lunes, 27 de julio de 2015

27 DE JULIO NACE:

GIOSUE CARDUCCI

(Valdicastello, 1835 - Bolonia, 1907) Poeta italiano, premio Nobel de Literatura en 1906, que defendió un clasicismo pagano frente a las tendencias decadentistas y románticas de su época. Estudió humanidades y literatura en Florencia, donde se doctoró en 1856. Con algunos compañeros fundó el grupo de los Amigos pedantes, de orientación anticatólica y antirromántica. Este gesto enérgico está presente en "Himno a Satanás" (1863), composición popular en su época en la que exaltaba la rebeldía, la libertad, la ciencia y el progreso.

Giosue Carducci

La actitud radical que impregnó los comienzos de su obra era una decisión estética, aunque también biográfica. Su padre, un médico rural de ideas fijas y quizás decisivo en el suicidio de Dante, hermano del poeta, le hizo leer a la fuerza cierta tradición italiana; refirió el propio Carducci: "y por largo tiempo, moral católica y frailes, deberes del hombre y santitos, fueron para mí la misma cosa; odié esos libros, los odié con un odio catilinario, pues para mí representaban la mortificación, la soledad, la privación de la libertad y del aire y de la lucha".

Más tarde, sin embargo, como muchos masones, aceptó la monarquía de los Saboya y estableció una relación de afinidad con la reina Margarita, que tenía numerosos intereses intelectuales. La oda A la reina de Italia (1878) refleja su defensa de la monarquía, adhesión que incluyó más tarde, en 1887, al nuevo presidente del gobierno Francesco Crispi, el artífice de la grandilocuencia arquitectónica humbertiana, un predecesor democrático de Benito Mussolini.

Sus trasiegos con el poder y un reconocido mal carácter dejaron poca huella en sus espléndidas obras poéticas. Dotado de un oído clásico, alimentado por la lectura de los poetas alemanes y franceses, y de un profundo conocimiento de la literatura griega y latina, devolvió a la lengua italiana su luminosa y en cierto modo perdida musicalidad lírica. Las publicaciones de sus versos no reflejan el orden de su escritura, porque el poeta recuperaba libros antiguos al reeditar los nuevos.

Cronológicamente aparecieron Rimas (1857), Levia Gravia (1868, que publicó con el seudónimo de Enotrio Romano por su contenido anticlerical), Poesías (1871), Primavera helénica (1872), Nuevas poesías de Enotrio Romano (1873), Odas bárbaras (1882, 1889, 1893), Yambos y épodos (1882), Rimas nuevas (1887) y Rimas y ritmos (1899). El contenido jacobino, la exaltación de las virtudes laicas y del espíritu republicano y la reacción contra la "solitaria abstracción semita" del cristianismo se concreta en "un culto a la forma que no es otra cosa que amor a la naturaleza".

Esas formas, que van del soneto de Rimas nuevas a las estrofas sáficas y los dísticos elegíacos de las Odas bárbaras, fundan un realismo que convirtió a Carducci en "poeta de la historia", según Benedetto Croce, y en el "vate nacional" de Italia. Sin embargo, sus mejores composiciones son las que se alimentaron de sus recuerdos de infancia, de los afectos y de la memoria, sobre todos las incluidas en Rimas nuevas. Curiosamente, son aquellas donde su voluntarioso clasicismo deja traslucir las representaciones más puras de la poesía romántica.

sábado, 25 de julio de 2015

MARCIANO DURÁN (Escritor Uruguayo)

Tomado de sus "Crónicas Marcianas"

Desechando lo desechable


Seguro que el destino se ha confabulado para complicarme la vida.

No consigo acomodar el cuerpo a los nuevos tiempos.

O por decirlo mejor: no consigo acomodar el cuerpo al “use y tire” ni al “compre y compre” ni al “desechable”.

Ya sé, tendría que ir a terapia o pedirle a algún siquiatra que me medicara.

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los gurises.

Los colgábamos en la cuerda junto a los chiripás; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos… nuestros nenes… apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales).

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Sí, ya sé… a nuestra generación siempre le costó tirar.

¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!

Y así anduvimos por las calles uruguayas guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor.

Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.

Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.

Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plast de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de alpaca en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida.

¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡Nos están jodiendo!

¡¡Yo los descubrí… lo hacen adrede!!

Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo.

Nada se repara.

¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommier casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se deshecha y mientras tanto producimos más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de 50 años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon.

La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.

De por ahí vengo yo.

Y no es que haya sido mejor.

Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el “guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo” pasarse al “compre y tire que ya se viene el modelo nuevo”.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya sí era un nombre como para cambiarlo)

Me educaron para guardar todo.

¡Toooodo!

Lo que servía y lo que no.

Porque algún día las cosas podían volver a servir.

Le dábamos crédito a todo.

Sí… ya sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no.

Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas de jardinera… y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¡¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?!

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones.

El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.

Y guardábamos.

¡¡Cómo guardábamos!!

¡¡Tooooodo lo guardábamos!!

¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!

¡¿Cómo para qué?!

Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares.

Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.

¡Tooodo guardábamos!

Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.

Y las cosas que nunca usaríamos.

Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.

Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar.

Cañitos de plástico sin la tinta, cañitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.

Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraran al terminar su ciclo, los uruguayos inventábamos la recarga de los encendedores descartables.

Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de paté o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.

¡Y las pilas!

Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa.

Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más.

No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables… eran guardables.

¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al cuadril!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque del Banco de Seguros para hacer cuadros, y los cuentagotas de los remedios por si algún remedio no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.

Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posamates, y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de cartas se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía “éste es un 4 de bastos”.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal.

Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos.

Así como hoy las nuevas generaciones deciden “matarlos” apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada… ni a Walt Disney.

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron “Tómese el helado y después tire la copita”, nosotros dijimos que sí, pero… ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.

Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos.

Las primeras botellas de plástico -las de suero y las de Agua Jane- se transformaron en adornos de dudosa belleza.

Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.

No lo voy a hacer.

Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.

No lo voy a hacer.

No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.

No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.

De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.

Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo que la bruja me gane de mano … y sea yo el entregado.

Y yo…no me entrego.

Enero de 2006
JUAN RULFO 
 (México, 1918 - 1986 )

