sábado, 20 de junio de 2020

20 DE JUNIO DE 1920 NACE: AMOS TUTUOLA

20 DE JUNIO DE 1920 NACE:

AMOS TUTUOLA
Author spotlight Meet Amos Tutuola who wrote the first novel from ...
El escritor nigeriano Amos Tutuola (nacido en 1920) es famoso por sus cuentos fantásticos que, en su contenido, dependen en gran medida en el folclore de sus ancestrales pueblo Yoruba.
Amos Tutuola nació en Abeokuta (Yoruba). La muerte de su padre en 1939 le impidió proseguir sus estudios. Durante la Segunda Guerra Mundial se unió a la Royal Air Force como herrero, y cuando la guerra había terminado, él se convirtió en un mensajero en el departamento de trabajo en Lagos.
Como le gustaba cierta reputación como narrador entre sus amigos, Tutuola dedicó el ocio amplia ofrecida por sus funciones poco exigente a encerrar en su propia marca idiosincrásica de Nigeria Inglés algunos de los cuentos extraños que abundan en la tradición oral de Yoruba y que no se había registrado en Fagunwa sus libros de cuentos en lengua vernácula. El resultado fue El Palmwine Drinkard y Su Dead Palmwine Tapster en Ciudad de los muertos (1952). El libro fue un éxito inmediato.
Mientras ingleses y americanos revisores fueron hechizados por la imaginación exuberante de Tutuola y su discurso no convencional, los intelectuales nigerianos fueron al principio muy hostil: sentían que sus supersticiones, historias "incivilizados" y su-en su visión del zafio, no estándar Inglés era probable que empañar la la imagen de Nigeria en los ojos del mundo exterior. Su crítica y el desprecio, sin embargo, no le restó Tutuola de traer tranquilamente dictan otras novelas similares: Mi Vida en el Bush de los fantasmas (1954), Simbi y el sátiro de la Selva Oscura (1956), The African Huntress Brave (1958), La mujer Pluma de la jungla (1962), La Bruja Herbolario de la ciudad a distancia (1980), El cazador salvaje en la selva de los fantasmas (1982) y el mendigo, Brawler, Calumniador (1987).
La receta de Tutuola es de los más sencillos: el valiente héroe o heroína embarca en una búsqueda a menudo motivado perfunctorily que le lleva al bosque de la selva y proporciona un marco para lo que realmente importa, una variedad inagotable de aventuras entre los dioses y los fantasmas, ogros y pigmeos , sátiros y magos, y diversos otros, monstruos Bosch-como extraños, como el olfato-Ghost, el reverendo Diablo, la Diosa-handed Televisión, el Velloso gigante y unos pocos "ghostesses," todos los cuales experimentan ninguna dificultad en transformarse en casi cualquier tipo de formas, incluso humanos mineral, vegetal, animal o.
Una comparación con colecciones de cuentos tradicionales muestra que muchos de estos episodios son parte integrante del folklore Yoruba, que se caracteriza por su familiaridad con lo sobrenatural, su poder de inventiva prodigiosa, y su peculiar sentido de horror como una fuente de humor. Pero al fondo ancestral, Tutuola añade su propio toque inimitable: introduce elementos de la civilización cristiana y occidental, que parece extrañamente exótico en este mítico mundo de fantasía de África; sobre todo, se resuelve a sí mismo y la satisfacción de sus lectores el problema lingüístico del escritor africano, acuñar nuevas palabras, la traducción de idiomas vernáculos, y por lo general distorsionan el vocabulario de Inglés, la sintaxis y la ortografía, incluso con la garantía impermeable y desarmar la eficiencia.
En 1963 Tutuola tuvo su venganza sobre sus críticos intelectuales nigerianos cuando los populares el actor-director-productor EK Ogunmola adaptado El Palmwine Drinkard en un folk-ópera vernácula, que se realizó con gran éxito en todo el país.
Además de su escritura, Tutuola ha trabajado como investigador visitante en la Universidad de Ife (1979) y como asociado a la International Writing Program de la Universidad de Iowa (1983). Sus honores incluyen ser nombrado ciudadano honorario de Nueva Orleans en 1983 y recibiendo premios de segundo lugar en Turín, Italia, en 1985 por El Palmwine Drinkard y Mi vida en el Bush de los fantasmas.

20 DE JUNIO DE 1820 MUERE : MANUEL JOSÉ JOAQUÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS BELGRANO

20 DE JUNIO DE 1820 MUERE :

MANUEL JOSÉ JOAQUÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS BELGRANO
Manuel Belgrano enarbola por primera vez la Bandera Nacional | El ...
(Buenos Aires, 1770-1820) Abogado, político y militar argentino, una de las figuras fundamentales del proceso que condujo a la independencia del país. Recordado como el creador de la bandera nacional y el general que consolidó la independencia con sus victorias en las batallas de Tucumán y Salta (1812-1813), Manuel Belgrano fue ante todo un intelectual de intachable integridad y firmes convicciones patrióticas, un trabajador desinteresado e infatigable al servicio del progreso del país y la educación de sus habitantes. Las circunstancias de la lucha emancipadora y su propia coherencia de pensamiento y acción lo abocaron, sin embargo, a asumir misiones militares para las que no estaba preparado, y en las que cosechó éxitos y fracasos.

