jueves, 19 de junio de 2014

Salman Rushdie
El suelo bajo sus pies (fragmento)
" Vina, a la que venían hasta los extraños, siguiendo su estrella, esperando ser redimidos por su voz, por sus ojos grandes y húmedos, por su contacto. ¿Cómo era posible que una mujer tan explosiva, incluso amoral, pudiera ser considerada un emblema, un ideal, por más de la mitad de la población del mundo? Porque no era un ángel, dejadme que os lo diga, pero intentad decírselo a Don Angel. Tal vez sea una suerte que no naciera cristiana ni trataran de hacer de ella una santa. Nuestra Señora de los Estadios, nuestra virgen del ruedo, mostrando sus cicatrices a las masas como Alejandro Magno enardeciendo a los soldados para la guerra; nuestra Antivirgen borracha, sangrando lágrimas rojas por los ojos y música ardiente por la garganta. A medida que dejamos la religión, nuestro antiguo opiáceo, se producen síntomas de abstinencia, muchos efectos secundarios del género apsárico. El hábito de adorar no se pierde fácilmente. En los museos, las salas de íconos están abarrotadas. Siempre preferimos nuestras figuras icónicas lastimadas, acribilladas de flechas o crucificadas cabeza abajo; las necesitamos despellejadas y desnudas, queremos ver cómo su belleza se desmorona lentamente y observar su dolor narcisista. No las adoramos a pesar de sus defectos sino por sus defectos, venerando sus debilidades, su mezquindad, sus matrimonios fracasados, su uso indebido de sustancias, su rencor. Mirándonos en el espejo de Vina, y perdonándola, nos perdonábamos también a nosotros mismos. Ella nos redimía de nuestros pecados. "
19 DE JUNIO NACE
Salman Rushdie
(Bombay, India, 1947) Escritor angloindio en lengua inglesa. Dejó su país natal en 1961 para trasladarse al Reino Unido, donde estudió en la facultad de historia de Cambridge. Se centró, sobre todo, en religión e historia musulmanas, con lo cual adquirió unos conocimientos teóricos y académicos sobre los que articular su ideología política, ligada siempre a las circunstancias de su país y de otros países en situaciones similares a las del suyo, en los que la historia de la colonización y de los colonizadores se superpone al sustrato cultural autóctono, en gran parte constituido por leyendas y mitos.
Con el objetivo de dar una voz alternativa a la historia de esos países, reinventada por Inglaterra, y de su andadura tras la descolonización, ha escrito la mayor parte de sus novelas. Así, enHijos de medianoche, obra que alcanzó fama internacional y por la que fue galardonado con diversos premios en el Reino Unido y Estados Unidos, narra, a través de los avatares de una saga de la India, la historia de ese país desde la proclamación de la independencia. En su siguiente novela, Vergüenza (1983), en cambio, desgranó la historia de Pakistán.
Su voz contestataria y de intelectual implicado, se vio amenazada de muerte en 1989 a causa de la publicación de los Versos satánicos, obra considerada blasfema por el ayatolá Jomeini, quien dictó orden pública de ejecución a toda la población musulmana del mundo.
Desde entonces, Rushdie vive bajo protección policial y en un cierto aislamiento. Sus actividades de crítico literario en el Observer fueron perseguidas (si bien consiguió reunir la mayor parte de sus artículos en el volumen Imaginary homelands). En 1990 publicó un cuento infantil,Haroun and the Sea of Stories, la historia de un relator de cuentos que pierde las ganas de narrar, entristecido y amenazado por los enemigos de la libertad de expresión.

