miércoles, 18 de febrero de 2015

MARQUÉS DE SADE (1740-1814) EL APARECIDO

MARQUÉS DE SADE 
(1740-1814)
EL APARECIDO

La cosa del mundo a la cual los filósofos otorgan menos fe es a los aparecidos. No obstante, si el caso extraordinario que voy a contar, caso certificado con la firma de muchos testigos y consignado en archivos respetables, si ese caso, digo, y teniendo en cuenta esos títulos y la autenticidad que tuvo en su tiempo, puede volverse susceptible de ser creído, será necesario, a pesar del escepticismo de nuestros estoicos, persuadirse de que si todos los cuentos de aparecidos no son verdaderos, al menos hay acerca de eso cosas muy extraordinarias.

Una gruesa Madame Dallemand, que todo París conocía entonces como una mujer alegre, viuda, franca, ingenua y de buena compañía, vivía con un cierto Ménou, hombre de negocios que habitaba cerca de Saint Jean-en-Grève. Madame Dallemand se encontraba un día cenando en casa de cierta Madame Duplatz, mujer de su apostura y de su sociedad, cuando en medio de una partida que habían comenzado al levantarse de la mesa, un lacayo vino a rogar a Madame Dallemand que pasara a un cuarto vecino, visto que una persona de su conocimiento demandaba insistentemente hablarle por un asunto tan apurado como consecuente; Madame Dallemand dijo que la esperara, que no quería interrumpir su partida; el lacayo vuelve e insiste de tal manera que la dueña de la casa es la primera en apurar a Madame Dallemand para que vaya a ver qué es lo que quiere. Ella sale y reconoce a Ménou.

—¿Qué asunto tan urgente —le dice ella— puede hacerle venir a turbarme de esta manera en una casa en la que no eres conocido?

—Uno muy esencial, señora —responde el corredor—, y debe creer que es bien necesario que sea de esa especie, para que haya obtenido de Dios el permiso de venir a hablarle por última vez en mi vida...

Ante esas palabras que no anunciaban un hombre muy en sus cabales, Madame Dallemand se turbó. Observando a su amigo que no había visto desde hacía unos días, se espanta aun más al verlo pálido y desfigurado.

—¿Qué tienes, señor? —le dice— ¿Cuáles son los motivos del estado en que te veo y de las cosas siniestras de que me hablas... acláramelo rápidamente, qué te ha ocurrido?

—Sólo algo muy ordinario, señora —dice Ménou—, después de sesenta años de vida era muy simple llegar a puerto, he pagado a la naturaleza el tributo que todos los hombres le deben, no me lamento más que de haberte olvidado en mis últimos instantes, y es por esa falta, señora, que vengo a pedirte perdón.

—Pero, señor, tú bates el campo, no hay ningún ejemplo de una tal sinrazón; o vuelves en ti o voy a pedir socorro.

—No llames, señora. Esta visita inoportuna no será muy larga, me aproximo al término que me ha sido acordado por el Eterno; escucha, pues, mis últimas palabras, y es para siempre que vamos a dejarnos... Estoy muerto, te dije, señora. Muy pronto serás informada de la verdad de lo que te adelanto. Te he olvidado en mi testamento, vengo a reparar mi falta; toma esta llave, transpórtate al instante a mi casa; detrás de la tapicería de mi lecho encontrarás una puerta de hierro, la abrirás con la llave que te doy, y te llevarás el dinero que contendrá el armario cerrado por esa puerta; esa suma es desconocida por mis herederos, es tuya, nadie te la disputará. Adiós, señora, no me sigas...

Y Ménou desapareció.

Es fácil imaginar con qué turbación Madame Dallemand volvió al salón de su amiga; le fue imposible esconder el tema...

—La cosa merece ser reconocida —le dijo Madame Duplatz—; no perdamos un instante.

Se piden caballos, se sube en coche, se llega hasta casa de Ménou... Él estaba ante su puerta, yaciendo en su ataúd; las dos mujeres suben a los apartamentos. La amiga del dueño, demasiado conocida para ser rechazada, recorre todas las habitaciones, llega entonces a aquella indicada, encuentra la puerta de hierro, la abre con la llave que le han dado, reconoce el tesoro y se lo lleva.

He aquí sin duda pruebas de amistad y de reconocimiento cuyos ejemplos no son frecuentes y que, si los aparecidos espantan, deben al menos, se convendrá en ello, hacerse perdonar los miedos que pueden causarnos, en favor de los motivos que los conducen hacia nosotros.
LEOPOLDO LUGONES

El éxtasis

Dormía la arboleda; las ventanas
llenábanse de luz como pupilas;
las sendas grises se tornaban lilas;
cuajábanse la luz en densas granas.

La estrella que conoce por hermanas
desde el cielo tus lágrimas tranquilas,
brotó, evocando al son de las esquilas,
el rústico Belén de las aldeanas.

Mientras en las espumas del torrente
deshojaba tu amor sus primaveras
de muselina, relevó el ambiente

la armoniosa amplitud de tus caderas,
y una vaca mugió sonoramente
allá, por las sonámbulas praderas.