Criollo de origen italiano, Manuel Belgrano era hijo de un comerciante genovés radicado en Buenos Aires, don Domingo Belgrano Peri, y de doña María Josefa González Casero. El joven Manuel estudió latín, filosofía y teología en el Real Colegio de San Carlos; marchó luego a España y cursó estudios en Salamanca, Valladolid (se graduó de bachiller en 1789) y Madrid, en cuya universidad obtuvo en 1792 el diploma de abogado, dedicando especial atención a la economía política. Desde allí siguió los acontecimientos de la Revolución Francesa de 1789, que le influyeron hasta el punto de llevarle a adoptar la ideología liberal. Regresó al Río de la Plata al ser nombrado secretario del Consulado de Buenos Aires (1794-1810).
Desde este cargo abogó por la libertad de comercio, el desarrollo de la agricultura y la creación de escuelas comerciales y de náutica. En 1806 participó como capitán de las milicias urbanas en la defensa frente la invasión inglesa; fue designado sargento mayor del regimiento de Patricios y sirvió como ayudante de Santiago Liniers. Sin descuidar su tarea en el Consulado, colaboró en el Semanario de agricultura, industria y comercio, fundó una Sociedad Patriótica, Literaria y Económica y el periódico Correo de Comercio, siempre con el ánimo de difundir y llevar a la práctica su ideario liberal y de contribuir al desarrollo educativo, cultural y económico del país.
Pronto tomó conciencia, sin embargo, de que sus proyectos modernizadores eran irrealizables en el anquilosado marco de la administración colonial, y de que sólo la independencia podía traer el progreso. Ganado para la causa emancipadora, empezó a conspirar contra la dominación española desde que en 1809 llegaron noticias de la ocupación de la metrópoli por el ejército francés. Belgrano fue uno de los dirigentes de la Revolución de mayo (18-25 de mayo de 1810), punto de partida del proceso independentista, y formó parte como vocal de la Junta que se creó en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810, embrión del futuro gobierno argentino.
La Junta de Buenos Aires intentó preservar la unidad del hasta entonces Virreinato del Río de Plata, que englobaba aproximadamente los territorios actuales de Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia, más una parte de Chile y el sur de Brasil. Aunque no era militar profesional, Manuel Belgrano fue nombrado general al mando del ejército del Paraguay, formado con el objetivo de obtener la adhesión de este territorio al proceso independentista, pero resultó vencido por los paraguayos, fracasando el intento de mantener a Paraguay unido a Argentina (1811); pese a la derrota en las armas, dejó sembrado entre los jefes paraguayos el anhelo de libertad.
En 1812 Manuel Belgrano asumió la jefatura del Ejército del Norte y creó y enarboló por primera vez, en las barrancas rosarinas del Paraná, la bandera azul y blanca que había de convertirse en enseña oficial de la nación. Al mando de sus tropas venció a las fuerzas españolas del general Juan Pío de Tristán y Moscoso en las batallas de Tucumán (1812) y Salta (1813), que salvaguardaron la independencia argentina al contener la contraofensiva realista lanzada desde el norte; pero en 1813 volvió a ser derrotado cuando intentaba proseguir su avance invadiendo el Alto Perú (la actual Bolivia), que quedó bajo el dominio de los españoles.
Destituido del mando militar, Manuel Belgrano siguió prestando servicios a la causa argentina en el plano diplomático; en 1815 fue enviado junto con Bernardino Rivadavia a Europa para negociar, sin resultados, el reconocimiento de la independencia. Regresó al cierre del Congreso de Tucumán (1816), en cuyo seno expuso sus convicciones monárquicas. Conforme a los planteamientos de Belgrano, el Congreso declaró formalmente la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, núcleo de la actual Argentina, y aprobó como bandera nacional la que Belgrano había diseñado e izado en 1812; sin embargo, su recomendación de constituir una monarquía fue desoída: el Congreso consolidó el Directorio como principal órgano ejecutivo y nombró director supremo a Juan Martín de Pueyrredón (1816-1819).
Entretanto, las disensiones entre centralistas y federalistas dieron inicio a una serie de convulsiones y pugnas civiles que marcarían las primeras décadas de la Argentina independiente. Otra vez al frente del ejército auxiliar de Perú, Manuel Belgrano hubo de contener las sublevaciones de los jefes militares que se pronunciaron a favor del federalista José Gervasio Artigas. Cooperó con las fuerzas de Martín Miguel de Güemes para frenar una contraofensiva española, pero hallándose en Cruz Alta contrajo una grave dolencia, a causa de la cual se retiró a Tucumán. En noviembre de 1819, enfermo de muerte, regresó a Buenos Aires; sumido en la pobreza, falleció de hidropesía el 20 de junio de 1820, después de haber pronunciado las palabras "¡Ay, patria mía!": ese día la ciudad de Buenos Aires, presa de la anarquía, contaba con tres gobernadores al mismo tiempo. Sus restos se conservan en un mausoleo, obra del escultor Ximenes, en la basílica del Rosario de la Capital Federal.

viernes, 19 de junio de 2020

O. HENRY LOS REGALOS PERFECTOS

O. HENRY

LOS REGALOS PERFECTOS
El regalo de los Reyes Magos
Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Y setenta centavos estaban en céntimos. Céntimos ahorrados, uno por uno, discutiendo con el almacenero y el verdulero y el carnicero hasta que las mejillas de uno se ponían rojas de vergüenza ante la silenciosa acusación de avaricia que implicaba un regateo tan obstinado. Delia los contó tres veces. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente era Navidad.

Evidentemente no había nada que hacer fuera de echarse al miserable lecho y llorar. Y Delia lo hizo. Lo que conduce a la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, con predominio de los lloriqueos.

Mientras la dueña de casa se va calmando, pasando de la primera a la segunda etapa, echemos una mirada a su hogar, uno de esos departamentos de ocho dólares a la semana. No era exactamente un lugar para alojar mendigos, pero ciertamente la policía lo habría descrito como tal.

Abajo, en la entrada, había un buzón al cual no llegaba carta alguna, Y un timbre eléctrico al cual no se acercaría jamás un dedo mortal. También pertenecía al departamento una tarjeta con el nombre de “Señor James Dillingham Young”.

La palabra “Dillingham” había llegado hasta allí volando en la brisa de un anterior período de prosperidad de su dueño, cuando ganaba treinta dólares semanales. Pero ahora que sus entradas habían bajado a veinte dólares, las letras de “Dillingham” se veían borrosas, como si estuvieran pensando seriamente en reducirse a una modesta y humilde “D”. Pero cuando el señor James Dillingham Young llegaba a su casa y subía a su departamento, le decían “Jim” y era cariñosamente abrazado por la señora Delia Dillingham Young, a quien hemos presentado al lector como Delia. Todo lo cual está muy bien.

Delia dejó de llorar y se empolvó las mejillas con el cisne de plumas. Se quedó de pie junto a la ventana y miró hacia afuera, apenada, y vio un gato gris que caminaba sobre una verja gris en un patio gris. Al día siguiente era Navidad y ella tenía solamente un dólar y ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Había estado ahorrando cada centavo, mes a mes, y éste era el resultado. Con veinte dólares a la semana no se va muy lejos. Los gastos habían sido mayores de lo que había calculado. Siempre lo eran. Sólo un dólar con ochenta y siete centavos para comprar un regalo a Jim. Su Jim. Había pasado muchas horas felices imaginando algo bonito para él. Algo fino y especial y de calidad -algo que tuviera justamente ese mínimo de condiciones para que fuera digno de pertenecer a Jim. Entre las ventanas de la habitación había un espejo de cuerpo entero. Quizás alguna vez hayan visto ustedes un espejo de cuerpo entero en un departamento de ocho dólares. Una persona muy delgada y ágil podría, al mirarse en él, tener su imagen rápida y en franjas longitudinales. Como Delia era esbelta, lo hacía con absoluto dominio técnico. De repente se alejó de la ventana y se paró ante el espejo. Sus ojos brillaban intensamente, pero su rostro perdió su color antes de veinte segundos. Soltó con urgencia sus cabellera y la dejó caer cuan larga era.

Los Dillingham eran dueños de dos cosas que les provocaban un inmenso orgullo. Una era el reloj de oro que había sido del padre de Jim y antes de su abuelo. La otra era la cabellera de Delia. Si la Reina de Saba hubiera vivido en el departamento frente al suyo, algún día Delia habría dejado colgar su cabellera fuera de la ventana nada más que para demostrar su desprecio por las joyas y los regalos de Su Majestad. Si el rey Salomón hubiera sido el portero, con todos sus tesoros apilados en el sótano, Jim hubiera sacado su reloj cada vez que hubiera pasado delante de él nada más que para verlo mesándose su barba de envidia.

La hermosa cabellera de Delia cayó sobre sus hombros y brilló como una cascada de pardas aguas. Llegó hasta más abajo de sus rodillas y la envolvió como una vestidura. Y entonces ella la recogió de nuevo, nerviosa y rápidamente. Por un minuto se sintió desfallecer y permaneció de pie mientras un par de lágrimas caían a la raída alfombra roja.

Se puso su vieja y oscura chaqueta; se puso su viejo sombrero. Con un revuelo de faldas y con el brillo todavía en los ojos, abrió nerviosamente la puerta, salió y bajó las escaleras para salir a la calle.

Donde se detuvo se leía un cartel: “Mme. Sofronie. Cabellos de todas clases”. Delia subió rápidamente Y, jadeando, trató de controlarse. Madame, grande, demasiado blanca, fría, no parecía la “Sofronie” indicada en la puerta.

-¿Quiere comprar mi pelo? -preguntó Delia.

-Compro pelo -dijo Madame-. Sáquese el sombrero y déjeme mirar el suyo.

La áurea cascada cayó libremente.

-Veinte dólares -dijo Madame, sopesando la masa con manos expertas.

-Démelos inmediatamente -dijo Delia.

Oh, y las dos horas siguientes transcurrieron volando en alas rosadas. Perdón por la metáfora, tan vulgar. Y Delia empezó a mirar los negocios en busca del regalo para Jim.