19 DE JUNIO 1764 NACE JOSÉ GERVASIO ARTIGAS

19 DE JUNIO 1764 NACE

JOSÉ GERVASIO ARTIGAS


(Montevideo, 1764-Ibiray, cerca de Asunción, Paraguay, 1850) Político y militar uruguayo. Nacido en el seno de una de las siete familias fundadoras de Montevideo, cursó sus estudios en un convento franciscano. Durante su adolescencia participó en la venta ilegal de ganado, lo cual le reportó un excelente conocimiento del país y de sus gentes. Fue miembro fundador del cuerpo de «Blandengues», milicia armada que tenía encomendada la defensa de Montevideo y de la cual fue segundo jefe.
Tras la revolución de 1810 en Buenos Aires, ofreció sus servicios a la Junta Revolucionaria, en lucha contra el gobernador español de Montevideo. Éste, al verse amenazado por las tropas independentistas, pidió ayuda a Portugal, que acudió en su auxilio. Ello motivó la negociación de un armisticio entre la Junta Revolucionaria y el gobernador español que fue mal recibido por Artigas, puesto que el tratado devolvía la soberanía a España.
Para no verse obligado a aceptar la tutela española abandonó, con 1.500 familias (alrededor de 16 000 personas), la Banda Oriental, actual Uruguay, territorio en el que se había hecho fuerte y del que era máximo dirigente. Artigas y sus seguidores se establecieron en el Ayuí, localidad desde la cual intentó organizar políticamente las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, y tras conseguir su control, luchar contra los dirigentes centralistas de Buenos Aires.
En 1815 venció a las fuerzas centralistas, tomó Montevideo y organizó un gobierno federalista en Santa Fe. Resistió hasta 1820, año en que sus tropas fueron vencidas por las portuguesas, deseosas de hacerse con el control de la Banda Oriental. Ello le obligó a exiliarse en Paraguay, cuyo presidente, J. G. Rodríguez Francia, le concedió asilo político.
Sin embargo, a la muerte de este, en 1840, fue encarcelado, siendo liberado por el nuevo presidente C. A. López, quien así mismo le dio refugio en Ibiray, donde permaneció hasta su muerte. En 1856, a título póstumo, el gobierno uruguayo lo declaró «fundador de la nacionalidad oriental».
(Montevideo, 1764-Ibiray, cerca de Asunción, Paraguay, 1850) Político y militar uruguayo. Nacido en el seno de una de las siete familias fundadoras de Montevideo, cursó sus estudios en un convento franciscano. Durante su adolescencia participó en la venta ilegal de ganado, lo cual le reportó un excelente conocimiento del país y de sus gentes. Fue miembro fundador del cuerpo de «Blandengues», milicia armada que tenía encomendada la defensa de Montevideo y de la cual fue segundo jefe.
Tras la revolución de 1810 en Buenos Aires, ofreció sus servicios a la Junta Revolucionaria, en lucha contra el gobernador español de Montevideo. Este, al verse amenazado por las tropas independentistas, pidió ayuda a Portugal, que acudió en su auxilio. Ello motivó la negociación de un armisticio entre la Junta Revolucionaria y el gobernador español, que fue mal recibido por Artigas, puesto que el tratado devolvía la soberanía a España.
Para no verse obligado a aceptar la tutela española, abandonó, con 1.500 familias (alrededor de 16 000 personas), la Banda Oriental, actual Uruguay, territorio en el que se había hecho fuerte y del que era máximo dirigente. Artigas y sus seguidores se establecieron en el Ayuí, localidad desde la cual intentó organizar políticamente las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, y tras conseguir su control, luchar contra los dirigentes centralistas de Buenos Aires.
En 1815 venció a las fuerzas centralistas, tomó Montevideo y organizó un gobierno federalista en Santa Fe. Resistió hasta 1820, año en que sus tropas fueron vencidas por las portuguesas, deseosas de hacerse con el control de la Banda Oriental. Ello le obligó a exiliarse en Paraguay, cuyo presidente, J. G. Rodríguez Francia, le concedió asilo político.
Sin embargo, a la muerte de este, en 1840, fue encarcelado, siendo liberado por el nuevo presidente C. A. López, quien así mismo le dio refugio en Ibiray, donde permaneció hasta su muerte. En 1856, a título póstumo, el gobierno uruguayo lo declaró «fundador de la nacionalidad oriental».

19 DE JUNIO 1944
Nace el cantautor Chico Buarque de Hollanda en Río de Janeiro, Brasil
Poeta, cantante, guitarrista, compositor, dramaturgo y novelista a quien se lo conoce principalmente por sus canciones de refinada armonía y letras que oscilan entre una temática de carácter intimista y la situación cultural, económica y social de su país. Nació en el seno de una familia intelectual y privilegiada. Su padre, Sergio Buarque de Hollanda, era un conocido historiador y sociólogo, y él fue un niño estudioso con un interés precoz en la música y la escritura. El debut público de Buarque como músico y compositor fue en 1964. Su primer álbum, ‘Chico Buarque’, mostraba el trabajo por venir con juegos de palabras creativos y un trasfondo de nostalgia trágica.
Su actividad política opositora a la dictadura en su país lo llevó a ser arrestado en 1968 y luego lo llevó al exilio a Italia, en 1969. Chico Buarque regresó a Brasil en 1970 y utilizó su fama y habilidad para escribir canciones como protesta contra la dictadura. Ya en 1964, año del golpe en Brasil, escribió sobre la situación y evitó la censura al usar analogías crípticas y juegos de palabras. Por ejemplo, en la canción "Cálice" juega con las palabras portuguesas para "cállese" y "cáliz" para cantar sobre la opresión militar bajo la apariencia de relato bíblico.

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martes, 17 de junio de 2014



Idea Vilariño
Amor
Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.