Es que somos muy pobres

Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejaván, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.
Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río.
El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada. Yo estaba muy dormido y, sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar en seguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que se estaba derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví a dormir, porque reconocí el sonido del río y porque ese sonido se fue haciendo igual hasta traerme otra vez el sueño.
Cuando me levanté, la mañana estaba llena de nublazones y parecía que había seguido lloviendo sin parar. Se notaba en que el ruido del río era más fuerte y se oía más cerca. Se olía, como se huele una quemazón, el olor a podrido del agua revuelta.
A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus orillas. Iba subiendo poco a poco por la calle real, y estaba metiéndose a toda prisa en la casa de esa mujer que le dicen la Tambora. El chapaleo del agua se oía al entrar por el corral y al salir en grandes chorros por la puerta. La Tambora iba y venía caminando por lo que era ya un pedazo de río, echando a la calle sus gallinas para que se fueran a esconder a algún lugar donde no les llegara la corriente.
Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se debía de haber llevado, quién sabe desde cuándo, el tamarindo que estaba en el solar de mi tía Jacinta, porque ahora ya no se ve ningún tamarindo. Era el único que había en el pueblo, y por eso nomás la gente se da cuenta de que la creciente esta que vemos es la más grande de todas las que ha bajado el río en muchos años.
Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel amontonadero de agua que cada vez se hace más espesa y oscura y que pasa ya muy por encima de donde debe estar el puente. Allí nos estuvimos horas y horas sin cansarnos viendo la cosa aquella. Después nos subimos por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la gente, pues abajo, junto al río, hay un gran ruidazal y sólo se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y como que quieren decir algo; pero no se oye nada. Por eso nos subimos por la barranca, donde también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha hecho. Allí fue donde supimos que el río se había llevado a la Serpentina la vaca esa que era de mi hermana Tacha porque mi papá se la regaló para el día de su cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra colorada y muy bonitos ojos.
No acabo de saber por qué se le ocurriría a La Serpentina pasar el río este, cuando sabía que no era el mismo río que ella conocía de a diario. La Serpentina nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás. A mí muchas veces me tocó despertarla cuando le abría la puerta del corral porque si no, de su cuenta, allí se hubiera estado el día entero con los ojos cerrados, bien quieta y suspirando, como se oye suspirar a las vacas cuando duermen.
Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas. Tal vez entonces se asustó y trató de regresar; pero al volverse se encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y dura como tierra corrediza. Tal vez bramó pidiendo que le ayudaran. Bramó como sólo Dios sabe cómo.
Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él , estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba.
Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue detrás de su madre río abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos.
La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.
Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy retobadas. Desde chiquillas ya eran rezongonas. Y tan luego que crecieron les dio por andar con hombres de lo peor, que les enseñaron cosas malas. Ellas aprendieron pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas horas de la noche. Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una con un hombre trepado encima.
Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero les aguantó todo lo que pudo; pero más tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se fueron para Ayutla o no sé para dónde; pero andan de pirujas.
Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que se quedó muy pobre viendo la falta de su vaca, viendo que ya no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil. Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quien se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca tan bonita.
La única esperanza que nos queda es que el becerro esté todavía vivo. Ojalá no se le haya ocurrido pasar el río detrás de su madre. Porque si así fue, mi hermana Tacha está tantito así de retirado de hacerse piruja. Y mamá no quiere.
Mi mamá no sabe por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas de ese modo, cuando en su familia, desde su abuela para acá, nunca ha habido gente mala. Todos fueron criados en el temor de Dios y eran muy obedientes y no le cometían irreverencias a nadie. Todos fueron por el estilo. Quién sabe de dónde les vendría a ese par de hijas suyas aquel mal ejemplo. Ella no se acuerda. Le da vueltas a todos sus recuerdos y no ve claro dónde estuvo su mal o el pecado de nacerle una hija tras otra con la misma mala costumbre. No se acuerda. Y cada vez que piensa en ellas, llora y dice: "Que Dios las ampare a las dos."
Pero mi papá alega que aquello ya no tiene remedio. La peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para llamar la atención.
-Sí -dice-, le llenará los ojos a cualquiera dondequiera que la vean. Y acabará mal; como que estoy viendo que acabará mal.
Ésa es la mortificación de mi papá.
Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella.
Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende. Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.
25 DE JULIO DE 1880 NACE:
BENITO LYNCH
Novelista argentino, nacido en Buenos Aires en 1880 y muerto en La Plata en 1951. De familia de hacendados, fue un buen conocedor del ambiente de las estancias pampeanas, en una de las cuales pasó su niñez.
Cultivó la novela gauchesca. La pampa argentina y sus habitantes constituyen el núcleo principal de su obra. Sus narraciones, de tono pesimista, reflejan el lenguaje del gaucho. De su producción, conviene destacar las novelas tituladas Plata dorada (1909), Los caranchos de la Florida (1916), Raquela (1918), Las mal calladas (1923), El inglés de los güesos (1924), El romance de un gaucho (1933); las novelas breves El antojo de la patrona (1925) y Palo verde (1925); y sus cuentos reunidos en La evasión (1922) y De los campos porteños (1931).

viernes, 24 de julio de 2015

24 DE JULIO NACE:

CRISTÓFORO JUÁREZ


Cristóforo Juárez nació en Cuyoj (Depto. Banda) el 24 de julio de 1900. Su padre, Vicente Juárez su madre Rosario Páez Gerez. Muy chico se trasladó con' su familia a San Carlos, en el mismo departamento. Eran siete hermanos, cuatro varones y tres mujeres. A los nueve años quedo huérfano, de padre y su madre, una matrona de fuerte convicción cristiana, los crió a todos con mano fuerte. Poseía varias hectáreas de tierras y con los frutos de ésta alimentó a sus hijos y les dio la educación que hizo de ellos hombres de bien. Tres se recibieron de maestros rurales en la escuela de La Banda.

A los l6 años, ya maestro, Cristóforo partió hacia Salavina donde fue designado en un lugar llamado Verón. Algunos de sus alumnos eran mayores y se enrolaron junto con él.

Tenía una memoria asombrosa y era observador y detallista; describía las cosas palmo a palmo a pesar del tiempo que había transcurrido. Sus años vividos en contacto con la naturaleza árida del monte santiagueño lo llevó a leer mucho y un buen día comenzó a escribir y describir aquello que sentía y vivía. Le cantó a la tierra, a los pájaros, al ulular del viento, a los niños, al amor.

