martes, 23 de noviembre de 2021

23 DE NOVIEMBRE DE 1990 MUERE ROALD DAHL

23 DE NOVIEMBRE DE 1990 MUERE

ROALD DAHL

(Llandaff, 1916 - Oxford, 1990) Escritor británico conocido especialmente como autor de narraciones infantiles y juveniles, pese a que su producción para adultos fue también de destacable calidad. Muchos de sus relatos se han convertido en películas de gran éxito internacional.

Su padre, de origen noruego, murió cuando el futuro escritor sólo tenía tres años. Esta desaparición dejó en apuros económicos a la familia, que hubo de trasladarse a una casa más pequeña. La madre prefirió seguir viviendo en Inglaterra antes que regresar a Noruega, cumpliendo con ello el deseo de su marido de educar a sus hijos en escuelas británicas.

Fue precisamente la estricta educación inglesa, que incluía fuertes castigos, lo que menos agradaba al pequeño Roald. Sus momentos más felices los vivía en verano, cuando viajaba con su madre y sus hermanos a Noruega. No brilló especialmente en sus estudios, aunque destacó en actividades deportivas como el boxeo.

Más interesado por la acción y la aventura que por el esfuerzo intelectual, al cumplir los dieciocho años se hizo explorador, en lugar de matricularse en la Universidad, como quería su madre. Luego trabajó como vendedor hasta que, a los veintitrés años de edad, se alistó como aviador para luchar en la Segunda Guerra Mundial, y sirvió en las Fuerzas Aéreas Reales en Libia, Grecia y Siria. En las campañas del continente africano su avión fue alcanzado en varias ocasiones por los disparos del enemigo, y en una ocasión llegó a ser derribado. Dahl salvó la vida de milagro, aunque tenía heridas tan graves que fue enviado a casa.

Su primera recopilación de relatos (Over to You; 10 Stories of Flyers and Flying, 1946) evocaría los horrores vividos en la guerra. Recuperado de sus heridas, en 1942 fue destinado a Washington como experto en asuntos de aviación de guerra; hasta 1945 trabajó para la Seguridad británica en Estados Unidos. Fue allí donde empezó a hacerse famoso como escritor, al ponerse a narrar en periódicos y revistas su visión de la guerra.

Dahl alternó tempranamente estas ocupaciones con su dedicación a la literatura infantil y juvenil, que se intensificaría a partir de la década de los sesenta. Casado en 1953, fue padre de cuatro hijos a los que acostumbraba a contar cuentos que a menudo se convertían en novelas. Su primer libro para niños habia sido Los gremmlins (1943). Pronto obtuvo grandes éxitos con títulos como James y el melocotón gigante (1961) y Charlie y la fábrica de chocolate (1964).

Por esa época sufrió también graves reveses: vio morir a su pequeña hija Olivia en 1962, y, tres años después, su esposa Patricia Neal sufrió una peligrosa enfermedad que estuvo a punto de dejarla ciega e inválida. Para colmo de males, su hijo Theo sufrió un grave accidente de carretera que le causó daños en el cerebro cuando sólo tenía tres años. Dahl pasó muchos meses trabajando en una válvula especial que servía para sacar líquidos de la cabeza de su hijo y permitía a éste vivir con normalidad, sin tener que permanecer conectado a una máquina.

Roald Dahl con su esposa, Patricia Neal

A pesar de estas desgracias, Dahl logró salir adelante y continuó escribiendo obras que le hacían cada vez más famoso en todo el mundo. Con Matilda, uno de sus últimos libros (convertido también en película de gran éxito), batió todos los records de ventas. No hay que olvidar, sin embargo, la importancia de su narrativa para adultos, en la que cultivó variados géneros. También fueron frecuentes sus colaboraciones con el cine; escribió, entre otros muchos, varios guiones para la serie de películas de James Bond.

La obra de Roald Dahl

Aunque es recordado especialmente por sus narraciones para niños y jóvenes, Roald Dahl escribió numerosas obras para adultos de indudable interés y calidad, entre las que sobresale Relatos de lo inesperado, una brillantísima colección de cuentos de intriga y humor negro. Mi tío Oswald (1979) se halla muy cercano a la ficción futurista: trata sobre la venta de espermatozoides de los hombres más brillantes del planeta. Otras obras destacadas fueron La venganza es míaGénesis y catástrofeHistorias extraordinarias y El gran cambiazo. Sobresalió especialmente en el cuento corto, con historias mordaces e impactantes rayanas en la irrealidad y lo morboso o macabro en muchos casos; en ellas creó un clima amenazante, extraño, vinculado a la irracionalidad, combinando agudamente el humor negro con el suspense.

Sin embargo, en sus historias para jóvenes late la fábula moral. Algunas de sus obras en el campo de la narrativa infantil y juvenil están consideradas entre las mejores de todos los tiempos. De hecho, sus relatos gustan tanto a los niños como a los mayores, ya que, en medio de sus historias protagonizadas por jóvenes, hay humor y crítica a la sociedad contemporánea. Junto a la magia y la fantasía, en sus libros aparece también la maldad y otros defectos del ser humano.