ANDRÉ BRETON
GIRASOL

A Pierre Reverd

La viajera que atravesó les Halles a la caída del verano
Caminaba sobre la punta de los pies
La desesperación hacía girar en el cielo sus grandes yaros tan bellos
Y en el bolso de mano se hallaba mi sueño ese frasco de sales
Que únicamente aspiró la madrina de Dios
Los entorpecimientos se desplegaban como el vaho
En el Perro que fuma
Donde acababan de entrar el pro y el contra
La muchacha sólo podía ser vista por ellos mal y al sesgo
Tenía yo que vérmelas con la embajadora del salitre
O con la curva blanca sobre fondo negro que llamamos pensamiento
El baile de los inocentes estaba en su apogeo
Los farolillos se encendían lentamente entre los castaños
La dama sin sombra se arrodilló en el Pont au Change
Calle Gît-le-Coeur los timbres ya no eran los mismos
Las promesas de las noches por fin se cumplían
Las palomas mensajeras los besos de socorro
Se unían a los pechos de la bella desconocida
Lanzados bajo el crespón de las significaciones perfectas
Una granja prosperaba en medio de París
Y sus ventanas daban sobre la vía láctea
Pero nadie la habitaba aún a causa de los aparecidos
De los aparecidos que como se sabe son más devotos
que los desaparecidos
Algunos como esta mujer aparentan nadar
Y en el amor penetra un poco de su substancia
Ella los interioriza
Yo no soy el juguete de ninguna potencia sensorial
Y sin embargo el grillo que cantaba en los cabellos de ceniza
Una tarde cerca de la estatua de Etienne Marcel
Me hizo un guiño de entendimiento
André Breton me dijo pasa

18 DE FEBRERO DE 1564 MUERE
MIGUEL ÁNGEL
(Miguel Ángel Buonarrotti, en italiano Michelangelo; Caprese, actual Italia, 1475 - Roma, 1564) Escultor, pintor y arquitecto italiano. Habitualmente se reconoce a Miguel Ángel como la gran figura del Renacimiento italiano, un hombre cuya excepcional personalidad artística dominó el panorama creativo del siglo XVI y cuya figura está en la base de la concepción del artista como un ser excepcional, que rebasa ampliamente las convenciones ordinarias.
Durante los cerca de setenta años que duró su carrera, Miguel Ángel cultivó por igual la pintura, la escultura y la arquitectura, con resultados extraordinarios en cada una de estas facetas artísticas. Sus coetáneos veían en las realizaciones de Miguel Ángel una cualidad, denominada terribilità, a la que puede atribuirse la grandeza de su genio; dicho término se refiere a aspectos como el vigor físico, la intensidad emocional y el entusiasmo creativo, verdaderas constantes en las obras de este creador que les confieren su grandeza y su personalidad inimitables.
La vida de Miguel Ángel transcurrió entre Florencia y Roma, ciudades en las que dejó sus obras maestras. Aprendió pintura en el taller de Ghirlandaio y escultura en el jardín de los Médicis, que habían reunido una excepcional colección de estatuas antiguas. Dio sus primeros pasos haciendo copias de frescos de Giotto o de Masaccio que le sirvieron para definir su estilo.

La Piedad (c. 1499) de Miguel Ángel
En 1496 se trasladó a Roma, donde realizó dos esculturas que lo proyectaron a la fama: el Baco y la Piedad de San Pedro. Esta última, su obra maestra de los años de juventud, es una escultura de gran belleza y de un acabado impecable que refleja su maestría técnica. Al cabo de cinco años regresó a Florencia, donde recibió diversos encargos, entre ellos el David, el joven desnudo de cuatro metros de altura que representa la belleza perfecta y sintetiza los valores del humanismo renacentista.

Detalle de David (1504), de Miguel Ángel
En 1505, cuando trabajaba en el cartón preparatorio de la Batalla de Cascina (inconclusa) para el Palazzo Vecchio, el papa Julio II lo llamó a Roma para que esculpiera su tumba; Miguel Ángel trabajó en esta obra hasta 1545 y sólo terminó tres estatuas, el Moisés y dos Esclavos; dejó a medias varias estatuas de esclavos que se cuentan en la actualidad entre sus realizaciones más admiradas, ya que permiten apreciar cómo extraía literalmente de los bloques de mármol unas figuras que parecían estar ya contenidas en ellos.
Julio II le pidió también que decorase el techo de la Capilla Sixtina, encargo que Miguel Ángel se resistió a aceptar, puesto que se consideraba ante todo un escultor, pero que se convirtió finalmente en su creación más sublime. Alrededor de las escenas centrales, que representan episodios del Génesis, se despliega un conjunto de profetas, sibilas y jóvenes desnudos, en un todo unitario dominado por dos cualidades esenciales: belleza física y energía dinámica.

