sábado, 7 de marzo de 2015

WISLAWA SZYMBORSKA

Prospecto

Soy un tranquilizante.
Funciono en casa,
Soy eficaz en la oficina,
me siento en los exámenes,
Comparezco ante los tribunales,
pego cuidadosamente las tazas rotas:
sólo tienes que tomarme,
¡ disolverme bajo la lengua,
tragarme,
sólo tienes que beber un poco de agua.
Sé qué hacer con la desgracia,
cómo sobrellevar una mala noticia,
disminuir la injusticia,
iluminar la ausencia de Dios,
escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas,
confía en la piedad química.
Eres todavía un hombre (una mujer) joven,
deberías sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién ha dicho
que la vida hay que vivirla arriesgadamente?
Entrégame tu abismo,
lo cubriré de sueño,
me estarás agradecido (agradecida)
por haber caído de pies.
Véndeme tu alma.
No habrá más comprador.
Ya no hay otro demonio.

SILVIA TOMASA RIVERA
CAZADOR

Allá, muy cerca de las altas fronteras
(en el noreste)
un hombre solo caza venados.
No ha encontrado ni uno, pero él sabe
que por ahí rondan en las noches
y se bañan en los rayos de luna.
Se lo dijeron su abuelo y su padre
y un viejo alucinado que bajaba de la montaña
a contar historias: decía que había matado una venada
y cuando se acercó tenía la piel y la boca de mujer,
todo en ella era suave y le dio miedo,
y no quiso arrastrarla. La acarició completa
y la enterró en el monte, pero sus ojos no pudo cerrarlos. Por eso venía algunas noches a tomar café
(cuando el miedo lo ponía lunático),
huyendo de la muerte y de los ojos ardientes del venado.
Corría 1964 y el hombre -entonces niño-
miraba las estrellas por sobre las altas palmeras
en la boca de la selva negra.
Eso era en La Huasteca, aquellos años.
La palabra ecología no estaba en el diccionario,
o él nunca la vio. La escuela estaba lejos y los caballos
no eran un transporte, sólo bestias de carga y de trabajo.
No hubo cien, ni doscientos ni trescientos hombres, que se plantaran
frente a los taladores de bosques.
No era que no les importaran sus tierras y su monte.
Era que estaban preocupados por el despliegue
del ejército a lo largo de las carreteras;
causa del abigeato: medio de subsistencia natural
en aquel tiempo, allá en La Huasteca.
No extrañaba a su madre, tampoco fue al entierro
porque la tosferina quemaba sus pulmones.
Una epidemia entre tantas; se salvó de morir.
Así creció, sin ella, apenas con su padre
y un rifle colgado de la viga. Solo,
a merced del aullido a veces del coyote
a veces de hombre perdido-en-la-noche buscando venado.
Claro que en aquel entonces los venados
corrían en manadas a los ojos del hombre
y encandilados con lámparas de aceite
danzaban sobre huizaches;
ofrendándose libres a la hoguera.
Era fácil morir (tal como ahora): arriba el ciervo entre árboles y ríos
abajo el hombre entre la identidad y las carreteras,
teniendo que aguantar el descampado petrolero.
Pero ellos: los otros. no pudieron acabar con el bosque.
(Ni los soldados con el abigeate). Cuestión de desengrapar los lienzos de alambre, martillar las púas
y el ganado sale -uno por uno- burlando las garitas.
Otra más, recuerda el hombre, sitiado
por los cuatro costados de la historia.
"Tú eres mi esperanza, tendrás que irte de aquí"
-dijo su padre- mientras lo subían a golpes de conciencia en una camioneta del ejército.
Pero en 1964, él tenía 10 años
y los niños escuchan lo que quieren.
De modo que no fue a ninguna parte; ni buscó sus raíces.
por eso estaba allí, al pie de su tierra: alucinado.
En la planicie los hombres traficaban con reses
con aves, con mujeres...
Pero él vivía solo, en la montaña
muy cerca de las altas fronteras. Venteando venados.

7 DE MARZO DE 1955 NACE
SILVIA TOMASA RIVERA
nació en El Higo, Veracruz, México, el 7 de marzo de 1955. Fue coordinadora de los talleres de literatura del CREA. Colaboradora de El Nacional, Gilgamesh, La Gaceta del FCE, La Jornada, Nexos, Punto de Partida, Sábado, y Siempre!.


Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poemas al desconocido/Poemas a la desconocida (1985), Apuntes de abril (1986), El tiempo tiene miedo (1987), Duelo de espadas (antología, 1988), Por el camino del mar, Camino de piedra (1988), La rebelión de los solitarios/El sueño de Valquiria y Alta montaña (1997).Los caballos del mar, IVEC, Atarazanas, 2000. || Luna trashumante, UANL, 2006.
También ha incursionado en el teatro. Alex y los monstruos de la lomita (obra para niños ganadora del Premio INBA-Gobierno de Coahuila, 1991) y Vuelo de sombras (1994).
Mención honorífica en el premio Poesía Joven de México (1983). Premio Nacional de Poesía "Paula de Allende" con el libro Por el camino del mar, camino de piedra (Querétaro, 1987), Premio de Poesía Alfonso Reyes (1991), Premio Carlos Pellicer a obra publicada (1997) y Premio Nacional de Poesía "Jaime Sabines" (Chiapas, 1990). Fue becaria del INBA (1982-83) en poesía y miembro del SNCA desde 1994.

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SILVIA TOMASA RIVERA
UN ACTO DE VIOLENCIA
01/11/2002

Para mi hermano Horacio Rivera del Angel.