Charlie y la fábrica de chocolate (1964) fue la novela que le hizo famoso entre los jóvenes de todo el mundo; llegó incluso a ser elegida número uno en una encuesta realizada por el prestigioso diario Sunday Times para seleccionar las diez mejores obras infantiles. En Charlie y el ascensor de cristal continuó con el mismo personaje. Otros libros célebres son James y el melocotón gigante (1961), que cuenta la historia de un niño huérfano que vive con sus malvadas tías; Las brujas, que narra el enfrentamiento de un niño y su abuela con la terrible Asociación de Brujas de Inglaterra; y Los cretinos, que recoge historias de una pareja de viejos refunfuñones que odian a los niños.

Autor prolífico, la lista de obras memorables es extensísima: Danny, el campeón del mundoEl dedo mágico o la ya citada Matilda, la historia de una niña enamorada de los libros. Las novelas Boy y Volando solo se basaron en la vida del propio autor. Y todavía merecen destacarse Qué asco de bichosEl superzorroLa maravillosa medicina de JorgeEl gran gigante bonachónCuentos en verso para niños perversosEl vicario que hablaba al revésMi añoLos Mimpis y Agu Trot.

Charlie y la fábrica de chocolate

Celebrada como la mejor novela juvenil del autor, Charlie y la fábrica de chocolate se publicó en 1964 y tuvo un extraordinario éxito: se han vendido más de 13 millones de ejemplares en todo el mundo y ha sido traducida a 32 lenguas. Su perdurable popularidad indica lo bien que el autor comprendió, apreció y se comunicó con los más jóvenes. En fechas más recientes, la versión cinematográfica de Tim Burton (2005) ha contribuido a divulgar la obra entre las nuevas generaciones.

El protagonista, el pequeño Charlie Bucket, vive con sus padres y sus abuelos. Desde el principio, la pobreza se observa en cada rincón de la casa: en la sopa aguada que comen, en la falta de trabajo de su padre... El sórdido panorama que se describe no deja de parecernos, con todo, entrañable: a pesar de las dificultades, es un hogar en el que fluyen el amor, el respeto y la honestidad.

Desde la ventana que hay junto a su cama, Charlie ve la inmensa y misteriosa fábrica de sus chocolates favoritos; viéndola repite las fantásticas historias que su abuelo (que había trabajado en ella) le ha contado. Nadie entra en la fábrica desde hace décadas; sólo salen camiones con mercancías.

Fotogramas de Charlie y la fábrica
de chocolate
 (2005), de Tim Burton

Un día Willy Wonka, el propietario, anuncia que dentro del envoltorio de cinco tabletas de chocolate se esconde una lámina dorada que permitirá el acceso a la fábrica, y que cinco niños con cinco acompañantes adultos podrán visitar el lugar que produce los chocolates más ricos del mundo. Como nadie conoce la fábrica de Wonka, el concurso excita la curiosidad de la población, necesitada de sueños y fantasías que la salven de la mediocridad que la rodea.

Uno de los ganadores es Charlie; visita la fábrica con su abuelo y con los otros cuatro agraciados. Si bien Charlie es un buen niño, a los restantes que consiguen entrar en los dominios de Willy Wonka los dominan los peores vicios de la humanidad. Augustus representa la glotonería que provoca obesidad; Veruca, la exigencia y el egoísmo insoportable de los mimados; Violet, la estupidez de los que se creen los mejores, se sienten merecedores de todos los premios y detestan a los demás; Mike, absorbido por la televisión, está impregnado de agresividad y violencia; es destructivo y sabelotodo. También Wonka, el propietario, es peculiar: es el hijo de un dentista intolerante; acusa la falta de afecto paternal sufrida en su infancia y se deprime recordándolo. Su evolución a través del contacto con el joven Charlie es conmovedora.

Pese a su hiriente y mordaz sentido de la ironía, la novela se convierte, por su sentido moral, en una emocionante aventura humana de la que se sale mejor persona. En el desarrollo de la historia, cada uno recibe la lección de vida que le permitirá corregir sus vicios; los lumpalumpas, con sus cancioncillas, dan la moraleja correspondiente. La obra reconoce como valores positivos la buena educación, la cortesía o el respeto a las personas mayores, y contiene lecciones de cultura, ciencia o ética, subrayando el papel de la familia en la educación.

martes, 16 de noviembre de 2021

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16 DE NOVIEMBRE DE 1922 NACE JOSÉ SARAMAGO

16 DE NOVIEMBRE DE 1922 NACE

JOSÉ SARAMAGO

(Azinhaga, 1922 - Tías, España, 2010) Narrador y ensayista portugués, premio Nobel de Literatura en 1998. Nacido en el seno de una familia de labradores y artesanos, José Saramago creció en un barrio popular de Lisboa. Su madre, analfabeta, inculcó en él la sed de saber y le regaló su primer libro. A los quince años abandonó los estudios por falta de medios y tuvo que ponerse a trabajar de cerrajero.

Posteriormente se desempeñó en una caja de pensiones y más tarde se dedicó al periodismo, la labor editorial y la traducción. Colaborador de diversos periódicos y revistas, entre ellos Seara Nova, fue también codirector del Diario de Noticias en 1975. Se adhirió al Partido Comunista Portugués, por lo que sufrió censura y persecución durante la dictadura de Salazar. En 1974 se sumó a la Revolución de los Claveles.