Al fin lo encontró. Estaba hecho para Jim, para nadie más. En ningún negocio había otro regalo como ése. Y ella los había inspeccionado todos. Era una cadena de reloj, de platino, de diseño sencillo y puro, que proclamaba su valor sólo por el material mismo y no por alguna ornamentación inútil y de mal gusto… tal como ocurre siempre con las cosas de verdadero valor. Era digna del reloj. Apenas la vio se dio cuenta de que era exactamente lo que buscaba para Jim. Era como Jim: valioso y sin aspavientos. La descripción podía aplicarse a ambos. Pagó por ella veintiún dólares y regresó rápidamente a casa con ochenta y siete centavos. Con esa cadena en su reloj, Jim iba a vivir ansioso de mirar la hora en compañía de cualquiera. Porque, aunque el reloj era estupendo, Jim se veía obligado a mirar la hora a hurtadillas a causa de la gastada correa que usaba en vez de una cadena.

Cuando Delia llegó a casa, su excitación cedió el paso a una cierta prudencia y sensatez. Sacó sus tenacillas para el pelo, encendió el gas y empezó a reparar los estragos hechos por la generosidad sumada al amor. Lo cual es una tarea tremenda, amigos míos, una tarea gigantesca.

A los cuarenta minutos su cabeza estaba cubierta por unos rizos pequeños y apretados que la hacían parecerse a un encantador estudiante holgazán. Miró su imagen en el espejo con ojos críticos, largamente.

“Si Jim no me mata, se dijo, antes de que me mire por segunda vez, dirá que parezco una corista de Coney Island. Pero, ¿qué otra cosa podría haber hecho? ¡Oh! ¿Qué podría haber hecho con un dólar y ochenta y siete centavos?.”

A las siete de la noche el café estaba ya preparado y la sartén lista en la estufa para recibir la carne.

Jim no se retrasaba nunca. Delia apretó la cadena en su mano y se sentó en la punta de la mesa que quedaba cerca de la puerta por donde Jim entraba siempre. Entonces escuchó sus pasos en el primer rellano de la escalera y, por un momento, se puso pálida. Tenía la costumbre de decir pequeñas plegarias por las pequeñas cosas cotidianas y ahora murmuró: “Dios mío, que Jim piense que sigo siendo bonita”.

La puerta se abrió, Jim entró y la cerró. Se le veía delgado y serio. Pobre muchacho, sólo tenía veintidós años y ¡ya con una familia que mantener! Necesitaba evidentemente un abrigo nuevo y no tenía guantes.

Jim franqueó el umbral y allí permaneció inmóvil como un perdiguero que ha descubierto una codorniz. Sus ojos se fijaron en Delia con una expresión que su mujer no pudo interpretar, pero que la aterró. No era de enojo ni de sorpresa ni de desaprobación ni de horror ni de ningún otro sentimiento para los que que ella hubiera estado preparada. Él la miraba simplemente, con fijeza, con una expresión extraña.

Delia se levantó nerviosamente y se acercó a él.

-Jim, querido -exclamó- no me mires así. Me corté el pelo y lo vendí porque no podía pasar la Navidad sin hacerte un regalo. Crecerá de nuevo ¿no te importa, verdad? No podía dejar de hacerlo. Mi pelo crece rápidamente. Dime “Feliz Navidad” y seamos felices. ¡No te imaginas qué regalo, qué regalo tan lindo te tengo!

-¿Te cortaste el pelo? -preguntó Jim, con gran trabajo, como si no pudiera darse cuenta de un hecho tan evidente aunque hiciera un enorme esfuerzo mental.

-Me lo corté y lo vendí -dijo Delia-. De todos modos te gusto lo mismo, ¿no es cierto? Sigo siendo la misma aún sin mi pelo, ¿no es así?

Jim pasó su mirada por la habitación con curiosidad.

-¿Dices que tu pelo ha desaparecido? -dijo con aire casi idiota.

-No pierdas el tiempo buscándolo -dijo Delia-. Lo vendí, ya te lo dije, lo vendí, eso es todo. Es Nochebuena, muchacho. Lo hice por ti, perdóname. Quizás alguien podría haber contado mi pelo, uno por uno -continuó con una súbita y seria dulzura-, pero nadie podría haber contado mi amor por ti. ¿Pongo la carne al fuego? -preguntó.

Pasada la primera sorpresa, Jim pareció despertar rápidamente. Abrazó a Delia. Durante diez segundos miremos con discreción en otra dirección, hacia algún objeto sin importancia. Ocho dólares a la semana o un millón en un año, ¿cuál es la diferencia? Un matemático o algún hombre sabio podrían darnos una respuesta equivocada. Los Reyes Magos trajeron al Niño regalos de gran valor, pero aquél no estaba entre ellos. Este oscuro acertijo será explicado más adelante.

Jim sacó un paquete del bolsillo de su abrigo y lo puso sobre la mesa.

-No te equivoques conmigo, Delia -dijo-. Ningún corte de pelo, o su lavado o un peinado especial, harían que yo quisiera menos a mi mujercita. Pero si abres ese paquete verás por qué me has provocado tal desconcierto en un primer momento.

Los blancos y ágiles dedos de Delia retiraron el papel y la cinta. Y entonces se escuchó un jubiloso grito de éxtasis; y después, ¡ay!, un rápido y femenino cambio hacia un histérico raudal de lágrimas y de gemidos, lo que requirió el inmediato despliegue de todos los poderes de consuelo del señor del departamento.

Porque allí estaban las peinetas -el juego completo de peinetas, una al lado de otra- que Delia había estado admirando durante mucho tiempo en una vitrina de Broadway. Eran unas peinetas muy hermosas, de carey auténtico, con sus bordes adornados con joyas y justamente del color para lucir en la bella cabellera ahora desaparecida. Eran peinetas muy caras, ella lo sabía, y su corazón simplemente había suspirado por ellas y las había anhelado sin la menor esperanza de poseerlas algún día. Y ahora eran suyas, pero las trenzas destinadas a ser adornadas con esos codiciados adornos habían desaparecido.

Pero Delia las oprimió contra su pecho y, finalmente, fue capaz de mirarlas con ojos húmedos y con una débil sonrisa, y dijo:

-¡Mi pelo crecerá muy rápido, Jim!

Y enseguida dio un salto como un gatito chamuscado y gritó:

-¡Oh, oh!

Jim no había visto aún su hermoso regalo. Delia lo mostró con vehemencia en la abierta palma de su mano. El precioso y opaco metal pareció brillar con la luz del brillante y ardiente espíritu de Delia.

-¿Verdad que es maravillosa, Jim? Recorrí la ciudad entera para encontrarla. Ahora podrás mirar la hora cien veces al día si se te antoja. Dame tu reloj. Quiero ver cómo se ve con ella puesta.

En vez de obedecer, Jim se dejo caer en el sofá, cruzó sus manos debajo de su nuca y sonrió.

-Delia -le dijo- olvidémonos de nuestros regalos de Navidad por ahora. Son demasiado hermosos para usarlos en este momento. Vendí mi reloj para comprarte las peinetas. Y ahora pon la carne al fuego.

