sábado, 29 de noviembre de 2014

JOHN KEATS
A la Soledad.

¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,
Que no sea en el desordenado sufrir
De turbias y sombrías moradas,
Subamos juntos la escalera empinada;
Observatorio de la naturaleza,
Contemplando del valle su delicadeza,
Sus floridas laderas,
Su río cristalino corriendo;
Permitid que vigile, soñoliento,
Bajo el tejado de verdes ramas,
Donde los ciervos pasan como ráfajas,
Agitando a las abejas en sus campanas.
Pero, aunque con placer imagino
Estas dulces escenas contigo,
El suave conversar de una mente,
Cuyas palabras son imágenes inocentes,
Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser
El mayor gozo de la humanidad,
Soñar que tu raza pueda sufrir
Por dos espíritus que juntos deciden huir.
EDGAR ALLAN POE 
(1809-1849)

Canto.

En tu día nupcial, te vi encendida
Por un repentino rubor,
Aunque era un cielo para ti la vida,
Y el mundo, en tu presencia, amor.

Un resplandor en tu mirada había,
(¿Por qué se avivó?)

Fue cuando mi alma dolorosa
Gozó en el mundo, de glorioso encanto.

“Sólo un pudor de virgen es origen
De tal rubor”, pudo decirse ante él.
Pero ¡ay! reanimó el fuego más vivo
En el pecho de aquél.

Que te miró de novia, cuando quiso
Mostrar aquel rubor,
Aunque tu mundo fuese paraíso,
Y alrededor, la vida, amor.

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