La obra de José Saramago se caracterizó por interrogar la historia de su país y las motivaciones humanas. Encontrar las claves por las que un imperio quedó relegado a un segundo plano respecto al resto de Europa y entender el accionar del hombre fueron sus preocupaciones centrales. Pero aunque su novelística tiene como eje vertebrador la realidad de Portugal y su historia, no se trata, sin embargo, de una narrativa histórica, sino de relatos donde la historia se mezcla con la ficción y con lo que podría haber sido, siempre a través de la ironía y al servicio de una aguda conciencia social.

Se dio a conocer en 1947 con Tierra de pecado, novela de corte realista que no suele incluir en su bibliografía. Después de un largo período de silencio, en 1966 publicó Los poemas posibles y en 1970 Probablemente alegría, colecciones de poesías en las que, tratando con fina ironía sobre todo los temas del amor y del erotismo, renovó con vigor el lenguaje poético tradicional.

Autor de libros de crónicas, de obras teatrales, del volumen Viaje a Portugal (1981), lo más importante y fecundo de su producción literaria se inicia con El año 1993 (1975). Saramago se consolidó sobre todo como narrador de gran rigor estilístico con la novela Manual de pintura y caligrafia (1976), con los cuentos del volumen Casi un objeto (1978) y con sus últimas novelas. En Alzado del Suelo (1980) se reveló como un gran escritor. Es una narración histórica cuyo escenario es el Alentejo, entre 1910 y 1979, y en la que el lenguaje campesino, el humor y el sarcasmo se conjugan para hablar de la realidad. Con una prosa poética y una técnica narrativa propia de la tradición oral, trazó un gran fresco de la sociedad alentejana y dio muestras de haber alcanzado la madurez estilística superando la tradición neorrealista de la novela rural.

En Memorial del convento (1981), contando la historia del convento de Mafra, reconstruyó, gracias a un serio estudio de los documentos, a una hábil dosificación de perspectivas y a una sabia caracterización de los personajes y del lenguaje, un período histórico cuyo conocimiento resulta necesario con miras a superar la crisis de identidad que aflige al portugués de hoy. Su actitud crítica siempre se hace presente, y así como celebra la belleza de su tierra, señala también el espanto ante un pueblo "sediento de martirio", que asistía a los autos de fe y a las corridas de toros en el siglo XVIII, o que se alistaba voluntariamente en las milicias del gobierno de facto en la década del treinta.

Sus novelas El año de la muerte de Ricardo Reis (1984) y La balsa de piedra (1986) confirmaron sus grandes dotes de narrador. En la primera, Saramago convierte en protagonista de su novela a Ricardo Reis, uno de los heterónimos que empleó en su obra el poeta Fernando Pessoa. Vivo sólo en la imaginación de su creador, Reis no alcanza a experimentar las emociones propias de un ser viviente; llega a Lisboa en 1935, pocos días después del fallecimiento de Pessoa, y se dedica a recorrer la ciudad y a frecuentar a sus gentes. Dos mujeres, la sencilla Lidia y la vulnerable Marcenda, conducirán a Reis hasta el límite de sus posibilidades: al final, prevalecerá su incapacidad para amar. Unas fantásticas conversaciones con su creador, Pessoa, a quien se permite regresar brevemente al mundo de los vivos, acabarán por convencerle de su condición de criatura de ficción.

Su obra de los últimos años incluye novelas, diarios y otras publicaciones, conjunto entre el que deben citarse Historia del cerco de Lisboa (1989), Todos los nombres (1997) y la obra teatral In nomine Dei (1993). En El Evangelio según Jesucristo (1991), visión alternativa de la vida de Jesús de Nazaret, se deja ver el humanismo de Saramago, enfrentado a cualquier planteamiento dogmático y que resuena siempre detrás del escepticismo que caracteriza en gran medida su punto de vista. En Ensayo sobre la ceguera (1995), advirtió sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron" y, escéptico pero solidario, se preguntaba si había lugar para la esperanza tras el nuevo milenarismo que la humanidad estaba viviendo. Cuadernos de Lanzarote (1997) es un libro curioso en el que, a manera de diario, cuenta la vida cotidiana y reflexiona sobre el ser humano, el espacio y el tiempo.

En 1998 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. En 2000 apareció La caverna, relato de resonancias platónicas. En 2002 publicó El hombre duplicado, una reflexión sobre la esencia de la identidad; en 2004, Ensayo sobre la lucidez, que recogió sus reflexiones sobre la democracia actual. El autor la definió como "una patada, una muestra de indignación, de protesta", defendiendo la utilidad del voto en blanco cuando “los gobiernos son comisarios políticos del poder económico”.