Era introvertido pero su espíritu se pobló de inquietudes.

Escribió versos y pintó esa naturaleza agreste que le tocó vivir.

Su inquietud lo llevó a practica deportes como el hipismo (salto en alto), donde gano varios premios; también fue un tirador de fusil y carabinas concursando en campeonatos provinciales e interprovinciales, destacándose muchas veces.

Fue un docente sacrificado y dedicado. Todavía lo recuerdan con respeto y cariño muchas de las maestras v maestros que estuvieron en su querida escuela Nacional Nº 409: Tilo Arqañaraz, Aurora de Capovilla, Blanca de Uriondo y la Sra de Atías.

Llegó a ser presidente del Consejo de Educación y también vocal de ese organismo.

Padre ejemplar, dejó en sus hijas e hijos políticos ejemplos, conceptos y virtudes que les sirven de quía en la vida.

En 1 939 publica su libro "Reflejos del Salitral" que le dió muchas satisfacciones, pero luego dejó transcurrir un largo tiempo y ante insistencia de amigos y poetas volvió a escribir. En 1972 publica "Cantares"; años después "Llajtay" y luego "La Vara Prodigiosa". "Quedó inédita su obra Coplas maduras".-

jueves, 23 de julio de 2015

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23 DE JULIO NACE

BERNARDO CANAL FEIJOO


Bernardo Canal Feijoo
(Santiago del Estero, 1897 - Buenos Aires, 1982) Escritor argentino. A los doce años se trasladó a Buenos Aires, donde estudió en el Colegio Nacional, y en 1918 se graduó en Derecho por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Durante su permanencia en la esta ciudad recibió la impronta de la vanguardia literaria que lo llevó a cuestionar las pautas estéticas y el pensamiento modernistas. La Revolución Rusa de 1917 y la Reforma Universitaria Argentina de 1918 impresionaron hondamente a este provinciano sensible y despierto de apenas veinte años.

La metáfora y el verso libre fueron el continente estético del quehacer lírico de su juventud, también novedoso en cuanto a los temas. Como poeta participó en los intentos renovadores del ultraísmo, y literariamente compartió inquietudes y realizaciones tanto con el grupo de Florida como con el de Boedo. Además, colaboró para la revista Martín Fierro. En 1927 apareció su libro de poemas Dibujos en el suelo.

Cuando, tres años después, en 1930, apareció La rueda de la siesta, su tercer libro de poemas, ya estaba claramente definida su vocación de hombre preocupado por los problemas de la tierra y del habitante del campo argentino. Nadie como Canal Feijoo pudo transmitir la belleza del paisaje y la fuerza de la tierra. Sus temas recurrentes (el amor, el deseo, el dolor y la muerte) poblaron sus versos y se ahondaron aún más en sus textos teatrales.

Como ensayista obtuvo el Primer Premio de la Comisión Nacional de Cultura por su obra Ensayo sobre la expresión popular artística en Santiago del Estero (1938). Otros trabajos suyos son Mitos perdidos (1942) y Burla, credo y culpa en la creación anónima (1952). Intelectual de la más pura estirpe americana, sus trabajos de investigación, sus obras poéticas y su literatura dramática han sido de vital importancia a la hora de hacer una revisión de los contenidos autóctonos en la expresión del continente. Desde 1980 fue presidente de la Academia Argentina de Letras.

23 DE JULIO DE 1919 NACE :

HÉCTOR GERMÁN OESTERHELD

(Buenos Aires, 1919 - hacia 1977) 

Guionista de cómics argentino. Con dibujos de Francisco Solano y Alberto Breccia creó El Eternauta, obra cumbre del cómic latinoamericano que continúa reeditándose en varios idiomas y cuenta con miles de seguidores en América y Europa.