El verdadero dolor no sale, estamos enganchados a él desde la parte más íntima donde no hay género sexual ni moral ni utopía; en la desnudez del alma donde nadie entra, donde todos somos doble A. Regresar al punto del inicio no es toparse con el recuerdo, es vivir la realidad de nueva cuenta, destapar la botella, el ligazo. Un desequilibrio emocional. La enfermedad del dolor no tiene cara y no la cura el tiempo como a la vieja reuma, sólo la envuelve, la disfraza ocultándola a los ojos de todos.
Hay que aprender a vivir con la enfermedad. Hoy no me duele (tanto), mañana quién sabe. En cualquiera de las formas que se presente, la muerte siempre será para la cultura occidental un acto de violencia.
Cuando murió mi hermano Ariel Rivera del Angel, el Negro, alguien me dijo que estableciera con él una relación espiritual. No lo entendí entonces. Ahora sé que la única forma de relacionarnos con nuestros muertos es por medio del espíritu. Pero cuando sucede el acto de violencia, y no podemos ya tocar sus cuerpos y atraerlos a nuestra mesa y a nuestra cama, nosotros también morimos con ellos. Instintivamente nos cerramos a la vida y a sus pasiones. Nos volvemos muy frágiles y vivimos para lo esencial. La realidad comienza a distorsionarse, es como el amor a la inversa, la gente que nos quiere empieza a girar a nuestro alrededor sin darse cuenta de que lo único que deseamos es estar solos, solos con nuestro duelo. La verdadera caída del veinte viene tiempo después, cuando tenemos que integrarnos a nuestras labores cotidianas sin el ser que amamos, es decir, el que se nos murió. Así de claro, sin ningún paliativo de metáforas. La muerte de mi hermano fue definitivamente un parteaguas en mi vida. Nunca volví a ser la misma.
El Negro tenía treinta años cuando murió, ahogado en el mar de Puerto Escondido; yo tenía treinta y tres. Soy la mayor de siete hermanos (ahora seis) de una familia de ganaderos de la Huasteca veracruzana. Pero como nací mujer, mi padre ordenó desde niños que el mayor debía ser el Negro, y él asumió el mayorazgo con gran responsabilidad; actitud que a mí me quitó un peso de encima. En otras cosas tuvo sus desventajas, pero el Negro era el hombre y eso me dio la libertad de ser mujer, aunque de todas maneras hasta la adolescencia mi padre quiso que montara a caballo, los acompañara a recorrer el rancho y arriar las vacas al potrero vestida de niño.
Fue el Negro precisamente quien le dijo a mi padre que a mí ya me había bajado la regla y que ciertos días del mes yo no podría trabajar con ellos porque los vaqueros se podrían dar cuenta. A lo que mi padre respondió que eso no tenía importancia, que me pusiera una almohada encima de la silla de montar y asunto arreglado. Así era mi papá, todo lo que sabía de mí era a través del Negro; a él le dije mis primeros poemas y siempre estuvimos juntos hasta que murió. Yo me vine primero a México, y el único que sabía de ese viaje era el Negro. El me cubrió la espalda toda su vida. No podía estar sin él. Ya instalada en la ciudad le escribí y le dije que se viniera a estudiar y que viviéramos juntos. Aunque parezca extraño, mi padre mandó a todos mis hermanos a la universidad; yo fui la excepción, pero igual salí del rancho en estampida con un libro de poemas en el fondo de la maleta. El Negro estudiaba economía y yo escribía poemas, los dos trabajábamos.
Nos casamos y nos divorciamos y seguimos viviendo juntos. Éramos como un matrimonio. Lo único que nos faltó hacer fue sexo. Por lo demás el Negro fue el hombre de mi vida. Y hasta ahora no ha habido terapia que me haga opinar lo contrario. Digo que su muerte fue un parteaguas porque yo era otra: alegre y abierta, segura y desinhibida. Tenía un grupo de amigos que amaba, que aún amo; salíamos, cenábamos y leíamos versos Ilya de Gortari, Jaime López, José Joaquín Blanco, Emelina Paniagua y Manuel Fernández Perera. Siempre me veía con Gabriela Becerra, Lucía Alvarez Enríquez y Marcelita Fuentes Beráin. Todos nos queríamos. José Joaquín Blanco es un sabio: me enseñó a poner puntos y comas. Me abrió puertas y me enseñó a tener confianza en mí misma, algo que parece intransferible. Poco tiempo después conocí a Eli de Gortari, gran amigo. "Eres una pueblerina con suerte", me decía, "te viniste del rancho a Coyoacán. Necesitas viajar para que seas una mujer de mundo". En ese tiempo yo era novia del poeta Jaime Reyes —-también muerto— y me decía que yo era la niña de sus ojos. Como podrán ver, me sentía en los cuernos de la luna. Todo el tiempo estaba en los periódicos y me negaba a dar entrevistas por televisión porque me decían los envidiosos que me veía muy gorda y ustedes saben que la vanidad no conoce límites.
El Negro ya era economista y en aquel tiempo los economistas tenían buenos empleos. Era él quien me financiaba la existencia. Nunca fui vegetariana, es difícil para un huasteco ser vegetariano. Siempre me gustó el buen vino y el jamón serrano que mi hermano me traía de Perote. José Joaquín Blanco me invitaba a comer y cenaba quesadillas con Ilya de Gortari, él con ron y yo con vino tinto. Tenía un trabajo simbólico en una institución: era coordinadora de talleres literarios. Sonaba bien. Mi hijo Alex (ahora de veintitrés años) iba a una escuela cara de Coyoacán y. para mejor suerte, tenía buenas relaciones con mi exmarido el doctor Acuña (qué más podía pedir, pues quería viajar, como me decía Eli). "Voy a ir a Italia", le dije una noche a Ilya de Gortari, mi primer editor, mi confidente. "Quiero conocer Piamonte, la tierra de Cesare pavese". Yo escribí Duelo de Espadas después de leer a Cesare Pavese. Cuando una bestia no sabe trabajar y se le tiene sólo para la remonta le place destruir. Trabajar cansa. 1988 fue un gran año. Me dieron el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines. Yo había conocido a Sabines años atrás, cuando la UNAM y Bellas Artes le hicieron el homenaje por sus 60 años en el MUNAL (Museo Nacional de Arte) al que no me invitaron. A la hora de la hora me fui con el Negro y mis amigos a la Opera —ya saben: la cantina de 5 de mayo y Filomeno Mata—. Cuando terminó el homenaje y con varias copas encima le dije al Negro: "acompáñame a ver a Sabines". Iba subiendo las escaleras del MUNAL cuando él iba bajando, custodiado por todos. Me brinqué todos los trancos. El me vio. Yo me acerqué. "Soy Silvia Tomasa Rivera", le dije. Al otro día estábamos desayunando juntos en su departamento de la colonia Del Valle, tomando whisky y fumando cigarros Delicados. Ese fue el principio de una gran amistad, de un gran cariño que duró hasta su muerte. Decía yo que 1988 fue un gran año. Después de que me dieron el Premio Sabines en Chiapas, me fui a una gira al norte de Baja California con Ilya de Gortari a leer los poemas. La escenografía era un cuadro enorme de caracol de mar que me había hecho mi admirado Alberto Castro Leñero y que Ilya montaba y desmontaba después de cada presentación. Por supuesto que nos acompañó el Negro. El mar a nuestros pies. Nunca había bebido tanta cerveza. En el centro de Tijuana nos arrestaron por escandalizar en la vía pública. Regresamos a México. Comencé a hacer fiestas en la casa del Negro, para recaudar fondos para mi viaje a Italia. Era octubre y yo pretendía irme en enero. El frío no me afectaba como ahora. 1988 fue un gran año hasta el 25 de diciembre.
Por primera vez en su vida, el Negro no quiso pasar la Navidad en la Huasteca. Todavía teníamos el rancho. Eran vacaciones: me fui yo sola a la Huasteca y el Negro se fue a Puerto Escondido. Habíamos quedado de vernos el 2 de enero en la cantina La Giralda de la colonia Guerrero. Yo estuve ahí, el Negro no llegó. El 25 de diciembre a las 11 de la mañana, murió en Puerto Escondido; para el 27 de diciembre me enviaron a la Huasteca su cuerpo y su reloj, en un avión que irónicamente se llamaba "Puerto Escondido".