La creación (Capilla Sixtina, 1508–1512)
En 1516, regresó a Florencia para ocuparse de la fachada de San Lorenzo, obra que le dio muchos quebraderos de cabeza y que por último no se realizó; pero el artista proyectó para San Lorenzo dos obras magistrales: la Biblioteca Laurenciana y la capilla Medicea o Sacristía Nueva. Ambas realizaciones son en el aspecto arquitectónico herederas de la obra de Brunelleschi, aunque la singular escalera de acceso a la biblioteca, capaz de crear un particular efecto de monumentalidad en el escaso espacio existente, sólo puede ser obra del genio de Miguel Ángel. La capilla Medicea alberga dos sepulturas que incluyen la estatua del difunto y las figuras magistrales del Día, la Noche, la Aurora y el Crepúsculo.
En 1534, Miguel Ángel se estableció definitivamente en Roma, donde realizó el fresco del Juicio Final en la capilla Sixtina y supervisó las obras de la basílica de San Pedro, en la que modificó sustancialmente los planos y diseñó la cúpula, que es obra suya. Su otra gran realización arquitectónica fue la finalización del Palacio Farnesio, comenzado por Sangallo el Joven.
18 DE FEBRERO DE 1931 NACE
TONI MORRISON

(Chole Anthony Wofford; Lorrain, 1931) Narradora afroamericana. En 1949, egresada de la escuela pública de su ciudad natal, comenzó estudios universitarios en filología inglesa y más tarde en humanidades, que cursó en diversos centros. Se graduó en Howard University y se doctoró en Cornell. Fue profesora de filosofía y letras en las universidades de Yale, Howard, Texas y en la State University de Nueva York.
También enseñó escritura creativa en la Rutgers University de New Jersey, al mismo tiempo que trabajaba como editora de Random House, labor que venía desarrollando desde antes para pagarse los estudios. A su trabajo editorial se debe el descubrimiento de varios de los más representativos escritores de la joven literatura afroamericana de los Estados Unidos. Entre 1958 y 1964 estuvo casada con Harold Morrison, un arquitecto cuyo apellido adoptó (Toni es su apodo familiar) y con el que tuvo dos hijos.
Tenía casi cuarenta años cuando en 1970 se publicó su primera novela, Ojos azules. El juego de palabras contenido en el título es revelador de la trama de la obra (en inglés blue es azul y también triste), pero no alcanza a preparar al lector para la terrible historia que relata Morrison: una niña negra, llamada Pecola, que desea tener los ojos azules de Shirley Temple o de las muñecas de las niñas blancas, a la que su padre viola y que termina enloqueciendo.
La crítica no prestó demasiada atención a esta primera novela como tampoco lo hizo con la segunda, Sula, aparecida en 1973. Ambientada en la década de 1940, al igual que la anterior, cuenta el crecimiento paralelo y opuesto de dos mujeres negras: una, Nel, se adapta pasivamente al estereotipo de madre; la otra, Sula, elige vivir su propia vida incluso pagando el precio de la infelicidad y la muerte. El motivo que se encuentra en la base de esta obra, centrada en el tema del doble (Sula define a Nel como "otra versión de sí misma"), es la amistad entre mujeres dentro del universo variopinto y complejo del "neighborhood", el suburbio urbano habitado sólo por negros
En cambio, La canción de Salomón, publicada en 1977, obtuvo el National Books Critic Award, el premio oficial de la crítica, y tuvo asimismo éxito de público, consagrando a Morrison como una de las más importantes autoras contemporáneas de Estados Unidos. Construida en forma de "Bildungsroman", se basa en la leyenda del "africano volador", y sigue las etapas de la "quest" de Milkman, un chico negro de la ciudad de Detroit (que en la década de 1960 estaba siendo sacudida por la lucha por los derechos civiles), que se aventura en el Sur rural, tierra de sus antepasados, donde se reconcilia con su pasado familiar y racial, gracias al descubrimiento del mítico vuelo de su antepasado Solomon, inmortalizado en las palabras de una canción para niños.
En 1981 se publicó La isla de los caballeros, en la que la escritora profundiza en el tema de la identidad y del desarraigo a través de la historia mágica del amor entre Son y Jade, dos jóvenes afroamericanos que, en la década de 1980, miran de forma antitética los modelos culturales y de comportamiento impuestos por la sociedad de los blancos. En 1987 apareció Beloved, con la que obtuvo el premio Pulitzer. Esta obra estremecedora sintetiza varios siglos de dolor y desesperación del pueblo negro esclavo, con la descarnada decisión que se ve obligada a tomar una madre cuando el amo, cargado de cadenas, viene a buscar a su hijita para llevársela a su plantación: matar a la niña para evitar su esclavitud. La siguiente novela de Morrison fue Jazz, aparecida en 1992.
Toni Morrison no es la primera escritora negra de Norteamérica, pero sin duda es la fundadora de una literatura escrita desde y para los negros que, como ella misma, se identifican como afroamericanos, sin concesiones, traducciones ni alivios para blancos o negros integrados. Su narrativa es asimismo genuina y genéticamente femenina: uno de sus personajes es una mujer sin ombligo, lo que hace de ella una "primera" de la especie, acaso una demiurga y vehiculizadora de la mítica y los sueños de su pueblo, sin caer jamás en la tentación de convencer a nadie de que sus diferencias o de que sus peculiares señas de identidad supongan bondad o supremacía alguna.
De ahí quizá la grandeza de su narrativa que respira una lucidez de testigo y actora de sucesos de la vida que sencillamente ocurren (lo mismo si resultan trascendentes, maravillosos o miserables) sin asombro ni heroismos. Y acaso éste sea uno de los rasgos que se evaluaron en la concesión de uno de los más justos premios Nobel de la historia de este galardón, que recayó en ella en 1993.