Licenciado en geología, Oesterheld comenzó a escribir guiones y relatos de aventuras para historietas a partir de 1950. Se dio a conocer con Alan y Crazy y después popularizó decenas de personajes como Ray Kitt (1951), Bull Rocket (1952), El Sargento Kirk (1952), Tarpón (1953), Uma-Uma(1953), Dragón Blanco (1955), Scout River (1956), Ticonderonga (1957), Ernie Pike (1957), Joe Zonda (1958), Mort Cinder (1962), Artemio (1970) y Argón el Justiciero (1970), entre otros.
Fundó la editorial Frontera y editó los magazines Hora Cero Mensual y Frontera Mensual, pero fue sin duda El Eternauta, su obra maestra, el guión que convirtió al escritor en referente obligado del cómic argentino. La historieta comenzó a publicarse en 1957 con dibujos de Francisco Solano López. Después el autor modificó algunos detalles del guión y, con los trazos de Breccia, El Eternautaapareció en la revista Gente. Tras un periodo de interrupción por problemas editoriales, la serie reapareció en la década de los setenta en la publicación Skorpio y, nuevamente, con Solano como dibujante.
Comprometido con los ideales democráticos y la lucha contra los regímenes dictatoriales, Oesterheld simpatizó con el movimiento montonero y fue uno de los miembros destacados de la intelectualidad argentina enfrentada al Gobierno militar. Escondido durante meses para huir de los hombres de Videla, el 27 de abril de 1977 fue secuestrado en La Plata por la policía militar. Se cree que después fue trasladado a los centros de detención del Campo de Mayo y La Tablada, donde fue torturado y, finalmente, fusilado en algún lugar de la localidad de Mercedes.
Bajo la dictadura argentina, que se cobró la vida de más de 30.000 personas, la viuda de Oesterheld, Elsa Sánchez Beis, perdió a toda su familia. Su marido, sus cuatro hijas (Estela, Marina, Diana y Beatriz), sus dos yernos (esposos de Diana y Estela) y sus dos nietos (los bebés que esperaban Diana y Marina) desaparecieron sin dejar ningún rastro. De los nueve, sólo pudo recuperar y enterrar el cadáver de Beatriz.



sábado, 18 de julio de 2015

18 DE JULIO MUERE
FRANCESCO PETRARCA

(Arezzo, actual Italia, 1304-Arqua, id., 1374) Poeta y humanista italiano. Durante su niñez y su primera adolescencia residió en distintas ciudades italianas y francesas, debido a las persecuciones políticas de que fue objeto su padre, adherido al partido negro güelfo. Cursó estudios de leyes en Carpentras, Montpellier, Bolonia y Aviñón, si bien nunca consiguió graduarse.
Petrarca
Según relata en su autobiografía y en el Cancionero, el 6 de abril de 1327 vio en la iglesia de Santa Clara de Aviñón a Laura, de quien se enamoró profundamente. Se han hecho numerosos intentos por establecer la identidad de Laura, e incluso sus contemporáneos llegaron a poner en duda su existencia, considerándola una creación para el juego literario. Petrarca defendió siempre, sin embargo, su existencia real, aunque sin revelar su identidad, lo que ha inducido a pensar que quizá se tratara de una mujer casada. Sí está comprobado, en cambio, que mantuvo relaciones con otras mujeres y que dos de ellas, cuyos nombres se desconocen, le dieron dos hijos: Giovanni y Francesca.
La lectura de las Confesiones de san Agustín en 1333 lo sumió en la primera de las crisis religiosas que le habrían de acompañar toda la vida, y que a menudo se reflejan en su obra, al enfrentarse su apego por lo terreno a sus aspiraciones espirituales. Durante su estancia en Aviñón coincidió con Giacomo Colonna, amistad que le permitió entrar al servicio del cardenal Giovanni Colonna. Para este último realizó varios viajes por países europeos, que aprovechó para rescatar antiguos códices latinos de varias bibliotecas, como el Pro archia de Cicerón, obra de la que se tenían referencias pero que se consideraba perdida.
Con el fin de poder dedicarse en mayor medida a la literatura, intentó reducir sus misiones diplomáticas, y para ello consiguió una canonjía en Parma (1348) que le permitió disfrutar de beneficios eclesiásticos. Posteriormente se trasladó a Milán, donde estuvo al servicio de los Visconti (1353-1361), a Venecia (1362-1368) y a Padua, donde los Carrara le regalaron una villa en la cercana población de Arqua, en la cual transcurrieron sus últimos años.
Su producción puede dividirse en dos grupos: obras en latín y obras en lengua vulgar. Las primeras fueron las que le reportaron mayor éxito en vida, y en ellas cifraba Petrarca sus aspiraciones a la fama. Cabe destacar en este apartado el poema en hexámetros África, que dejó inacabado y en el que rescata el estilo de Tito Livio, las doce églogas que componen el Bucolicum carmen y la serie de biografías de personajes clásicos titulada De viris illustribus. Reflejo de sus inquietudes espirituales son los diálogos ficticios con san Agustín recogidos en elSecretum.
Petrarca logró en vida una importante fama como autor latino y humanista, tal como prueba su coronación en Roma como poeta, en 1341. Sin embargo, sus poemas en lengua vulgar recogidos en el Cancionero fueron los que le dieron fama inmortal. Aunque él los llamaba nugae (pasatiempos), lo cierto es que nunca dejó de retocarlos, y preocuparse por su articulación en una obra conjunta, lo cual denota una voluntad de estilo que por otra parte resulta evidente en cada una de las composiciones, de técnica perfecta y que contribuyeron grandemente a revalorizar la lengua vulgar como lengua poética.
En la primera parte del Cancionero, las poesías reflejan la sensualidad y el tormento apasionado del poeta, mientras que tras la muerte de Laura, acontecida según declara el poeta en 1348, su amor resulta sublimado en una adoración espiritual. Petrarca supo escapar a la retórica cortés del amor, transmitiendo un aliento más sincero a sus versos, sobre todo gracias a sus imágenes, de gran fuerza y originalidad. Su influencia se tradujo en la vasta corriente del petrarquismo.