CONRADO NALÉ ROXLO EL CUERVO DEL ARCA

CONRADO NALÉ ROXLO

EL CUERVO DEL ARCA

Blog De Cita 40 Dias Del Diluvio - Servicio De Citas En Estados Unidos
La historia comenzó, poco más o menos, como el poema de Edgar Poe. En la alta noche un cuervo tristísimo entró por mi ventana y fue a posarse, en el respaldo de un sillón de cuero. Sacudió las alas, parpadeó y, clavando en la mía su mirada fatídica, me dijo:    
–He venido a buscar una pluma.   
–Lo siento – le respondí –, pero las únicas plumas de que dispongo no son dignas de un ave tan ilustre como tú (pensaba en el plumero y en el “duvet” de los almohadones), un ave cantada por la lira del “celeste Edgardo” aunque, a la verdad, estás bastante desplumado, hermano.
Pero él me atajó explicándome que lo que necesitaba era una pluma que refiriera a su historia. 
Puse un papel limpio en la maquina de escribir e incliné la cabeza, pues mi obligación es repetir todo lo que me cuentan los pájaros, vengan de la oscuridad de la noche o del misterio del alma. 
Y el ave me contó lo que sigue, con una voz desagradable, pero tan triste que parecía un disco rayado con una espina de la corona de Cristo. Dijo:
–No siempre fui un pájaro calvo, de enlutado plumaje y lúgubre graznido. Los ornitólogos, cuyos libros se perdieron cuando el diluvio, me describían así: Ave canora de hermoso plumaje azul oscuro y brillante, que ostenta en la frente un airón de un blanco tan purísimo que sólo puede comparársele al de la garza real. Su canto es tan melodioso y variado que de él aprenden los ruiseñores. Se lo considera ave de buen agüero.
Ante un gesto de incredulidad que no pude reprimir, agregó:
–Te cito la opinión de los hombres de ciencia como una concesión a las supersticiones actuales, ya que cualquiera que tenga dos dedos de frente comprenderá que nada feo ni triste pudo salir de las manos de Dios en la hora feliz de la creación, cuando estaba tan lleno de esperanzas en todos nosotros. A mí, como a muchas de sus criaturas, como a ti mismo, lo que nos ha entristecido y afeado es la vanidad.
– ¿A mí? – pregunté, algo molesto.
– Sí, hermano. De no haberte pasado la juventud buscando ideas y metáforas con las que crees mejorar el mundo, no tendrías esa tez amarillenta, esos ojos mortecinos y afiebrados detrás de turbios cristales, esa frente surcada de arrugas, esos labios quemados por el cigarrillo y esa boca contraída…
Como el retrato no me gustara, le rogué continuar su historia y dejar en paz la mía. Prosiguió:
– Cuando el gran navegante me invitó por orden superior a acompañarle en la más importante aventura naval de la historia, era yo, como te digo, un ave hermosa y feliz entre las aves. Y mi canto amenizó las interminables tardes de lluvia en el interior del Arca Santa. Era, aunque esto resulte un poco ridículo en el pico de un viejo, la mascota de a bordo.
“El patriarca no pasaba nunca por mi lado sin silbar algún salmo melodioso para incitarme a cantar; y en la palma de su mano me ofrecía semillas de girasol. Sus nueras, las tres eran jóvenes, bonitas y elegantes, interrumpían sus largas charlas para lanzar una mirada de reojo a mi blanco airón, y era que alguna había dicho: ‘¡Que bien quedaría adornado un turbante!’
Mucho mas me conto el cuervo de su belleza pretérita y del lugar privilegiado que tenía en el Arca, pero cuando le leí el dictado me rogo tacharlo, por pudo, según dijo. Recompongo el hilo de su relato.
–Y así continuaba la travesía interminable bajo la lluvia eterna y mortal, que caía en silencio de los cielos desilusionados.
“En las enormes noches veíamos a veces, a la luz de un relámpago, entre la densa lluvia, las alas del ángel que empuñaba el timón. Pero al fin dejó de llover; y los fuertes vientos se calmaron y hundieron suavemente en el circuito sin límites de las aguas desérticas. Y ya no se habló en la nave más que de si la inundación bajaba o no. Hasta que una noche de luna el viejo almirante me llevó a una ventana y me dijo: ‘Hijo mío, tus alas son tan poderosas como es de bello tu canto, clara tu inteligencia y segura tu lealtad; sal y vuela hasta que encuentres tierra seca, y tráeme una ramita, una brizna de hierba, algo, en fin, para que yo sepa cómo andan las cosas’. Y después de bendecirme me arrojó al aire. “Apoyados en la borda todos me gritaban cariñosos saludos y palabras de aliento, y vi que la menor de las nueras de Noé lloraba.
“Y así emprendí el vuelo más entusiasta que ave alguna haya levantado nunca. Les traeré una flora tan hermosa, pensaba, que palidecerán al verla.
“Toda la noche volé en línea recta hacia el horizonte. A la mañana siguiente vi sobresalir de las aguas la copa de un olivo, pero no me detuve. ¿Cómo iba a presentarme ante aquella familia que tanto me quería con una rama pálida y sin gracia? ¡Una flor, la flor de las flores, era lo que yo deseaba para ellos!
“Varias horas después, en un altozano, encontré un granado en flor, y ya iba a cortar una cuando me acordé de que al viejo patriarca le desagradaban las granadas; decía que tenían algo de sensual e impúdico en el modo de abrirse, y que, a poco que uno se descuidara al comerlas, le dejaban en la boca un amargor como el del pecado. No iba a presentarle como la primera flor de la tierra reconquistada la de un fruto que le desagradaba. Habría sido una falta de tacto.
“Mas lejos encontré un rosal silvestre, pero eran muy pobres flores para tan gran noticia. Y así, por una razón o por otra, fui desechando todos los testimonios del perdón de Dios, y seguí volando en busca de una flor tan hermosa como lo que estaba ocurriendo. ¿Cuánto duró mi viaje? No lo sé; pues como mi vida se cuenta por siglos tengo una noción del tiempo que no va a tono con la del hombre, cuya existencia es tan breve… Pero no quisiera cansarte con el relato de mis aventuras. Por fin, muy lejos, hallé una flor, que aunque sólo se parecía muy vagamente a la sombra de la que yo venia soñando durante todo el vuelo, podía presentarse decentemente a quienes no hubieran visto la mía. La corté y con ella en el pico emprendí el regreso por el mismo camino.“¡Qué cambiado estaba todo! ¡Los hombres, otra vez, cultivaban los campos, apacentaban los ganados, levantaban ciudades y puentes! Pero lo que más me sorprendió fue ver una procesión que, detrás de una imagen dorada, imploraba al cielo la lluvia como un bien supremo. ¿Es que ya habían olvidado el Diluvio? Comencé a pensar que, acaso, se me había hecho tarde. Y al fin llegué a los montes de Armenia. Por una clara estrella en que me fije al partir, supe el lugar exacto donde había quedado anclada el Arca.
“Plegué las alas y me dejé caer. Pero no hallé ni rastros de la nave salvador. Entre sus ovejas dormidas, apoyado en el tronco de cedro, un pastor tocaba la flauta dulcemente, como se hace de noche. Posado en una rama baja esperé que terminara, y después canté yo para hacérmele agradable y que respondiera a mis preguntas. Pero no esperé a que su mano soltara la piedra que había cogido para arrojármela; mi propia voz, la que tengo ahora, me hizo huir espantado. Pasé la noche escondido en un matorral, lleno de confusión y angustia, y por la mañana fui a mirarme en el espejo de un arroyo... ¿Qué te voy a contar? Era tal como soy ahora: calvo, feo, negro, triste, ronco. Aquel gran vuelo en busca de una flor ideal me había destruido para siempre.
“Después, poco a poco, por conversaciones oídas en los vivaques de los pastores y los cazadores; por las canciones de las doncellas que iban por la tarde a buscar agua a las fuentes; por furtivas lecturas de los libros que los escolares escondían entre las zarzas cuando se hacían la rabona, fui enterándome de muchas cosas: el viaje del Arca Santa era una leyenda, en la que unos creían y otros no, pero mi nombre era universalmente infamado y se me citaba en horribles refranes; los niños destruían los huevos de los de mi raza, y se decía que era un ave fatídica y el símbolo de la ingratitud. ¡Ingrato yo que perdí la juventud, la belleza y el buen nombre por querer servir demasiado bien a la humanidad, representada por aquella familia errante sobre las aguas del castigo!”                                                                                                                                     El cuervo enmudeció un momento y dos lágrimas le rodaron por el pecho flaco y arratonado. Y yo contuve el gesto tonto de pasarle una mano consoladora por el lomo, como se hace con los loros disgustados.
Prosiguió:
–No vayas a creer que me resigné, así como así, a las calumnias. Muchas veces intenté justificarme, pero mi voz era tan desagradable que destruía todos mis argumentos. Decían que era vanidoso y tonto y me colgaron una ridícula historia en que salían una zorra y un queso. Incomprendido y despreciado, busqué entonces la soledad y la noche y, de tanto en tanto, me presento a los poetas para llorar mi desdicha con la esperanza de que alguno me defienda, ya que ellos, como yo, pierden con frecuencia el Arca Salvadora por volver en busca de flores imposibles.
Enmudeció el ave y largo rato permanecimos callados, frente a frente, alicaídos, con la cabeza hundida entre los hombros, sombríos y con la mirada fija en el suelo, muy semejantes.
De pronto las palomas del palomar de enfrente comenzaron a arrullarse, pues ya estaba amaneciendo. El cuervo se sobresaltó y me dijo:
– Adiós. Me voy, pues ando demasiado raído para mostrarme a la luz del sol.                            
Salí a la ventana para verlo partir en la luz rosada del amanecer. Y fue entonces cuando una paloma blanca, redonda y pulida, vino a posarse en el alfeizar, y después de darme cortésmente los buenos días, me preguntó:
– ¿Qué contaba ese pajarraco, si no es indiscreción?
– Nada, historias…
–Sí, siempre anda contando historias ridículas y lamentándose de su suerte, como si no lo tuviera bien empleado por desobediente… Yo, en cambio, en cuanto encontré la ramita de olivo me volví volando. Hacía un frío aquella mañana que no veía las horas de regresar al nido del Arca.
Quizá fui injusto al cerrarle la ventana, pero su historia no me interesaba.