En Las intermitencias de la muerte (2005) Saramago respondía a la pregunta: ¿Qué pasaría si la gente dejase de morir? Afrontaba así el tema de la muerte a través de una parábola: en un país imaginario la muerte deja de existir, y todos sus habitantes se convierten de pronto en inmortales. Posteriormente, aparecieron las novelas Las pequeñas memorias (2006), un libro autobiográfico en el que regresó al entorno de su niñez y adolescencia; El viaje del elefante (2008), mezcla de realidad y ficción sobre el trayecto que un elefante asiático realizó por media Europa durante el siglo XIX, y Caín (2009), su última novela, en la que el autor compuso un mordaz recorrido por varios pasajes del Antiguo Testamento.

sábado, 13 de noviembre de 2021

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13 DE NOVIEMBRE DE 1901 NACE ARTURO JAURETCHE

 13 DE NOVIEMBRE DE 1901   NACE 
ARTURO JAURETCHE
Arturo Martín Jauretche nació el 13 de noviembre de 1901 en Lincoln, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia de clase media. Su padre, Pedro Jauretche, era funcionario municipal y militante del Partido Conservador. Su madre, Angélica Vidaguren, era maestra.
Tras radicarse en Chivilcoy y participar en las luchas estudiantiles por la Reforma Universitaria de 1918, Arturo llega a Buenos Aires en 1920 para continuar sus estudios y conseguir el título de abogado. En 1922 descubre el nuevo modelo de integración social promovido por la Unión Cívica Radical y se incorpora al sector de Hipólito Yrigoyen, los llamados “radicales personalistas”.
Jauretche se desempeña como funcionario durante el segundo mandato de Yrigoyen, desde 1928 hasta 1930, cuando se produce el primer golpe de estado encabezado por José Félix Uriburu, que da lugar a la llamada Década Infame. A partir de ese momento protagoniza la lucha callejera, combatiendo a mano armada junto a los insurrectos y desarrollando una intensa actividad política.
En 1933 toma parte en el alzamiento de los coroneles Roberto Bosch y Gregorio Pomar en la provincia de Corrientes. La asonada es vencida y Jauretche cae preso. Es en la cárcel donde escribe “El paso de los libres”, cuya edición será prologada por Jorge Luis Borges, quien califica al poema como "merecedor de la amistad de las guitarras y los hombres".
En 1935, ya muerto Yrigoyen y ante la evidencia de que el Radicalismo comenzaba a perder su fuerza para cambiar el destino del país, Jauretche participa de la formación de FORJA (Fuerza Orientación Radical de la Joven Argentina). Esta agrupación (que cuenta también con la participación de Homero Manzi, Luis Dellepiane y Raúl Scalabrini Ortiz, entre otros) más que una fuerza política fue una corriente de pensamiento que postuló la necesidad de restituir “lo nacional” como centro de análisis, a la vez que lo identificaba con los intereses populares. FORJA se disuelve en 1945 con la llegada del Peronismo, ya que considera que sus propios objetivos (la creación de una política nacional y de recuperación de la soberanía contra el capitalismo extranjero) se habían cumplido.
Es precisamente en 1945 cuando Jauretche se adhiere al peronismo y un año después es nombrado presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Su gestión se caracteriza por el apoyo a la empresa nacional. Renuncia en 1950 por entender que el nuevo equipo económico de Perón no garantiza el cumplimiento de las banderas históricas del Movimiento Peronista. Recién volverá a la función pública en 1973 cuando durante el breve gobierno de Héctor Cámpora, Jauretche ocupa la presidencia del directorio de la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (EUDEBA).
Cuando se produce la Revolución Libertadora que derroca a Juan Domingo Perón en 1955, Arturo Jauretche comienza su participación en la Resistencia Peronista. Como pensador, se impone la tarea de una acción pedagógica que impida que la derrota política de las masas se convirtiera en una derrota ideológica. Aquí nace el Jauretche escritor y polemista que publica una docena de libros donde aquellas ideas de los años ‘30 se asientan y constituyen una visión preclara de la realidad argentina. Funda el periódico “El Líder” y el semanario “El 45”, donde critica el régimen de facto y es perseguido y obligado a exiliarse en Montevideo (Uruguay).
En el exilio se mantuvo crítico con la sociedad argentina, proponiendo la integración de los intereses de la burguesía y el proletariado para el desarrollo de una economía sólida. Esta posición le granjeó enemistades por parte de los liberales y de la dirigencia justicialista.
En 1961, a pesar de no contar con el apoyo político de Perón (cuyo candidato era el ex conservador Damonte Taborda) se postula al cargo de Senador Nacional pero no logra acceder a la banca.
Jauretche saluda el regreso del general Perón en 1972 porque entiende que debía cerrarse el ciclo histórico que se había interrumpido en 1955. Una nueva etapa se abre en la historia del país y Jauretche necesita reubicarse ante esa nueva realidad, tarea nada fácil. A su regreso, Perón y su entorno no lo tienen en cuenta y tampoco lo anima el giro a la derecha del viejo líder. Por otro lado, le entusiasma el aporte juvenil a la renovación del peronismo, pero la idea de un “socialismo nacional” sostenida por estos sectores era difícil de conjugar con su defensa de un “capitalismo nacional”. A esto se suma, su descontento por el camino que los sectores juveniles del peronismo comenzaban a transitar.
En 1974, realiza sus últimas conferencias en la Universidad del Sur donde trata de dar cuenta de esta nueva realidad nacional. Arturo fallece en el día de la Patria, el 25 de mayo de 1974.
El 29 de diciembre de 2003 el Ejecutivo Nacional promulga la Ley 25.884, por la cual declara "Día del Pensamiento Nacional" al 13 de noviembre, fecha del nacimiento de Arturo Jauretche. En sus fundamentos destaca que "...en nombre de todos aquellos que encienden diariamente el debate sobre los grandes temas nacionales, es que presentamos este Proyecto de Ley, para que junto a la memoria de don Arturo Jauretche, se fortalezca y crezca la intelectualidad nacional".