Lo que siguió después fue pura negrura. Mis amigos se trasladaron a la Huasteca para acompañarme a recibir el cuerpo. Mi madre enloqueció y mi padre daba manotazos en el aire ordenando que desocuparan la casa para velar al Negro. En cuestión de minutos el patio se llenó de gente, y mis otros hermanos corrían y tropezaban unos con otros, con los rostros desencajados.
Del 25 de diciembre en que se ahogó al 27 que encontraron el cuerpo fueron dos días y dos noches que velamos su alma con la casa llena. Todos nos preguntaban cómo había sido. Nosotros no sabíamos nada. Mi papá quería rentar un avión para ir al forense de Huatulco y robarse el cuerpo, porque alguien dijo que después de veinticuatro horas a los ahogados los mandaban a la fosa común. "No friegues", le dije, "¿un avión? Pero si el Negro ya está muerto". La respuesta fue una bofetada. Por fin el "Puerto Escondido" aterrizó en el aeropuerto de Tampico. Estaban conmigo Ilya, Emelina, Gabriela Becerra y Lucía Alvarez, mi querida Lucky a quien le pregunté cuando atravesábamos el puente del Río Pánuco: "¿Estoy viviendo una pesadilla o es verdad lo que está pasando? Tú dímelo, porque me estoy fugando de la realidad". "Es verdad", me dijo Lucía. "El Negro está muerto. Se ahogó antier en Puerto Escondido. La carroza que va adelante lleva su cuerpo. Tienes que aceptarlo y reaccionar, porque tu familia te necesita y Alex está muy asustado". Hasta entonces me acordé de que tenía un hijo, Alex. Atrás de la camioneta me miraba con los ojos hinchados de llorar. Tenía 9 años. Por sobre los asientos lo arrastré a mis brazos y, sacando fuerzas de no sé dónele, le dije: "No te preocupes, mi amor. Todos nos vamos a morir".
El regreso a México fue algo inenarrable. Mi hijo se quedó en la Huasteca. En mi estado de ánimo no podía atenderlo. Los primeros días de enero del 89 mis amigos me aconsejaron que tenía que regresar a trabajar, pero la sorpresa fue que el presidente, Carlos Salinas, quien recién había tomado el poder, había convertido la Institución de Cultura y Recreación, donde yo trabajaba. en el Instituto Nacional del Deporte. De modo que cuando llegué a mi oficina un señor gordo, con un altero de papeles a la izquierda y a la derecha unos tacos de bistec y una Coca cola, me dijo: "¿Usted es la maestra Silvia Tomasa Rivera?". "Sí", le respondí, "yo soy, ¿qué pasó aquí?". "Pues que ahora todos somos deportistas. Tendrá que integrarse al nuevo Instituto o renunciar, firme aquí". "¿Pero yo qué voy a hacer con los deportistas, si toda la vida me han dolido las piernas?" (de niña tuve fiebre reumática). "¡Quiero hablar con el nuevo jefe!", le dije con voz tan débil como si no fuera yo quien hablaba. 'Yo soy el nuevo jefe de usted, o me da clases de poesías a mí y a quien yo le indique, o mejor se va usted a buscar trabajo a las Bellas Artes'. Sentí como un mareo.
No había dónde sentarse. Me incliné: "Dígame dónde firmo, ¿licenciado?, porque no veo nada". "Aquí, ya le dije que aquí. Gracias". "De nada". Me hundí en mi departamento de Romero de Terreros, sólita y mi alma. En días no quise abrirle a nadie. De ser un gusto para mis amigos, de la noche a la mañana me convertí en una preocupación. Me fui a vivir al departamento de Lucía Alvarez con la condición de que no le dijera a nadie que estaba ahí. Pero al poco tiempo se me hizo injusto involucrarla en mi duelo, y que girara en torno mío. Regresé a mi departamento. La vida se detuvo. En este ínterin busqué al mejor amigo de mi hermano: Sabás Huesca Rebolledo (con quien el Negro comía casi todos los días). No quiso verme. Varias veces lo busqué. Quiero creer que su dolor era muy grande y decidió no enfrentarme. Diez años después el gobernador Miguel Alemán Velasco lo invitó a integrarse a su gabinete. Despachaba en el Palacio de Gobierno. Yo coordinaba el suplemento del Diario de Xalapa (como ahora). Cuestión de cruzar la calle y lo tendría enfrente. Por supuesto que no iba a pedirle cuentas, iba a pedirle apoyo para el suplemento como a cualquier funcionario en su lugar. Me lo dio. Hablamos de todo, menos del Negro. Fue hasta el año pasado que me lo encontré en Madrid y nos fuimos de marcha, que le dijo a uno que lo acompañaba: "Ella es la hermana del que fue mi mejor amigo".
Vuelvo a 1989. La realidad es que el Negro estaba muerto y yo no tenía trabajo, ni dinero, ni ganas de ver a nadie. Me entró una especie de agorafobia. Mis amigos, cuando lograba abrirles, me dejaban en la mesa algún dinero y comestibles. El doctor me había prohibido terminantemente tomar alcohol. Y yo no quería tomar antidepresivos. Los meses pasaban y el dolor no cedía: parecía que había enterrado a mi hermano el día anterior. Una noche abrí una botella de vino. No lo hubiera hecho: hacia la madrugada le estaba llamando a Jaime Sabines en un acceso de llanto incontenible. "No chinges", me dijo, "cómo te vas a estar emborrachando cuando acabas de enterrar a un muerto. Eres una cabrona cobarde, yo te tenía en otro concepto. Sufre en tu juicio, no seas pendeja. De aquí en adelante todas las noches y sin ninguna gota de alcohol, vas a leer 'Algo sobre La muerte del Mayor Sabines', el poema de Miguel Hernández a la muerte de Ramón Sijé y las 'Coplas por la muerte de su padre' de Jorge Manrique, y duélete y súfrete hasta que no puedas más. Es la única manera de salir, dejando que el dolor haga lo suyo. Ve a verme mañana a la Cámara de Diputados". Fui al otro día. Sabines me dio dinero para mantenerme. "No trabajes", me dijo, "ahora vas a ser una llorona de tiempo completo". Era enorme. Me le colgué literalmente del pescuezo y él me abrazaba y me daba palmadas en la espalda, diciéndome con voz pausada como si fuera un Dios: "Ya pasó, ya pasó". Y pasó un año. A principios del 90 me llamaron para que diera un taller de poesía infantil en la Nacional de Maestros. Nunca había hecho eso. Al mismo tiempo me llamó Fernando Solana Olivares para que escribiera regularmente en la sección cultural del periódico El Nacional.
Fue muy difícil, pero no podía decir que no. Tuve que comenzar haciendo caligrafía, porque entre otras cosas cada vez que iba a tomar una pluma se me paralizaba la mano derecha. Vencí el dolor y comencé a escribir. Nació mi libro La rebelión de los solitarios gracias a Fernando Solana que me obligó a escribirlo. Ya estaba en circulación; pero sentía que la gente me miraba con lástima. Yo era distinta. La muerte me había cambiado. A principios de 1991 regresé a mi estado. Me establecí en Xalapa. Xalapa fue el varón que equilibró el vaivén de mis temperaturas (dice Enriqueta Ochoa). Eso es cierto, pero también es cierto que en Xalapa me sentí más sola que en París. Me fui al pueblo del café, Coatepec, seguí escribiendo libros y ganando premios, pero nunca volvió a ser igual. Me volví solitaria, me apegué a la naturaleza y al campo. Tengo amigos que, como antes, me quieren.
Así es la vida, dicen: "Caer 7 veces y levantarse 8". Ahora vivo sola, en mi casa del cerro. Cuando amo a algún hombre, siento que lo voy a perder enseguida. Es como entrar al paraíso, pendiente del abismo. Nadie aguanta eso. No siempre pienso en el Negro; pero a veces, cuando despierto y miro las montañas, se me recarga la ausencia. Entonces bajo a comprar flores y espero la noche para ver a la luna rotar en el cielo. La misma luna que de niña veía en la Huasteca, de la mano del Negro, cuando buscábamos por aquellas laderas nidos perdidos.
7 DE MARZO DE 1920
JULIETA LANTERI 