19 DE JUNIO DE 1947 NACE SALMAN RUSHDIE

19 DE JUNIO DE 1947 NACE
SALMAN RUSHDIE

Still fighting for free speech: Salman Rushdie turns 70 | Books ...
(Bombay, India, 1947) Escritor angloindio en lengua inglesa. Dejó su país natal en 1961 para trasladarse al Reino Unido, donde estudió en la facultad de historia de Cambridge. Se centró, sobre todo, en religión e historia musulmanas, con lo cual adquirió unos conocimientos teóricos y académicos sobre los que articular su ideología política, ligada siempre a las circunstancias de su país y de otros países en situaciones similares a las del suyo, en los que la historia de la colonización y de los colonizadores se superpone al sustrato cultural autóctono, en gran parte constituido por leyendas y mitos.
Con el objetivo de dar una voz alternativa a la historia de esos países, reinventada por Inglaterra, y de su andadura tras la descolonización, ha escrito la mayor parte de sus novelas. Así, enHijos de medianoche, obra que alcanzó fama internacional y por la que fue galardonado con diversos premios en el Reino Unido y Estados Unidos, narra, a través de los avatares de una saga de la India, la historia de ese país desde la proclamación de la independencia. En su siguiente novela, Vergüenza (1983), en cambio, desgranó la historia de Pakistán.
Su voz contestataria y de intelectual implicado, se vio amenazada de muerte en 1989 a causa de la publicación de los Versos satánicos, obra considerada blasfema por el ayatolá Jomeini, quien dictó orden pública de ejecución a toda la población musulmana del mundo.
Desde entonces, Rushdie vive bajo protección policial y en un cierto aislamiento. Sus actividades de crítico literario en el Observer fueron perseguidas (si bien consiguió reunir la mayor parte de sus artículos en el volumen Imaginary homelands). En 1990 publicó un cuento infantil,Haroun and the Sea of Stories, la historia de un relator de cuentos que pierde las ganas de narrar, entristecido y amenazado por los enemigos de la libertad de expresión.

jueves, 18 de junio de 2020

18 DE JUNIO DE 2010 MUERE JOSE SARAMAGO

18 DE JUNIO DE 2010 MUERE
JOSE SARAMAGO

(Azinhaga, 1922 - Tías, España, 2010) Narrador y ensayista portugués, premio Nobel de Literatura en 1998. Nacido en el seno de una familia de labradores y artesanos, José Saramago creció en un barrio popular de Lisboa. Su madre, analfabeta, inculcó en él la sed de saber y le regaló su primer libro. A los quince años abandonó los estudios por falta de medios y tuvo que ponerse a trabajar de cerrajero.

Posteriormente se desempeñó en una caja de pensiones y más tarde se dedicó al periodismo, la labor editorial y la traducción. Colaborador de diversos periódicos y revistas, entre ellos Seara Nova, fue también codirector del Diario de Noticias en 1975. Se adhirió al Partido Comunista Portugués, por lo que sufrió censura y persecución durante la dictadura de Salazar. En 1974 se sumó a la Revolución de los Claveles.

La obra de José Saramago se caracterizó por interrogar la historia de su país y las motivaciones humanas. Encontrar las claves por las que un imperio quedó relegado a un segundo plano respecto al resto de Europa y entender el accionar del hombre fueron sus preocupaciones centrales. Pero aunque su novelística tiene como eje vertebrador la realidad de Portugal y su historia, no se trata, sin embargo, de una narrativa histórica, sino de relatos donde la historia se mezcla con la ficción y con lo que podría haber sido, siempre a través de la ironía y al servicio de una aguda conciencia social.

Se dio a conocer en 1947 con Tierra de pecado, novela de corte realista que no suele incluir en su bibliografía. Después de un largo período de silencio, en 1966 publicó Los poemas posibles y en 1970 Probablemente alegría, colecciones de poesías en las que, tratando con fina ironía sobre todo los temas del amor y del erotismo, renovó con vigor el lenguaje poético tradicional.

Autor de libros de crónicas, de obras teatrales, del volumen Viaje a Portugal (1981), lo más importante y fecundo de su producción literaria se inicia con El año 1993 (1975). Saramago se consolidó sobre todo como narrador de gran rigor estilístico con la novela Manual de pintura y caligrafia (1976), con los cuentos del volumen Casi un objeto (1978) y con sus últimas novelas. En Alzado del Suelo (1980) se reveló como un gran escritor. Es una narración histórica cuyo escenario es el Alentejo, entre 1910 y 1979, y en la que el lenguaje campesino, el humor y el sarcasmo se conjugan para hablar de la realidad. Con una prosa poética y una técnica narrativa propia de la tradición oral, trazó un gran fresco de la sociedad alentejana y dio muestras de haber alcanzado la madurez estilística superando la tradición neorrealista de la novela rural.

En Memorial del convento (1981), contando la historia del convento de Mafra, reconstruyó, gracias a un serio estudio de los documentos, a una hábil dosificación de perspectivas y a una sabia caracterización de los personajes y del lenguaje, un período histórico cuyo conocimiento resulta necesario con miras a superar la crisis de identidad que aflige al portugués de hoy. Su actitud crítica siempre se hace presente, y así como celebra la belleza de su tierra, señala también el espanto ante un pueblo "sediento de martirio", que asistía a los autos de fe y a las corridas de toros en el siglo XVIII, o que se alistaba voluntariamente en las milicias del gobierno de facto en la década del treinta.