13 DE NOVIEMBRE DE 1850 NACE ROBERT LOUIS STEVENSON

13 DE NOVIEMBRE DE 1850 NACE
ROBERT LOUIS STEVENSON

(Edimburgo, 1850 - Vailima Upolu, Samoa Occidental, 1894) Escritor escocés. En la tumba de Stevenson, en una lejana isla de los mares del Sur a la que se retiró por motivos de salud, figura grabado el apodo que le dieron los samoanos: Tusitala, que en español significaría «el contador de historias». En efecto, la literatura de Stevenson es uno de los más claros ejemplos de la novela-narración, el «romance» por excelencia.
Hijo de un ingeniero, R. L. Stevenson se licenció en derecho en la Universidad de Edimburgo, aunque nunca ejerció la abogacía. En busca de un clima favorable para sus delicados pulmones, viajó continuamente, y sus primeros libros son descripciones de algunos de estos viajes (Viaje en burro por las Cevennes)
En un desplazamiento a California conoció a Fanny Osbourne, una dama estadounidense divorciada diez años mayor que él, con quien contrajo matrimonio en 1879. Por entonces se dio a conocer como novelista con La isla del tesoro (1883). Posteriormente pasó una temporada en Suiza y en la Riviera francesa, antes de regresar al Reino Unido en 1884.
La estancia en su patria, que se prolongó hasta 1887, coincidió con la publicación de dos de sus novelas de aventuras más populares, La flecha negra y Raptado, así como su relato El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886), una obra maestra del terror fantástico.
En 1888 inició con su esposa un crucero de placer por el sur del Pacífico que los condujo hasta las islas Samoa. Y allí viviría hasta su muerte, venerado por los nativos. Entre sus últimas obras están El señor de Ballantrae, El náufrago, Cariona y la novela póstuma e inacabada El dique de Hermiston.
Su popularidad como escritor se basó fundamentalmente en los emocionantes argumentos de sus novelas fantásticas y de aventuras, en las que siempre aparecen contrapuestos el bien y el mal, a modo de alegoría moral que se sirve del misterio y la aventura. Cantor del coraje y la alegría, dejó una vasta obra llena de encanto, con títulos inolvidables.

viernes, 12 de noviembre de 2021

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12 DE NOVIEMBRE DE 1989 MUERE DOLORES IBÁRRURI LA PASIONARIA

12 DE NOVIEMBRE DE 1989 MUERE

DOLORES IBÁRRURI

LA PASIONARIA

(Dolores Ibárruri Gómez, llamada la Pasionaria) Dirigente comunista española (Gallarta, Vizcaya, 1895 - Madrid, 1989). Nacida en una familia minera conservadora, Dolores Ibárruri se interesó por la lucha obrera bajo la influencia de su marido, un militante socialista con el que se casó en 1915.

Desde que pasó a la acción con motivo de la huelga general revolucionaria de 1917, Dolores Ibárruri fue adquiriendo prestigio como oradora y articulista política, a pesar de que había interrumpido muy pronto su formación escolar para ponerse a trabajar como sirvienta.

Impresionada por el triunfo de la Revolución bolchevique en Rusia, Dolores Ibárruri participó junto con la agrupación socialista de Somorrostro, de la que era miembro, en la escisión del PSOE que dio lugar al nacimiento del Partido Comunista de España (PCE) en 1920, llegando a formar parte de su Comité Central en 1930; en 1931 se trasladó a Madrid para trabajar en la redacción del periódico del Partido, Mundo Obrero.

Su activismo de luchadora incansable le llevó a la cárcel por dos veces en 1931-33. Recién elegida diputada por Asturias en 1936, la sublevación de los militares contra el gobierno de la República acrecentó su carisma popular, al desplegar durante la siguiente Guerra Civil (1936-39) una gran actividad de propaganda; su prosa apasionada, sensible y coherente la convirtió en símbolo de la resistencia y combatividad de la España republicana.
La Pasionaria firmando autógrafos para los soldados
de las brigadas internacionales (1938)

Ya durante la guerra ascendió al segundo lugar en influencia dentro del partido, después de su secretario general, José Díaz. Tras la derrota militar se exilió en la Unión Soviética (1939-77), continuando su labor como representante de España en la Internacional Comunista. Al morir Díaz en 1942, Pasionaria le sustituyó como secretaria general del PCE, cargo del que sería desplazada por Santiago Carrillo en 1960; se mantuvo, no obstante, en el cargo honorífico de presidenta del Partido.

Dolores Ibárruri regresó a España tras la muerte de Franco y la transición a la democracia, resultando elegida de nuevo diputada por Asturias (1977). Incluso entonces permaneció aferrada a los viejos ideales del comunismo prosoviético, que apenas tenían ya eco ni en la sociedad española ni en el PCE; aquejada por problemas de salud, abandonó pronto su escaño y se retiró de la política activa.


sábado, 6 de noviembre de 2021

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ROBERTO ARLT PEQUEÑOS PROPIETARIOS.