18 DE FEBRERO DE 1896 NACE
ANDRÉ BRETON

(Tinchebray, Francia, 1896-París, 1966) Escritor francés. Participó durante tres años en el movimiento dadaísta, al tiempo que investigaba el automatismo psíquico a partir de las teorías de Charcot y Freud sobre el inconsciente, que había descubierto durante sus estudios de medicina. Por último, en 1924, rompió con Tristan Tzara, acusándole de conservadurismo, y escribió el texto fundacional de un nuevo movimiento, el Manifiesto del surrealismo.

Con una prosa casi poética y un estilo emotivo y exaltado, postulaba la existencia de una realidad superior a la que sería posible acceder poniendo en contacto dos mundos, la vigilia y el sueño, que tradicionalmente se habían mantenido separados. Reivindicaba la liberación del mundo del subconsciente y con ello una nueva forma de pensar que terminara con la dictadura exclusiva de la lógica y la moral.
El nuevo grupo surrealista nació con un fuerte componente sectario, promovido en gran parte por el propio Breton, quien desde la «ortodoxia» surrealista denunció numerosas «desviaciones», la menor de las cuales no fue, sin embargo, su propio intento de politizar el movimiento a raíz de su afiliación al Partido Comunista (1927). El Segundo Manifiesto surrealista (1930) responde a la voluntad de insertar el surrealismo en unas coordenadas políticas y revolucionarias, lo que provocó grandes disensiones en el grupo.
Sin embargo, en 1935, Breton rompió con el Partido Comunista y viajó a México, donde su relación con Trotski le llevó a redactar un tercer manifiesto en 1941. Entre sus obras destaca la novela Nadja (1928), a la que siguieron otras, como La inmaculada concepción (1930) o Los vasos comunicantes (1932). En 1946 regresó a su país y fundó nuevas revistas surrealistas, al tiempo que mostraba su oposición al realismo imperante en literatura y en especial a Albert Camus.

18 DE FEBRERO MUERE
FRANCISCO BILBAO

(Santiago, 1823 - La Plata, 1865) Escritor y político chileno, uno de los intelectuales revolucionarios más destacados de la sociedad chilena del siglo XIX. Fue detestado por "loco" y "destructor de la sociedad", pero al mismo tiempo adorado como "genio precursor de grandes solevantamientos sociales".

Destacado ensayista, alcanzó notoriedad política a los 21 años durante el gobierno de Manuel Bulnes (1841-1851) con la publicación de La sociabilidad chilena (1844), en el cual criticaba duramente a la Iglesia, al clero y al sistema autoritario, y donde proponía algunas teorías políticas liberales. Por ello recibió duras sanciones, que incluían la quema de su publicación, el pago de una pena pecuniaria y la expulsión de sus estudios de derecho. Sin embargo, el gran número de personas que se encontraba pendiente del juicio a las puertas del tribunal pagó la multa que se le había impuesto.
Poco después partió hacia Europa, donde contactó con destacados líderes del liberalismo y estudió idiomas, historia, filosofía y, paradójicamente, los Evangelios. A su regreso a Chile en 1849, siguió luchando por sus ideales y dio nuevo paso hacia la concreción del liberalismo al crear junto con amigos y partidarios (como Santiago Arcos y Eusebio Lillo) la Sociedad de la Igualdad, desde donde se disparaban los más enconados ataques al gobierno conservador de Manuel Montt y al clero católico. Gran orador, escribió en el periódico El Amigo del Pueblo, en cuyas páginas fustigó a Montt y al clero, y sus Boletines del espíritu, de 1850, le costaron la excomunión. En no poca medida, sus palabras fueron causa motor de la revolución de 1851, que al ser derrotada le obligó a huir al Perú.
En Perú redactó dos folletos, Necesidad de una reforma y Los mensajes del proscrito; publicó luego Santa Rosa de Lima (1852). Viajó a Europa y en París publicó El dualismo de la civilización moderna (1856), a modo de tributo a Félicité de Lammenais. En Bruselas fue recibido por Edgar Quinet, desterrado allí, y en esa ciudad belga colaboró en la revista de los inmigrantes franceses Le Libre Recherche. Publicó un estudio, El movimiento social de los pueblos de la América Meridional y, de nuevo en París, Iniciativa de América.
Finalmente se embarcó para Buenos Aires, adonde arribó en abril de 1857. En julio de ese año puso en circulación La Revista del Nuevo Mundo y publicó La tragedia divina. Colaboró con diversos diarios y revistas, mantuvo polémicas filosófico-políticas, fundó la Sociedad Racionalista, organizó un club literario y se incorporó a la masonería. Escribió posteriormente La América en peligro (1862) para oponerse a las invasiones europeas en Santo Domingo y México, y El Evangelio americano (1864). Sus Obras completas (2 vols.) aparecieron póstumamente en Buenos Aires en 1866.