se presenta como candidata a diputada por el Partido Feminista Nacional
Al no ser legalizada para ingresar al parlamento, organizó y encabezó en Plaza Flores el primer simulacro de votación callejera, congregando a más de dos mil personas.
Nacida en Italia en 1873 y criada en nuestro país, Julieta Lanteri fue una activa sufragista y feminista y una incansable luchadora por la igualdad de derechos y mejoras laborales femeninas e infantiles. Quinta médica recibida en Argentina, junto a Cecilia Grierson, primera egresada de esa carrera, fundó la Asociación Universitaria Argentina.
Falleció el 23 de febrero de 1932, al ser atropellada por un automóvil conducido por un integrante de la Legión Cívica.

viernes, 6 de marzo de 2015

6 DE MARZO DE 1619 NACE CYRANO DE BERGERAC

6 DE MARZO DE 1619 NACE
CYRANO DE BERGERAC
(Hector Savinien Cyrano de Bergerac, París, 1619-id., 1655) Escritor francés. Se dedicó a la carrera militar hasta que una herida sufrida en el sitio de Arrás (1641) le obligó a renunciar a ella. Regresó a París, donde frecuentó los círculos libertinos y llevó una vida disipada, a la que no siempre podía hacer frente económicamente, y acabó buscando la protección del duque de Arpajon, quien le retiró su confianza tras el estreno de su primera pieza teatral, La muerte de Agripina (1653), motivo de escándalo por su intención antirreligiosa. Su obra más reconocida y ambiciosa es Historia cómica de los estados e imperios de la Luna (1657), seguida en 1662 por Historia cómica de los estados e imperios del Sol, una especie de utopía fantasiosa donde expuso sus concepciones filosóficas, astronómicas y físicas. Edmond Rostand recrearía su figura como la de un personaje romántico y aventurero en su tragicomedia Cyrano de Bergerac (1897).
Hijo de una familia que recientemente había alcanzado la nobleza togada de la capital (no era gascón, como lo presenta Rostand en el drama homónimo), estudió en el Colegio de Beauvais, a cuyo "principal", Jean Graugier, caricaturizó en El pedante engañado, una comedia inspirada en Lope de Vega que destaca por la fresca vena de comicidad que la impregna, si bien tiene demasiados elementos que no llegan a fundirse en unidad artística. Se alistó como cadete en la Compañía de la Guardia, participó en los sitios de Mouzon y Arras (1641) y recibió en estas acciones una herida de espada en la garganta, después de lo cual dejó las armas y regresó a París.
Allí frecuentó los ambientes libertinos y fue discípulo de Gassendi, junto con el joven Molière. Dilapidados los escasos recursos a causa de su disipada vida, residió por espacio de algún tiempo en casa de M. d'Assoucy y renunció a la absoluta independencia. En 1647 heredó un modesto legado de su padre. Por aquel entonces compuso la citada comedia y las Cartas satíricas (contra Scarron, Montefleury, d'Assoucy, etc.), e imaginó una vasta obra, El otro mundo, especie de nueva utopía (Cyrano conocía los textos de Tomás Moro y Campanella) en la cual presentó, entre extravagantes fantasías, sus audaces ideas físicas y filosóficas. Durante las luchas de la Fronda escribió al principio violentas mazarinades (libelos satíricos contra el cardenal Mazarino), pero luego puso su pluma al servicio del cardenal.
Protegido por el duque de Arpajon, compuso la tragedia La muerte de Agripina, que, representada en el Hôtel de Bourgogne en 1653, escandalizó por su descaro y conoció el fracaso. Enemistado con su protector y maltrecho por haberle caído una viga sobre la cabeza, fue socorrido por su piadosa hermana Catalina, superiora del convento de las Hijas de la Cruz, y acabó sus días en casa de un primo, después de su conversión. Su amigo Le Bret publicó (extrayéndolo del manuscrito de El otro mundo) la Historia cómica de los estados e imperios de la Luna en 1657; más tarde, en 1662, aparecía la Historia cómica de los estados e imperios del Sol. En ambos libros el autor relata un viaje imaginario que incluye tanto aventuras como descripciones de las muy diferentes costumbres de los habitantes de la Luna y el Sol, que se combinan con digresiones filosóficas.
En la Historia cómica de los estados e imperios de la Luna, Cyrano cuenta cómo, volviendo una tarde en compañía de algunos amigos después de una excursión campestre, se entregaron todos a hacer graciosas hipótesis sobre la naturaleza de la Luna. El autor afirma, suscitando la hilaridad de todo el grupo, que la Luna es un mundo, según la opinión de algunos antiguos y de Copérnico y Kepler. De regreso a su casa, encuentra sobre su mesa el libro de Cardano, abierto precisamente en la página en que el filósofo habla de dos viejos que se le presentaron una tarde afirmando ser habitantes de la Luna.
Impresionado por tan extraña coincidencia, Cyrano comienza a pensar en la posibilidad de un viaje lunar y fabrica un aparato muy sencillo consistente en un gran número de vejigas llenas de rocío y atadas alrededor del cuerpo. El sol, con su calor, comienza a atraerlas, como hace con las nubes, y de este modo le arrastra a él mismo hacia las alturas, transportándolo a un mundo que, al pronto, no reconoce y que es precisamente el de la Luna. Los habitantes lo consideran una especie de mono y lo tratan como tal. Finalmente uno de ellos le confiesa que es el demonio de Sócrates, se hace su protector y le defiende de mil maneras contra una parte de la población, que se ha dividido en dos bandos: una favorable y otra hostil a Cyrano. Y es él precisamente quien, levantándolo como un huracán y llevándolo sujeto entre sus brazos, lo vuelve a la Tierra, haciéndole atravesar rápidamente todo el espacio.
La obra, luminosa por sus muchas páginas de fresca e intensa comicidad y por la juvenil audacia de su pensamiento, no siempre es igualmente límpida y armoniosa. Da la impresión de ser el trabajo de un pensamiento en gestación, que aún no ha llegado al completo dominio de sí mismo; de ahí que algunas partes del libro aparecen un tanto confusas, no comparables con la armoniosa perfección de los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift y de ciertos cuentos satíricos de Voltaire.
A la muerte de Cyrano, la Historia cómica de los estados e imperios del Sol se hallaba incompleta y con abundantes lagunas, pero fue igualmente publicada en 1662. En el libro, con ayuda de una curiosa máquina aerostática de su invención, Cyrano se eleva hasta el Sol, donde, entre otras maravillas, aprende la feliz vida de las aves en su perfecta ordenación política. Cyrano se encuentra con Tomás Campanella, que le cuenta cómo los filósofos son los únicos de entre los hombres que conservan en el Sol, después de la muerte, el ser y la vida que tuvieron en la tierra. Otros detalles de la obra recuerdan La ciudad del Sol de Campanella.