Dulce María Loynaz
Quiéreme entera...
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra...
si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
quiéreme día,
quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana abierta!
si me quieres, no me recortes:
¡quiéreme toda... o no me quieras!
Dedicatoria
leopoldo maría panero
Más allá de donde
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,... Ver más

Tus ojos
Octavio Paz
Tus ojos son la patria
del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla, 
tempestades sin viento,
mar sin olas, pájaros presos,
doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque
en donde la luz canta en el hombro
de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana
encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo,
puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea, páramo.
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Cuando nos separamos.
Lord Byron (1788-1824)
Cuando nos separamos
En silencio y entre lágrimas,
Con el corazón partido,
Apartándonos por años,
Tu mejilla se volvió pálida y fría,
Más fríos tus besos;
Y es verdad que aquella hora predijo
El dolor de esta.
El rocío de la mañana
Se hundió gélido en mi frente,
Lo sentí como el preludio
De lo que hoy siento.
Tus votos fueron quebrados,
Y ligera es tu fama:
Escucho decir tu nombre
Y comparto su vergüenza.
Te nombran en mi presencia,
Lúgubres voces en mis oídos;
Un estremecimiento en mi camino:
¿Por qué tanto te he querido?
Ellos no saben que te conocí,
Los que te conocen demasiado bien:
Largo, largo tiempo he de arrepentirme de ti,
Hondos pensamientos que jamás diré.
En silencio nos conocimos,
En silencio me lamento
De tu corazón proclive al olvido,
Del engaño de tu espíritu.
Si llegara a encontrarte
Tras largos años,
¡Cómo habría de saludarte!
Con lágrimas y silencio.
17 DE JUNIO NACE
Maurits Cornelius Escher
(Leeuwarden, 1898 - Baarn, 1972) Dibujante y artista holandés. Tras estudiar el grabado sobre linóleo en Arnhem, entre 1919 y 1922 estudió en la Escuela de Arquitectura y Diseño Ornamental de Haarlem. En 1922 se trasladó a Italia, donde fijó su residencia. Viajó luego por Suiza y Bélgica, hasta establecerse definitivamente en la pequeña localidad holandesa de Baarn en 1941.
A esas alturas, la fama del artista no sólo recorría Europa sino todo el mundo; por ello, cuando en 1954 decidió exponer sus trabajos más recientes en Washington, logró vender los más de cien grabados que había seleccionado para la ocasión, algo casi imposible de conseguir en el caso de artistas que apuestan por obra gráfica.
Su progreso en todos los órdenes culminó con la creación de la Fundación Escher hacia el final de su vida, justamente en 1968. Por desgracia, esta institución, nacida para salvaguardar la obra del artista holandés, no fue capaz de evitar la adquisición de la mayor parte de sus fondos por un galerista norteamericano en 1981; posteriormente, ese fondo fue vendido a distintos clientes, lo que supuso la dispersión inevitable de la obra de Escher por diversas colecciones públicas y privadas.
En un principio, Escher se mostró como un heredero directo de la escuela holandesa, con una obra primeriza en la que abundan los paisajes y escenas de las ciudades de ese país y de Italia. En esta época inicial, el holandés era un artista con tendencia abiertamente clasicista o academicista, en consonancia con el momento; sin embargo, su arte comenzó a interiorizarse a lo largo de su prolongada estancia en Italia.
Para estos años había cuajado su particular poética, con figuras de animales que se entrelazan caprichosamente para formar bellos, fantásticos y hasta fascinantes conjuntos, en los que se echa de ver un innegable onirismo; del mismo modo, Escher se dio a la creación de bellos patrones geométricos, en línea con artistas del pasado y otros contemporáneos que habían apostado por ese tipo de arte y su aplicación al diseño industrial (como William Morris o los Delaunay, Robert y Sonia).
Al mismo tiempo, Escher comenzó a trabajar en sus ilusiones espaciales, con edificios en los que las escaleras ascienden a la parte baja y descienden hacia la alta en un impresionante juego de perspectivas; del mismo modo, las leyes físicas parecen derrotadas en sus corrientes de agua, que descienden en su subida para caer en sorprendente cascada hasta la que es su propia fuente. En estos y otros exponentes de su arte, la ilusión creada sólo es posible sobre el papel; por el contrario, si hubiese que desarrollarlas en tres dimensiones, sus propuestas resultarían imposible de todo punto.
Los biógrafos de este artista recuerdan la profunda impresión que en él causo su primera visita a España en 1925 y, muy en particular, su contacto directo con La Alhambra granadina; en ella, su decoración geométrica y su característico entrelazamiento presentan no pocos puntos de contacto con la poética escheriana. Todavía en 1936 Escher volvió a Granada y, fascinado como estaba por el arte musulmán, copió muchos de sus motivos para incorporarlos a su propio universo. El influjo hispano-árabe se percibe particularmente en la segunda etapa de su obra geométrica, correspondiente a los años que vivió en Suiza; para estos años, Escher es un maestro consumado en la técnica de composición a modo de teselas, como el llamaba a sus originales ensamblajes de piezas en sorprendente simetría o asimetría.
En su particular apuesta estética, Escher se sumó a dibujantes técnicos, arquitectos y teóricos de las matemáticas, como él mismo gustaba de recordar a menudo. Con ellos, reconocía tener mayores puntos de contacto que con la práctica totalidad de los artistas plásticos; con ellos, de hecho, mantuvo una relación fluida que se plasma en su correspondencia privada. Por todo ello, no puede sorprender que, en 1958, Escher llegase a plasmar por escritos algunos de sus principios teóricos.
La obra de Escher, caracterizada pues por el estudio detallado de los efectos ópticos y del motivo decorativo, constituye una de las más originales e idiosincrásicas del siglo XX. Espléndido dibujante, exploró las contradicciones de la perspectiva tradicional en la forma de paisajes e imágenes "imposibles" dotados de una insólita belleza.
iones realistas, permitiendo de esa manera la preparación y cruce de los Andes, así como la expedición naval que acabaría con el poder español en Lima.
Protector de los pobres, partidario acérrimo de la independencia, defensor del sistema federal, fue electo gobernador de Salta por aclamación popular. Traicionado por la oligarquía de su provincia, de notorias simpatías y vinculaciones con los realistas, fue herido en una emboscada cuidadosamente preparada para acabar con su vida y falleció días después a causa de la hemofilia que padecía.
Había nacido en Salta el 8 de febrero de 1785.
a una voz que les reuniera, pero a partir de Nombres (1963), el autor agregó además elementos coloquiales y el uso de un lenguaje absolutamente personal, que lo convertirían en una de las cumbres de la poesía argentina de la segunda mitad del siglo.
Sus libros posteriores (Del otro lado, 1967; Adolecer, 1968; Son memorias, 1970; Poemas póstumos, 1972) confirmaron esa singularidad, que en ocasiones se advierte también en otros géneros que el poeta frecuentó en forma esporádica, como los relatos de Todo eso (1966) y Al tacto (1967) o su incursión en la dramaturgia ( Sainete con variaciones, 1966).
Comprometido en la lucha armada contra la dictadura militar, Urondo estuvo preso en la cárcel de Villa Devoto, publicó el documento de denuncia La patria fusilada (1973), y acabó muriendo en un enfrentamiento con el ejército, el 17 de junio de 1976.

