sábado, 10 de octubre de 2015
10 DE OCTUBRE DE 2002 GANA EL PREMIO NOBEL:
IMRE KERTÉSZ
(Budapest, 1929) Escritor húngaro de origen judío, superviviente de los campos de exterminio nazis. Imre Kertész nació en Budapest en 1929, en el seno de una modesta familia judía asimilada (esto es, no practicante). Por razones cronológicas y geopolíticas, le tocaba vivir un destino judío, con todas las consecuencias que a la sazón esto conllevaba.
Él no había elegido nada de lo que luego inapelablemente se convirtió en su destino. «Yo había vivido un destino determinado; no era mi destino pero lo había vivido (medita el álter ego del autor en su novela Sin destino, cuando al volver del campo de concentración intenta entenderse con algunos supervivientes de su familia y de su vecindad). No comprendía cómo no les entraba en la cabeza que ahora tendría que vivir con ese destino, tendría que relacionarlo con algo, conectarlo con algo, al fin y al cabo ya no bastaba con decir que había sido un error, una equivocación, un caso fortuito o que simplemente no había ocurrido.» Por increíble que parezca, al futuro autor de estas meditaciones no le costó mucho conectar su infame experiencia con la realidad cotidiana de su nueva vida.
Imre Kertész
Su libro Sin destino, con cierto contenido autobiográfico, es para muchos la mejor novela sobre el Holocausto y una de las grandes obras de la literatura contemporánea. En el verano de 1944 el húngaro llegó a ser la lengua más hablada en Auschwitz. Casi medio millón de judíos magiares deportados de un mes a otro contribuyeron a esa mutación lingüística en el campo de exterminio más grande de la historia. Entre ellos se encontraba el adolescente Imre Kertész, un muchacho de apenas quince años. Exactamente como el protagonista de Sin destino, la primera novela que treinta años después escribiera el nuevo inquilino de Auschwitz.
El adolescente héroe de esa novela -y tal vez el mismo Kertész- pretendía ver siempre el lado positivo de la vida. Creía que llegaba a Alemania, y a trabajar. Lo tomaba como una aventura, algo forzada, que le permitiría conocer mundo y practicar la lengua. Porque hablaba un poco de alemán. Y eso le salvó la vida. Al menos, ese día.
En la estación de Auschwitz unos seres extraños en uniforme de preso y con la cabeza rapada subieron al vagón de mercancías para recoger las pertenencias de los recién llegados, y en un alemán estrafalario -que luego resultó ser yiddish, a la sazón la lengua materna de muchos judíos de Europa del Este- insistieron en que, en lugar de quince años, él tenía dieciséis. El joven no entendía nada y no les hacía caso. Pero cuando un poco más tarde, en una cola interminable, le tocó pasar delante de un oficial médico, que, casi sin mirarlos, les preguntaba la edad que tenían, por algún impulso misterioso él dijo que dieciséis. Sus compañeros, que no tuvieron esa iluminación o cuyo aspecto no convenció, fueron enviados directamente a las cámaras de gas.
Reclusión en libertad
Después de Auschwitz y Buchenwald, Kertész se encontró en medio de un nuevo horror. Para el recién instaurado régimen estalinista de Hungría, él era hijo de un pequeño burgués, un intelectual, un decadente. Volvió a ser un enemigo: del pueblo, del Estado, de la redentora ideología oficial. Pero al menos no querían aniquilarlo físicamente.
Sobrevivió a trancas y barrancas: terminó la escuela secundaria, empezó a trabajar como periodista, y cuando en 1950 lo despidieron, sólo encontró trabajo en una fábrica. El año siguiente le tocó el servicio militar y, cuando en 1953 se reincorporó a la vida civil, se dedicaba a escribir piezas cómicas para un cabaret, letras de canciones bailables, y, ya en los años sesenta, algunas veces ejercía incluso como una especie de publicidad, inventando guiones, eslóganes y gags para el tipo de anuncios que podía existir en un país comunista que empezaba a coquetear con el consumismo.
Finalmente, a partir de los años setenta, se forjó cierta reputación como traductor, entre otros, de Friedrich Nietzsche, Ludwig Wittgenstein, Sigmund Freud, Hugo von Hofmannsthal, Elias Canetti y Joseph Roth. Pero el hecho de que fuese un traductor apreciado por los redactores de algunas casas editoriales de Budapest no cambió su esencial condición de marginado. Y eso que para esas fechas, a mediados de los años setenta, ya había publicado su primera novela.
Trece años tardó en terminar Sin destino, que luego fue rechazada por una importante editorial con fama de abierta y liberal. Su director, un judío, tachó a Kertész casi de antisemita. Finalmente, Sin destino se editó en 1975, pero su publicación no causó ni el más leve cambio en la vida de su autor: no se produjo revelación alguna, no atrajo la atención de la crítica, ni tampoco tenía lectores. Sólo algunos años después, un pequeño grupo de intelectuales se enteró de la existencia de esta obra capital de la narrativa contemporánea.
Por lo demás, su vida seguía transcurriendo en el mismo restringido espacio social y físico. Respecto a esta última circunstancia, cabe señalar que durante treinta y cinco años Kertész vivió en un piso de 29 metros cuadrados. Allí escribió -por las noches y en la mesa de la cocina- sus tres grandes novelas. La primera fue Sin destino. La siguiente, El fracaso (1988), que reconstruye, en una estructura compleja y de manera no del todo realista, sus vivencias durante la época estalinista. La tercera, Kaddish por el hijo no nacido, es de 1990 y su título revierte el sentido de una oración judía que, en su variante más conocida, se reza en homenaje de los padres muertos.
Sólo cabe añadir a este desolador repaso de la trayectoria de Kertész la etapa que siguió a la caída del muro de Berlín. Se volvió más productivo: publicó el dietario Diario de galera (1992), los relatos La bandera británica (1991) y Acta notarial (1993), los ensayos incluidos en Un instante de silencio en el paredón (1998) y el híbrido Yo, otro. Crónica del cambio (1997).
También es cierto que en esa década poscomunista, los años noventa, Kertész estaba algo más presente en la vida cultural húngara y empezó a vivir, incluso, con cierta holgura, gracias a su tardío descubrimiento en el extranjero, principalmente en Alemania. Pero nada cambió en lo esencial: seguía siendo un autor desconocido para la mayoría de los lectores, y no reconocido -o, incluso, rechazado- por las autoridades culturales húngaras, que a menudo intentaron impedir su incipiente carrera internacional.
Por ejemplo, cuando los convocantes de un importante premio alemán decidieron distinguir a un autor húngaro, barajando, entre otros, el nombre de Kertész, al consultar a un responsable ministerial magiar, se encontraron con la respuesta de que Kertész no sería el autor idóneo para ese premio, puesto que en realidad no es húngaro, sino judío.
El valor del Holocausto
Después de Sin destino, Kertész no ha vuelto a tratar el Holocausto en su narrativa, al menos directamente. Será, en cambio, el tema recurrente de sus ensayos escritos en los años noventa. Su tesis central es que, acaso, el único mito válido de nuestro tiempo sea Auschwitz. Pocos han contribuido tanto y de manera tan radical a tener esta conciencia viva del Holocausto como este húngaro al que un día se le impuso un terrible destino ajeno. La concesión en 2002 del Premio Nobel de Literatura fue la compensación más esplendorosa por una larga vida de marginación y también el reconocimiento de las letras de una pequeña nación que no siempre pudo reconocer a su hijo, en este momento, más famoso.
viernes, 9 de octubre de 2015
LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR
ASESINATOS
Se les puede ver sobre las rutas de cautivos, las largas rutas del desastre
Esbeltos álamos, estatuas de los dioses más sombríos ceñidos con sus mantos de oro
Los prisioneros senegaleses alejados tenebrosamente en territorios de Francia.
En vano te cortaron la risa, en vano la flor más negra de tu carne.
Eres la flor de belleza primera entre la ausencia desnuda de las flores
Flor negra de sonrisa grave, diamante de un tiempo inmemorial.
Eres arcilla y savia de la verde primavera en este mundo
De la pareja primitiva eres la carne, el vientre fecundo, la simiente
Eres sagrado pulular de los jardines paradisíacos y claros
En esta selva irreductible, triunfante del fuego y la centella.
El canto vasto de tu sangre vence maquinarias y cañones
Y tu palabra palpitante las mentiras y sofismas
Ningún odio en tu alma sin odio, ninguna coartada para tu alma sin coartada
Oh mártires negros raza inmortal, permítanme decir esas palabras que perdonan.
Front Stalag 230.
Assassinats
Ils sont là étendus par les routes captives, le log des routes du désastre
Les sveltes peupliers, les statues des dieux sombres drapés dans leurs longs manteaux
[d’or
Les prisonniers sénégalais ténébreusement allongés sur la terre de France.
En vain ont-ils coupé ton rire, en vain la fleur plus noire de ta chair.