18 DE FEBRERO DE 1938 MUERE
LEOPOLDO LUGONES
Se suicida en un recreo del Tigre el escritor
(Villa María del Río Seco, Argentina, 1874 - Buenos Aires, 1938) Poeta argentino. Hombre de vasta cultura, fue el máximo exponente del modernismo argentino y una de las figuras más influyentes de la literatura iberoamericana.
Pasó la niñez y la adolescencia en su tierra natal, y tras breve temporada en Santiago del Estero, se estableció en Buenos Aires en 1895. Trabajó en el diario El Tiempo y en 1897 fundó, con José Ingenieros, La Montaña, periódico socialista revolucionario. Tras algunos empleos menores, llegó a la dirección de la Biblioteca Nacional de Maestros. Hizo varios viajes a Europa y residió en París de 1911 a 1914. Colaboró en La Nación y obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1926. En 1928 fundó la Sociedad Argentina de Escritores. Su apoyo al golpe de Estado de 1930, la posterior desilusión que éste le produjo y quizás una profunda crisis sentimental lo llevaron a una depresión que culminó en su suicidio.
Es de destacar su particular evolución política. Se inició como un firme partidario de la ideología socialista, cuya introducción en Argentina se debe, en parte, a sus primeras soflamas políticas. Sin embargo, poco a poco fue retrocediendo hacia posturas más conservadoras: tras un breve período de adscripción al pensamiento liberal, se inclinó decididamente hacia la derecha y acabó convertido en uno de los principales valedores del fascismo argentino, sobre todo a partir de 1924, fecha en la que proclamó que había llegado "la hora de la espada". Seis años después, ya consagrado como una de las cabezas pensantes del movimiento reaccionario austral, colaboró activamente con el golpe de estado militar del general José Félix Uriburu (6 de septiembre de 1930).
Como poeta, Leopoldo Lugones irrumpió en el panorama literario argentino con el poemario Los mundos (1893), que pasó prácticamente inadvertido. Su encuentro con Rubén Darío, en Buenos Aires, en 1896, fue decisivo para reorientar la poesía de Lugones. El retoricismo de Las montañas de oro (1897) no tardó en ser sustituido por el tono irónico, extravagante e imaginativo de Los crepúsculos del jardín (1905) y Lunario sentimental (1909).
En ambos libros se respira una atmósfera refinada y decadente, plena de languidez y elegancia modernistas, dentro de una corriente estética claramente influida por la creación de Rubén Darío. Su estilo se distingue por su originalidad creadora, y la precisión y la belleza lírica de sus versos.
A partir de 1910 Leopoldo Lugones cambió de registro poético para centrarse en una exaltación de su tierra y sus gentes (Odas seculares, 1910). Posteriormente, los asuntos cotidianos, vistos al trasluz de una rutina íntima, se convirtieron en el objeto de su siguiente entrega poética, titulada El libro fiel (1912), obra a la que siguieron otros poemarios como El libro de los paisajes (1917), Las horas doradas (1922) y Romancero (1924). Al final de su trayectoria poética, Lugones se decantó por el cultivo de una poesía narrativa: Poemas solariegos (1927) y Romances del Río Seco (que vio la luz, póstumamente, en 1938).
En su faceta de narrador, Lugones sobresalió principalmente por sus relatos, recogidos en Las fuerzas extrañas (1906), La torre de Casandra (1919), Cuentos fatales (1924) y La patria fuerte (1933). En muchas de estas narraciones breves, Lugones ensayó diferentes acercamientos fantásticos que pueden considerarse precursores de los mejores relatos de algunos de los más grandes cultivadores de este difícil género, como Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges (uno de los mayores admiradores de Lugones) y Julio Cortázar.
Publicó además dos novelas espléndidas: un relato histórico sobre la guerra de la independencia, titulado La guerra gaucha (1905), y unas meditaciones esotéricas que, en forma de novela teosófica, aparecieron bajo el título de El ángel de la sombra (1926). En la década de los años cuarenta, La guerra gaucha fue objeto de una versión cinematográfica que se convirtió en uno de los principales referentes del cine argentino de su tiempo.
También brilló Leopoldo Lugones en su condición de ensayista, faceta en la que dejó algunos títulos tan relevantes como El imperio jesuítico (1904), Las limaduras de Hephaestos (1910) e Historia de Sarmiento (1911). Las conferencias sobre el Martín Fierro de José Hernández, obra que leyó como poema épico, reunidas en El payador (1916), constituyen sin duda un hito en la interpretación de la literatura gauchesca. Además, dejó testimonio impreso de las constantes mutaciones de su pensamiento político, plasmadas en Mi beligerancia y La grande Argentina.

martes, 17 de febrero de 2015

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Rima XXXVIII

Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?

17 DE FEBRERO DE 1836 NACE :
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

(Gustavo Adolfo Domínguez Bastida; Sevilla, 1836 - Madrid, 1870) Poeta español. Junto con Rosalía de Castro, es el máximo representante de la poesía posromántica, tendencia que tuvo como rasgos distintivos la temática intimista y una aparente sencillez expresiva, alejada de la retórica vehemencia del romanticismo. La obra de Bécquer ejerció un fuerte influjo en figuras posteriores como Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la generación del 27, y la crítica lo juzga el iniciador de la poesía española contemporánea. Pero más que un gran nombre de la historia literaria, Bécquer es sobre todo un poeta vivo, popular en todos los sentidos de la palabra, cuyos versos, de conmovida voz y alada belleza, han gozado y siguen gozando de la predilección de millones de lectores.