lunes, 16 de junio de 2014

rón y producir un golpe de estado, para lo que los bombardeos se extendieron a la Casa Rosada, la Confederación General del Trabajo y la residencia presidencial. El bombardeo se había realizado bajo la consigna Cristo Vence
y contaba con el apoyo de las altas jerarquías católicas, por lo que esa noche grupos de exaltados tomaron por asalto y prendieron
fuego a la Curia Metropolitana, las catedrales de Santo Domingo y San Francisco, junto con otras ocho iglesias.

viernes, 13 de junio de 2014

GERLILIBROS: El abrazo frío.The Cold Embrace, Mary Elizabeth Br...

GERLILIBROS: El abrazo frío.The Cold Embrace, Mary Elizabeth Br...: El abrazo frío. The Cold Embrace , Mary Elizabeth Braddon (1837-1915) Él era un artista; las cosas como las que le pasaron, algunas v...
El abrazo frío.
The Cold Embrace, Mary Elizabeth Braddon (1837-1915)

Él era un artista; las cosas como las que le pasaron, algunas veces les pasan a los artistas.

Él era alemán; las cosas como las que le pasaron, algunas veces le pasan a los alemanes.

Él era joven, apuesto, estudioso, entusiasta, metafísico, descuidado, incrédulo, despiadado.

Y siendo joven, apuesto, y elocuente, también fue amado.

Él era un huérfano, bajo la tutoría del hermano de su difunto padre, su tío Wilhelm, en cuya casa él había vivido desde su temprana infancia; y aquella que lo amó era su prima, Gertrude, a quien le juró que amaba, a cambio.

¿Él la amaba? Sí, cuando por primera vez se lo juró, sí. Pero pronto su pasión terminó; ¡y cómo al final se convirtió en un sentimiento miserable en el egoísta corazón del estudiante! ¡Pero que bello sueño, cuando él tenía solo diecinueve años, y había regresado de su aprendizaje con un gran pintor en Amberes, y ellos vagaban juntos en los más románticos alrededores de la ciudad, con rosado crepúsculo o con la divina luz de luna o la brillante y jovial luz matinal!

Ellos tenían un secreto, que era la ambición del padre de la chica de que ella tuviera un rico pretendiente. Era una lúgubre visión frente al amor soñado.

Así que se comprometieron; y estando uno al lado del otro, cuando la agonizante luz del sol y la pálida luz de la luna dividían los cielos, él puso el anillo de compromiso en el dedo de ella, en su blanco e inmaculado dedo, cuya delgada forma él conocía bien. Este anillo era bastante particular, tenía la forma de una gran serpiente dorada, la cola en la boca, que era el símbolo de la eternidad; había pertenecido a su madre, y él lo podría haber reconocido de entre cientos. Si se hubiera vuelto ciego al otro día, él podría distinguirlo entre cientos con solo el tacto.