Tu est la fleur de la beauté première parmi l’absence nue des fleurs
Fleur noire est son sourire grave, diamant d’un temps immémorial.
Vous êtes le limon et le plasma du printemps viride du monde
Du couple primitif vous êtes la charnure, le ventre fécond, la laitance
Vous êtes la pullulance sacrée des clairs jardins paradisiaques
En la forêt incoercible, victorieuse du feu et de la foudre.
Le chant vaste de votre sang vaincra machines et canons
Votre parole palpitante les sophismes et mensonges
Aucune haine votre âme sans haine, aucune ruse votre âme sans ruse
Ô Martyrs noirs race immortelle, laissez-moi dire les paroles qui pardonnent.
Front Stalag 230.
9 DE OCTUBRE NACE:
LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR
Primer presidente de Senegal (Joal, Dakar, 1906 - Verson, Francia, 2001). Procedente de una familia de comerciantes acomodados, realizó estudios universitarios en París, en donde se integró en los medios intelectuales. Se vinculó al partido socialista francés (SFIO) y en 1937 lanzó la idea de la negritud, como expresión de los valores culturales e históricos del mundo negro (tanto en África como en América). A este concepto dedicó gran parte de su brillante obra como poeta (escrita en francés): Cantos de sombra (1945), Hostias negras (1948), Etiópicas (1956), Nocturnos (1961).
Desde 1945 representó a la colonia de Senegal como diputado en la Asamblea francesa, defendiendo la idea de formar una federación del África occidental. En los años cincuenta se distanció de sus antiguos aliados, formando un partido propio de ideas socialistas más radicales: la Unión Progresista Senegalesa (con Mamadou Dia).
La victoria en las primeras elecciones legislativas celebradas en Senegal (1957) le permitió acceder al gobierno cuando Francia concedió un régimen de autonomía (1958); y se convirtió en presidente de la República cuando Senegal accedió a la completa independencia (1960).
Gobernó el país durante veinte años, gracias a sucesivas reelecciones y al empleo de la fuerza contra la oposición (reprimió movimientos de protesta obreros y estudiantiles y un intento de golpe de Estado de su primer ministro, Dia, en 1962).
Sus ideales iniciales de unidad panafricana se vieron frustrados por los particularismos locales y por los intereses de las antiguas metrópolis, que preferían «balcanizar» el continente: el intento de crear una Federación de Mali uniendo Senegal, el Sudán francés, el Alto Volta y Dahomey (1959) quedó frustrado en pocos meses.
Senghor siguió una política de buenas relaciones con Francia, lo cual le valió acusaciones de connivencia con el imperialismo en los medios radicales de África. Durante los primeros años de su mandato pareció encaminarse hacia una concentración personal del poder, monopolizando su partido la vida política y llegando a encarcelar a Dia; pero luego volvió a liberalizar el régimen abriéndolo al pluralismo (Constitución de 1976). Se retiró voluntariamente en 1980, dejando el poder su primer ministro Abdou Diouf.
lunes, 5 de octubre de 2015
FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ
ESTAR ENAMORADO
Estar enamorado, amigos, es encontrar
el nombre justo a la vida.
Es dar al fin con las palabras que para hacer
frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel
en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que
reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de
la carne respira.
Es contemplar, desde la cumbre de la persona,
la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera
que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz
profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la
perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad
de nuestra sombra está vencida.
Estar enamorado amigos, es descubrir dónde
se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de
un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado
prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de
cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los
perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo
recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera
que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo
ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del
corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de
la música sin tasa.
Estar enamorado, amigos, es adueñarse de
las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la
cabeza distraída.
Es recordar a Garcilazo cuando se siente la
canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las
primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de
una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña
con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay
fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre
la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda
confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una
pequeña lucecita.
Estar enamorado, amigos, es padecer espacio
y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de
las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con
las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o son propias las
lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias
del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo
tiempo compartir su noche obscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna
todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea
de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre, y en adelante no
volver a decir nunca.
Y es, además, amigos míos, estar seguro de
tener las manos puras.
5 DE OCTUBRE DE 1900 NACE:
FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ
Poeta argentino, nació en Buenos Aires en 1900 y murió en 1978. Su nombre completo era Francisco Luis Bernárdez Martínez. Desde 1920 hasta 1924 vivió en España, donde leyó a los poetas modernistas que le influyeron en sus primeros libros y además ejerció el periodismo en Vigo. A su regreso de España se incorporó al grupo de la revista Martín Fierro, publicación que ejerció un papel importante en la renovación literaria y estética de la literatura argentina. Más tarde fue redactor del diario La Nación, y en 1928 se incorporó a la revista Criterio. A partir de 1932 residió casi continuamente en Córdoba (Argentina), por razones de salud. En 1937 marchó a Buenos Aires, donde fue nombrado Secretario de las Bibliotecas Públicas, y en 1944, director general de Cultura Intelectual del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. Cuatro años más tarde, ingresó en la Academia Argentina de Letras como miembro de número. Finalmente se incorporó al servicio exterior de la Argentina, y fue consejero de la embajada de su país en Madrid hasta 1960.
Sus primeras obras, Orto, 1922 y Bazar, 1922, escritas siguiendo los principios del ultraísmo, junto con Alcándara, 1925, lo vincularon a la etapa posmodernista, pero a partir de la publicación de El buque, 1935, trató temas religiosos al estilo clásico formal de Claudel y Péguy. Dentro de esta nueva etapa figuran obras como: Cielo de tierra, 1937; La ciudad sin Laura, 1938; Poemas elementales, 1942; Poemas de carne y hueso, 1943, premio nacional de poesía; El ruiseñor, 1945; Las estrellas, 1947; El ángel de la guarda, 1949; Poemas nacionales, 1950; La flor, 1951; Tres poemas católicos, 1959; Poemas de cada día, 1963, y, en prosa, La copa de agua, 1963.
5 DE OCTUBRE NACE:
JUAN JACOBO BAJARLÍA
Poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista argentino, nacido en Buenos Aires el 5 de octubre de 1914 y fallecido en Buenos Aires, Argentina el 22 de julio del 2005. Autor de una extensa, brillante y variada producción literaria que progresa con asombrosa fluidez por los cauces genéricos más diversos, está considerado como uno de los más significativos introductores de la estética vanguardista en las Letras argentinas contemporáneas.
Inclinado desde su temprana juventud hacia el cultivo de la escritura, adquirió un notable prestigio intelectual por sus frecuentes colaboraciones publicadas en el rotativo Clarín, de donde pasó a difundir sus textos periodísticos por los principales diarios y revistas de su país natal, como La Nación, La Gaceta de Tucumán y La Prensa. También fue director durante ocho años (1948-1956) de la revista Contemporánea, y, ya convertido en una de las figuras más sobresalientes del panorama intelectual y artístico de la Argentina de mediados del siglo XX, se integró en el Movimiento de Arte Concreto-Invención.
Pero fue sobre todo leído y celebrado por sus obras de ficción, que le han granjeado algunos de los honores y galardones más prestigiosos de su dilatada trayectoria humanística. Entre los numerosos premios que ha merecido tanto en su faceta de escritor como en reconocimiento de su incesante labor de animador cultural, cabe citar la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1962), el Premio Municipal de Teatro (1962), el Premio del Fondo Nacional de las Artes (1962), el Mystery Magazine Ellery Queen's (1964), el Konex de Platino (1984) y el Premio Boris Vian (1996). Su constante presencia en el ámbito de las Letras australes le llevó también a ocupar, ya en su vejez, la vicepresidencia de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
Sus primeros éxitos literarios le llegaron de la mano de la poesía, género en el que cosechó un éxito incuestionable a comienzos de la década de los años cincuenta, cuando la aparición de su segunda colección de versos, titulada La Gorgona (1953), mereció los elogios unánimes de los lectores y la crítica especializada, y contribuyó a que su naciente fama literaria traspasara las fronteras argentinas para extenderse a otros países de Hispanoamérica e, incluso, del continente europeo. Se editó, en efecto, una temprana traducción al alemán de este poemario de Juan Jacobo Bajarlía, y a partir de esta versión germánica el músico Esteban Eitler compuso su obra Música Dodecafónica (1954), presentada por vez primera en Bruselas. Tres años antes de haber dado a la imprenta los versos de La Gorgona, el escritor bonaerense había hecho público su talento poético merced a la publicación de Estereopoemas (1950), una espléndida opera prima a la que, después del citado poemario que tanto éxito tuvo en Alemania, siguieron otras colecciones de versos tan notables como las tituladas Canto a la destrucción (1968), Nuevos límites del infierno (1972), El poeta y el exilio (1990) y Poema de la creación (1996).