Gustavo Adolfo Bécquer (detalle de un retrato
realizado por su hermano Valeriano, c. 1862)

Hijo y hermano de pintores, quedó huérfano a los diez años y vivió su infancia y su adolescencia en Sevilla, donde estudió humanidades y pintura. En 1854 se trasladó a Madrid, con la intención de hacer carrera literaria. Sin embargo, el éxito no le sonrió; su ambicioso proyecto de escribir una Historia de los templos de España fue un fracaso, y sólo consiguió publicar un tomo, años más tarde. Para poder vivir hubo de dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro extranjero, principalmente del francés, en colaboración con su amigo Luis García Luna, adoptando ambos el seudónimo de «Adolfo García».
Durante una estancia en Sevilla en 1858, estuvo nueve meses en cama a causa de una enfermedad; probablemente se trataba de tuberculosis, aunque algunos biográfos se decantan por la sífilis. Durante la convalecencia, en la que fue cuidado por su hermano Valeriano, publicó su primera leyenda, El caudillo de las manos rojas, y conoció a Julia Espín, según ciertos críticos la musa de algunas de sus Rimas, aunque durante mucho tiempo se creyó erróneamente que se trataba de Elisa Guillén, con quien el poeta habría mantenido relaciones hasta que ella lo abandonó en 1860, y que habría inspirado las composiciones más amargas del poeta.
En 1861 contrajo matrimonio con Casta Esteban, hija de un médico, con la que tuvo tres hijos. El matrimonio nunca fue feliz, y el poeta se refugió en su trabajo o en la compañía de su hermano Valeriano, en las escapadas de éste a Toledo para pintar.
La etapa más fructífera de su carrera fue de 1861 a 1865, años en los que compuso la mayor parte de sus Leyendas, escribió crónicas periodísticas y redactó las Cartas literarias a una mujer, donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor. Una temporada que pasó en el monasterio de Veruela en 1864 le inspiró Cartas desde mi celda, un conjunto de hermosas descripciones paisajísticas.
Económicamente las cosas mejoraron para el poeta a partir de 1866, año en que obtuvo el empleo de censor oficial de novelas, lo cual le permitió dejar sus crónicas periodísticas y concentrarse en sus Leyendas y sus Rimas, publicadas en parte en El museo universal. Pero con la revolución de 1868, el poeta perdió su trabajo, y su esposa lo abandonó ese mismo año.
Se trasladó entonces a Toledo con su hermano Valeriano, y allí acabó de reconstruir el manuscrito de las Rimas, cuyo primer original había desaparecido cuando su casa fue saqueada durante la revolución septembrina. De nuevo en Madrid, fue nombrado director de la revista La Ilustración de Madrid, en la que también trabajó su hermano como dibujante.
El fallecimiento de éste, en septiembre de 1870, deprimió extraordinariamente al poeta, quien, presintiendo su propia muerte, entregó a su amigo Narciso Campillo sus originales para que se hiciese cargo de ellos tras su óbito, que ocurriría tres meses después del de Valeriano.
La obra de Gustavo Adolfo Bécquer
La inmensa fama literaria de Bécquer se basa en sus Rimas, que iniciaron la corriente romántica de poesía intimista inspirada en Heine y opuesta a la retórica y ampulosidad de los poetas románticos anteriores. La crítica literaria del momento, sin embargo, no acogió bien sus poemas, aunque su fama no dejaría de crecer en los años siguientes.
Las Rimas, tal y como han llegado hasta nosotros, suman un total de ochenta y seis composiciones. De ellas, setenta y seis se publicaron por vez primera en 1871 a cargo de los amigos del poeta, que introdujeron algunas correcciones en el texto, suprimieron algunos poemas y alteraron el orden del manuscrito original (el llamado Libro de los gorriones, hoy custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid).
El contenido de las rimas ha sido dividido en cuatro grupos: el primero (rimas I a XI) es una reflexión sobre la poesía y la creación literaria; el segundo (XII a XXIX), trata del amor y de sus efectos en el alma del poeta; el tercero (XXX a LI) pasa a la decepción y el desengaño que el amor causa en el alma del poeta; y el cuarto (LII a LXXXVI) muestra al poeta enfrentado a la muerte, decepcionado del amor y del mundo. Las Rimas se presentan habitualmente precedidas de la "Introducción sinfónica" que, probablemente, Bécquer preparó como prólogo a toda su obra.
Su prosa destaca, al igual que su poesía, por la gran musicalidad y la sencillez de la expresión, cargada de sensibilidad; siguiendo los pasos de Hoffmann y Poe, sus Leyendas recrean ambientes fantásticos y envueltos en una atmósfera sobrenatural y misteriosa. Destacan por ese ambiente de irrealidad, de misterio, situado siempre sobre un plano real que deforma y desbarata. Así, en La Corza blanca, donde la protagonista se transforma de noche en el citado animal; o en El monte de las ánimas, en la que el mismo escenario de un paseo amoroso se transforma en el campo del horror fantasmal y en la que el terror llega hasta la alcoba mejor defendida y adornada; o, por fin, en Los ojos verdes y, sobre todo, El rayo de luna, donde lo irreal, enfrentado a la realidad, hace optar a los protagonistas por el sueño, por la locura en la que quieren vivir lo que la realidad les niega. Son logradas las descripciones de ambientes: el barullo de la entrada en la catedral en Maese Pérez, el organista, el silencio del claustro en El rayo de luna o las procesiones fantasmales de La ajorca de oro y El Miserere.