Sus novelas El año de la muerte de Ricardo Reis (1984) y La balsa de piedra (1986) confirmaron sus grandes dotes de narrador. En la primera, Saramago convierte en protagonista de su novela a Ricardo Reis, uno de los heterónimos que empleó en su obra el poeta Fernando Pessoa. Vivo sólo en la imaginación de su creador, Reis no alcanza a experimentar las emociones propias de un ser viviente; llega a Lisboa en 1935, pocos días después del fallecimiento de Pessoa, y se dedica a recorrer la ciudad y a frecuentar a sus gentes. Dos mujeres, la sencilla Lidia y la vulnerable Marcenda, conducirán a Reis hasta el límite de sus posibilidades: al final, prevalecerá su incapacidad para amar. Unas fantásticas conversaciones con su creador, Pessoa, a quien se permite regresar brevemente al mundo de los vivos, acabarán por convencerle de su condición de criatura de ficción.

Su obra de los últimos años incluye novelas, diarios y otras publicaciones, conjunto entre el que deben citarse Historia del cerco de Lisboa (1989), Todos los nombres (1997) y la obra teatral In nomine Dei (1993). En El Evangelio según Jesucristo (1991), visión alternativa de la vida de Jesús de Nazaret, se deja ver el humanismo de Saramago, enfrentado a cualquier planteamiento dogmático y que resuena siempre detrás del escepticismo que caracteriza en gran medida su punto de vista. En Ensayo sobre la ceguera (1995), advirtió sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron" y, escéptico pero solidario, se preguntaba si había lugar para la esperanza tras el nuevo milenarismo que la humanidad estaba viviendo. Cuadernos de Lanzarote (1997) es un libro curioso en el que, a manera de diario, cuenta la vida cotidiana y reflexiona sobre el ser humano, el espacio y el tiempo.

En 1998 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. En 2000 apareció La caverna, relato de resonancias platónicas. En 2002 publicó El hombre duplicado, una reflexión sobre la esencia de la identidad; en 2004, Ensayo sobre la lucidez, que recogió sus reflexiones sobre la democracia actual. El autor la definió como "una patada, una muestra de indignación, de protesta", defendiendo la utilidad del voto en blanco cuando "los gobiernos son comisarios políticos del poder económico".

En Las intermitencias de la muerte (2005) Saramago respondía a la pregunta: ¿Qué pasaría si la gente dejase de morir? Afrontaba así el tema de la muerte a través de una parábola: en un país imaginario la muerte deja de existir, y todos sus habitantes se convierten de pronto en inmortales. Posteriormente, aparecieron las novelas Las pequeñas memorias (2006), un libro autobiográfico en el que regresó al entorno de su niñez y adolescencia; El viaje del elefante (2008), mezcla de realidad y ficción sobre el trayecto que un elefante asiático realizó por media Europa durante el siglo XIX, y Caín (2009), su última novela, en la que el autor compuso un mordaz recorrido por varios pasajes del Antiguo Testamento.