   ROBERTO ARLT   

  PEQUEÑOS PROPIETARIOS   

Cierta noche, Eufrasia, poco después de cenar, le dijo a Joaquín, su esposo:
—¿Sabes?, tengo el presentimiento de que el de al lado le roba materiales al infeliz a quien le está construyendo la casa.
Joaquín la soslayó hosco, con su ojo de vidrio.
—¿De dónde sacas eso?
—Porque hoy al oscurecer vino con el carrito cargado de polvo de ladrillo y tapado con bolsas, para disimular.
—No puede ser.
—Sí, porque ayer traía unos mosaicos debajo del brazo, también envueltos en una bolsa rota. Y se les veía el canto.
—Entonces… ¡quién sabe!...
—Sí… también me fijé cuando tenía la otra obra. Al principio llegaba temprano con el carrito, después, cuando estaba por terminar, mucho más anochecido, y siempre el carrito tapado. Con ese material deben haber construido la marquesina.
Taciturno, replicó Joaquín:
—Claro, así es fácil construir obras para darle envidia a los otros.
Luego no hablaron más. Cenaron en silencio y el ojo de Joaquín, el corredor y pequeño propietario, estaba tan inmóvil como su otro de vidrio.
Solo al acostarse, cuando Eufrasia iba a apagar la lámpara, dijo sin mirar a su esposo, con la voz ligeramente desnaturalizada por el deseo de que fuera natural;
—Si el dueño de la casa lo supiera…
—Lo hace meter preso —fue el único comentario del tuerto—. Luego se acostaron y ya no hablaron más.
* * *