Lo puso en el dedo de ella, y ambos se juraron fidelidad, el uno al otro, por siempre jamás, sin importar peligros o dificultades, en los pesares y en los cambios, en la riqueza o la miseria. Aún debían conseguir el consentimiento del padre para consumar su unión, pero ya estaban comprometidos, y solo la muerte podría separarlos.

Pero el joven estudiante, burlón de las revelaciones, y entusiasta adorador de lo místico, preguntó:

"¿Puede la muerte separarnos? Yo podría regresar a ti, Gertrude. Mi alma podría volver para estar cerca de mi amor. Y tú, tú, si tu mueres antes que yo, la fría tierra no podría separarte de mí; si me amas, tu regresarías, y nuevamente estos bellos brazos estarían alrededor de mi cuello, como lo están ahora."

Pero ella le respondió, con un extraño brillo en sus profundos ojos azules, que el que muriera lo haría en paz con Dios e iría feliz al cielo, y no podría regresar a la atribulada tierra; y solamente el suicidio, la pérdida que provoca que los afligidos ángeles cierren las puertas del Paraíso, provoca que el infausto espíritu persiga a los vivos.

Transcurrió el primer año de su compromiso, y ella se quedó sola, a causa del viaje de él a Italia, por comisión de algún hombre rico, para copiar Rafaeles, Tizianos y Guidos en una galería en Florencia. Quizás habría marchado para ganar fama; pero esto no era lo peor... ¡sino que se había ido! Por supuesto, su padre extrañó a su joven sobrino, quien había sido como un hijo para él; y pensó que la tristeza de su hija no era más que la que una prima puede sentir por la ausencia de un primo.

Durante ese tiempo, las semanas y los meses pasaron. Los amantes se escribían, primero muy seguido, luego con menos frecuencia, al final dejaron de hacerlo.

¡Cuántas excusas ella se inventó para él! ¡Cuántas veces ella fue a la lejana oficina postal, a la que él dirigía sus cartas! ¡Cuántas veces ella esperó, solo para verse decepcionada! ¡Cuántas veces ella desesperó, solo para tener una nueva esperanza!

Pero la real desesperación vino, al final, y no se fue más. El rico pretendiente apareció en escena, y el padre se decidió. Ella tenía que casarse de inmediato, y la fecha de la boda se fijó para el quince de junio.

La fecha parecía abrasarle la mente.

La fecha, escrita en fuego, danzaba permanentemente frente a sus ojos. Esa fecha, gritada por las Furias, sonaba continuamente en sus oídos.

Pero aún no era tiempo, estábamos a mediados de mayo, estábamos a tiempo para escribirle una carta a Florencia; era tiempo de que regrese a Brunswick, para tomarla y unirse en matrimonio a ella. A pesar de su padre, a pesar del mundo entero.

Pero los días y las semanas volaron, y él no escribió. Y tampoco vino. Esto en verdad la desesperó, y ese sentimiento se adueñó de su corazón y ya no se marchó.

Llegó el catorce de junio. Por última vez ella fue a la pequeña oficina postal; por última vez hizo la vieja pregunta, y por última vez le respondieron: "No; no hay carta."

Por última vez, ya que al otro día sería la fecha fijada para la boda. Su padre no escucharía apelaciones; su rico pretendiente no escucharía sus oraciones. Ellos no querían demorarse ni un solo día, ni una hora; esa noche sería suya, esa noche, ella podría hacer lo que quisiera.

Ella tomó otro camino que el que llevaba a su casa; se dio prisa a través de algunas callejuelas de la ciudad, pasó por un solitario puente, donde ella y su amado habían estado de pie frente al crepúsculo, mirando el cielo tornarse rosado, y el sol caer sobre el horizonte del río.

Él regresó de Florencia. Él había recibido la carta de ella. Esa carta, borroneada con lágrimas, surcada de ruegos y llena de desesperanza. Él la había recibido, pero ya no la amaba. Una joven florentina, quien había posado para él como modelo vivo, poblaba sus ilusiones. Y Gertrude había quedado casi olvidada. Si ella tenía algún pretendiente rico, bien; la iba a dejar que se casara; mejor para ella, mejor para él. Él ya no tenía deseos de encadenarse a ninguna mujer. ¿No tenía su arte? Su eterna novia, su constante mujer.

De esta manera él decidía demorar su vuelta a Brunswick, de manera que cuando arribara, el casamiento ya se hubiera celebrado, y él pudiera saludar a la novia.

¿Y los votos, las ilusiones místicas, la creencia en su regreso después de la muerte, para abrazar a su amada? Oh, extinguidos para siempre de su vida; desaparecidos para siempre, solo sueños irracionales de su juventud.