domingo, 14 de junio de 2020

14 DE JUNIO DE 1986 MUERE JORGE LUIS BORGES

14 DE JUNIO DE 1986 MUERE
JORGE LUIS BORGES
120 años de Borges: 20 datos clave de su vida y de su obra - Infobae
(Buenos Aires, 1899 - Ginebra, Suiza, 1986) Escritor argentino considerado una de las grandes figuras de la literatura en lengua española del siglo XX. Cultivador de variados géneros, que a menudo fusionó deliberadamente, Jorge Luis Borges ocupa un puesto excepcional en la historia de la literatura por sus relatos breves. Aunque las ficciones de Borges recorren el conocimiento humano, en ellas está casi ausente la condición humana de carne y hueso; su mundo narrativo proviene de su biblioteca personal, de su lectura de los libros, y a ese mundo libresco e intelectual lo equilibran los argumentos bellamente construidos, simétricos y especulares, así como una prosa de aparente desnudez, pero cargada de sentido y de enorme capacidad de sugerencia.
Recurriendo a inversiones y tergiversaciones, Borges llevó la ficción al rango de fantasía filosófica y degradó la metafísica y la teología a mera ficción. Los temas y motivos de sus textos son recurrentes y obsesivos: el tiempo (circular, ilusorio o inconcebible), los espejos, los libros imaginarios, los laberintos o la búsqueda del nombre de los nombres. Lo fantástico en sus ficciones siempre se vincula con una alegoría mental, mediante una imaginación razonada muy cercana a lo metafísico.Ficciones (1944), El Aleph (1949) y El Hacedor (1960) constituyen sus tres colecciones de relatos de mayor proyección. A pesar de que su obra va dirigida a un público comprometido con la aventura literaria, su fama es universal y es definido como el maestro de la ficción contemporánea. Sólo su ideario político pudo impedir que le fuera concedido el Nobel de Literatura.
Jorge Luis Borges, 120 años del escritor que quiso abarcar el ...
Biografía
Jorge Luis Borges procedía de una familia de próceres que contribuyeron a la independencia del país. Un antepasado suyo, el coronel Isidro Suárez, había guiado a sus tropas a la victoria en la mítica batalla de Junín; su abuelo Francisco Borges también había alcanzado el rango de coronel. Pero fue su padre, Jorge Borges Haslam, quien rompiendo con la tradición familiar se empleó como profesor de psicología e inglés. Estaba casado con la delicada Leonor Acevedo Suárez, y con ella y el resto de su familia abandonó la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y se trasladó al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135, donde creció el aprendiz de escritor teniendo como compañera de juegos a su hermana Norah.
En aquella casa ajardinada aprendió Borges a leer inglés con su abuela Fanny Haslam y, como se refleja en tantos versos, los recuerdos de aquella dorada infancia lo acompañarían durante toda su vida. Con apenas seis años confesó a sus padres su vocación de escritor, e inspirándose en un pasaje del Quijote redactó su primera fábula cuando corría el año 1907: la tituló La visera fatal. A los diez años comenzó ya a publicar, pero esta vez no una composición propia, sino una brillante traducción al castellano de El príncipe feliz de Oscar Wilde.
En el mismo año en que se inició la Primera Guerra Mundial, la familia Borges recorrió los inminentes escenarios bélicos europeos, guiados esta vez no por un admirable coronel, sino por un ex profesor de psicología e inglés, ciego y pobre, que se había visto obligado a renunciar a su trabajo y que arrastró a los suyos a París, a Milán y a Venecia hasta radicarse definitivamente en la neutral Ginebra cuando estalló el conflicto.
Borges era entonces un adolescente que devoraba incansablemente la obra de los escritores franceses, desde los clásicos como Voltaire o Víctor Hugo hasta los simbolistas, y que descubría maravillado el expresionismo alemán, por lo que se decidió a aprender el idioma descifrando por su cuenta la inquietante novela de Gustav Meyrink El golem.
Hacia 1918 lee asimismo a autores en lengua española como José Hernández, Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego y al año siguiente la familia pasa a residir en España, primero en Barcelona y luego en Mallorca, donde al parecer compuso unos versos, nunca publicados, en los que se exaltaba la revolución soviética y que titulóSalmos rojos.
En Madrid trabará amistad con un notable políglota y traductor español, Rafael Cansinos Assens, a quien extrañamente, a pesar de la enorme diferencia de estilos, proclamó como su maestro. Conoció también a Valle-Inclán, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Ramón Gómez de la Serna, a Gerardo Diego... Por su influencia, y gracias a sus traducciones, fueron descubiertos en España los poetas expresionistas alemanes, aunque había llegado ya el momento de regresar a la patria convertido, irreversiblemente, en un escritor.
La juventud ultraísta
De regreso en Buenos Aires, en 1921 fundó con otros jóvenes la revista Prismas y, más tarde, la revista Proa; firmó el primer manifiesto ultraísta argentino, y, tras un segundo viaje a Europa, entregó a la imprenta su primer libro de versos: Fervor de Buenos Aires (1923). Seguirán entonces numerosas publicaciones, algunos felices libros de poemas, como Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929), y otros de ensayos, como Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos, que desde entonces se negaría a reeditar.
Durante los años treinta su fama creció en Argentina y su actividad intelectual se vinculó a Victoria Ocampo y Silvina Ocampo; las hermanas Ocampo le presentaron a su vez a Adolfo Bioy Casares, pero su consagración internacional no llegaría hasta muchos años después. De momento ejerce asiduamente la crítica literaria, traduce con minuciosidad a Virginia Woolf, a Henri Michaux y a William Faulkner y publica antologías con sus amigos; frecuenta a su maestro Macedonio Fernández y colabora con Victoria Ocampo en la fundación de la emblemática revista Sur (1931), en torno a la cual se moverá lo mejor de las letras argentinas de entonces (Oliverio Girondo,Enrique Anderson Imbert y el mismo Bioy Casares, entre otros).
En 1938 fallece su padre y comienza a trabajar como bibliotecario en las afueras de Buenos Aires; durante las navidades de ese mismo año sufre un grave accidente, provocado por su progresiva falta de visión, que a punto está de costarle la vida. Al agudizarse su ceguera, Borges deberá resignarse a dictar sus cuentos fantásticos y desde entonces requerirá permanentemente de la solicitud de su madre y de su amigos para poder escribir, colaboración que resultará muy fructífera. Así, en 1940, el mismo año en que asiste como testigo a la boda de Silvina Ocampo y Bioy Casares, publica con ellos una espléndida Antología de la literatura fantástica, y al año siguiente una Antología poética argentina.
En 1942, Borges y Bioy se esconden bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq y entregan a la imprenta unos graciosos cuentos policiales que titulan Seis problemas para don Isidro Parodi. Sin embargo, su creación narrativa no obtiene por el momento el éxito deseado, e incluso fracasa al presentarse al Premio Nacional de Literatura con sus cuentos recogidos en el volumen El jardín de senderos que se bifurcan (1941), los cuales se incorporarán luego a uno de sus más célebres libros,Ficciones (1944), obra con que se inicia su madurez literaria y el pleno reconocimiento en su país.
Del peronismo a Videla
En 1945 se instaura el peronismo en Argentina, y su madre Leonor y su hermana Norah son detenidas por hacer declaraciones contra el nuevo régimen: habrán de acarrear, como escribió muchos años después Borges, una "prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos", pero lo cierto es que, a causa de haber firmado manifiestos antiperonistas, el gobierno lo apartó al año siguiente de su puesto de bibliotecario y lo nombró inspector de aves y conejos en los mercados, cruel humorada e indeseable honor al que el poeta ciego hubo de renunciar, para pasar, desde entonces, a ganarse la vida como conferenciante.
La policía se mostró asimismo suspicaz cuando la Sociedad Argentina de Escritores lo nombró en 1950 su presidente, habida cuenta de que este organismo se había hecho notorio por su oposición al nuevo régimen. Ello no obsta para que sea precisamente en esta época de tribulaciones cuando publique su libro más difundido y original, El Aleph (1949), ni para que siga trabajando incansablemente en nuevas antologías de cuentos y nuevos volúmenes de ensayos antes de la caída del peronismo en 1955.
En esta diversa tesitura política, el recién constituido gobierno lo designará, a tenor del gran prestigio literario que ha venido alcanzando, director de la Biblioteca Nacional, e ingresará asimismo en la Academia Argentina de las Letras. Enseguida los reconocimientos públicos se suceden: Doctor honoris causa por la Universidad de Cuyo, Premio Nacional de Literatura, Premio Internacional de Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett, Comendador de las Artes y de las Letras en Francia, Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, Premio Interamericano Ciudad de Sèo Paulo...
Inesperadamente, en 1967 contrae matrimonio con una antigua amiga de su juventud, Elsa Astete Millán, boda de todos modos menos tardía y sorprendente que la que formalizaría pocos años antes de su muerte, ya octogenario, con María Kodama, su secretaria, compañera y lazarillo: una mujer mucho más joven que él, de origen japonés, a la que nombraría su heredera universal. Pero la relación con Elsa fue no sólo breve, sino desdichada, y en 1970 se separaron para que Borges volviera de nuevo a quedar bajo la abnegada protección de su madre.
Los últimos reveses políticos le sobrevinieron con el renovado triunfo electoral del peronismo en Argentina en 1974, dado que sus inveterados enemigos no tuvieron empacho en desposeerlo de su cargo en la Biblioteca Nacional ni en excluirlo de la vida cultural porteña.
Dos años después, ya fuera como consecuencia de su resentimiento o por culpa de una honesta alucinación, Borges, cuya autorizada voz resonaba internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento del partido de Perón por la Junta Militar Argentina, aunque muy probablemente se arrepintió enseguida cuando la implacable represión de Videla comenzó a cobrarse numerosas víctimas y empezaron a proliferar los "desaparecidos" entre los escritores. El propio Borges, en compañía deErnesto Sábato y otros literatos, se entrevistó ese mismo año de 1976 con el dictador para interesarse por el paradero de sus colegas "desaparecidos".