Al tiempo que desplegaba esta intensa labor poética, Juan Jacobo Bajarlía dejaba bien patente en numerosos ensayos y textos dramáticos su condición de humanista polifacético, capaz de desenvolverse con idéntica soltura en los géneros más variados. Así, el mismo año en que se dio a conocer como poeta publicó también su espléndido ensayo titulado Notas sobre el barroco (1950), obra en la que vino a demostrar un magnífico conocimiento de la literatura española, hispanoamericana y europea, luego ampliado hasta el asombro en otros libros de tan penetrante lucidez crítica como Literatura de vanguardia (1956) y El vanguardismo poético en América y España (1957). Otros ensayos y estudios críticos del fecundo autor bonaerense -que alcanzó cotas de inusitada maestría dentro del género biográfico- son los titulados Sadismo y masoquismo en la conducta criminal (1959); Lovecraft, el horror sobrenatural (1959); La polémica Reverdy-Huidobro. El origen del ultraísmo (1964); Drácula, el vampirismo y Bram Stoker (1992); Fijman, poeta entre dos vidas (1992); y Alejandra Pizarnik. Anatomía de un recuerdo (1998). También publicó algunas selecciones antológicas que de nuevo vinieron a probar sus vastos conocimientos sobre todas las modalidades genéricas de la literatura universal, como Cuentos de crimen y misterio (1964) y Crónicas con espías (1966). Y, dentro de esta feraz versatilidad, dejó también impresas otras obras en prosa de muy diversa naturaleza, entre las que conviene recordar aquí las tituladas Historias de monstruos (1969); Fórmula al antimundo (1970); Más que la luz de las estrellas (1971); El día cero (1972); Los números de la muerte (1972); El endemoniado Sr. Rosetti (1977); Sables, historias y crímenes (1983); Historias secretas de putas, musas y otras damas (1996); y Breve diccionario del erotismo y cancionero satírico (1997).
Si admiraba a críticos y lectores la variedad de temas, géneros y registros estilísticos acuñados por Juan Jacobo Bajarlía en la abundante producción miscelánea mencionada en parágrafos anteriores, no menos asombro causó su acierto dentro de la complejidad específica del género teatral, al que aportó algunas de las mejores piezas dramáticas estrenadas en Argentina a mediados del siglo XX. Fue muy aplaudido el estreno de su primera obra, titulada La Esfinge (1955), a la que pronto siguieron -en dura pero fructífera competencia con los poemarios y los ensayos que simultáneamente estaba escribiendo y publicando- otros estrenos tan celebrados como Pierrot (1956), Las troyanas (1956) y La billetera del diablo (1969). Otras piezas teatrales nacidas de la pluma de Bajarlía son Los robots (1955), Telesfora (1962), La confesión de Finnegan (1962) y Monteagudo (1962), drama -este último- que mereció varios premios y menciones honoríficas.
No se agotaba tampoco en la escritura dramática la capacidad creativa de Juan Jacobo Bajarlía, quien además de poemas, ensayos, biografías, piezas teatrales y artículos periodísticos escribió numerosas narraciones breves y algunas novelas dignas de consideración. Sus relatos, compuestos por una amena combinación de elementos fantásticos que, procedentes del universo temático de la ciencia-ficción, dejan paso a las profundas inquietudes metafísicas del autor bonaerense, vieron la luz entre las páginas de diferentes obras colectivas presentadas como muestras antológicas de la mejor narrativa breve hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Por otra parte, fue autor de algunas novelas extensas entre las que sobresalen las pertenecientes al subgénero policíaco, publicadas bajo pseudónimo y consideradas como piezas maestras por el eminente crítico y escritor Leopoldo Marechal, quien elogió la prosa de Bajarlía y le tildó de "zoólogo de la monstruosidad". Otros estudiosos del género señalaron su acierto en la mezcla de ingredientes propios de la ciencia ficción con otras preocupaciones procedentes de la mejor tradición filosófica occidental, con especial entusiasmo por sus "máquinas del tiempo", que en sus obras "dejan de ser instrumentos mecánicos para convertirse en dimensiones metafísicas".
JUAN JACOBO BAJARLÍA
Poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista argentino, nacido en Buenos Aires el 5 de octubre de 1914 y fallecido en Buenos Aires, Argentina el 22 de julio del 2005. Autor de una extensa, brillante y variada producción literaria que progresa con asombrosa fluidez por los cauces genéricos más diversos, está considerado como uno de los más significativos introductores de la estética vanguardista en las Letras argentinas contemporáneas.
Inclinado desde su temprana juventud hacia el cultivo de la escritura, adquirió un notable prestigio intelectual por sus frecuentes colaboraciones publicadas en el rotativo Clarín, de donde pasó a difundir sus textos periodísticos por los principales diarios y revistas de su país natal, como La Nación, La Gaceta de Tucumán y La Prensa. También fue director durante ocho años (1948-1956) de la revista Contemporánea, y, ya convertido en una de las figuras más sobresalientes del panorama intelectual y artístico de la Argentina de mediados del siglo XX, se integró en el Movimiento de Arte Concreto-Invención.
Pero fue sobre todo leído y celebrado por sus obras de ficción, que le han granjeado algunos de los honores y galardones más prestigiosos de su dilatada trayectoria humanística. Entre los numerosos premios que ha merecido tanto en su faceta de escritor como en reconocimiento de su incesante labor de animador cultural, cabe citar la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1962), el Premio Municipal de Teatro (1962), el Premio del Fondo Nacional de las Artes (1962), el Mystery Magazine Ellery Queen's (1964), el Konex de Platino (1984) y el Premio Boris Vian (1996). Su constante presencia en el ámbito de las Letras australes le llevó también a ocupar, ya en su vejez, la vicepresidencia de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
Sus primeros éxitos literarios le llegaron de la mano de la poesía, género en el que cosechó un éxito incuestionable a comienzos de la década de los años cincuenta, cuando la aparición de su segunda colección de versos, titulada La Gorgona (1953), mereció los elogios unánimes de los lectores y la crítica especializada, y contribuyó a que su naciente fama literaria traspasara las fronteras argentinas para extenderse a otros países de Hispanoamérica e, incluso, del continente europeo. Se editó, en efecto, una temprana traducción al alemán de este poemario de Juan Jacobo Bajarlía, y a partir de esta versión germánica el músico Esteban Eitler compuso su obra Música Dodecafónica (1954), presentada por vez primera en Bruselas. Tres años antes de haber dado a la imprenta los versos de La Gorgona, el escritor bonaerense había hecho público su talento poético merced a la publicación de Estereopoemas (1950), una espléndida opera prima a la que, después del citado poemario que tanto éxito tuvo en Alemania, siguieron otras colecciones de versos tan notables como las tituladas Canto a la destrucción (1968), Nuevos límites del infierno (1972), El poeta y el exilio (1990) y Poema de la creación (1996).
Al tiempo que desplegaba esta intensa labor poética, Juan Jacobo Bajarlía dejaba bien patente en numerosos ensayos y textos dramáticos su condición de humanista polifacético, capaz de desenvolverse con idéntica soltura en los géneros más variados. Así, el mismo año en que se dio a conocer como poeta publicó también su espléndido ensayo titulado Notas sobre el barroco (1950), obra en la que vino a demostrar un magnífico conocimiento de la literatura española, hispanoamericana y europea, luego ampliado hasta el asombro en otros libros de tan penetrante lucidez crítica como Literatura de vanguardia (1956) y El vanguardismo poético en América y España (1957). Otros ensayos y estudios críticos del fecundo autor bonaerense -que alcanzó cotas de inusitada maestría dentro del género biográfico- son los titulados Sadismo y masoquismo en la conducta criminal (1959); Lovecraft, el horror sobrenatural (1959); La polémica Reverdy-Huidobro. El origen del ultraísmo (1964); Drácula, el vampirismo y Bram Stoker (1992); Fijman, poeta entre dos vidas (1992); y Alejandra Pizarnik. Anatomía de un recuerdo (1998). También publicó algunas selecciones antológicas que de nuevo vinieron a probar sus vastos conocimientos sobre todas las modalidades genéricas de la literatura universal, como Cuentos de crimen y misterio (1964) y Crónicas con espías (1966). Y, dentro de esta feraz versatilidad, dejó también impresas otras obras en prosa de muy diversa naturaleza, entre las que conviene recordar aquí las tituladas Historias de monstruos (1969); Fórmula al antimundo (1970); Más que la luz de las estrellas (1971); El día cero (1972); Los números de la muerte (1972); El endemoniado Sr. Rosetti (1977); Sables, historias y crímenes (1983); Historias secretas de putas, musas y otras damas (1996); y Breve diccionario del erotismo y cancionero satírico (1997).
Si admiraba a críticos y lectores la variedad de temas, géneros y registros estilísticos acuñados por Juan Jacobo Bajarlía en la abundante producción miscelánea mencionada en parágrafos anteriores, no menos asombro causó su acierto dentro de la complejidad específica del género teatral, al que aportó algunas de las mejores piezas dramáticas estrenadas en Argentina a mediados del siglo XX. Fue muy aplaudido el estreno de su primera obra, titulada La Esfinge (1955), a la que pronto siguieron -en dura pero fructífera competencia con los poemarios y los ensayos que simultáneamente estaba escribiendo y publicando- otros estrenos tan celebrados como Pierrot (1956), Las troyanas (1956) y La billetera del diablo (1969). Otras piezas teatrales nacidas de la pluma de Bajarlía son Los robots (1955), Telesfora (1962), La confesión de Finnegan (1962) y Monteagudo (1962), drama -este último- que mereció varios premios y menciones honoríficas.
