miércoles, 26 de octubre de 2022

26 DE OCTUBRE DE 1890 MUERE CARLO COLLODI

 26 DE OCTUBRE DE 1890 MUERE

CARLO COLLODI

(Carlo Lorenzini, llamado Carlo Collodi; Florencia, 1826-1890) Escritor y periodista italiano. Fundó los periódicos Il Lampione (1848) y La Scaramuccia (1853). Es autor de Pinocho (1883), una de las más célebres obras de la literatura infantil; la maravillosa lengua del relato, vivaz y directa, contribuyó mucho a la perduración de esta extraordinaria fábula moderna.

A los veintidós años luchó como voluntario en la batalla de Curtatone y Montanara, contra los austriacos (1848). De regreso en Florencia, fundó y dirigió dos periódicos humorísticos: Il Lampione y La Scaramuccia. En 1859 formó parte de las fuerzas de Garibaldi en la segunda guerra de la independencia italiana. En la polémica en favor de la anexión de Toscana al Piamonte empezó a utilizar el seudónimo Collodi, nombre del pueblo natal de su madre.

Aparte de la obra que le daría fama inmortal, Carlo Collodi escribió algunas comedias mediocres (Gli amici di casaL'onore del marito, etc.), el oscuro drama Anna Buontalenti, dos novelas insulsas (Un romanzo in vapore e I misteri di Firenze) y algunos bocetos de vida ciudadana algo más logrados. A partir de 1875 se dedicó a la literatura infantil, ya como narrador de cuentos tradicionales (publicó una traducción muy libre de los cuentos de Charles Perrault y otros autores franceses) o componiendo libros educativos protagonizados por Giannettino (Juanito). Alentado por el éxito, cultivó la literatura didáctica en títulos como Primo viaggio di Giannettino per l'ItaliaLa Grammatica di Giannettino o Il libro di lezioni per la seconda classe.


Ilustración de la edición prínceps de Pinocho (1883)

Ninguna de estas obras resulta comparable a la historia de su célebre muñeco de madera, Pinocho, obra maestra de la literatura infantil mundial. A instancias de Ferdinando Martini, que en 1880 dirigía el Giornale per i bambini, y también, según se dice, para poder saldar algunas deudas contraídas en el juego, Collodi puso manos a la obra casi a desgana, y prolongó la composición del citado texto desde julio de 1881 hasta enero de 1883.

Tras aparecer por entregas en el Giornale per i bambini, la obra fue publicada en un volumen en Florencia en 1883, con ilustraciones de Enrico Mazzanti; su titulo completo era Las aventuras de Pinocho. Historia de un muñeco. Del éxito del libro derivó la multitud de ediciones; es preciso destacar la de 1911, ilustrada por el pintor Attilio Mussino, quien estableció la representación visual del muñeco hasta la adaptación cinematográfica de Walt Disney (1940), bastante alejada de la significación del original.

Traducido a todas las lenguas, Pinocho trata un tema universal: el del aprendizaje y forja de una personalidad a través de sucesivas experiencias. Tras varias pruebas y alternativas entre el bien y el mal, y con el auxilio del Hada de los cabellos de turquesa, el muñeco encuentra a su perdido padre, el carpintero Geppetto, y se convierte en niño, o sea en hombre normal. A menudo se han señalado paralelismos entre el Pinocho de Collodi y el Peter Pan de James Matthew Barrie; ambos representan el tránsito a la vida adulta, deseado en el primero y rechazado en el segundo. En 1887, Carlo Collodi trazó otros argumentos semejantes para sus Storie allegre; pero el intento no alcanzó el nivel de su inesperada obra maestra.

viernes, 21 de octubre de 2022

SLAVOMIR MROZEK REVOLUCIÓN

-GERLILIBROS-GERLILIBROS-

SLAVOMIR MROZEK

REVOLUCIÓN


En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.
Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.
Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.
Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedo más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio—es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.

Sławomir Mrożek fue un escritor, dibujante, periodista y dramaturgo polaco que exploraba en sus obras el comportamiento humano, la alienación y el abuso de poder de los sistemas totalitarios.



ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...