viernes, 10 de julio de 2015

La trama
Jorge Luis Borges
Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de la estatua por lo impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.
FIN

El embriagado
Shirley Jackson
Estaba lo bastante alegre y conocía la casa lo suficiente como para dirigirse a la cocina por sí solo, aparentemente para buscar hielo, pero en realidad para despejarse un poco, pues no era tan íntimo de la familia como para perder el conocimiento en el sofá del salón. Dejó atrás la fiesta sin lamentarse de ello, mientras el grupo en torno del piano entonaba Stardust y la anfitriona charlaba animadamente con un joven de gafas finas y pulcras y expresión hosca. Atravesó con cautela el salón donde un grupito de cuatro o cinco personas sentadas en las sillas rígidas discutía concienzudamente sobre algún tema. Las puertas de la cocina batieron con brusquedad al empujarlas y el hombre tomó asiento junto a una mesa blanca esmaltada, limpia y fría al contacto de su mano. Dejó el vaso en un buen lugar del dibujo verde y, al alzar la vista, descubrió a una jovencita que lo observaba especulativamente desde el otro lado de la mesa.-Hola -dijo-. ¿Tú eres la hija?
-Soy Eileen -respondió ella-. Sí.
La muchacha le pareció fofa y mal formada; son las ropas que llevan hoy las jóvenes, se dijo nebulosamente. Llevaba el cabello en dos trenzas que le caían a ambos lados del rostro, tenía un aspecto joven y fresco y no estaba vestida de fiesta. Llevaba un suéter púrpura y su cabello era oscuro.
-Tu voz suena agradable y sobria -comentó, dándose cuenta de que era algo que no debía decirse a una chiquilla.
-Estaba tomando una taza de café -dijo ella-. ¿Le apetece una?
El hombre estuvo a punto de echarse a reír, pues advirtió que la joven esperaba estar actuando con inteligencia y habilidad ante un grosero borracho.
-Creo que sí, gracias -respondió. Hizo un esfuerzo por fijar la vista; el café estaba caliente y, cuando ella le puso delante una taza, diciendo: «Supongo que lo querrá solo», él colocó la cara sobre el vapor y dejó que este le entrara en los ojos con la esperanza de que lo ayudara a aclarar la cabeza.
-Parece una fiesta estupenda -dijo la muchacha sin añoranza-. Por lo que se oye, todo el mundo debe de estar pasándolo en grande.
-Es una fiesta estupenda.
Empezó a tomar el café hirviente con deseos de decirle a la joven que ella lo había ayudado. Fijó la vista en ella y sonrió:
-Me siento mejor -declaró-, gracias a ti.
-En la otra sala debe de hacer mucho calor -respondió ella en tono sedante.
Esta vez, el hombre se rió abiertamente y ella frunció el ceño, pero él advirtió que la muchacha lo disculpaba y añadía:
-Arriba hacía tanto calor que se me ha ocurrido bajar a sentarme un rato.
-¿Estabas durmiendo? ¿Te hemos despertado?
-Estaba haciendo los deberes -respondió ella.
Él volvió a mirarla, imaginándola sobre un fondo de redacciones y cuidadas caligrafías, de libros de texto deteriorados y risas entre los pupitres.
-¿Vas a la universidad?
-Me falta un año -pareció esperar a que él dijera algo, luego añadió-: Perdí un año cuando tuve la pulmonía.
Al hombre le costó encontrar algo que decir (¿preguntarle por los chicos?, ¿hablar de baloncesto?), de modo que fingió prestar atención a los ruidos lejanos procedentes de la parte delantera de la casa.
-Es una fiesta estupenda -repitió vagamente.