No se agotaba tampoco en la escritura dramática la capacidad creativa de Juan Jacobo Bajarlía, quien además de poemas, ensayos, biografías, piezas teatrales y artículos periodísticos escribió numerosas narraciones breves y algunas novelas dignas de consideración. Sus relatos, compuestos por una amena combinación de elementos fantásticos que, procedentes del universo temático de la ciencia-ficción, dejan paso a las profundas inquietudes metafísicas del autor bonaerense, vieron la luz entre las páginas de diferentes obras colectivas presentadas como muestras antológicas de la mejor narrativa breve hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Por otra parte, fue autor de algunas novelas extensas entre las que sobresalen las pertenecientes al subgénero policíaco, publicadas bajo pseudónimo y consideradas como piezas maestras por el eminente crítico y escritor Leopoldo Marechal, quien elogió la prosa de Bajarlía y le tildó de "zoólogo de la monstruosidad". Otros estudiosos del género señalaron su acierto en la mezcla de ingredientes propios de la ciencia ficción con otras preocupaciones procedentes de la mejor tradición filosófica occidental, con especial entusiasmo por sus "máquinas del tiempo", que en sus obras "dejan de ser instrumentos mecánicos para convertirse en dimensiones metafísicas".
viernes, 2 de octubre de 2015
2 DE OCTUBRE NACE:
WALLACE STEVENS
Poeta norteamericano nacido en Reading, Pennsylvania, en 1879.
Hijo de un prestigioso abogado, tuvo acceso a una esmerada educación en Reading Boys' High School, en Harvard College, y
posteriormente en New York Law School, donde se graduó como abogado en 1903.
Aunque algunos de sus mejores poemas están contenidos en "Harmonium" 1923, "Ideas de orden" 1935, "El hombre con la guitarra azul" 1937, y "Las auroras de otoño" 1950, sólo fue reconocido internacionalmente cuando publicó los "Poemas completos" en 1954.
En 1946 fue aclamado por el Instituto Nacional de Artes y Letras. Entre los galardones obtenidos merecen destacarse el Premio Bollingen 1950, y los premios Pulitzer y National Book Award en 1955.
Falleció, víctima de un cáncer en agosto de 1955
WALLACE STEVENS
El comienzo
Así llega al fin el verano hasta estas pocas manchas
Y al óxido y la podredumbre de la puerta por donde ella se fue.
La casa está vacía. Pero es aquí donde ella se sentaba
Para peinar su cabello húmedo de rocío, una luz intangible,
Perpleja por sus más oscuras iridiscencias.
Éste era el espejo donde solía mirar
Al ser momentáneo, sin historia,
La identidad del verano perfectamente percibido,
Y sentir su alegría campestre y sonreír
Yser sorprendida y temblar, mano y labio.
Ésta es la silla de la que recogía
Su vestido, el más esmerado y favorecedor de los tejidos
Al que un tejedor cosió doce campanas ...
El vestido yace, abandonado, sobre el suelo.
Ahora, los primeros tuteadores de tragedia,
Para empezar, hablan con suavidad en los aleros.
jueves, 1 de octubre de 2015
1 DE OCTUBRE NACE:
EMILIO PETTORUTI
Emilio Pettoruti
(La Plata, 1894 - París, 1971) Pintor argentino. Durante sus años de estancia en Europa (1913-1924), se puso en contacto con las principales escuelas vanguardistas de los países que visitaba; a través del cubismo y del futurismo se acercó al arte abstracto, manteniendo un equilibrio inestable entre abstracción y representación. Es difícil, sin embargo, clasificar su obra, cuyas características más destacadas son, junto a la presencia constante del cubismo, la humanización de los objetos y de los astros (el sol) y el fondo de equilibrio clásico de su pintura.
El hombre de la flor amarilla (1932), de Emilio Pettoruti
Tras estudiar bellas artes en su ciudad natal, Emilio Pettoruti inició su actividad como caricaturista. Becado por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, se trasladó a Italia en 1913 y allí estudió pintura e historia del arte en Florencia; en Italia conoció y recibió el influyo de los futuristas, con los que organizó algunas exposiciones, pero también recorrió los museos del país, estudiando a los maestros renacentistas. Con posterioridad trabó contacto con las más importantes tendencias vanguardistas de la época en Francia (especialmente el cubismo de Juan Gris), Austria y Alemania, países en los que realizó nuevas exposiciones.
De regreso a la Argentina, introdujo en los círculos pictóricos las premisas estéticas del futurismo y las del cubismo, no sin causar revuelo entre los críticos y artistas conservadores. Sería esta última corriente la que prevalecería en su creación en obras como Pájaro de luz, donde se aprecia una pulcra interpretación del cubismo con tendencia a la nunca alcanzada abstracción. Aunque tardíamente, Pettoruti ofreció una singular interpretación del arte cubista y se convirtió en uno de los más notables representantes de esta tendencia en el ámbito hispanoamericano.
En Argentina fundó y dirigió la revista Crónica de Arte y fue por dos veces director del Museo de Bellas Artes de La Plata. En 1941 visitó los Estados Unidos, donde dio a conocer su creación en diversas exposiciones organizadas por el Museo de Arte de San Francisco. En 1953 se estableció definitivamente en París.
lunes, 28 de septiembre de 2015
28 DE SEPTIEMBRE DE 1979 MUERE: JORGE W. ÁVALOS
28 DE SEPTIEMBRE DE 1979 MUERE:JORGE W. ÁVALOS
Jorge Washington Ábalos, de familia bandeña, nació circunstancialmente en la ciudad de La Plata el 20 de Septiembre de 1915. En 1933 se graduó de maestro normal en Santiago del Estero y al año siguiente fue designado para desempeñarse en escuelas rurales del interior cercanas al Río Salado, región quichuista santiagueña. Entre ellas la de Puente Negro que, según Mariano Medina, “marcó su vida para siempre, y fue ambiente de sus más importantes relatos”.
Vieja escuela Nª 502 de Puente Negro, departamento Avellaneda, Shunko, destruída por la acción implacable del tiempo. 1981
A raíz de que el joven maestro sufrió la picadura de un escorpión y también por otras inquietudes comenzó a colaborar con el destacado médico sanitarista Dr. Salvador Mazza. Poco tiempo después lo hace también con Bernardo Houssay, enviándole gran cantidad de Latrodectus vivas, para la elaboración de suero antilatrodectus.
Esta tarea tuvo repercusiones en la prensa, por lo que el gobierno de la provincia de Santiago del Estero le ofreció una beca para desarrollar estudios sobre Triatominae en el Instituto Oswaldo Cruz de Río de Janeiro, cumplido lo cual se dedicó a la investigación y a la docencia universitaria en la Universidad de Tucumán.
En esa ciudad se casó con Leoni Albaca, con quién tuvo tres hijos: Jorge, Iván y Gabriel.
De regreso a Santiago fundó el Instituto de Animales Venenosos que hoy lleva su nombre; y finalmente se radicó en la ciudad de Córdoba, donde se desempeñó como docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y fundó el Serpentario de Córdoba.
En el laboratorio. Hacia 1964.
Realizó numerosos cursos de capacitación en distintas parte del mundo y en el año 1968 ganó la beca Guggenheim para permanecer un año en la Universidad de Harvard.
Su obra literaria más conocida, ”Shunko” (1949), fue traducida a varios idiomas, llevada al cine por Lautaro Murúa (1959) y premiada por la UNESCO, como patrimonio de la cultura universal.
Escribió también “Cuentos con o sin víboras”(1942), “Animales, leyendas y coplas” (1953); “Lapachos” (1958); “Norte pencoso” (1964); “Terciopelo, la cazadora negra” (1971); “Coplero Popular” (1973), “Shalakos” (1975); “Don Agamenón y Don Velmiro, diálogos zoo- folklóricos” (1973) y además muchísimos trabajos científicos y de divulgación.
Al fallecer en 1979, en la ciudad de Córdoba, dejó inconcluso el libro “Coshmi” que junto a “Shunko” y “Shalacos” conforman una trilogía que comparte la cosmovisión de los santiagueños quichua hablantes y su entorno.
Vieja escuela Nª 502 de Puente Negro, departamento Avellaneda, la escuela de Shunko, destruída por la acción implacable del tiempo. 1981
sábado, 26 de septiembre de 2015
JORGE LUIS BORGES
Poema Conjetural
El doctor Francisco Laprida, asesinado el
día 22 de setiembre de 1829, por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:
Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre de
sentencias, de libros, de dictámenes,
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mí insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.
