Japón demostrando la superioridad americana y, para ello, permitió los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Entre el 6 de agosto y el 9 de agosto de 1945 las bombas mataron o condenaron a muerte a unas 246.000 personas. Muchas murieron en el bombardeo, otras tardaron tiempo en morir de sus heridas o por los efectos de la radiación. Sin embargo, otros lograron sobrevivir a las bombas nucleares durante muchos años, aunque la mayoría quedaron marcados por las abrasiones producidas por la radiación, mostrando grandes cicatrices en el cuerpo. Estos sobrevivientes son los llamados Hibakusha, que podríamos traducir como “persona bombardeada” (hibaku – bomba y sha – persona).

Hibakusha
Lamentablemente, la historia de los Hibakusha no termina aquí. Esta palabra, con el que se designa a los supervivientes de los bombardeos nucleares, ha sido para muchas personas un peso aún mayor en sus vidas. El sentido común indicaría que estas personas, la mayoría con lesiones físicas o psicológicas, debían ser cuidadas y amparadas por la sociedad. Sin embargo, durante un tiempo en Japón ser Hibakusha significaba obtener el rechazo de gran parte de la sociedad. Se estima que el número de hibakushas podría haber rondado los 360.000, de los cuales la mayoría tenía secuelas evidentes o cánceres procedentes de la radiación. Entre los Hibakusha no sólo se cuentan las víctimas directas, sino también los hijos de dichas personas que padezcan algún tipo de problema físico relacionado con la radiación.
Al dolor físico y psicológico se le añadió un rechazo social, provocado por el desconocimiento. En dicho momento, pocos años después de finalizar la guerra, habían un gran temor a las armas nucleares y a la radiación. El mundo había visto, a grandes rasgos, lo que podía hacer la radiación, y eso que muchos de sus efectos a largo plazo eran desconocidos en aquellos tiempos. Los amigos, familiares y vecinos de los Hibakusha rechazaron a estos supervivientes, pensando que quizás la radiación o las enfermedades provocadas por la misma podrían contagiarse a otras personas. El rechazo fue tan generalizado que muchos supervivientes tuvieron grandes problemas, no solo sociales, también económicos, pues no conseguían empleo de forma fácil.

Por este motivo, muchas victimas de los bombardeos guardaban el secreto y no se lo contaban a nadie, si sus heridas no los delataban de forma sencilla. De esta forma, y aunque el gobierno destinó ayudas a los Hibakusha, el miedo a ser rechazados por sus vecinos provocó que muchos supervivientes o damnificados por la radiación no cobrasen sus respectivas ayudas. Este rechazo duró muchos años y, aunque en los tiempos modernos nuestro conocimiento sobre la radiación y las enfermedades mejoró mucho, hasta hace muy poco muchas personas aún seguían teniendo cierto reparo de los Hibakusha.
Algunos de los supervivientes formaron en 1956 el grupo Nihon Hidankyō (日本被団協). Se trata de una organización de hibakushas que, desde dicho año, presiona al gobierno japonés y a otras naciones para que ayuden a los supervivientes de las bombas nucleares y trabajen para la abolición de las bombas nucleares y las bombas termonucleares.

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...