De todos modos, el mal ya estaba hecho, porque su actitud inicial le había granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta el punto de que un académico sueco, Artur Ludkvist, manifestó públicamente que jamás recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por razones políticas. Ahora bien, pese a que los académicos se mantuvieron recalcitrantemente tercos durante la última década de vida del escritor, se alzaron voces, cada vez más numerosas, denunciando que esa actitud desvirtuaba el espíritu del más preciado premio literario.
Para todos estaba claro que nadie con más justicia que Borges lo merecía y que era la Academia Sueca quien se desacreditaba con su postura. La concesión del Premio Cervantes en 1979 compensó en parte este agravio. En cualquier caso, durante sus últimos días Borges recorrió el mundo siendo aclamado por fin como lo que siempre fue: algo tan sencillo e insólito como un "maestro".
La obra de Jorge Luis Borges
Borges es sin duda el escritor argentino con mayor proyección universal. Se hace prácticamente imposible pensar la literatura del siglo XX sin su presencia, y así lo han reconocido no sólo la crítica especializada, sino también las sucesivas generaciones de escritores, que vuelven con insistencia sobre sus páginas como si éstas fueran canteras inextinguibles del arte de escribir.
Borges fue el creador de una cosmovisión muy singular, sostenida sobre un original modo de entender conceptos como los de tiempo, espacio, destino o realidad. Sus narraciones y ensayos se nutren de complejas simbologías y de una poderosa erudición, producto de su frecuentación de las diversas literaturas europeas, en especial la anglosajona (William Shakespeare, Thomas De Quincey, Rudyard Kiplingo Joseph Conrad son referencias permanentes en su obra), además de su conocimiento de la Biblia, la Cábala judía, las primigenias literaturas europeas, la literatura clásica y la filosofía. Su riguroso formalismo, que se constata en la ordenada y precisa construcción de sus ficciones, le permitió combinar esa gran variedad de elementos sin que ninguno de ellos desentonara.
Los inicios poéticos
Borges había conocido en Madrid a los jóvenes escritores del grupo ultraísta, que se nucleaban en torno al poeta andaluz Rafael Cansinos Assens. A su retorno a la Argentina, a comienzos de la década de 1920, difundió entre sus pares esa nueva concepción de la poesía y las imágenes poéticas, principalmente dentro del grupo de los escritores vanguardistas. El primer libro de poemas de Borges fue Fervor de Buenos Aires (1923), en el que ensayó una visión personal de su ciudad, de evidente cuño vanguardista.
En 1925 dio a conocer Luna de enfrente y, tres años más tarde, Cuaderno San Martín, poemarios en los que aparece con insistencia su mirada sobre las "orillas" urbanas, esos bordes geográficos de Buenos Aires en los que años más tarde ubicará la acción de muchos de sus relatos. Puede decirse que en estos primeros libros Borges funda con su escritura una Buenos Aires mítica, dándole espesor literario a calles y barrios, portales y patios. El poeta parece rondar la ciudad como un cazador en busca de imágenes prototípicas, que luego volcará con maestría en sus versos y prosas.
En 1930 publicó Evaristo Carriego, un título esencial en la producción borgeana. En este ensayo, al tiempo que traza una biografía del poeta popular que da título al libro, se detiene en la invención y narración de diferentes mitologías porteñas, como en la poética descripción del barrio de Palermo. Evaristo Carriego no responde a la estructura tradicional de las presentaciones biográficas, sino que se sirve de la figura del poeta elegido para presentar nuevas e inéditas visiones de lo urbano, como se manifiesta en capítulos tales como "Las inscripciones de los carros" o "Historia del tango".
Hacia 1932 da a conocer Discusión, libro que reúne una serie de ensayos en los que se pone de manifiesto no sólo la agudeza crítica de Borges, sino también su capacidad en el arte de conmover los conceptos tradicionales de la filosofía y la literatura. Además de las páginas dedicadas al análisis de la poesía gauchesca, este volumen integra capítulos que han servido como venero de asuntos de reflexión para los escritores argentinos, tales como "El escritor argentino y la tradición", "El arte narrativo y la magia" o "La supersticiosa ética del lector".
En 1935 aparece Historia universal de la infamia, con textos que el propio autor califica como ejercicios de prosa narrativa y en los que es evidente la influencia deRobert Louis Stevenson y G. K. Chesterton. Este volumen incluye uno de sus cuentos más famosos, "El hombre de la esquina rosada"; le siguieron los ensayos deHistoria de la eternidad (1936).
La madurez de un narrador
El accidente casi mortal que sufrió a fines de 1938 marcó el antes y el después de su destino: de él saldría con la secuela del avance irreversible de su ceguera y con la decisión de enfrentarse a la creación de ficciones, cuyo primer fruto será el memorable relato El sur, y el libro que iniciará la ininterrumpida sucesión de sus obras maestras: El jardín de senderos que se bifurcan (1941). A partir de ese momento, la vida y la obra de Borges entran en una madurez y en una creciente divulgación en círculos concéntricos, que sólo se interrumpirán con su muerte, casi medio siglo más tarde.
Con ser todo ello significativo para la vida del autor, lo más destacable del proceso es el reconocimiento que Borges hace de sí mismo y de su obra a partir del comienzo de los años cuarenta, y que le impulsa a la creación de ese género a mitad de camino entre la narrativa, el ensayo, la glosa, la sinopsis de libros que nunca serán escritos y la investigación erudita, que definirá mejor que nada su título acaso más representativo, Ficciones, que en 1944 marca el ecuador de la obra de Borges, no sólo por el nivel insuperable que alcanza, sino por la condensación genérica que la caracterizará de allí en adelante.
Ciertamente, Ficciones (1944) acabó de consolidar a Borges como uno de los escritores más singulares del momento en lengua castellana. En la primera de sus partes, titulada El jardín de senderos que se bifurcan, reeditó la colección de ocho cuentos que había publicado en 1941; en la segunda parte, Artificios, incluyó seis nuevos relatos, número ampliado a nueve en la edición de 1956.
En las páginas de este libro se despliega toda su maestría imaginativa, plasmada en cuentos como "La biblioteca de Babel", "El jardín de los senderos que se bifurcan" o "La lotería de Babilonia". También pertenece a este volumen "Pierre Menard, autor del Quijote", relato o ensayo (en Borges esos géneros suelen confundirse deliberadamente) en el que reformula con genial audacia el concepto tradicional de influencia literaria, así como su célebre cuento "La muerte y la brújula", en el que la trama policial se conjuga con sutiles apreciaciones derivadas del saber cabalístico, al que Borges dedicó devota atención.
El Aleph (1949), volumen de diecisiete cuentos, vuelve a demostrar su maestría estilística y su ajustada imaginación, que combina elementos de la tradición filosófica y de la literatura fantástica. Además del cuento que da título al libro, se incluyen otros como "Emma Zunz", "Deutsches Requiem", "El Zahir" y "La escritura del Dios". El Hacedor (1960) incluía algunas piezas escritas treinta años antes y sin embargo guardaba una sólida unidad entre todas sus partes, no sólo formal sino también en cuanto a contenidos, siempre alineados en la idea borgeana de que tanto los grandes sistemas de la metafísica como las parábolas y las elucidaciones de la teología son elementos que forman parte del gran mundo de la literatura fantástica.
La consagración internacional
Con la obtención del Premio Internacional de Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett en 1961, la crítica descubre a Borges a nivel planetario, y las invitaciones, los doctorados honoris causa, los ciclos de conferencias, los premios y las traducciones a las más diversas lenguas se sucedieron en un vértigo incesante, que lo convirtieron en uno de los escritores vivos de mayor prestigio y reconocimiento universal.
El impactante y masivo reconocimiento público de la figura y la obra de Borges debe ser situado como un efecto derivado del llamado Boom de la literatura hispanoamericana. La demanda por parte del público de obras de autores latinoamericanos no se agotó con aquellos que originalmente pertenecían a la generación del Boom (Julio Cortázar, Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa), sino que se extendió a un grupo de escritores que, por edad y por preferencias estéticas, no formaban parte de esa órbita.
A pesar de la nutridísima bibliografía de Borges, de pocos escritores como de él se puede afirmar que es, en lo esencial, autor de un solo libro, desdoblado en distintas versiones o aproximaciones, que sus Obras Completas ejemplifican como otros tantos frutos de un mismo árbol, ya que (como él mismo afirmara de Quevedo) más que un escritor, Borges es en verdad "una vasta literatura".
Así, sus obras en prosa posteriores a las mencionadas (Manual de zoología fantástica, 1957; El libro de los seres imaginarios, 1967; El informe de Brodie, 1970; El congreso, 1971; El libro de arena, 1975) incluyen con frecuencia poemas. Durante treinta años no había publicado un solo verso, como para marcar una distancia definitiva con la etapa que denominó "la gran equivocación ultraísta"; y sus entregas poéticas de la madurez, como El otro, el mismo (1964), Para las seis cuerdas (1965), Elogio de la sombra (1969), El oro de los tigres (1972), La rosa profunda (1975) o La moneda de hierro (1976), admiten poemas narrativos, y otros que son auténticas ficciones, como "El Golem", que simplemente han sido redactadas en verso.
La obra de Borges se reparte también en un buen número de volúmenes escritos en colaboración, tanto dedicados a la ficción como al ensayo. Engrosan el caudal de sus escritos una gran cantidad de notas de crítica bibliográfica y comentarios de literatura, aparecidos en diferentes publicaciones periódicas argentinas y extranjeras, además de conferencias y entrevistas en las que desplegó con inteligencia y mordacidad sus puntos de vista. Se trata de una parte de su obra que, casi a la misma altura que sus libros considerados mayores, ha sido objeto recurrente de comentario y estudio por parte de la crítica y de numerosas recopilaciones.

16 DE JUNIO DE 1955 ES BOMBARDEADA LA PLAZA DE MAYO

16 DE JUNIO DE 1955 ES BOMBARDEADA LA PLAZA DE MAYO Pocas veces en la historia mundial, miembros de las Fuerzas Armadas de un país, con la c...