25 DE FEBRERO DE 1778 NACE
JOSÉ DE SAN MARTÍN
(José Francisco de San Martín y Matorras; Yapeyú, hoy San Martín, Corrientes, Argentina, 1778 - Boulogne-sur-Mer,
Francia, 1850) Héroe de la independencia americana, libertador de Chile y Perú.
La singularidad del perfil heroico de José de San Martín
viene dada, más que por sus hazañas exteriores, por la
grandeza interior de su carácter. Pocos hombres públicos pueden
exhibir una trayectoria tan limpia en la historia de América:
habiendo alcanzado la máxima gloria militar en las batallas más
decisivas, renunció luego con obstinada coherencia a asumir
el poder político, conformándose con ganar para los pueblos
hispanoamericanos la anhelada libertad por la que luchaban.
José de San Martín
Sus campañas militares cambiaron el signo de la historia
americana durante el proceso de descolonización acaecido a principios
del siglo XIX. A su lucidez estratégica se deben los
planteamientos militares que llevarían a la independencia de Chile y de
Perú,
centro neurálgico del poderío español cuya caída conduciría a la
de todo el continente. Si luego dejó en
manos menos nobles las extenuantes guerras civiles y partidistas
que acabaron por malbaratar los más bellos sueños de los patriotas,
fue por esa misma pureza y rectitud de principios. Achacoso,
postergado y ciego, San Martín moriría decentemente en su cama, en
un remoto rincón de Francia, cargado de honores y exonerado de
toda responsabilidad sobre el destino tortuoso de aquellas amadas
tierras
cuya independencia había ganado con el valor de su sable.
Biografía
Hijo de Juan de San Martín, teniente gobernador de
Corrientes, y de Gregoria Matorras, el pequeño José Francisco se crió en
el seno de una familia española que no tardó en preferir volver a
su país a quedarse en aquellos turbulentos estados coloniales.
En 1784 pasó con su familia a España; en 1787 ingresó en el
Seminario de Nobles de Madrid, donde aprendió retórica,
matemáticas, geografía, ciencias naturales, francés, latín,
dibujo y música.
Dos años después pidió y obtuvo el ingreso como cadete en el
Regimiento de Murcia. Fue éste el origen de una brillante
y vertiginosa carrera militar que tendría su bautismo de fuego
en el sitio de Orán (1791), en la campaña de Melilla; trece
años tenía entonces el futuro libertador.
José de San Martín (detalle de un retrato de François Joseph Navez, c. 1824)
Más tarde intervino en las guerras del Rosellón (1793) y de
las Naranjas (1801), mereciendo sucesivos ascensos por su actuación;
en 1803 era ya capitán de infantería en el regimiento de
voluntarios de Campo Mayor. Cuando la invasión napoleónica
de la península dio lugar a la Guerra de la Independencia
Española (1808-1814), su arrojo contra los invasores franceses en la
batalla
de Bailén (1808) le valdría ser nombrado teniente coronel de
caballería.
La emancipación de América
Tras esta fulgurante carrera en el ejército español, y poco
después de estallar la revolución emancipadora en América,
San Martín, que había mantenido contactos con las logias
masónicas que simpatizaban con el movimiento independentista, reorientó
su
vida hacia la causa emancipadora. El sentimiento de su identidad
americana y su ideario liberal, desarrollado en el clima espiritual
surgido tras
la Revolución Francesa y en la lectura de los enciclopedistas e ilustrados franceses y españoles, lo determinaron a contribuir a
la libertad de su patria.
Inició así una nueva etapa de su vida que lo convertiría, junto con Simón Bolívar, en una de las personalidades
más destacadas de la guerra de emancipación americana. Solicitó la baja en el ejército español y marchó primero
a Londres (1811), donde permaneció casi cuatro meses. Allí asistió a las sesiones de la Gran Reunión Americana, fundada
por Francisco
de Miranda, que fue la organización madre de varias otras esparcidas por América con idénticos fines: la independencia
y organización de los pueblos americanos.
Desde Inglaterra se embarcó hacia Buenos Aires (1812), donde
esperaba que su experiencia militar en numerosas batallas le permitiese
rendir excelentes servicios al ideal que animaba a su país. A
causa de sus veintidós años de servicio en el ejército
realista, no fue recibido con entusiasmo por los dirigentes;
pero, ante la debilidad militar del movimiento patriota, la Junta
gubernativa le confirmó en
su rango de teniente coronel de caballería y le encomendó la
creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, al frente del
cual obtendría la victoria en el combate de San Lorenzo (3 de
febrero de 1813).