6 DE MARZO DE 1928 NACE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

6 DE MARZO DE 1928 NACE
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

(Aracataca, Colombia, 1928 - México D.F., 2014) Novelista colombiano. Afincado desde muy joven en la capital de Colombia, Gabriel García Márquez estudió derecho y periodismo en la universidad Nacional e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Espectador.
A los veintisiete años publicó su primera novela, La hojarasca, en la que ya apuntaba los rasgos más característicos de su obra de ficción, llena de desbordante fantasía. A partir de esta primera obra, su narrativa entroncó con la tradición literaria hispanoamericana, al tiempo que hallaba en algunos creadores estadounidenses, sobre todo en William Faulkner, nuevas fórmulas expresivas.
Comprometido con los movimientos de izquierda, Gabriel García Márquez siguió de cerca la insurrección guerrillera cubana hasta su triunfo en 1959. Amigo de Fidel Castro, participó por entonces en la fundación de Prensa Latina, la agencia de noticias de Cuba. Tras la publicación de dos nuevos libros de ficción, en 1965 fue galardonado en su país con el Premio Nacional.

Sólo dos años después, y al cabo de no pocas vicisitudes con diversos editores, García Márquez logró que una editorial argentina le publicase la que constituye su obra maestra y una de las novelas más importantes de la literatura universal del siglo XX, Cien años de soledad.
La obra, en la que trabajó más de veinte años, recrea a través de la saga familiar de los Buendía la peripecia histórica de Macondo, pueblo imaginario que es el trasunto de su propio pueblo natal y, al mismo tiempo, de su país y su continente. De perfecta estructura circular, el relato alza un mundo propio, recreación mítica del mundo real de Latinoamérica, de un modo que ha venido a llamarse «realismo mágico» por el encuentro constante de elementos realistas con apariciones y circunstancias fantasiosas. Esta fórmula narrativa entronca con la tradición literaria latinoamericana, iniciada con las crónicas de los conquistadores, plagadas también de leyendas y elementos sobrenaturales originados por el profundo choque entre el mundo conocido y la cultura de los españoles que emigraban y la exuberante y extraña presencia del continente latinoamericano.
Tras una temporada en París, en 1969 se instaló en Barcelona, donde entabló amistad con intelectuales españoles, como Carlos Barral, y sudamericanos, como Vargas Llosa. Su estancia allí fue decisiva para la concreción de lo que se conoció como el boom de la literatura hispanoamericana, del que fue uno de sus mayores representantes.

En 1972 Gabriel García Márquez obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y pocos años más tarde regresó a América Latina para residir alternativamente en Cartagena de Indias y Ciudad de México, debido sobre todo a la inestabilidad política de su país.

Su prestigio literario, que en 1982 le valió el Premio Nobel de Literatura, le confirió autoridad para hacer oír su voz sobre la vida política y social colombiana. Su actividad como periodista quedó reflejada en Textos costeños (1981) y Entre cachacos (1983), compendios de artículos publicados en la prensa escrita, y en Noticia de un secuestro, amplio reportaje novelado editado en 1996 que trata de la dramática peripecia de nueve periodistas secuestrados por orden del narcotraficante Pablo Escobar. Relato de un náufrago, reportaje sobre un caso real publicado en forma de novela en 1968, constituye un brillante ejemplo de «nuevo realismo» y reflejó su capacidad para cambiar de registro.
En cine intervino en la redacción de numerosos guiones, a veces adaptaciones de sus propias obras, y desde 1985 compartió, con el cineasta argentino Fernando Birri, la dirección de la Escuela Internacional de Cine de La Habana. Falleció en la ciudad de México en 2014, tras una recaíada en el cáncer linfático que le había sido diagnosticado en 1999.



SU OBRA

La obra novelística de Gabriel García Márquez, que obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1982, sobresale por su carácter renovador y su especial fantasía imaginativa. Considerado como el máximo exponente del llamado realismo mágico, que tendría en Cien años de soledad (1967) su obra maestra, el escritor colombiano es autor de una extensa producción de excelente calidad que lo ha convertido en una de las figuras más destacadas de la narrativa mundial. García Márquez es también una figura paradigmática del Boom de la literatura hispanomericana de los años 60, fenómeno en algunos aspectos más editorial que literario y que catapultó merecidamente a la fama a un nutrido grupo de narradores de excelente calidad, que hasta entonces apenas eran conocidos más allá de su ámbito nacional.

Su primeras obras, a pesar de su calidad intrínseca, se han visto a menudo como una preparación a Cien años de soledad: aparece ya en ellas el mundo mítico y algunos de los personajes de Macondo y, en algunos casos, el elemento mágico y sobrenatural. En La hojarasca (1955) encontramos el relato de tres testigos ante el cadáver de un suicida, a través de cuyos monólogos se reconstruye fragmentariamente la historia de un hombre solitario enfrentado a la sociedad. El coronel no tiene quien le escriba, de 1961, es un vigoroso relato de la soledad y miseria de un coronel y su mujer, cuyo hijo ha sido fusilado, en un pueblucho colombiano. Completan esta etapa los cuentos de Los funerales de Mamá Grande, de 1962, y La mala hora (1962), obra que envuelve un símbolo político, el miedo colectivo como origen de la violencia.