Así que el quince de junio él entró en Brunswick, por ese mismo puente en el que había estado de pie, con las estrellas cayendo sobre ella, bajo el cielo nocturno. Caminó a través del puente, un perro tosco le seguía el paso, y el humo de su corta pipa rizándose en forma de guirnaldas fantásticas en el puro aire de la mañana. Llevaba su cuaderno de bocetos bajo el brazo, y se su ojo artístico se vio atraído por algunos objetos, ante los cuales se paró a dibujarlos: unas hierbas y unos guijarros sobre la ribera del río; un despeñadero sobre la orilla opuesta; un grupo de sauces a la distancia. Cuando hubo terminado, admiró su dibujo, cerró el cuaderno, vació las cenizas de la pipa, volvió a llenarla con su bolsa de tabaco, y cantó el refrán del feliz bebedor, llamó al perro, fumó nuevamente, y siguió caminando. Súbitamente volvió a abrir el cuaderno; esta vez le atrajo un grupo de figuras, pero ¿qué eran?

No era un funeral, puesto que no estaban de luto.

No era un funeral, pero había un cadáver en un tosco ataúd, cubierto con una vieja vela, llevada por dos de los portadores.

No es un funeral, puesto que los portadores son pescadores, pescadores en su atuendo de todos los días. A unas cien yardas de donde él estaba, hicieron un alto en el camino y tomaron un respiro. Uno se quedó parado a la cabeza del ataúd, los otros se sentaron a los pies.

Y de esta manera, él dio dos o tres pasos para atrás, seleccionó su punto de vista, y comentó a esbozar un rápido contorno. Lo pudo terminar antes que volvieran a ponerse en marcha; pudo escuchar sus voces, a pesar que no podía entender sus palabras, y se preguntó de que podrían estar hablando. Caminó hacia ellos y se les unió.

"Mis amigos, ¿llevan ahí un muerto?" preguntó.

"Sí; un muerto que fue echado a tierra hace una hora."

"¿Ahogado?"

"Sí, ahogado. Una joven, muy bonita."

"Las suicidas siempre son bonitas," dijo el pintor; y entonces se quedó para un rato de pipa y meditación, mirando la sutil forma del cuerpo y los pliegues de la lona que lo cubría.

La vida era una temporada de verano para él, joven, ambicioso, listo, ya que aquello que parecía luto y congoja, no parecía tener parte en su destino.

Al final, pensó que, si esta pobre suicida era tan bonita, él tenía que hacer un boceto de ella.

Dio a los pescadores algún dinero, y ellos accedieron a remover la lona que cubría sus facciones.

No; se diría a sí mismo. Él levantó la áspera, tosca y húmeda lona de su rostro. ¿Qué rostro? El mismo que había brillado en los irracionales sueños de su juventud; el rostro que una vez fue la luz de la casa de su tío. Su prima Gertrude... ¡Su prometida!

Él vio, como en un atisbo, mientras respiraba profundo, las facciones rígidas, los brazos fríos, las manos cruzadas sobre el pecho helado; y, sobre el tercer dedo de la mano izquierda, el anillo, el mismo que había sido de su madre, esa serpiente dorada; el anillo, el mismo que si él hubiera sido ciego, podría reconocer solo al tacto entre cientos de anillos.

Pero él es un genio y un metafísico, una pena, una verdadera pena. Su primer pensamiento fue la huida, una huida hacia cualquier otro lugar, fuera de aquella maldita cuidad, cualquier lugar, lejano a aquel espantoso río, cualquier lugar libre de los recuerdos, lejos del remordimiento: cualquier lugar para olvidar.

Solo cuando su perro se echó a sus pies, fue que se sintió exhausto, y buscó sentarse en algún banco, para descansar. ¡Cómo le daba vueltas el paisaje frente a sus obnubilados ojos, mientras en su cuaderno el boceto de los pescadores y el féretro cubierto con una lona resplandecía por sobre la penumbra!

Al final, luego de quedarse un largo rato sentado a un costado del camino, un rato jugando con el perro, otro rato fumando, otro rato despatarrándose, mirando todo como cualquier estudiante feliz y haragán podría haber mirado, aunque por dentro devorándose la mente con un mismo pensamiento, el de aquella escena matinal, recuperó la compostura, y trató de pensar en sí mismo, ya no más en el suicidio de su prima. Aparte de esto, él no estaba peor de lo que había estado el día anterior. No había perdido su genio; el dinero que había ganado en Florencia aún permanecía en su bolsillo; él era su propio maestro, libre de ir adonde quisiera.

Y mientras seguía sentado en el costado del camino, tratando de separarse a sí mismo de la escena que vio a la mañana, tratando de expulsar de su mente la imagen del cadáver cubierto con la lona de vela, tratando de pensar que haría al siguiente momento, donde iría, lo más lejos posible de Brunswick y del remordimiento, la vieja diligencia vino a los tumbos. Él la recordó; iba desde Brunswick a Aix-la-Chapelle.