-Supongo que le gustan las fiestas -apuntó ella.
Sin habla, él se quedó mirando su taza de café vacía. Sí, suponía que le gustaban las fiestas; el tono de voz de la muchacha había sido de leve sorpresa, como si después de aquello solo esperara de él que se declarara partidario del circo romano con gladiadores enfrentados a fieras salvajes, o comprensivo con el solitario baile en círculo de un loco en un jardín. "Casi te doblo la edad", se dijo el hombre, "pero no hace tanto tiempo que yo también hacía mis deberes en casa".
-¿Juegas al baloncesto? -inquirió él.
-No -respondió ella.
El hombre recordó con irritación que ella estaba en la cocina antes de que él entrara, que vivía en la casa y que él estaba obligado a darle conversación.
-¿Qué deberes estabas haciendo? -preguntó.
-Una redacción sobre el futuro del mundo -dijo ella, y sonrió-. Suena estúpido, ¿verdad? A mí me parece una estupidez.
-La gente de la fiesta hablaba de eso mismo. Esa es una de las razones de que me haya refugiado aquí.
Advirtió que ella pensaba que no era en absoluto una de las razones para que se hubiera refugiado allí y se apresuró a añadir:
-¿Y qué escribes sobre el futuro del mundo?
-En realidad no creo que tenga mucho futuro -dijo ella-. Al menos, tal como están las cosas hoy día.
-Es una época interesante de vivir -replicó él, como si todavía estuviera en la fiesta.
-Bien, al fin y al cabo, no es como si no lo supiéramos por adelantado.
Él la miró un momento. La muchacha miraba con aire ausente la punta de su bota de cuero y movía el pie con suavidad adelante y atrás, siguiéndolo con la vista.

-Realmente es una época espantosa si una chica de dieciséis años tiene que pensar en cosas así.

"En mi época", pensó en añadir irónicamente, "las chicas no pensaban en otra cosa que en cocteles y besuqueos".

-Tengo diecisiete años -la muchacha alzó la vista y le sonrió otra vez-. Hay una diferencia terrible.
-En mi época -dijo él con exagerado énfasis-, las chicas no pensaban en otra cosa que en cocteles y besuqueos.
-Ahí está en parte el problema -respondió ella con seriedad-. Si la gente se hubiera asustado de verdad, sinceramente, cuando ustedes eran jóvenes, hoy no estarían tan mal las cosas.

Su tono de voz resultó más punzante de lo que pretendía («¡En mi época!») y le dio parcialmente la espalda a la muchacha, como para indicar el escaso interés de un adulto que se muestra condescendiente con un niño:

-Supongo que creíamos estar asustados. Supongo que todos los chicos y chicas de dieciséis... de diecisiete años creen que están asustados. Forma parte de una época que es preciso pasar, como la de volverse loca por los chicos.

-Siempre me pregunto cómo será -la chica habló con voz muy clara, muy suave, mirando a un punto de la pared detrás de él-. No sé por qué, creo que las iglesias caerán primero, antes incluso que el Empire State Building. Y luego todas las grandes casas de apartamentos junto al río, deslizándose lentamente hacia el agua con sus inquilinos en el interior. Y las escuelas, tal vez en mitad de la clase de latín, mientras estemos leyendo a César -bajó los ojos hasta el rostro del hombre, contemplándolo con aturdida excitación-. Cada vez que empezamos un capítulo de César, me pregunto si será ese el que nunca llegaremos a terminar. Puede que nosotros, en nuestra clase de latín, seamos la última gente del mundo en leer a César.