Cien años de soledad
En 1967 apareció Cien años de soledad, la novela más leída y admirada de García Márquez, que ha sido calificada por Vargas Llosa como "el Amadís de América". La obra desarrolla la saga de una familia, los Buendía, que fundan una ciudad llamada Macondo en una región que los pantanos y la selva hacen inaccesible para el resto del mundo. Empieza cuando José Arcadio Buendía y su prima hermana Úrsula Iguarán se casan a pesar del tabú y dan origen, en la ciudad por ellos fundada, a una estirpe condenada a cien años de pasiones, revoluciones y soledades, estirpe que reincide en el incesto y que se extingue al fin con un vástago con cola de cerdo.

En Macondo, las relaciones con el mundo exterior son anacrónicas (ciertas innovaciones europeas son introducidas por unos gitanos errabundos), pero accede a ella una compañía bananera que añade, a las calamidades naturales, la explotación y la opresión. Cabe leer sin duda la novela y su mítica Macondo como una alegoría del subdesarrollo y aislamiento de Hispanoamérica; pero es sobre todo una obra de prodigiosa imaginación y humor, que rompe con un concepto limitado de realismo para recuperar en las fuentes orales del mito y la leyenda sus motivos de inspiración. La novela rebosa de elementos mágicos y sorprendentes como la subida al cielo de Remedios la bella, el hallazgo de un galeón a diez kilómetros del mar, la lluvia de pájaros muertos sobre el pueblo. José Arcadio, por ejemplo, trata de fotografiar a Dios y más adelante muere atado a un árbol delirando en latín.

Todos los hombres de la familia Buendía están resueltamente solos, rodeados por otros hombres de guerra o por mujeres que equilibran con sus corduras (o sus locuras) los excesos del mundo cotidiano. El destino de todos los habitantes de Macondo es el aislamiento. Y llegará el día en que el primero de los Aurelianos (hay un Aureliano por generación: la repetición de los nombres, como la de los sucesos a lo largo de sus veinte capítulos no numerados, contribuyen a la sensación de que la vida es un fenómeno circular), dé instrucciones estrictas para que nadie, incluyendo a su mujer, pueda acercarse a él más de diez pies. "De Cien años de soledad se han escrito toneladas de papeles -dijo García Márquez-, pero nadie ha tocado el punto que a mí más me interesaba al escribir el libro, que es la idea de que la soledad es lo contrario de la solidaridad y que yo creo que es la esencia del libro."

Nuevas obras maestras

En 1970 se editó en libro el Relato de un náufrago, una crónica periodística que ya había sido publicada por entregas en El Espectador (1955). La veta fantástica reaparece en los siete cuentos (todos ellos brillantes) recogidos en el volumen La increíble y triste historia de la cándida Erendira y de su abuela desalmada (1972). El otoño del patriarca, de 1975, otra de sus novelas más celebradas, aborda el tema de la dictadura y trata sobre las calamidades y la irremediable soledad del poder encarnado en una figura anónima y mítica.

Posteriormente publicó Crónica de una muerte anunciada (1981), basada en un suceso ocurrido durante la niñez del escritor (una muerte, ya conocida al comienzo de la novela, para vengar una deshonra), y El amor en los tiempos del cólera, de 1986, historia de amor que transcurre en un pueblecito portuario del Caribe. Cabe mencionar además la recopilación en cuatro tomos de su Obra periodística (1982) y la crónica política La aventura de Miguel Littin (1986).

Tras estrenar el año 1988 en Buenos Aires el monólogo teatral Diatriba de amor contra un hombre sentado, publicó El general en su laberinto (1989), novela acerca del último viaje de Simón Bolívar desde Bogotá hasta Santa Marta, que suscitó un animado debate entre estudiosos colombianos y venezolanos sobre la fidelidad histórica de su contenido. En 1992 apareció la colección de relatos Doce cuentos peregrinos. Dos años más tarde, veía la luz la novela Del amor y otros demonios, y ya en 1996 publicó Noticia de un secuestro, una novela-reportaje. En la primera parte de sus memorias, tituladas Vivir para contarla (2002), rememoró en forma novelada sus primeros treinta años de vida. En el año 2004 se publicó la que sería su última novela, Memorias de mis putas tristes, historia de amor entre un anciano periodista y una jovencísima prostituta.

jueves, 5 de marzo de 2015

LEOPOLDO MARÍA PANERO

EL LOCO

He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.

5 DE MARZO DE 2014 MUERE

LEOPOLDO MARÍA PANERO
(Madrid, 1948 - Las Palmas de Gran Canaria, 2014) Poeta español. En sus versos, de signo culturalista y heterodoxo, y a través de su experiencia en centros psiquiátricos, elaboró una compleja visión del mundo. Hijo del poeta Leopoldo Panero, fue incluido por José María Castellet en la antología Nueve novísimos poetas españoles (1970), con versos extraídos de su primera obra, Por el camino de Swan (1968). En Así se fundó Carnaby Street (1970) profundizó en una línea culturalista y anticonvencional, tanto ideológica como desde el punto de vista de la expresión. Después de Teoría (1973), Narciso en el acorde último de las flautas (1979), Dioscuros (1982) y el volumen Poesía 1970-1985 (1986), su producción se caracteriza por un malditismo visionario derivado de sus problemas mentales, y su adicción al alcohol y las drogas. Su terrible experiencia quedó reflejada en Poemas del manicomio de Mondragón (1987), Piedra negra o del temblor (1992), y Heroína y otros poemas (1992). Ha publicado también Guarida de un animal que no existe (1998) y Abismo (1999).