El mismo año de su llegada había conocido en una tertulia
política a la que sería su esposa y compañera,
doña María Remedios de Escalada, con quien contrajo matrimonio
enseguida, el 19 de septiembre, en la catedral porteña. En
1813 renunció a la jefatura del Ejército de Buenos Aires, y en
1814 aceptó sustituir a Manuel
Belgrano al
frente del Ejército del Alto Perú, maltrecho por sus derrotas.
El duro revés que Belgrano había sufrido en Vilcapugio
y Ayohuma a manos de los realistas cerraba prácticamente las
posibilidades de avanzar sobre Perú, al tiempo que hacía vulnerable
esa frontera, cuya custodia encargó a Martín Miguel de Güemes, caudillo de Salta.
La gesta de los Andes
Incómodo ante las suspicacias bonaerenses, y de acuerdo con
sus compañeros de la logia Lautaro, José de San Martín
pensaba que todos los esfuerzos debían orientarse hacia la
liberación de Perú, principal bastión realista en América.
Bloqueada la ruta del Alto Perú (la actual Bolivia), empezó a
madurar su plan de conquista de Perú desde Chile; con este objetivo
obtuvo la gobernación
de Cuyo, lo que le permitió establecerse en Mendoza (1814) y
preparar desde allí su ofensiva.
Mientras tanto, en Chile, Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera
habían
unido sus fuerzas para sostener la estratégica ciudad de
Rancagua; con su derrota a manos de los realistas finalizaba la
intentona
independentista chilena del periodo denominado la Patria Vieja
(1810-1814). La caída de la Patria Vieja y la llegada a Mendoza de los
refugiados
chilenos complicó los planes de San Martín, que esperaba atacar
Perú desde un Chile independiente y aliado; era prioritario, pues,
liberar Chile.
San Martín y O'Higgins en la travesía de los Andes
San Martín decidió apoyarse en O'Higgins, con quien preparó el plan de invasión que sería aprobado por los
gobiernos de Gervasio Antonio de Posadas y de Juan Martín de Pueyrredón.
En Mendoza, durante tres años (1814-1817) y con pobres
recursos, San Martín organizó pacientemente el ejército con la
ayuda de la población de los Andes; a la empresa se
sumó también
con celo su esposa, doña Remedios, que entregó sus joyas para
aliviar en algo las penurias de los patriotas. En 1816 esta abnegada
mujer dio al general su única hija, Merceditas, que sería el
bálsamo de San Martín en su solitaria vejez.
Finalmente, en 1817 inició la gran campaña que habría de dar
un giro nuevo a la guerra, en el momento más difícil
para la causa americana, cuando la insurrección estaba vencida
en todas partes con excepción de la Argentina. Su objetivo era invadir
Chile cruzando la cordillera de los Andes, y su realización, en
sólo veinticuatro días, constituiría la mayor hazaña
militar americana de todos los tiempos. Superadas las cumbres
andinas, el 12 de febrero de 1817 derrotó al ejército realista al mando
del general Marcó del Pont en la cuesta de Chacabuco, y el 14
entró en Santiago de Chile. La Asamblea constituida proclamó la
independencia del país y le nombró director supremo, cargo que
declinó en favor de O'Higgins.
La liberación de Perú
Pero esta gran hazaña de San Martín perseguía, como ya se ha
indicado, una meta mucho más ambiciosa, y respondía
a la estrategia continental del libertador. Desde esa
perspectiva más amplia, la conquista de Chile era sólo un paso
necesario: San
Martín comprendió que para sacudir el yugo español del
continente era preciso conseguir el dominio naval del Pacífico
y la ocupación del virreinato del Perú, verdadero centro del
poder realista. El mismo virrey peruano Pezuela consideró con
lucidez la situación creada tras el cruce de los Andes y la
batalla de Chacabuco, señalando que esta campaña "trastornó enteramente
el estado de las cosas, dio a los disidentes puestos cómodos
para dominar el Pacífico y cambió el teatro de la guerra para
dominar el poder español en sus fundamentos."
A partir de este momento, los esfuerzos de San Martín se
centraron en la organización de la gran escuadra que había de
transportar a las tropas libertadoras a Perú. Viajó a Buenos
Aires a fin de solicitar lo necesario para la campaña; sin embargo,
lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente en las
disputas internas del país, cosa que rechazó.
El abrazo de Maipú (detalle de un cuadro de Pedro Subercaseaux)
A su regreso a Chile, las fuerzas patriotas fueron derrotadas en Cancha Rayada por el ejército realista de Mariano Osorio.