Él le silbó al perro, gritó al cochero que detuviera su vehículo y brincó dentro del carro.

Durante toda la tarde, y luego, toda la noche, a pesar que no pudo cerrar sus ojos, nunca dijo una palabra; pero cuando la mañana volvió a romper, y los otros pasajeros se despertaron, comenzando a hablarse unos con otros, él se plegó a la conversación. Les contó que era un artista y que iba a Colonia y a Amberes para copiar unos Rubens, y la gran pintura de Quentin Matsys, en el museo. Recordó, luego de hablar y reír bulliciosamente, y antes, mientras hablaba y reía de manera ruidosa, a un pasajero, mayor y más serio que el resto, que abrió su ventana, cerca suyo, y le dijo que pusiera su cabeza fuera. Recordó el aire fresco golpeando en su cara, el canto de los pájaros en sus oídos, y los campos que se extendían hacia el horizonte frente a sus ojos. Él recordó esto, y luego cayó en un estado inánime, en el piso de la diligencia.

Fue la fiebre que lo mantuvo en el lecho durante unas seis largas semanas, en un hotel de Aix-la-Chapelle. Él se puso bien, y, acompañado por su perro, comenzó a caminar a Colonia. Nuevamente era su antiguo ser. De nuevo el humo azulado de su corta pipa daba vueltas por el aire de la mañana, mientras él cantaba una vieja canción de la universidad que festejaba el buen beber, y de nuevo parando aquí y allá, meditando y dibujando bosquejos.

Él era feliz, y había olvidado a su prima, y así se dirigía a Colonia.

Fue en la gran catedral que se quedó parado, con el perro a su lado. Era de noche, las campanas habían terminado de anunciar la hora, y dieron las once; la luz de la luna llena iluminaba el magnífico edificio, sobre el cual el ojo del artista vagaba en busca de la belleza de la forma.

No estaba pensando en su prima ahogada, ya que la había olvidado y ahora se sentía feliz.

Súbitamente alguien, algo, por detrás suyo, le colocó dos fríos brazos alrededor de su cuello, y abrazó las manos sobre su pecho.

Y no había nadie detrás suyo, ya que en la calle bañada por la luz lunar, se proyectaban solo dos sombras, la propia y la de su perro. Rápidamente se dio la vuelta, pero no había nadie, nada que ver a lo largo y a lo ancho de la cuadra, más que él mismo y su perro; y a pesar que lo sintió, no pudo ver los frígidos brazos que se abrazaron a su cuello.

No era un abrazo fantasma, ya que él pudo sentirlo al tacto, aunque no podía ser real, ya que no podía ver nada.

Trató de quitarse de encima esa gélida caricia. Se puso sus propias manos en el cuello para desunir aquellas que lo rodeaban. Pudo sentir los largos y delicados dedos, húmedos al tacto, y sobre el tercer dedo de la mano izquierda, logró palpar el anillo que había sido de su madre, la serpiente dorada, el anillo que él había dicho que podría reconocer al tacto entre cientos de ellos. ¡Él ahora lo sabía!

Los helados brazos de su prima muerta estaban rodeándole el cuello, las manos de ella estaban firmemente agarradas entre sí sobre su pecho. Se dijo a sí mismo que si se estaría volviendo loco.

"¡Up, Leo!" se gritó. "¡Vamos, muchacho!" y el Terranova saltó a sus hombros, y cuando sus patas tocaron las manos de la muerta, el animal lanzó un terrorífico aullido, y salió disparado del lado de su amo.

El estudiante se quedó parado a la luz de la luna, con los brazos muertos alrededor de su cuello, y el perro a distancia considerable, aullando lastimosamente.

Un sereno, alarmado por el aullido del animal, llegó a la escena para ver que era lo que ocurría.

Al siguiente instante el gélido abrazo se desvaneció.

El joven marchó a la casa del sereno y luego al hotel. Antes le dio un dinero; en gratitud podría haberle dado la mitad de su pequeña fortuna.

¿Volvió a aparecer este abrazo mortal?

Intentó no volver a quedarse solo; se hizo con cientos de conocidos, y compartió los cuartos de otros estudiantes. La gente comenzó a notar su extraño comportamiento, y comenzaba a creer que estaba loco.

Pero, a pesar de estos intentos, otra vez se quedó solo; fue una noche en que la plaza quedó desierta por un momento, y él comenzó a caminar por la calle, pero la calle estaba también desierta, y por segunda vez sintió los fríos brazos sobre su cuello, y por segunda vez, cuando llamó a su animal, este saltó lejos de su amo con un lastimero aullido.

Luego de dejar Colonia, ahora viajando a pie por necesidad (ya que su dinero comenzaba a escasear), se unió a unos vendedores ambulantes, de manera que podía estar todo el día con gente, y hablar con quien quiera que se encontraba, tratando de llegar a la noche y estar en compañía de alguien.