-Eso sería estupendo -intervino él con aire pícaro-. Yo odiaba a César.
-Supongo que todo el mundo, cuando es joven, odia a César -replicó la muchacha con frialdad.
El hombre aguardó un minuto antes de decir:
-Creo que es un poco tonto por tu parte llenarte la cabeza con toda esa basura morbosa. Cómprate una revista de cine y cálmate.
-Podré conseguir todas las revistas de cine que quiera -insistió ella-. Los vagones del metro se saldrán de las vías, ¿sabe?, y todos los quioscos de revistas quedarán aplastados. Se podrá coger todas las barras de caramelo que una quiera, y las revistas, y los lápices de labios y las flores artificiales del almacén, y los vestidos de todas las grandes tiendas, arrojados en plena calle. Y los abrigos de pieles.
-Espero que queden abiertas de par en par las tiendas de licores -dijo él, empezando a impacientarse con la joven-. Si sucede lo que dices, entraré en una y me agenciaré una caja de coñac y nunca volveré a preocuparme de nada.
-Los edificios de oficinas serán simples montones de ladrillos rotos -continuó ella, con sus ojos enérgicos fijos aún en él-. Si hubiera un modo de saber con exactitud en qué momento sucederá...
-Entiendo -dijo él-. Estoy de acuerdo con el resto. Entiendo.
-Después, las cosas serán distintas -continuó ella-. Todo lo que hace que el mundo sea como es ahora desaparecerá. Tendremos nuevas normas y nuevos modos de vida. Tal vez exista una ley para que no vivamos en casas, de modo que nadie pueda esconderse de los demás, ¿sabe?
-Tal vez exista una ley para evitar que todas las escolares de diecisiete años aprendan a tener sentido común -replicó el hombre, poniéndose en pie.
-No habrá escuelas -afirmó ella de plano-. Nadie aprenderá nada. Para evitar volver al punto en que estamos ahora.
-Vaya -dijo él con una risita-, haces que suene muy interesante. Lástima que no esté allí para verlo.
Se detuvo, con el hombro apoyado en la puerta batiente que daba al comedor. Sentía terribles deseos de decir algo adulto y mordaz pero, al mismo tiempo, tenía miedo de demostrar a la joven que le había prestado atención, que cuando él era joven la gente no decía aquellas cosas.
-Si tienes problemas con el latín -dijo por último-, te echaré una mano con gusto.
Ella lanzó una sonrisa que lo desconcertó.
-Aún hago mis deberes para la escuela cada noche -declaró.
De vuelta en el salón, los invitados deambularon achispados a su alrededor. El grupo junto al piano cantaba ahora Home on the Range y la anfitriona charlaba animadamente con un hombre alto y elegante, vestido con un traje azul.
Encontró al padre de la muchacha y le dijo:
-Acabo de mantener una conversación muy interesante con su hija.
La mirada del anfitrión recorrió rápidamente la estancia.
-¿Con Eileen? ¿Dónde está?
-En la cocina. Está con su latín.
-Gallia est omnia divisa in partes tres... -citó el anfitrión, sin entonación-. Ya sé.
-Una chica realmente extraordinaria.
El anfitrión movió la cabeza, apenado.
-Los jóvenes de hoy... -murmuró.
FIN
"The Intoxicated",
The Lottery and Other Stories
, 1949
DULCE MARÍA LOYNAZ

La hija pródiga

¿Qué me queda por dar, dada mi vida?
Si semilla, aventada a otro surco,
si linfa, derramada en todo suelo,
si llama, en todo tenebrario ardida.

¿Qué me queda por dar, dada mi muerte
también? En cada sueño, en cada día;
mi muerte vertical, mi sorda muerte
que nadie me la sabe todavía.

¡Que me queda por dar, si por dar doy
-y porque es cosa mía, y desde ahora
si Dios no me sujeta o no me corta
las manos torpes - mi resurrección...!

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...