San Martín
reorganizó las desmoralizadas tropas criollas y venció a Osorio
en los llanos de Maipú (5 de abril de 1818); al término de
esta batalla, con la que quedaba asegurada la libertad chilena,
tuvo lugar el célebre abrazo entre San Martín y O'Higgins. Aún
después
de destruidos los últimos
focos de resistencia española,
San Martín
tuvo que vencer tremendos obstáculos: la falta de dinero, las
diferencias políticas y la rivalidad y envidia de sus enemigos; pero
los muchos meses dedicados a la organización de la campaña de
Perú acabarían dando su fruto.
Finalizados los preparativos, la escuadra zarpó de Valparaíso (Chile) el 20 de agosto de 1820, transportando un ejército
de 4.500 hombres, y desembarcó en la playa de Paracas (cerca de Pisco, Perú) el 8 de septiembre. San Martín intentó una
negociación
con el virrey Pezuela, y luego con su sucesor, José de la Serna,
con el que se entrevistó el 2 de junio de 1821: el libertador expuso
allí su oferta de un arreglo pacífico, que incluía la
independencia de Perú y la implantación de un régimen
monárquico
con un rey español, ofreciendo a La Serna la regencia interina.
Fracasadas las negociaciones, San Martín ocupó Lima y proclamó
solemnemente
la independencia (28 de julio), pese a que el ejército realista
aún controlaba gran parte del territorio virreinal.
San Martín desembarca en Paracas (1820)
Nombrado Protector de Perú, mientras enviados suyos
gestionaban en las Cortes europeas el establecimiento de una monarquía,
la
incertidumbre de su situación militar contrastaba con la
consolidación de Simón Bolívar en la Gran Colombia y la total
liberación de Quito tras la Batalla de Pichincha. Hostilizado
por los españoles que se habían hecho fuertes en las montañas,
con su ejército desgastado por la prolongada campaña y con su
poder minado por las disensiones entre los patriotas, San Martín
hubo de sostener una lucha constante.
La ocupación de Guayaquil, ciudad reivindicada por Perú, fue el motivo inmediato de su célebre entrevista con Simón
Bolívar (julio de 1822), en la que había de tratarse el
futuro del continente y cuyo contenido exacto es aún objeto
de múltiples discusiones, pero que sin duda debió de desalentar a
San Martín; nada más regresar a Lima, y ante la creciente
oposición peruana a su política, convocó el Congreso y presentó
la renuncia a su cargo de Protector (20 de septiembre
de 1822), dos años antes de que la victoria de Ayacucho pusiera
fin definitivamente a la dominación española en Perú y
en todo el continente.
El retiro
San Martín había decidido retirarse; consideraba cumplido su
deber de liberar a los pueblos y no quiso participar en las luchas
intestinas por el poder. En octubre de 1822 llegó a Chile; en
verano de 1823 cruzó los Andes y pasó a Mendoza con la idea
de establecerse allí, apartado de la vida pública. Pero las
muchas críticas adversas que le atribuían aspiraciones
de mando y el fallecimiento de su esposa lo determinaron a
partir en febrero de 1824 rumbo a Europa, acompañado por su hija
Merceditas,
que en esa época tenía siete años.
Residió un tiempo en Gran Bretaña y de allí se trasladó a
Bruselas (Bélgica), donde vivió modestamente;
su menguada renta apenas le alcanzaba para pagar el colegio de
Mercedes. Hacia 1827 se deterioró su salud, resentida por el reumatismo,
y su situación económica: las rentas apenas le llegaban para su
manutención. Durante esos años en Europa arrastró además
una incurable nostalgia de su patria.
José de San Martín en una imagen de 1848
Su última tentativa de regreso tuvo lugar en 1829. Dos años
antes había ofrecido sus servicios a las autoridades argentinas
para la guerra contra el Imperio brasileño; en esta ocasión,
embarcó hacia Buenos Aires con la intención de mediar
en el devastador conflicto entre federalistas y centralistas.
Sin embargo, al llegar encontró su patria en tal grado de descomposición
por las luchas fraticidas que desistió de su intento, y, pese a
los requerimientos de algunos amigos, no puso pie en la añorada costa
argentina.
Regresó a Bélgica y en 1831 pasó a París, donde residió junto al Sena, en la finca de Grand-Bourg. Gracias
a la solicitud de su pródigo amigo don Alejandro Aguado,
compañero de armas en España, pudo pasar el postrero tramo de su
vida sin vergonzosas estrecheces. En 1848 se instaló en su
definitiva residencia de Boulogne-sur-Mer (Francia), donde moriría en
1850.