Desde su primera juventud, su actitud rebelde e inconformista le acarreó serios problemas de adaptación. Este comportamiento empezó a conformar una imagen concreta y a esbozar el camino vital y creativo que iba a seguir Leopoldo María Panero. El aura de malditismo romántico que empezó a crearse alrededor de su figura a partir de su adolescencia fue tanto obra suya como de las circunstancias externas (fundamentalmente, del constreñimiento familiar y educativo).
Sus duras vivencias en la cárcel (con diversos intentos de suicidio), el alcoholismo y la adicción a las drogas marcaron una poesía hipersensible que bascula entre la lucidez y la locura con un sustrato muy importante en el sentimiento de la pérdida de la niñez y del desvanecimiento de la felicidad y la inocencia, entendido como proceso de destrucción. Muchas de sus referencias poéticas vienen del mundo mágico y fantasioso de la infancia, claves para entender su obra.
Ello quedó reflejado en sus primeros títulos: Por el camino de Swan (1968) y, sobre todo, Así se fundó Carnaby Street (1970). En este último libro las referencias a figuras como T. S. Eliot, el Che Guevara o Sacco y Vanzetti se mezclan con otras a Mary Poppins, el Mago de Oz, Peter Pan o Tarzán, personajes procedentes del cuento infantil, del cómic o del cine, ámbito también muy importante en la imaginería personal del poeta. En 1970 su nombre apareció en la célebre antología de José María Castellet Nueve novísimos poetas españoles.
En la década de 1970 aparecieron Teoría (1973), Narciso en el acorde último de las flautas (1979) y la obra en prosa En lugar del hijo (1976). En estas obras afianza Panero el soporte culturalista, así como la trasgresión de las convenciones sociales e ideológicas, y especialmente de las expresivas. A esas trasgresiones no se oponen demasiadas alternativas, sino que (como en sus admirados escritores malditos) se muestran caminos de destrucción por la vía de un dolor que, sin embargo, es siempre susceptible de ser poetizado. En esta etapa creativa fueron desvelándose otros temas recurrentes como el sexo (traducido en incesto, homofilia, sadismo, necrofilia y coprofilia), el humor (que exprime la comicidad de lo trágico con resultados siniestros) o la locura, entendida como un desvelamiento del sueño de la normalidad.
Con el tiempo, el tema de la locura y su expresión (incluyendo experiencias psiquiátricas y psicoanalíticas) fue adquiriendo tintes verdaderamente dramáticos debido a su trayectoria vital, ya que vivió largas temporadas en el manicomio de Mondragón (Guipúzcoa). De esta vivencia surgió un importante conjunto de poemas, Poemas del manicomio de Mondragón (1987), algunos de ellos recogidos entre los compañeros del psiquiátrico. Además de esta obra, en la década de 1980 escribió Last river together (1980), El que no ve (1980), Dioscuros (1982), una recreación personal del mundo clásico, y El último hombre (1983), en el que aparece el haiku y rinde homenaje en un largo poema a su querido Ezra Pound.
En 1990 apareció Contra España y otros poemas de no amor, donde se advierte una mayor accesibilidad, y en 1992 Piedra negra o del temblor y Heroína y otros poemas. Capítulo aparte es la obra Tensó, que Leopoldo María Panero escribió en colaboración con el italiano Claudio Rizzo, fuera del manicomio de Mondragón. Señalada aún más si cabe por la locura y el desvarío, en 1998 publicó la obra Mi cerebro es una rosa. Textos insólitos.
Otros de sus títulos son Cuentos de terror de la literatura anglosajona (1978), Dos relatos y una perversión (1984), El globo rojo. Antología de la locura (1989), Aviso a los civilizados (1991), Suplicio en la cruz (2001) y Me amará cuando esté muerto (2001). La figura de Leopoldo María Panero quedó descarnadamente retratada, junto al recuerdo de sus padres y hermanos, en las películas El desencanto (Jaime Chávarri, 1976) y su continuadora Después de tantos años (Ricardo Franco, 1994).

WISLAWA SZYMBORSKA

ADOLESCENTE

¿Yo, adolescente?
Si de repente, aquí, ahora, se plantara ante mí,
¿tendría que saludarla como a una persona próxima,
a pesar de que es para mí extraña y lejana?
¿Soltar una lágrima, besarla en la frente
por el mero hecho
de que tenemos la misma fecha de nacimiento?
Hay tantas diferencias entre nosotros
que probablemene sólo los huesos son los mismos,
la bóveda del cráneo, las cuencas de los ojos.
Porque ya sus ojos son como un poco más grandes,
sus pestañas más largas, su estatua mayor
y todo el cuerpo recubierto de una piel
ceñida y tersa, sin defectos.
Nos unen, es cierto, familiares y conocidos
pero casi todos están vivos en su mundo,
y en el mío prácticamente nadie
de ese círculo común.
Somos tan diferentes,
pensamos y decimos cosas tan distintas.
Ella sabe poco,
pero con una obstinación digna de mejores causas.

5 DE MARZO DE 1956

5 DE MARZO DE 1956
El gobierno dictatorial encabezado por Pedro Eugenio Aramburu sanciona el Decreto Ley 4161.
Con el manifiesto propósito de erradicar la ideología peronista enraizada en la conciencia popular, el decreto sancionaba con hasta seis años de prisión e inhabilitación para ocupar cargos públicos, el uso de imágenes, símbolos, artículos y obras artísticas representativas del peronismo. Asimismo, prohibía los vocablos "peronismo", "peronista", "justicialismo", "justicialista", "tercera posición", las abreviaturas "P.P.", "J.P.", etc.


miércoles, 4 de marzo de 2015

4 DE MARZO DE 1901 NACE LA PINTORA
NORAH BORGES 

Xilógrafa y pintora vanguardista argentina, nacida el 4 de marzo de 1901 en Buenos Aires, ciudad que también la vio morir el 20 de julio de 1998. Su verdadero nombre de pila era Leonor Fanny, pero prefirió adoptar el de Norah a gusto de su afamado hermano: el escritor Jorge Luis Borges. Como él, Norah Borges se educó en Ginebra, y ahí estudió en la Escuela de Bellas Artes. Residió durante 12 años en Europa con su familia; en concreto, los Borges anduvieron por Lugano en 1918, donde Norah Borges aprendió la técnica del grabado en madera con Arnaldo Bossi y se vio influida por los grabadores expresionistas alemanes. Pasó a España al poco, y su estancia en tierras españolas se alargó durante tres años; a su paso por Mallorca dejó pintado el mural Las campesinas de Mallorca, hoy desaparecido, en el hotel mallorquín Universal. Si en suelo balear había asimilado las enseñanzas del pintor sueco Sven Westman, en Córdoba la cautivaron definitivamente las pinceladas de Julio Romero de Torres. Más tarde, en la academia de San Fernando de Madrid, asistió a las clases del maestro cordobés.
Su primera exposición individual aconteció en 1926 en la Asociación Amigos del Arte de Buenos Aires. Artista atrevida, sus grabados, pinturas y dibujos nacieron siempre ajenos a cualquier moda artística. Expuso sus obras, llenas de mujeres y niños, sirenas y ángeles, en Iberoamérica, Estados Unidos y Europa. Está representada en el Museo Provincial de Bellas Artes de Santa Fe y en los Museos de Arte Moderno de Madrid y Nueva York. José León Pagano estudió su obra en Historia del Arte argentino. Como anécdota, cabe citar que en 1987 obsequió al Papa Juan Pablo II con su obra Ángel con instrumento antiguo. En 1926, Norah Borges dejó escrita, en la revista literaria Martín Fierro, su concepción del arte, que llevó a la práctica en cada lienzo: "contornos nítidos, de colores limpios, de formas definidas y detalles minuciosos hasta la exaltación; no hay que pintar todo lo que se ve, hay que huir de la fotografía. Evitar las tierras, el negro puro, los marrones y grises oscuros que no pueden darnos alegría." La ciudad de Buenos Aires, sus gentes y sus calles, la luz del continente americano, fueron el motivo principal de su inspiración.
Todo ello sin abandonar nunca la estrecha relación que le unió a la literatura. Tras su regreso a la patria natal en 1921, colaboró en las andanzas editoriales de su hermano, para el que, además, ilustró su primer poemario, Fervor de Buenos Aires (1923). Fundaron la revista Proa, de la que ella fue su ilustradora. El escritor, a su vez, prologó varios catálogos de la obra de Norah Borges. A su común amigo Bioy Casares le ilustró La invención de Morel (1940), y lo mismo hizo con libros de Silvina Ocampo y Mª Elena Walsh, entre otros escritores. Colaboró en las revistas literarias del movimiento ultraísta (Alfar o Grecia) iniciado en 1919 y que la había sorprendido mientras visitaba Sevilla. En pleno bullicio ultraísta, musa de muchos versos y artículos de aquellos escritores de vanguardia, ella compuso cuadros todo claridad, sin rastro de sombras, de gran contraste cromático y protagonizados por seres puros.
Se casó con el escritor ultraísta y crítico literario Guillermo de Torre en 1928, al que conocía desde años atrás; no en vano, de Torre había escrito sobre ella en los momentos más entusiastas del ultraísmo y Norah Borges había trazado varios retratos de él y había ilustrado su poemario Hélices (1923). Se siguieron continuando sus trabajos, enviados desde Buenos Aires, para este tipo de revistas de vanguardia -La Gaceta Literaria de Giménez Caballero, sin ir más lejos-, que también incluían artículos que daban cuenta de la vida y obra de la pintora. El matrimonio se afincó en Madrid entre 1932 y 1936, periodo éste en el que ella participó en La Barraca de García Lorca.
Ramón Gómez de la Serna trazó su semblanza en su libro Nuevos retratos contemporáneos y otro tanto hizo Juan Ramón Jiménez en Españoles de tres mundos. Del poeta son las siguientes reflexiones líricas sobre la personalidad y el arte de Norah Borges: "Eva mimosa y sensitiva de hoy, se ha dibujado por órbita su paraíso natural en el que todos los otros seres (flores, pájaros, jarros, estrellas, peces, frutos, escalas, panes, hasta hombres y niñas, niños y mujeres) son, por armonía de cuerpo y alma, hermanitos de ella, de un secreto Francisco de Asís." Palabras de fondo agradecido, pues no en vano ella había ilustrado una edición de Platero y yo.
Los dos hijos de Norah Borges depositaron los restos de la artista en el panteón familiar del cementerio bonaerense de La Recoleta.