A la noche dormía cerca del fuego de la cocina de la posada en la que paraba; pero cualquier cosa que hiciera, él se quedaba solo con frecuencia, y siendo cosa común para él, volvía a sentir el frío abrazo alrededor de su cuello.

Muchos meses pasaron desde la muerte de su prima, otoño, invierno, hasta que llegó la primavera. Su dinero casi se había agotado, su salud estaba severamente dañada, y él era la sombra de quien solía ser. Se encontraba cerca de París. Había acudido a esta ciudad durante la época del Carnaval. En París, la época del Carnaval le significaba que no se volvería a quedar solo, y no volvería a sentir esa mortal caricia, hasta que podría recobrar su alegría perdida, su estado de salud, y una vez más reiniciar su oficio y profesión, para una vez más ganar dinero y fama por su arte.

¡Cuánto que intentó salvar la distancia que lo separaba de París, mientras día a día se debilitaba más y más, y su caminar se hacía más lento cada vez!

Pero al final, luego de mucho tiempo, logró alcanzar la ciudad. Esta es París, en la que él ingresa por primera vez, París, la que había soñado tanto, París cuyo millón de voces podía exorcizar su fantasma.

París le pareció esa noche un vasto caos de luces, música y confusión. Luces que danzaban ante sus ojos y que jamás se quedaban quietas, música que sonaba en su oído y lo ensordecían, confusión que hacía que su cabeza se vea presa de un inacabable remolino.

Llegó a la Casa de la Opera, donde se daba el baile de máscaras. Había ahorrado un dinero para comprar un boleto de admisión, y para alquilar un disfraz de dominó para cubrir su zaparrastrosa indumentaria. Parecía que había pasado solo un momento desde que había pasado las puertas de la ciudad y ahora se encontraba en medio de un salvaje alboroto en el baile de la Casa de la Opera.

No más oscuridad, no más soledad, sino que una multitud enloquecida, gritando y bailando frenéticamente, del brazo de una chica.

La tempestuosa alegría que sentía seguramente haría que regrese su vieja despreocupación. Él pudo escuchar a la gente a su alrededor hablando de la salvaje conducta de algunos estudiantes borrachos, y fue a él a quien señalaron mientras decían esto, a él, que no se había mojado los labios desde la noche anterior; a pesar que sus labios estaban deshidratados y su garganta seca, él no podía beber. Su voz era densa y ronca, y su articulación poco clara; pero su vieja despreocupación volvió, y él se hizo poco problema.

La chica se cansó, su brazo permaneció en su hombro, mientras las otras bailarinas se fueron yendo, una por una.

Las luces de los candelabros, fueron extinguiéndose una por una.

Los decorados comenzaron a oscurecerse ante la disminución de la iluminación.

Una débil luz de las últimas lámparas, y un pálido haz de luz grisácea proveniente del nuevo día, comenzó a avanzar por entre las persianas medio abiertas.

Y por esta luz la chica se fue desvaneciendo. Él miró en su rostro. ¡Cómo iba sucumbiendo el brillo de sus ojos! De nuevo volvió a mirar en su rostro. ¡Qué pálido se había puesto su rostro! Y una vez más volvió a mirar, y ahora observaba la sombra del que fue un rostro.

De nuevo, el brillo de los ojos, el rostro, la sombra del rostro. Todo se había ido. Y él volvió a quedarse solo; solo en un salón tan vasto.

Solo, y, en un terrible silencio, escuchó los ecos de sus propios pasos en una tétrica danza que no tenía música.

Sin ninguna otra música más que el golpeteo del corazón contra su propio pecho. Los brazos helados volvían a rodearle el cuello, a arremolinarse en torno suyo, ellos no iban a soltarse, tampoco a fundirse; él ya no podía escapar de aquel álgido abrazo más de lo que podía escapar de la muerte. Miró detrás suyo, no había nada más que él mismo en un gran salón vacío; pero podía sentirlo, el frío mortecino, y aquellos largos y delgados dedos, y el anillo que había sido de su madre.

Trató de gritar, pero ya no tenía más poder en su garganta reseca. El silencio del lugar únicamente fue roto por los ecos de sus propios pasos en aquella danza de la que no podía liberarse a sí mismo. ¿Quién podía decir que no tenía pareja de baile? Los gélidos brazos que estaban prendidos a su pecho. Y él no rehuiría de tal caricia. ¡No! Una polka más y caería muerto.

Las luces se apagaron del todo, y media hora después, los gendarmes llegaron con una linterna para ver si el salón había quedado vacío; un perro los seguía, un gran perro que habían encontrado sentado frente a la entrada del teatro. Cerca de la entrada principal tropezaron con...

El cadáver de un estudiante, que había muerto de inanición, y por la rotura de los vasos sanguíneos.

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