sábado, 14 de febrero de 2015

MAHMOUD DARWISH
DOCUMENTO DE IDENTIDAD

¡Regístrame!
soy árabe
el número de mi identidad es cincuenta mil
tengo ocho hijos
y el noveno... ¡vendrá poco después del verano!
¿Vas a irritarte acaso?
¡Regístrame!
soy árabe
trabajo con mis compañeros de lucha
en una cantera
tengo ocho hijos
arranco piedras
el pan, las ropas, los cuadernos
y no vengo a mendigar a tu puerta
y no me inclino
delante de las piedras de tu umbral
¿Vas a irritarte acaso?
¡Regístrame!
soy árabe
mi nombre es muy común
y soy paciente
en un país que hierve de cólera
mis raíces...
fijadas antes del nacimiento de los tiempos

AMOS OZ
PERO CÓMO

Abandonarla, dices, es fácil decirlo,

abandonarla como un piloto de combate

que abandona un avión

sin control o en llamas. ¿Pero cómo se salta

de un avión caído, hecho pedazos y oxidado

o hundido en las profundidades del mar?

SHARON OLDS
LA ETICA Y LA MUERTE

No es algo malo su muerte.
Ni bueno, ni malo.
Queda fuera del mundo moral.
Cuando las enfermeras vacían la bolsa del catéter
y vierten el fluido ámbar y pálido
en una taza para medir, no hacen
algo bueno ni malo: es sólo
su cuerpo. Incluso cuando el dolor
crispa su rostro, su boca
cuando hace un chasquido,
su quijada al contraerse,
no son malos, no hay alguien haciéndoselo,
no hay culpa, ni vergüenza:
sólo placer o dolor. Es el mismo reino
del sexo, de los impulsos nerviosos,
un reino sin iglesia, en él lo besamos,
en él acariciamos su cabello pringoso,
su mujer y yo,
una a cada lado, secando restos
de saliva en sus labios blancuzcos.
Su cuerpo nos siente atenderlo
fuera del mundo de la moral,
como si le hiciéramos el amor en un bosque,
escuchando desde una pradera remota
los cánticos distantes de una asamblea:
gotas más pequeñas que las más pequeñas gotas de rocío
cubren su cuerpo cuando nos inclinamos a tocarlo.

CESAR VALLEJO

LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA

Los mineros salieron de la mina
remontando sus ruinas venideras,
fajaron su salud con estampidos
y, elaborando su función mental
cerraron con sus voces
el socavón, en forma de síntoma profundo.

¡Era de ver sus polvos corrosivos!
¡Era de oír sus óxidos de altura!
Cuñas de boca, yunques de boca, aparatos de boca (¡Es formidable!)

El orden de sus túmulos,
sus inducciones plásticas, sus respuestas corales,
agolpáronse al pie de ígneos percances
y airente amarillura conocieron los trístidos y tristes,
imbuidos
del metal que se acaba, del metaloide pálido y pequeño.

Craneados de labor,
y calzados de cuero de vizcacha,
calzados de senderos infinitos,
y los ojos de físico llorar,
creadores de la profundidad,
saben, a cielo intermitente de escalera,
bajar mirando para arriba,
saben subir mirando para abajo.

¡Loor al antiguo juego de su naturaleza,
a sus insomnes órganos, a su saliva rústica!
¡Temple, filo y punta, a sus pestañas!
¡Crezcan la yerba, el liquen y la rana en sus adverbios!
¡Felpa de hierro a sus nupciales sábanas!
¡Mujeres hasta abajo, sus mujeres!
¡Mucha felicidad para los suyos!
¡Son algo portentoso, los mineros
remontando sus ruinas venideras,
elaborando su función mental
y abriendo con sus voces
el socavón, en forma de síntoma profundo!
¡Loor a su naturaleza amarillenta,
a su linterna mágica,
a sus cubos y rombos, a sus percances plásticos,
a sus ojazos de seis nervios ópticos
y a sus hijos que juegan en la iglesia
y a sus tácitos padres infantiles!
¡Salud, oh creadores de la profundidad...! (Es formidable.)

viernes, 13 de febrero de 2015


ELIZABETH BARRET BROWING
SI HAS DE AMARME...

Si has de amarme que sea sólo
por amor de mi amor. No digas nunca
que es por mi aspecto, mi sonrisa, la melodía
de mi voz o por mi dulce carácter

que concuerda contigo o que aquel día
hizo que nos sintiéramos felices...
Porque, amor mío, todas estas cosas
pueden cambiar, y hasta el amor se muere.

No me quieras tampoco por las lágrimas
que piadosamente limpias de mi rostro...
¡Porque puedo olvidarme de llorar

gracias a ti, y así perder tu amor!
Por amor de mi amor quiero que me ames,
para que habite en los cielos, eternamente.

PORFIRIO BARBA JACOB
CINTIA DELEITOSA

Como una flor arcana, llameando
bajo el turquí del cielo apareció.
Fue su amor mi almohada matutina;
su seno azul, de gota coralina
en el pezón, de noche mi almohada.

Y era esencia tan dulce y regalada
la de su carne en flor, la de su boca
por enjambres de besos habitada,
la de su axila, ¡leche con canela!,
que un ansia de gozarla me extenuó.

Cintia concentra la onda de la vida.
el campo es de Ella y grana para Ella.
Mi sangre está en su carne consumida;
su alma radia con mi luz ardida,
y ella está en mí porque yo estoy en Ella.