T.S.ELIOT
Marina
Qué mares qué playas qué rocas grises y qué islas
Qué agua lamiendo la proa
Y aroma de pino y el tordo cantando a través de la bruma
Qué imágenes regresan
Oh hija mía.
Quienes afilan los dientes del perro, queriendo
Muerte
Quienes resplandecen con la gloria del colibrí, queriendo
Muerte
Quienes se sientan en la pocilga de la satisfacción, queriendo
Muerte
Quienes sufren el éxtasis de los animales, queriendo
Muerte
Se han vuelto insustanciales, reducidos por un viento,
Un soplo de pino, y la bruma que canta espontánea
Por esta gracia disuelta en su lugar
¿Qué es este rostro, menos claro y más claro,
El pulso en el brazo, menos fuerte y más fuerte
Dado o prestado? mas distante que estrellas y más cerca que el ojo
Susurros y sonrisitas entre hojas y pies apresurándose
Bajo el sueño, donde se juntan todas las aguas.
Bauprés rajado por hielo y pintura rajada por el calor.
Yo hice esto, lo he olvidado
Y recuerdo.
El aparejo débil y el velamen podrido
Entre un junio y otro septiembre.
Hice esto desconociendo, semiconsciente, desconocido, lo mío.
La hilada de aparadura hace agua, las costuras necesitan calafateo.
Esta forma. este rostro, esta vida, a mi palabra por la que no está dicha,
Por quien despierta, los labios separados, la esperanza, los barcos nuevos.
¿Qué islas qué playas qué islas graníticas hacia mis cuadernas
Y tordo que llama a través de la bruma
Hija mía.
Marina
Qué mares qué playas qué rocas grises y qué islas
Qué agua lamiendo la proa
Y aroma de pino y el tordo cantando a través de la bruma
Qué imágenes regresan
Oh hija mía.
Quienes afilan los dientes del perro, queriendo
Muerte
Quienes resplandecen con la gloria del colibrí, queriendo
Muerte
Quienes se sientan en la pocilga de la satisfacción, queriendo
Muerte
Quienes sufren el éxtasis de los animales, queriendo
Muerte
Se han vuelto insustanciales, reducidos por un viento,
Un soplo de pino, y la bruma que canta espontánea
Por esta gracia disuelta en su lugar
¿Qué es este rostro, menos claro y más claro,
El pulso en el brazo, menos fuerte y más fuerte
Dado o prestado? mas distante que estrellas y más cerca que el ojo
Susurros y sonrisitas entre hojas y pies apresurándose
Bajo el sueño, donde se juntan todas las aguas.
Bauprés rajado por hielo y pintura rajada por el calor.
Yo hice esto, lo he olvidado
Y recuerdo.
El aparejo débil y el velamen podrido
Entre un junio y otro septiembre.
Hice esto desconociendo, semiconsciente, desconocido, lo mío.
La hilada de aparadura hace agua, las costuras necesitan calafateo.
Esta forma. este rostro, esta vida, a mi palabra por la que no está dicha,
Por quien despierta, los labios separados, la esperanza, los barcos nuevos.
¿Qué islas qué playas qué islas graníticas hacia mis cuadernas
Y tordo que llama a través de la bruma
Hija mía.
26 DE SEPTIEMBRE NACE:
T.S.ELIOT
T. S. Eliot
(Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot; Saint Louis, 1888 - Londres, 1965) Poeta, dramaturgo y crítico inglés. Cuando pasó a estudiar a la Universidad de Harvard, Eliot realizó numerosas lecturas típicas, más de lo que vulgarmente se cree, de la Boston culta de los años anteriores a la primera Guerra Mundial: Henry James, Donne y los metafísicos, Browning, Dante y el teatro isabelino. A ellas se añadió en 1908 el libro de Arthur Symons, The symbolist Movement in Literature, que le llevó al conocimiento de los "poètes maudits", en particular de Laforgue y Corbière.
T. S. Eliot
Tales lecturas ejercieron una influencia formativa en la técnica de Eliot. Aprendió de James la precisión en el léxico, así como la seguridad de que la poesía debe escribirse con idéntico cuidado que la mejor prosa; de Browning recibió la forma del monólogo dramático, y de Laforgue los rápidos tránsitos de una a otra idea mediante las asociaciones y la mezcla de vocablos insólitos con una ordenación simple del discurso; el estudio de la poesía metafísica le proporcionó una versión moderna del "concepto" metafísico, el vínculo entre pensamientos y objetos dispares, y la costumbre del estilo directo y del lenguaje hablado; en los isabelinos del último período se inspiró para la forma del verso, flexible y con frecuentes encabalgamientos. Dante le enseñó la naturaleza exacta, escueta y evidente de las imágenes.
La familiaridad de Eliot con los simbolistas franceses aumentó a raíz de su viaje de 1911 a Europa, donde estudió primeramente en la Sorbona y luego en Oxford. En Inglaterra trabajó durante algún tiempo como empleado de banca; sin embargo, pronto se dedicó exclusivamente a la literatura. En su primera obra poética, El canto de amor de J. Alfred Prufrock (The Love Song of J. Alfred Prufrock, 1917), resulta evidente la influencia francesa, en particular la de Laforgue. A pesar de ello y de la afinidad de su monólogo dramático con el de algunos pequeños poemas de Robert Browning, como por ejemplo My Last Duchess, en la citada composición Eliot rompe con la tradición de la poesía propia del siglo XIX, por lo menos en cuanto a la supresión de los elementos "poéticos".
Por aquel entonces residía en Londres Ezra Pound, gran animador de movimientos literarios y de poetas jóvenes. Con él estableció contacto Eliot, quien, después de Poems (1919), en los que resuenan todavía algunos ecos de la poesía francesa, publicó aquel mismo año Ara vos prec, donde la influencia de la lírica provenzal y del "stil novo" italiano constituye precisamente el resultado de las relaciones con Pound. A éste debe también nuestro autor su vínculo con el filósofo inglés T. E. Hulme, quien influyó en la formación crítica de Eliot.
Su afán de encontrar un medio técnico adecuado le llevó a componer otro pequeño poema, Gerontion (1920); en él, el movimiento de los versos retrocede y logra superar, como no consiguiera ni el propio Swinburne, la barrera Milton-Tennyson del "blank verse", además de inspirarse en el Shakespeare de la última época, Middleton y Webster. Si hasta entonces la obra de Eliot había representado el anhelo de encontrarse a sí mismo, el espectáculo del desorden espiritual ocasionado por la guerra ayudó a nuestro poeta a reconocer sus exigencias más genuinas, a lograr la realización del citado afán y a considerar implícitamente en esta realidad el caos interno y literario en el que se hallaban sumidas, entre la disgregación de todos los valores del espíritu, las manifestaciones extremas del Romanticismo.
Tal estado de ánimo aparece expresado en el pequeño poema Tierra yerma (The Waste Land), que en 1922 señaló la consecución de la madurez artística de su autor. Ya en el poema Gerontion, cuyos personajes y acontecimientos quedan reunidos en el espíritu del Anciano, había hecho presentir esta otra obrita, en la cual el movimiento del mundo en el espacio y el tiempo se concreta y unifica en Tiresias. La reacción de Eliot contra el desorden romántico se expresa en su renuncia a considerar la poesía como una efusión individual. Y así, trasladado el valor desde los sentimientos a la idea que de ellos se forja el poeta, enunció su teoría del objetivo correlativo: serie de objetos, situación o sucesión de hechos, fórmula de aquella emoción "particular", que debe ser evocada inmediatamente una vez los acontecimientos externos han sido orientados hacia una experiencia sensoria.
Este principio, en el que queda evidentemente manifestada una exigencia de imparcialidad y orden, es el origen del complejo de alusiones y símbolos característico de Tierra yerma, cuyos temas dominantes son el vacío y la futilidad de una existencia sin fe, o privada, por lo menos, de un punto fijo de referencia, y la concepción de la muerte como camino hacia la verdadera vida. Al espectáculo revelado por el poema y al desconsolador estado de ánimo a que daba lugar, opuso Eliot al cabo de poco tiempo la certidumbre de las creencias religiosas; y así, en 1927, o sea el mismo año en que adquirió la nacionalidad británica, se adhirió a la rama anglocatólica de la Iglesia anglicana.
Con esta orientación, el poeta se interesó cada vez más en el problema de las relaciones entre las apariencias materiales y la realidad espiritual. Fruto de ello fue en 1930 el pequeño poema Miércoles de ceniza (Ash-Wednesday), en el que predominan motivos de purificación y redención en la duda entre un estado de ánimo sereno y resignado alcanzado sólo a veces y las reapariciones de una angustia de incertidumbre y debate; se trata, en esencia, de la lamentación por una fe todavía imperfecta, pero también, al mismo tiempo, de la tendencia a "elaborar algo de que alegrarse".