Los dos propietarios se odiaban con rencor tramposo.
Tal sentimiento había madurado al calor de oscuras ignominias, y lo teñía de colores distintos la desemejanza de desgracia que se deseaban. Cosme, el albañil, invocaba sobre la propiedad de Joaquín una catástrofe súbita. No podría especificar, si se lo preguntaran, qué clase de catástrofe era la que le deseaba a su vecino, ya que esta no llegaba sino en excepcionales casos a la muerte. Y esta falta de imaginación le atormentaba con iras fugaces pero tormentosas, pues estaba seguro de que si concretara su deseo, sería feliz.
En cambio, Joaquín había objetivado este anhelo.
Deseaba que el albañil se arruinara.
Se imaginaba que su vecino no podía pagar las mensualidades del terreno que con poca diferencia de tiempo habían comprado a plazos, y el sencillo acto de representarse la roja bandera de remate flameando en el jardín de Cosme le regocijaba siniestramente. Crujíanle los dientes y su ojo de vidrio traslucía un fulgor más intenso que el otro, al acecho, bajo un fino párpado siempre arrugado.
Dos hechos fueron el origen de este odio.
Cuando Joaquín compró el terreno, pidiole presupuesto, para la casa que pensaba construir, a Cosme, y luego, lógicamente, le dio la obra a otro albañil.
Pero como necesitó utilizar la medianera de su vecino, este, furioso, le exigió un precio superior al valor natural, y Joaquín, rechinando los dientes, se negó a pagar. Una mañana en que el albañil estaba ausente, hizo colocar las vigas del techo sostenidas provisoriamente por unos parantes, de modo que cuando Cosme llegó era demasiado tarde para detener la obra.
Mas como el importe de esta era inferior al de la cantidad requerida para sustanciar un litigio ante los tribunales (imposibilidad que lo puso furioso al albañil, pues deseaba arruinar a Joaquín) el asunto fue a parar a un Juzgado de Paz y en el plazo de un año y medio Cosme cruzó sombrío y tempestuoso, sucios salones atestados de oficiales de justicia y palurdos aburridos. Conoció todas las triquiñuelas de los que no quieren pagar y durante numerosos meses buscó en su caletre arduos sistemas para asesinar a su vecino, mas como era muy bruto no se le ocurría nada y al fin, cuando ya desesperaba de la justicia terrestre, cobró.
Pasó el tiempo y este odio creció, ya no con la energía brutal del primer año; porque ahora que ellos estaban en reposo, el rencor maduraba a la sombra, destilando en el alma de los propietarios un jugo que les engordaba los tuétanos rezumándoles en el alma feroces proyectos y cierto goce oscuro y vigilante: el presentimiento de que algún día el otro se “las pagaría”.
La primera puñalada trapera partió del albañil.
Joaquín construyó una piecita sin presentar el plano a la municipalidad, y lo más grave es que no se hizo colocar el contrapiso, de acuerdo con lo reglamentado en el digesto.
Cosme lo supo, charlando con el peón de Joaquín en el despacho de bebidas del almacén de la esquina, y puso esta gravísima infracción en conocimiento del Inspector Municipal de zona.
Vino este y el corredor tuvo que abonar una fuerte multa, pero no si haber visto antes cómo el inspector destrozaba su hermoso piso de pinotea, a fin de comprobar la infracción.
Aquel día una lágrima cayó de su ojo de vidrio, mientras Eufrasia maldecía en la cocina el poco carácter de su esposo en no irle a buscar querella al albañil. Y este esa noche se sumergió en su camastro mascullando dulces palabras torvas.
Siete meses después el albañil compró un carro y un caballo para transportar sus materiales a la obra, pero por negligencia, no construyó la caballeriza de acuerdo a las disposiciones del Digesto Municipal. Joaquín, so pretexto de examinar su techo, subió al de Cosme, estudió aquel establo provisorio, luego se hizo recomendar a un inspector, y un buen día el albañil fue sorprendido por una multa, amén la orden de construir la caballeriza que le costó más que el carro y el caballo.
El éxito de estas cuchilladas lubrificadas con jurisprudencia, no marchitaba aquel odio.
Joaquín no podía verle a Cosme sin estremecerse de rabia, y la grosera figura del otro le espantaba hasta la repulsión física, pues el albañil era pequeño, morrudo, cargado de espaldas, y en su cara biliosa, había siempre sonriendo, impúdicos, dos ojuelos verdes. Su voz surgía sesgada, recargada del sonido “guee”, y cuando Joaquín le escuchaba se escalofriaba hasta el malestar físico. Y sin embargo charlaban.
Porque a veces conversaban. El tema era el desmesurado costo de los ladrillos, o cualquier otra cosa.
Joaquín, que necesitaba mil ladrillos para el invierno próximo, comentaba:
—Dicen que van a subir a cuarenta el mil.
—A cuarenta y cinco.
—Pero eso es un escándalo. ¿Se da cuenta usted? Diez pesos de aumento el mil.
Y por esos cinco pesos de exceso que tendría que pagar dentro de cuatro meses, se estaba una hora protestando con el otro contra el país y sus leyes, solidarizados por la común desgracia del costo del material.
Sentían el placer de ser avaros, y, a la inversa de la gente de otra condición, en vez de ocultar el defecto lo exhibían como una virtud, regodeándose en su tacañería.
Y Joaquín, que era más sensible y romántico que Cosme, cuando conversaba de estas miserias, le parecía ser igual al dueño de un conventillo de la calle Loyola, y entonces insistía en su argumento, esperanzado de llegar a ser algún día un propietario gordo, que a la puerta de su casa remienda la tapia con un balde lleno de tierra romana.
Y lo único que se reprochaba era no ser demasiado mezquino.
A pesar de esta aparente cordialidad, cuando conversaba con el albañil, le parecía entrever en las verdes pupilas del otro, un alma inmóvil, pesada como un monstruo de carne cruda, que entorpecía sus sensaciones, suspendiéndole en una sonrisa tímida, de la áspera cháchara de Cosme.
Y no discutía con él, sino que, por lo general, asentía a lo que el albañil decía, mientras que todos los nervios se le sublevaban en una contracción silenciosa, que al transcurrir los siguientes días se traducía en sus pensamientos en una crispadura roja, como la de una epidermis cicatrizada después de una quemadura. Y sus pensamientos, semejantes a sanguijuelas, se movían en un mundo homicida y fangoso.
En cambio, el albañil se veía caer sobre Joaquín con un puñal en la izquierda.
Era en la esquina lúgubre de su casa, con los desperdicios de basura en la vereda de tierra, y el farol de nafta iluminando con su luz amarilla un círculo del que Cosme brotaba cuando pasaba el tuerto.
En tanto, sus deseos no se consumaban, desacreditaba la casa, y cuando Joaquín quiso venderla, y recibió la visita de un comprador, Cosme, que escuchó la conversación por la baja tapia del fondo, siguió al desconocido, y una vez que este se hubo separado de Joaquín, lo interpeló, convenciéndole de que la casa estaba construida con pésimos materiales, lo cual era cierto.
Además, este odio era cuidado, abonado, puesto en tensión como las cuerdas de un violín, por sus respectivas esposas.
Se deseaban padecimientos atroces, lo que no les impedía hablarse sonriendo, adulándose respecto a insignificancias, dedicándose en los saludos sonrisas melosas, cambiando entre sí melifluos “sí, señora” y “no, doña”, porque la mujer del corredor, que usaba sombrero y medias de seda, era “señora” para la otra que solo gastaba batón para salir y no se cortaba melena. Y como las propiedades estaban divididas por un cerco de alambre, conversaban a la hora de la siesta, buscándose a su pesar, yendo al jardín a recortar las rosas mondadas por las hormigas, o a preguntarse la hora, motivos estos que eslabonaban conversaciones inagotables, donde se sacaba a relucir la vida de la carbonera y la posibilidad de un tranvía en la calle próxima, dándose con solicitud conmovedora consejos sobre compotas y modos de podar las plantas.
En estos diálogos ocurría a la inversa que en los de los hombres, y era que la mujer de Cosme daba siempre la razón a la de Joaquín, imitando el modo de conversar de “la señora Eufrasia”, sonriendo con sonrisas que le doblaban el vértice del labio hacia el ojo izquierdo, mientras que, a su vez, la “señora” movía en gesto de comprensión la cabeza hacia la pechera de su batón, gesto que era característico en la analfabeta que se había hecho de este tic, para no demostrar ignorancia. Pues tal movimiento era un compuesto de comprensión e indulgencia, o sea, las condiciones de inteligencia elevadas a su máximo, descubrimiento inconsciente pero que utilizaba con acierto la mujer del albañil.
Y el odio que no podían enrostrarse, la casi repulsión que las separaba, ponía en estos diálogos una atracción, y, sin repararlo, cuando ambas conversaban, estaban como esas criaturas que temiendo el vacío se asoman a los altos ventanales.
***