4 DE MARZO DE 1988 MUERE

LUISA MERCEDES LEVINSON



Autora de "La casa de los Felipes", "La hermana Eloísa", "La pálida rosa del Soho", "Úrsula y el ahorcado", cultivó diversos géneros literarios y presentó también las piezas teatrales "Tiempo de Federica" y "Julio Riestra ha muerto" as¡ como las novelas "La isla de los organilleros", "El estigma del tiempo", "El último zelofonte", etc.nació en 1914

4 DE MARZO DE 1811 MUERE
MARIANO MORENO

Político y jurisconsulto argentino (Buenos Aires, 1778 - ?, 1811). Su padre deseaba que siguiese la carrera eclesiástica en la Universidad de Charcas, pero las limitaciones económicas de la familia lo impedían. Una recomendación del clérigo Felipe Tomas de Iriarte posibilitó el viaje, y en 1799 Moreno inició el largo trayecto a Charcas.

El canónigo Matías Terrazas lo alojó, costeó sus estudios y le facilitó su afamada biblioteca en la que tomó contacto con las ideas de la Ilustración, con las obras de Filangieri y Smith y con las tendencias reformadoras del derecho indiano. Tras completar los cursos de teología, en 1804 se graduó como abogado, actividad a través de la cual llegaría a ejercer en la Audiencia y el Cabildo en Buenos Aires (1805).
Relacionado con Martín de Alzaga y el partido español, apoyó la asonada del 1 de enero de 1809 contra el virrey Linniers. Sofocada ésta por la intervención del regimiento de Patricios comandado por Cornelio Saavedra y restituido Linniers, Moreno no fue perseguido ni molestado. Al hacerse cargo del virreinato Baltasar Hidalgo de Cisneros, le fue ofrecido a Moreno el puesto de oidor en los tribunales peninsulares, ofrecimiento que rechazó. Ese mismo año redactó la Representación de los hacendados, en donde defendió el libre cambio.
En vísperas de la revolución, Moreno siguió unido a Alzaga y al partido español. No participó de las reuniones secretas, pero sin duda era un hombre conocido y respetado por los revolucionarios. Al ser proclamada la primera Junta fue nombrado secretario y se reveló como un estratega. Desde ese cargo trató de extender y consolidar la revolución; sus ideas al respecto fueron plasmadas en el Plan de Operaciones. Fundó el periódico La Gaceta, la Biblioteca Nacional y tradujo El Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau.
Se consolidó como la figura más representativa de la facción radical (jacobina) de la revolución de mayo. En 1810, en un ataque directo a Saavedra (presidente de la Junta y líder de la facción moderada), firmó el decreto de Supresión de honores.
La tensión se agudizó aún más en el momento de la incorporación de los diputados provinciales; Moreno se opuso porque entendía que la revolución estaba en peligro dado el escaso compromiso de éstos con el proyecto emancipador. No tuvo éxito y renunció. Saavedra lo destinó a una misión en Londres, pero murió durante el trayecto.

viernes, 27 de febrero de 2015

JACOBO FIJMAN

EL CANTO DEL CISNE

Demencia:
el camino más alto y más desierto.

Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.

Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.

Se erizan los cabellos del espanto.

La mucha luz alaba su inocencia.

El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.

Cuerdas de los silencios más eternos.

Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.

¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.

¡Piedad!

WISŁAWA SZYMBORSKA

IDENTIFICACIÓN

Qué bien que hayas venido –dice.
¿Oíste que el jueves se estrelló un avión?
Ajá, pues precisamente por ese asunto
vinieron a buscarme.
Parece que él estaba en la lista de pasajeros.
Y qué, igual se arrepintió.
Me dieron una pastilla para que no me desmayara.
Todo negro, quemado, menos un brazo.
Un jirón de la camisa, el reloj, la alianza.
Me enfurecí, porque seguro que no era de él.
Nunca me haría eso, tener ese aspecto.
Y de esas camisas están llenas las tiendas.
Y ese reloj es un reloj corriente.
Y nuestros nombres en su alianza
son nombres muy comunes.
Qué bien que hayas venido. Siéntate aquí a mi lado.
Es cierto, tendría que haber vuelto el jueves.
Pero quedan muchos jueves todavía este año.
Ahora mismo pongo agua para el té.
Me lavo el pelo, y luego, luego qué,
intentaré despertarme de todo esto.
Qué bien que hayas venido, porque allí hacía frío,
y él en ese saco de dormir de goma,
él, quiero decir, ese pobre infeliz.
Ahora mismo pongo agua para el jueves, me lavo el té,
es que claro, con lo comunes que son nuestros nombres

ROBERTO ARLT AGUAFUERTES PORTEÑAS YO NO TENGO LA CULPA

     ROBERTO ARLT        AGUAFUERTES PORTEÑAS     YO NO TENGO LA CULPA   Yo siempre que me ocupo de cartas de lectores, suelo admitir que se...