A lo largo de una línea más propiamente poética aparecieron luego los Cuatro cuartetos (Four Quartets), compuestos entre 1935 y 1942 y en los que la continuidad de la experiencia en el tiempo y fuera de él y la redención a través de éste integran algunos de los temas dominantes. El motivo de la salvación en el tiempo se da asimismo en la segunda de sus obras dramáticas, Reunión de familia, escrita por aquellos mismos años.
Desde Las lides de Sweeney (Sweeney Agonists, 1932), Eliot había llevado a cabo ensayos de verso y lenguaje dramáticos mediante el ritmo rápido y sincopado del diálogo; en 1934 realizó un nuevo experimento con los coros escritos para la representación sacra La roca (The Rock), en la que la brevedad y las síncopas se ven reemplazadas por una amplia cadencia de versículos bíblicos. En 1935, finalmente, se representó Asesinato en la catedral. En síntesis, cabe afirmar que Ash-Wednesday expresa la búsqueda del destino propio, y la última obra citada, la aceptación activa y lúcidamente consciente del mismo. La indagación aparece reanudada en The Family Reunion.
Al doble tema volvió Eliot con The Cocktail Party (1950) y El secretario de confianza (1954), donde trata de unir los dos momentos del anhelo y la resignación para obtener, con el tránsito de uno a otro, la acción necesaria a la obra dramática. Existe, pues, en este autor una continuidad de evolución entre los textos poéticos y los de carácter teatral, lo mismo que en el afán por hallar un verso libre y el de un nuevo lenguaje propio de la poesía. Sin embargo, precisamente este vínculo, que hace íntimamente dramáticas algunas de sus obras poéticas, da, en cambio, a los dramas de Eliot un aspecto poco teatral.
Nuestro autor se halla situado en la línea principal de los poetas-críticos ingleses, que, a través de Dryden, Pope y el doctor Johnsan, va desde Ben Jonson hasta Arnold, otro de los escritores que han influido en él. No sería posible analizar sus métodos poéticos sin tener en cuenta sus normas. A pesar de los estudios filosóficos de los años de juventud, Eliot no es, sustancialmente, un crítico teórico, sino el artista que escribe acerca de la poesía propia y ajena; sus observaciones más importantes nacen precisamente del análisis detallado de la obra de otros poetas. El premio Nobel que se le concedió en 1948 lo confirmó como el mejor de los autores poéticos ingleses contemporáneos. Supo, en efecto, dar nueva expresión a la inquietud espiritual de su tiempo, el nuestro, y reaccionar, al menos en cuanto a su persona, gracias al hallazgo de un camino orgánico hacia "algo de que alegrarse".
Entre sus últimas obras cabe citar: On Poetry and Poets (De la poesía y de los poetas), de 1957; el drama El viejo estadista (The Elder Statesman, 1958); la publicación, en 1963, de una selección personal de su obra poética bajo el título Poesías (Collected Poems 1909-1962) que ha conocido un gran número de reediciones y traducciones; y Ensayos, publicada en 1965, que comprende toda su labor crítica.
T.S.ELIOT
T. S. Eliot
(Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot; Saint Louis, 1888 - Londres, 1965) Poeta, dramaturgo y crítico inglés. Cuando pasó a estudiar a la Universidad de Harvard, Eliot realizó numerosas lecturas típicas, más de lo que vulgarmente se cree, de la Boston culta de los años anteriores a la primera Guerra Mundial: Henry James, Donne y los metafísicos, Browning, Dante y el teatro isabelino. A ellas se añadió en 1908 el libro de Arthur Symons, The symbolist Movement in Literature, que le llevó al conocimiento de los "poètes maudits", en particular de Laforgue y Corbière.
T. S. Eliot
Tales lecturas ejercieron una influencia formativa en la técnica de Eliot. Aprendió de James la precisión en el léxico, así como la seguridad de que la poesía debe escribirse con idéntico cuidado que la mejor prosa; de Browning recibió la forma del monólogo dramático, y de Laforgue los rápidos tránsitos de una a otra idea mediante las asociaciones y la mezcla de vocablos insólitos con una ordenación simple del discurso; el estudio de la poesía metafísica le proporcionó una versión moderna del "concepto" metafísico, el vínculo entre pensamientos y objetos dispares, y la costumbre del estilo directo y del lenguaje hablado; en los isabelinos del último período se inspiró para la forma del verso, flexible y con frecuentes encabalgamientos. Dante le enseñó la naturaleza exacta, escueta y evidente de las imágenes.
La familiaridad de Eliot con los simbolistas franceses aumentó a raíz de su viaje de 1911 a Europa, donde estudió primeramente en la Sorbona y luego en Oxford. En Inglaterra trabajó durante algún tiempo como empleado de banca; sin embargo, pronto se dedicó exclusivamente a la literatura. En su primera obra poética, El canto de amor de J. Alfred Prufrock (The Love Song of J. Alfred Prufrock, 1917), resulta evidente la influencia francesa, en particular la de Laforgue. A pesar de ello y de la afinidad de su monólogo dramático con el de algunos pequeños poemas de Robert Browning, como por ejemplo My Last Duchess, en la citada composición Eliot rompe con la tradición de la poesía propia del siglo XIX, por lo menos en cuanto a la supresión de los elementos "poéticos".
Por aquel entonces residía en Londres Ezra Pound, gran animador de movimientos literarios y de poetas jóvenes. Con él estableció contacto Eliot, quien, después de Poems (1919), en los que resuenan todavía algunos ecos de la poesía francesa, publicó aquel mismo año Ara vos prec, donde la influencia de la lírica provenzal y del "stil novo" italiano constituye precisamente el resultado de las relaciones con Pound. A éste debe también nuestro autor su vínculo con el filósofo inglés T. E. Hulme, quien influyó en la formación crítica de Eliot.
Su afán de encontrar un medio técnico adecuado le llevó a componer otro pequeño poema, Gerontion (1920); en él, el movimiento de los versos retrocede y logra superar, como no consiguiera ni el propio Swinburne, la barrera Milton-Tennyson del "blank verse", además de inspirarse en el Shakespeare de la última época, Middleton y Webster. Si hasta entonces la obra de Eliot había representado el anhelo de encontrarse a sí mismo, el espectáculo del desorden espiritual ocasionado por la guerra ayudó a nuestro poeta a reconocer sus exigencias más genuinas, a lograr la realización del citado afán y a considerar implícitamente en esta realidad el caos interno y literario en el que se hallaban sumidas, entre la disgregación de todos los valores del espíritu, las manifestaciones extremas del Romanticismo.
Tal estado de ánimo aparece expresado en el pequeño poema Tierra yerma (The Waste Land), que en 1922 señaló la consecución de la madurez artística de su autor. Ya en el poema Gerontion, cuyos personajes y acontecimientos quedan reunidos en el espíritu del Anciano, había hecho presentir esta otra obrita, en la cual el movimiento del mundo en el espacio y el tiempo se concreta y unifica en Tiresias. La reacción de Eliot contra el desorden romántico se expresa en su renuncia a considerar la poesía como una efusión individual. Y así, trasladado el valor desde los sentimientos a la idea que de ellos se forja el poeta, enunció su teoría del objetivo correlativo: serie de objetos, situación o sucesión de hechos, fórmula de aquella emoción "particular", que debe ser evocada inmediatamente una vez los acontecimientos externos han sido orientados hacia una experiencia sensoria.
Este principio, en el que queda evidentemente manifestada una exigencia de imparcialidad y orden, es el origen del complejo de alusiones y símbolos característico de Tierra yerma, cuyos temas dominantes son el vacío y la futilidad de una existencia sin fe, o privada, por lo menos, de un punto fijo de referencia, y la concepción de la muerte como camino hacia la verdadera vida. Al espectáculo revelado por el poema y al desconsolador estado de ánimo a que daba lugar, opuso Eliot al cabo de poco tiempo la certidumbre de las creencias religiosas; y así, en 1927, o sea el mismo año en que adquirió la nacionalidad británica, se adhirió a la rama anglocatólica de la Iglesia anglicana.
Con esta orientación, el poeta se interesó cada vez más en el problema de las relaciones entre las apariencias materiales y la realidad espiritual. Fruto de ello fue en 1930 el pequeño poema Miércoles de ceniza (Ash-Wednesday), en el que predominan motivos de purificación y redención en la duda entre un estado de ánimo sereno y resignado alcanzado sólo a veces y las reapariciones de una angustia de incertidumbre y debate; se trata, en esencia, de la lamentación por una fe todavía imperfecta, pero también, al mismo tiempo, de la tendencia a "elaborar algo de que alegrarse".
A lo largo de una línea más propiamente poética aparecieron luego los Cuatro cuartetos (Four Quartets), compuestos entre 1935 y 1942 y en los que la continuidad de la experiencia en el tiempo y fuera de él y la redención a través de éste integran algunos de los temas dominantes. El motivo de la salvación en el tiempo se da asimismo en la segunda de sus obras dramáticas, Reunión de familia, escrita por aquellos mismos años.