Ahora Joaquín no podía dormir.
Súbitamente se había introducido una incomodidad en su conciencia. Era aquello algo extraño, cierto apresuramiento del tiempo a través de sus nervios, de modo que la sangre empujada por el frenesí de los minutos, corriendo más rápidamente, tornaba anhelosa su respiración.
Bruscamente se le había transformado la vida, ¿mas, por qué su esposa no lo miró antes de acostarse?
Recordándolo, le parecía raro el tono de su voz, que ahora se le presentaba un poco desnaturalizada por el deseo de que el pensamiento expresado pareciera la consecuencia de una actitud natural.
Y, aunque desasosegado, no se movía.
El tiempo no pasaba nunca en las tinieblas, pero descentrado por una ansiedad de espera, sentía que la mitad longitudinal de su cuerpo pesaba más que la otra debido a un repentino descentramiento de la conciencia.
Y no quería asomarse a sus pensamientos, porque le parecía que de levantar la cabeza chocaría la frente con ellos.
Luego, entornando los ojos, miró por el intersticio de los postigos el cilindro amarillo que en el fanal del farol oscilaba tristemente y se dio cuenta que en la calle soplaba el viento.
Pero no se movía; tan inmóvil estaba, que lo sobresaltó la voz de su esposa preguntando:
—¿Qué te pasa que no dormís?
Y a las doce de la noche estaba aún despierto.
Tal silencio pesaba en el cubo negro de la estancia, que el silencio parecía el susurro tibio de los fantasmas desprendiéndose de los muros. Había algo de horrible en esa situación.
Tenía la impresión de que su esposa estaba incorporada junto a la almohada, pero él no la reconocía, porque de aquel semblante amable durante el día solo restaba un perfil de hueso de nariz rampante y terrible mirada lechosa, que, atravesando su carne, estampaba en su conciencia un dictado terrible.
Tan fuerte era el llamado implacable, que se revolvió espantado en su cama, al tiempo que con su voz suave le preguntaba su esposa:
—¿Qué te pasa que no dormís?
No podían dormir.
Los atenaceaba el mismo deseo pesado, la igual perspectiva de desastre que podían desencadenar sobre el albañil; y la figura de Cosme surgía ante sus ojos, desmesurada en la soledad de la callejuela, encorvada en el pescante de su carrito, con el pelo enredado sobre la frente y soslayando con sus ojuelos verdosos la carga roja de polvo de ladrillo.
O veían esto otro: y era el sargento de policía llegando en el crepúsculo a la casa de Cosme, golpeaba las manos, y de pronto, ellos, escondidos detrás de la ventana que daba al jardín, escuchaban:
—¡Señora… su marido está preso por ladrón!...
Un grito desgarrador cruzaba la perspectiva y la mujer caía desvanecida en el patio de mosaico, mientras que ellos solícitos acudían corriendo y preguntando:
—¿Qué le pasa, señora… qué le pasa?
Y ya Joaquín, no pudiendo soportar más su pensamiento, dijo en voz alta:
—No; por eso no lo van a condenar.
—¿Por qué?
Dejó él caer el brazo en la almohada de su esposa y dijo:
—Le darán dos años de cárcel… pero condicional… Lo único es el dolor de cabeza.
—Te entiendo.
—De lo que me alegro, porque uno es sensible aunque no quiera. Eso sí… lo más que le va a pasar es que le rematarán la casa…
—¿Quién?...
—El dueño de la otra obra… por daños y perjuicios.
En silencio se refocilaron los cónyuges, asomados a la siniestra perspectiva judicial de una tarde de domingo, con la callejuela recorrida de honestos propietarios, excitados por un remate ordenado por el juez. ¡Qué plato para la ferocidad del barrio!
Veían la bandera roja flameando en la caña tacuara, mientras que ellos, seguros, calafateados en su “casa propia” comentaban en rueda con el carbonero y la panadera las ventajas de ser honrados y esas desgracias que ocurren por “ensuciarse por una miseria”.
Paladeando sus frases, Joaquín agregó:
—A nadie le gusta pagar… y el dueño de la obra va a encontrar admirable el pretexto de que Cosme lo robaba para hacerlo meter preso y no aflojar la plata que le debe…
—¿Pero por una miseria así?...
Joaquín replicó indignado:
—¿Una miseria? ¡Estás loca tú! El otro día lo pusieron preso a un carpintero por llevarse unas alfarjías y un paquete de clavos de la obra. ¿Dónde iríamos a parar si cada uno hiciera lo que quisiera? ¡No, m’hijita, hay que ser honrados!
—Sí, la frente limpia… ¿pero cómo vas a hacer?...
—Mañana me averiguo dónde está la obra… la dirección del dueño…
—No le vas a escribir, ¡eh!...
—Sí… pero le hago un anónimo a máquina.
—¡Cómo se va a poner la hipocritona de su mujer! Fijate que ayer, con pretexto de enseñarme un figurín, me dice: “Ah, ¡no sabe?, cuando mi marido termine la obra le vamos a poner persiana a todas las puertas”. Y todo, ¿sabés para qué?, para hacerme “estrilar”.
—¡Qué gentuza!
—Y pensar que uno tiene que tratarse con ellos…
—Dejá… mañana lo arreglamos.
Bostezó Joaquín un instante, y ya cansado, dijo:
—Me voy a dormir. Hasta mañana, querida.
—¿Y no me das un beso?
—Tomá… y que duermas bien.

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