-Dame tu axila, ¡leche con canela!
Dame tu beso, dámelo, y la lengua
fina y caliente y roja y ternezuela…

-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
fatiga dulce, letal desvarío…

-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
No más, amorcito mío,
que me muero…
RICARDO GÜIRALDES

Proa

Hace mar fuerte…fuerte…
Los egocultores decimos así a lo
que nos vence y no es el caso.
El mar arrea cordilleras renovadas,
que columpian al vapor
en cuya proa frenetizo de borrasca.
Busco una metáfora pluriforme
e inmensa; algo como fijar el alma
caótica,que se empenacha de pedrería.
¿Cómo decir?…Mar…mar…y mientras
insuflo el cráneo de espacio
para cantarle mi visión, el insolente
me escupió la cara.

13 DE FEBRERO DE 1866 NACE :

RICARDO GÜIRALDES

(Buenos Aires, 1866 - París, 1927) Narrador argentino, uno de los mayores exponentes hispanoamericanos de la novela autóctona, con su obra maestra Don Segundo Sombra (1926). Nació en el seno de una adinerada familia que en 1887 se trasladó a París. Puede decirse que se educó en francés y el castellano fue su segunda lengua. Los Güiraldes regresaron a Buenos Aires y alternaron su residencia en la ciudad con largos períodos en su estancia de San Antonio de Areco.

Ricardo Güiraldes

Sin duda en ese período el joven Ricardo se impregnó de imágenes de la tierra y figuras de hombres de campo, a la par que comenzó a sentir la vocación de escritor. En 1904 acabó el bachillerato e ingresó en la facultad de arquitectura; pasó luego a estudiar derecho, pero finalmente abandonó la universidad y marchó a París.

Este viaje fue fundamental en su vida: comenzó a preocuparse por la ética y la metafísica, a la vez que se vinculaba con pintores, músicos y escritores. Realizó un periplo por diversos países europeos y Oriente; regresó a París, decidido ya a ser escritor, y más tarde a Buenos Aires. Hacia 1912 frecuentaba un grupo que reunía a artistas y escritores de las clases altas, donde conoció a Adelina del Carril, con quien se casó un año más tarde.

En 1915 decidió publicar lo que tenía escrito: El cencerro de cristal, poesía, y Cuentos de muerte y sangre, relatos al estilo de H. Quiroga, por cuya mediación algunos aparecieron en Caras y Caretas. La crítica no recibió bien ni a uno ni a otro libro y Güiraldes, decepcionado, emprendió un nuevo viaje, esta vez a las Antillas, que le proporcionó material para una novela, Xaimaca (1923), que obtuvo parecida respuesta. A ésta siguieron Raucho (1917), con elementos autobiográficos, y Un idilio de estación (1918), publicada luego con el título de Rosaura.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial Güiraldes regresó a París, donde escribió los primeros capítulos de Don Segundo Sombra, en cuya redacción trabajó los años siguientes. Atraído por la teosofía y el esoterismo, estas disciplinas le inspiraron los Poemas místicos, Poemas solitarios y El sendero (todos publicados póstumamente por su viuda). De regreso a su país natal se vinculó a los jóvenes vanguardistas, participó en la dirección de Proa y colaboró con Martín Fierro y Valoraciones.

Tras los fracasos anteriores, el autor encontró su voz definitiva en Don Segundo Sombra (1926), que obtuvo un éxito inmediato. Con prosa cuidada, la novela narra en primera persona la historia del joven Fabio Cáceres, quien encuentra en el arriero Segundo Ramírez Sombra al maestro que le permite convertirse en hombre. Don Segundo Sombra es una novela de aprendizaje en la que se narran las vicisitudes de la vida del campo y las particularidades de ese ámbito rural amenazado de extinción por la expansión del progreso. De ahí su fuerte tono elegíaco, a través del que se configuran una mirada melancólica respecto al pasado y una decidida apuesta de rescate de unos valores que se proponen como intrínsecamente argentinos.

La prosa de Güiraldes tiene una notoria tendencia al registro poético. De esta manera, Don Segundo Sombra, al tiempo que queda marcada por la sensibilidad de su tiempo, se liga a una tradición de la literatura gauchesca, que determina también la elección del narrador en primera persona, con la consiguiente visión desde la conciencia de un paisano resero, representante de ese mundo que encuentra grandes dificultades para hacerse un lugar dentro de la vida moderna.

La novela presenta variados cuadros de ambiente con excelentes descripciones de carácter criollista y regionalista, amenizadas con detenidas observaciones acerca de la vida y las faenas campestres. La narración central está interpolada por relatos breves, como el cuento de Miseria o el del paisanito Dolores, extraídos del repertorio popular y muy conocidos por entonces entre los habitantes de la campaña.

Güiraldes dedicó varios años a la composición de esta novela: comenzó a escribirla en París en 1920 y la concluyó en Argentina años después, cuando el panorama literario porteño estaba ya dominado por las propuestas de vanguardia. Los poetas aglutinados en torno a las revistas Martín Fierro y Proa se contaron entre sus primeros lectores y fueron también quienes dedicaron elogios y reconocimientos que borraron definitivamente el estigma del "fracaso" asociado a la figura de Güiraldes, consecuencia de la casi nula aceptación crítica de sus primeras obras.

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