Desde Las lides de Sweeney (Sweeney Agonists, 1932), Eliot había llevado a cabo ensayos de verso y lenguaje dramáticos mediante el ritmo rápido y sincopado del diálogo; en 1934 realizó un nuevo experimento con los coros escritos para la representación sacra La roca (The Rock), en la que la brevedad y las síncopas se ven reemplazadas por una amplia cadencia de versículos bíblicos. En 1935, finalmente, se representó Asesinato en la catedral. En síntesis, cabe afirmar que Ash-Wednesday expresa la búsqueda del destino propio, y la última obra citada, la aceptación activa y lúcidamente consciente del mismo. La indagación aparece reanudada en The Family Reunion.
Al doble tema volvió Eliot con The Cocktail Party (1950) y El secretario de confianza (1954), donde trata de unir los dos momentos del anhelo y la resignación para obtener, con el tránsito de uno a otro, la acción necesaria a la obra dramática. Existe, pues, en este autor una continuidad de evolución entre los textos poéticos y los de carácter teatral, lo mismo que en el afán por hallar un verso libre y el de un nuevo lenguaje propio de la poesía. Sin embargo, precisamente este vínculo, que hace íntimamente dramáticas algunas de sus obras poéticas, da, en cambio, a los dramas de Eliot un aspecto poco teatral.
Nuestro autor se halla situado en la línea principal de los poetas-críticos ingleses, que, a través de Dryden, Pope y el doctor Johnsan, va desde Ben Jonson hasta Arnold, otro de los escritores que han influido en él. No sería posible analizar sus métodos poéticos sin tener en cuenta sus normas. A pesar de los estudios filosóficos de los años de juventud, Eliot no es, sustancialmente, un crítico teórico, sino el artista que escribe acerca de la poesía propia y ajena; sus observaciones más importantes nacen precisamente del análisis detallado de la obra de otros poetas. El premio Nobel que se le concedió en 1948 lo confirmó como el mejor de los autores poéticos ingleses contemporáneos. Supo, en efecto, dar nueva expresión a la inquietud espiritual de su tiempo, el nuestro, y reaccionar, al menos en cuanto a su persona, gracias al hallazgo de un camino orgánico hacia "algo de que alegrarse".
Entre sus últimas obras cabe citar: On Poetry and Poets (De la poesía y de los poetas), de 1957; el drama El viejo estadista (The Elder Statesman, 1958); la publicación, en 1963, de una selección personal de su obra poética bajo el título Poesías (Collected Poems 1909-1962) que ha conocido un gran número de reediciones y traducciones; y Ensayos, publicada en 1965, que comprende toda su labor crítica.
viernes, 25 de septiembre de 2015
ALEJANDRA PIZARNIK
La enamorada
esta la lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fuiste triste estabas sola
y la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
25 DE SEPTIEMBRE DE 1972 MUERE ALEJANDRA PIZARNIK
25 DE SEPTIEMBRE DE 1972 MUERE
ALEJANDRA PIZARNIK
Alejandra Pizarnik
(Buenos Aires, 1936 - id., 1972) Poetisa argentina. Su obra poética, que se inscribe en la corriente neosurrealista, manifiesta un espíritu de rebeldía que linda con el autoaniquilamiento. Entre sus títulos más destacados figuran La tierra más ajena (1955), Árbol de Diana (1962) y Extracción de la piedra de locura (1968).
Alejandra Pizarnik nació en el seno de una familia de inmigrantes rusos que perdió su apellido original, Pozharnik, al instalarse en Argentina. Después de cursar estudios de filosofía y periodismo, que no terminó, Pizarnik comenzó su formación artística de la mano del pintor surrealista Batlle Planas. Entre 1960 y 1964 vivió en París, donde trabajó para la revista Cuadernos, realizó traducciones y críticas literarias y prosiguió su formación en la prestigiosa universidad de La Sorbona; formó parte asimismo del comité de colaboradores extranjeros de Les Lettres Nouvelles y de otras revistas europeas y latinoamericanas. Durante sus años en Francia comenzó su amistad con el escritor Julio Cortázar y con el poeta mexicano Octavio Paz, que escribió el prólogo de su libro de poemas Árbol de Diana (1962).
De regreso a Argentina publicó algunas de sus obras más destacadas; su valía se vio reconocida con la concesión de las prestigiosas becas Guggenheim (1969) y Fullbright (1971), que sin embargo no llegó a completar. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por serias crisis depresivas que la llevaron a intentar suicidarse en varias ocasiones. Pasó sus últimos meses internada en un centro psiquiátrico bonaerense; el 25 de septiembre de 1972, en el transcurso de un fin de semana de permiso que pasó en su casa, terminó con su vida con una sobredosis de seconal sódico. Tenía 36 años.
Había publicado sus primeros libros en los cincuenta, pero sólo a partir de Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965) y Extracción de la piedra de la locura (1968), encontró Alejandra Pizarnik su tono más personal, tributario al mismo tiempo del automatismo surrealista y de la voluntad de exactitud racional. En esa tensión se mueven estos poemas deliberadamente carentes de énfasis y muchas veces hasta carentes de forma, como anotaciones alusivas y herméticas de un diario personal. Su poesía, siempre intensa, a veces lúdica y a veces visionaria, se caracterizó por la libertad y la autonomía creativa.
Su obra lírica comprende siete poemarios: La tierra más ajena (1955), La última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de locura (1968) y El infierno musical (1971). Después de su muerte se prepararon distintas ediciones de sus obras, entre las que destaca Textos de sombra y últimos poemas (1982), que incluye la obra teatral Los poseídos entre lilas y la novela La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa. También póstumamente fue reeditado el conjunto de sus textos en el volumen Obras completas (1994); sus cartas quedaron recogidas en Correspondencia (1998).
miércoles, 9 de septiembre de 2015
9 DE SEPTIEMBRE DE 1828 NACE: LEÓN TOLSTÓI
9 DE SEPTIEMBRE DE 1828 NACE:
LEÓN TOLSTÓI
(Liev Nikoláievich Tolstói; Yasnaia Poliana, 1828 - Astapovo, 1910) Escritor y ruso. Hijo del noble propietario y de la acaudalada princesa María Volkonski, Tolstói viviría siempre escindido entre esos dos espacios simbólicos que son la gran urbe y el campo, pues si el primero representaba para él el deleite, el derroche y el lujo de quienes ambicionaban brillar en sociedad, el segundo, por el que sintió devoción, era el lugar del laborioso alumbramiento de sus preclaros sueños literarios.
El muchacho quedó precozmente huérfano, porque su madre falleció a los dos años de haberlo concebido y su padre murió en 1837. Pero el hecho de que después pasara a vivir con dos tías suyas no influyó en su educación, que estuvo durante todo este tiempo al cuidado de varios preceptores masculinos no demasiado exigentes con el joven aristócrata En 1843 pasó a la Universidad de Kazán, donde se matriculó en la Facultad de Letras, carrera que abandonó para cursar Derecho. Estos cambios, no obstante, hicieron que mejorasen muy poco sus pésimos rendimientos académicos y probablemente no hubiera coronado nunca con éxito su instrucción de no haber atendido sus examinadores al alto rango de su familia.Además, según cuenta el propio Tolstoi en Adolescencia, a los dieciséis años carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres. Regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió algún tiempo tanto en la bulliciosa Kazán como en la corrompida y deslumbrante ciudad de San Petersburgo.Al salir de la universidad, en 1847, escapó de las populosas urbes y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, sufriendo su conciencia una profunda sacudida ante el espectáculo del dolor y la miseria de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble idea de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde empezar. De momento, para dar rienda suelta al vigor desbordante de su espíritu joven decidió abrazar la carrera militar e ingresó en el ejército a instancias de su amado hermano Nicolás. Pasó el examen reglamentario en Tiflis y fue nombrado oficial de artillería.El enfrentamiento contra las guerrillas tártaras en las fronteras del Cáucaso tuvo para él la doble consecuencia de descubrirle la propia temeridad y desprecio de la muerte y de darle a conocer un paisaje impresionante que guardará para siempre en su memoria. Enamorado desde niño de la naturaleza, aquellos monumentales lugares grabaron en su ánimo una nueva fe panteísta y un indeleble y singular misticismo. Al estallar la guerra de Crimea en 1853, pidió ser destinado al frente, donde dio muestras de gran arrojo y ganó cierta reputación por su intrepidez, pero su sensibilidad exacerbada toleró con impaciencia la ineptitud de los generales y el a menudo baldío heroísmo de los soldados, de modo que pidió su retiro y, tras descansar una breve temporada en el campo, decidió consagrarse por entero a la tarea de escribir. Lampiño en su época de estudiante, mostachudo en el ejército y barbado en la década de los sesenta, la estampa que se hizo más célebre de Tolstoi es la que lo retrata ya anciano, con las luengas y pobladas barbas blancas reposando en el pecho, el enérgico rostro hendido por una miríada de arrugas y los ojos alucinados. Pero esta emblemática imagen de patriarca terminó por adoptarla en su excéntrica vejez tras arduas batallas para reformar la vida social de su patria, empresa ésta jalonada en demasiadas ocasiones por inapelables derrotas.Durante algún tiempo viajó por Francia, Alemania, Suiza..., y de allí se trajo las revolucionarias ideas pedagógicas que le moverían a abrir una escuela para pobres y fundar un periódico sobre temas didácticos al que puso por nombre Yasnaia Poliana. La enseñanza en su institución era completamente gratuita, los alumnos podían entrar y salir de clase a su antojo y jamás, por ningún motivo, se procedía al más mínimo castigo. La escuela estaba ubicada en una casa próxima a la que habitaba Tolstoi y la base de la enseñanza era el Antiguo Testamento. Pronto fue imitada por otras, pero su peligrosa novedad, junto a los ataques del escritor contra la censura y a su reivindicación de la libertad de palabra para todos, incluso para los disidentes políticos, despertó las iras del gobierno que a los pocos años mandó cerrarla. Era uno de los primeros reveses de su proyecto reformador y uno de los primeros encontronazos con las fuerzas vivas de Rusia, aunque no sería el único. Sus discrepancias con la Iglesia Ortodoxa también se hicieron notorias al negar abiertamente su parafernalia litúrgica, denunciar la inútil profusión de iconos, los enrarecidos ambientes con olor a incienso y la hipocresía y superficialidad de los popes.Además, cargó contra el ejército basándose en el Sermón de la Montaña y recordando que toda forma de violencia era contraria a la enseñanza de Cristo, con lo que se ganó la enemistad juramentada no sólo de los militares sino del propio zar. Incluso sus propios siervos, a los que concedió la emancipación tras el decreto de febrero de 1861, miraron siempre a Tostoi, hombre tan bondadoso como de temperamento tornadizo, con insuperable suspicacia.A pesar de ser persona acostumbrada a meditar sobre la muerte, el trágico fallecimiento de su hermano Nicolás, acaecido el 20 de septiembre de 1860, le produjo una extraordinaria conmoción y, al año siguiente, se estableció definitivamente en Yasnaia Poliana. Allá trasladará en 1862 a su flamante esposa Sofía Behrs, hija de un médico de Moscú con quien compartió toda su vida y cuya abnegación y sentido práctico fue el complemento ideal para un hombre abismado en sus propias fantasías. Sofía era entonces una inocente muchacha de dieciocho años, deslumbrada por aquel experimentado joven de treinta y cuatro que tenía a sus espaldas un pasado aventurero y que además, con imprudente sinceridad, quiso que conociese al detalle sus anteriores locuras y le entregó el diario de su juventud donde daba cuenta de sus escandalosos desafueros y flirteos. Con todo, aquella doncella que le daría trece hijos, no titubeó ni un momento y aceptó enamorada la proposición de unir sus vidas, contrato que, salvando períodos tormentosos, habría de durar casi medio siglo. Merced a los cuidados que le prodigaba Sofía en los primeros y felices años de matrimonio, Tolstoi gozó de condiciones óptimas para escribir su asombroso fresco histórico titulado Guerra y paz, la epopeya de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, en la que se recrean nada menos que las vidas de quinientos personajes. El abultado manuscrito fue pacientemente copiado siete veces por la esposa a medida que el escritor corregía; también era ella quien se ocupaba de la educación de los hijos, de presentar a las niñas en sociedad y de cuidar del patrimonio familiar. La construcción de este monumento literario le reportó inmediatamente fama en Rusia y en Europa, porque fue traducido enseguida a todas las lenguas cultas e influyó notablemente en la narrativa posterior, pero el místico patriarca juzgó siempre que gozar halagadamente de esta celebridad era una nueva forma de pecado, una manera indigna de complacerse en la vanidad y en la soberbia. Si Guerra y paz había comenzado a publicarse por entregas en la revista El Mensajero Ruso en 1864 y se concluyó en 1869, muchas fueron después las obras notables que salieron de su prolífica pluma y cuya obra completa puede llenar casi un centenar de volúmenes. La principal de ellas es Ana Karenina (1875-1876), donde se relata una febril pasión adúltera, pero también son impresionantes La sonata a Kreutzer (1890), curiosa condenación del matrimonio, y la que es acaso más patética de todas: La muerte de Iván Ilich (1885). Al igual que algunos de sus personajes, el final de Tolstoi tampoco estuvo exento de dramatismo y el escritor expiró en condiciones bastante extrañas. Había vivido los últimos años compartiendo casi todo su tiempo con depauperados campesinos, predicando con el ejemplo su doctrina de la pobreza, trabajando como zapatero durante varias horas al día y repartiendo limosna. Muy distanciado de su familia, que no podía comprender estas extravagancias, se abstenía de fumar y de beber alcohol, se alimentaba de vegetales y dormía en un duro catre. Por último, concibió la idea de terminar sus días en un retiro humilde y el octogenario abandonó su hogar subrepticiamente en la sola compañía de su acólito el doctor Marivetski, que había dejado su rica clientela de la ciudad para seguir los pasos del íntegro novelista. Tras explicar sus razones en una carta a su esposa, partió en la madrugada del 10 de noviembre de 1910 con un pequeño baúl en el que metió su ropa blanca y unos pocos libros. Durante algunos días nada se supo de los fugitivos, pero el 14 Tolstoi fue víctima de un grave ataque pulmonar que lo obligó a detenerse y a buscar refugio en la casa del jefe de estación de Astapovo, donde recibió los cuidados solícitos de la familia de éste. Sofía llegó antes de que falleciera, pero no quiso turbar la paz del moribundo y no entró en la alcoba hasta después del final. Le dijeron, aunque no sabemos si la anciana pudo encontrar consuelo en esa filantropía tan injusta para con ella, que su últimas palabras habían sido: "Amo a muchos." En cierto modo, la biografía de León Tolstoi constituye una infatigable exploración de las claves de esa sociedad plural y a menudo cruel que lo rodeaba, por lo que consagró toda su vida a la búsqueda dramática del compromiso más sincero y honesto que podía establecer con ella. Aristócrata refinado y opulento, acabó por definirse paradójicamante como anarquista cristiano, provocando el desconcierto entre los de su clase; creyente convencido de la verdad del Evangelio, mantuvo abiertos enfrentamientos con la Iglesia Ortodoxa y fue excomulgado; promotor de bienintencionadas reformas sociales, no obtuvo el reconocimiento ni la admiración de los radicales ni de los revolucionarios; héroe en la guerra de Crimea, enarboló después la bandera de la mansedumbre y la piedad como las más altas virtudes; y, en fin, discutible y discutido pensador social, nadie le niega hoy haber dado a la imprenta una obra literaria inmensa, una de las mayores de todos los tiempos, donde la epopeya y el lirismo se entreveran y donde la guerra y la paz de los pueblos cobran realidad plásticamente en los lujosos salones y en los campos de batalla, en las ilusiones irreductibles y en los furiosos tormentos del asendereado corazón humano.
martes, 8 de septiembre de 2015
FRANCISCO de QUEVEDO
EN LO PENOSO DE ESTAR ENAMORADO
¡Qué verdadero dolor,
y qué apurado sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué cuidados a millares!
¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres,
y qué colmados pesares!
¡Qué amor y qué desamor!
¡Qué ofensas!, ¡qué resistir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué admitidos devaneos!
¡Qué amados desabrimientos!
¡Qué atrevidos pensamientos,
y qué cobardes deseos!
¡Qué adorado disfavor!
¡Qué enmudecido sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué negociados engaños
y qué forzosos tormentos!
¡Qué aborrecidos alientos
y qué apetecidos daños!
¡Y qué esfuerzo y qué temor!
¡Qué no ver! ¡Qué prevenir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué enredos, ansias, asaltos!
¡Y qué conformes contrarios!
¡Qué cuerdos! ¡Qué temerarios!
¡Qué vida de sobresaltos!
Y que no hay muerte mayor,
Que el tenerla y no morir:
¡qué mentiroso vivir!
¡qué puro morir de amor!
EN LO PENOSO DE ESTAR ENAMORADO
¡Qué verdadero dolor,
y qué apurado sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué cuidados a millares!
¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres,
y qué colmados pesares!
¡Qué amor y qué desamor!
¡Qué ofensas!, ¡qué resistir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué admitidos devaneos!
¡Qué amados desabrimientos!
¡Qué atrevidos pensamientos,
y qué cobardes deseos!
¡Qué adorado disfavor!
¡Qué enmudecido sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué negociados engaños
y qué forzosos tormentos!
¡Qué aborrecidos alientos
y qué apetecidos daños!
¡Y qué esfuerzo y qué temor!
¡Qué no ver! ¡Qué prevenir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué enredos, ansias, asaltos!
¡Y qué conformes contrarios!
¡Qué cuerdos! ¡Qué temerarios!
¡Qué vida de sobresaltos!
Y que no hay muerte mayor,
Que el tenerla y no morir:
¡qué mentiroso vivir!
¡qué puro morir de amor!
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